30: Limits for a High Lord.
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VOL. I | CURSED
E30T1: SPRING COURT
Limites para un Alto Lord
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━━━UNA SEMANA MÁS TARDE, y después de haber tomado un baño caliente dejó mi cuerpo oliendo a flores silvestre, no pude evitar sorprenderme al encontrar a Feyre en mi habitación, sentada en una esquina de mi cama con los ojos desorbitados, abrazándose a sí misma; pálida y con pinta de haber visto a un fantasma. Yo iba descalza, con el cabello chorreando de agua y vistiendo tan solo una bata, pero aquello no fue impedimento alguno para que saltara a su lado, buscando la mínima posibilidad de daño a la vista.
—¡Feyre! —exclamé con apuro, palpando su vestido por encima, buscando tal vez algún desgarre en la tela fina, pero tal parecía que no estaba herida físicamente— ¿Estas bien? ¿Qué sucede?
Feyre, por fin, posó sus ojos en mí. Y lo que salió de sus labios me dejó más que desconcertada:
—Puedo verlos, Blair... a todos y cada uno de ellos.
Al principio no supe que decir. No comprendía a lo que refería, no obstante, no tardó en explicarme lo que verdaderamente le atormentaba:
Feyre había despertado esa misma mañana y había descubierto que Alis, la inmortal que le había estado sirviendo durante todo ese tiempo, no lucia como una alta fae, o como ella siempre la había visto desde que llegó. Y lo que era mucho peor, había descubierto que la mansión siempre había estado rebosante de inmortales inferiores de diferentes colores, formas, tamaños y, para mi horror, había permanecido siempre en la ignorancia.
Como producto de un hechizo de Tamlin, mi hermana había ignorado cualquier otra existencia en la mansión que no fuera la de Alis, Lucien, Tamlin y, por supuesto, la mía... Un hechizo que, tal parecía, se había roto después de haber llegado de una excursión con el alto lord el día anterior.
—¿Dices que durante todo este tiempo nunca habías sido capaz de ver a un inmortal distinto a Alis? —No podía creerlo, no podía hacerlo, simplemente no podía creer hasta que nivel de descaro podía llegar un ser como Tamlin con tal de alcanzar sus objetivos—. Te mantuvo con una venda sobre los ojos, ¿Por qué?
Feyre negó con la cabeza, mirando fijamente el suelo, perdida en lo más profundo de sus pensamientos y cavilaciones.
—No lo sé.
No pude evitar que un improperio saliera de mi boca.
—¿Lo ves, Feyre? No podemos confiar en un tipo como él. Te lo he dicho desde el día uno: Tamlin es un mentiroso, está en su naturaleza. Ocultar a decenas de inmortales a tus ojos solo...
—Entonces, ¿Tú siempre pudiste verlos? —preguntó Feyre de repente, alzando su mirada y mostrándome algo que en mi vida creí que vería en los ojos de mi hermana: Duda; vacilación, sospecha. Por fin una grieta que esquebrajara la visión dorada de su alto lord—. Dime la verdad, Blair. Desde el día en el que llegaste, ¿Tu siempre pudiste ver cómo era Alis realmente? Y a los demás... ¿Siempre pudiste ver a los demás?
—Si —respondí enseguida, sin dudar, a pesar de que eso causara que los hombros de mi hermana decayeran—. Alis no luce como una alta fae; su piel es de corteza de árbol, su cabello es castaño, no rubio y, por supuesto, no tiene orejas puntiagudas —mientras hablaba, describiendo el aspecto de quien habría sido la única compañía que había tenido en Prythian antes de que yo llegara, pude ver como la mirada apesadumbrada de mi hermana se tornaba en algo más fiero, más claro—. Hay decenas de sirvientes en la mansión; cocineros, jardineros, inmortales que cuidan los establos, cada rincón de este lugar y que siempre están allí, observando todo en silencio. No te mentiré, me resultó muy incómodo al principio.
—¿Por qué nunca me dijiste nada?
Me encogí de hombros ante su pregunta.
—Di por hecho que ya lo sabias. Paso más tiempo en esta habitación, por lo que no creí necesario quejarme de algo que fácilmente podía evitar por mi cuenta. Además, ¿No debería Alis haberte dicho algo al respecto?
Aquello pareció impactarle con la fuerza de una flecha en el corazón, por el modo en el que se estremeció. Pude verlo, y ella trató de ocultarlo bajo una máscara de indiferencia.
—Feyre, ahora sabes que no puedes confiar en Tamlin. —insistí con severidad en mi tono a la par que en mis ojos—. Quien sabe cuántos más secretos te oculta, por eso debemos regresar a casa antes de que ese lunático se le ocurra...
—¿Qué es lo que sabes? —Feyre me interrumpió antes de que pudiera decir algo más, clavando su mirada azulada en mi rostro con intensidad. Por un momento me recordó a nuestra madre—. Parece que supieras algo más porque, de otro modo, no comprendo porque le guardarías tanto rencor a Tamlin, cuando solo ha hecho lo posible para que ambas estemos cómodas y seguras en su territorio.
Pero, ¿Qué demonios...?
—Feyre, yo...
—Si sabes algo, Blair, dímelo ahora mismo. —El tono de mi hermana se endureció, tal como siempre sucedía cuando implementaba el papel de hermana mayor en nuestra aldea—. Adelante, suéltalo, o de lo contrario creeré que hablas solo con el resentimiento que le tienes y no porque verdaderamente sea cierto lo que dices.
La miré con la boca abierta, no creyendo que de verdad me hubiera soltado un ultimátum como ese.
Y luego estaba la rabia, el deseo de revelarle de una vez por todas lo que había averiguado por mi cuenta, lo que su adorado alto lord había hablado con su emisario a sus espaldas y que también, en su afán por permanecer con la venda aun en los ojos, ignoraba.
Con un demonio, el fuego bullía en mi sangre deseando gritarlo a los cuatro vientos, pero solo hacía falta abrir la boca con esa intención y el hechizo que Tamlin había puesto sobre mi hacía de las suyas. Las enredaderas invisibles se enroscaron en mi garganta, asfixiándome, quitándome el habla y produciéndome un dolor terrible.
Feyre me miró expectante, sin enterarse del verdadero infierno por el que pasaba. Era igual en cada escenario, cada vez que quería hacerle frente y decirle la verdad. No la culpaba por ello, ella no sabía nada, pero no podía evitar sentir impotencia cada vez que sucedía. Las uñas se me clavaron en las palmas como respuesta a mi frustración, y no deje de apretar mis manos en puños hasta que el dolor que sintiera en ellas sobrepasara el que sentía como cuchillas hirviendo sobre mi garganta.
—Entiendo —Sentencio Feyre medio minuto más tarde, ante mi silencio—. Entonces, no quiero escuchar una palabra más sobre el asunto. A partir de ahora seré yo quien juzgue los actos de Tamlin, y tú no te meterás en mi cabeza para hacerme pensar lo que mejor sea conveniente para ti, ¿Esta claro?
Apreté los labios con fuerza, sintiendo un tipo de dolor diferente al que me carcomía en el cuerpo. Ese tipo de dolor era del que solo podías sentir en lo más profundo de tu alma, cuando sabes que la persona que más quieres en el mundo ha trazado un límite para mantenerte fuera, lejos, aun si todo ese tiempo solo habías estado buscando su bienestar. No podía poner en palabras como me sentía en ese momento, pero si pudiera resumirlo en una sola palabra, diría que sería algo parecido a la decepción.
—Tan claro como el agua, hermana. —fue todo lo que dije, derrotada.
(.......)
━━━MEDIA HORA MÁS TARDE, y tras un incómodo silencio por parte de ambas, Feyre y yo decidimos bajar al comedor. Lucien y Tamlin nos esperaban como todos los días, sentados en los mismos asientos de terciopelo y con posturas verdaderamente rígidas a la vista, como si alguien hubiera pegado un palo de escoba en sus espaldas. Se irguieron solamente cuando nos detuvimos en el umbral; Feyre con una expresión casi enferma en el rostro y yo, por otro lado, con ganas de tomar uno de los jarrones costosos que tenían pinta de tener siglos de antigüedad y estampárselas a los dos por la cabeza.
—¿Durmieron bien, señoritas? —Lucien fue el primero en hablar, inclinando la cabeza en nuestra dirección y dirigiéndonos miradas cautelosas con su único ojo bueno.
Entrecerré los míos como respuesta, mordiéndome la lengua antes de que soltara alguna de mis fresas. Aun podía sentir la pesada mirada de mi hermana mayor sobre mí, como una presencia respirándome en la nuca que vigilaba cada uno de mis movimientos.
Era desesperante, pero no había mucho que yo pudiera hacer al respecto; más que tragarme mis venenosas palabras y dejar que Feyre fuera quien interactuara con nuestros anfitriones, como siempre desde que nos habíamos visto obligados a compartir este tipo de comidas al menos dos veces por día. Con un poco de suerte, y en ocasiones, había podido decidir comer en mi habitación, pero algo me impulsaba a estar presente en esta ocasión. Presentía que mi hermana tendría algo mucho más interesante que conversar con los dos machos frente a nosotros y, aunque la compañía no fuera de mi agrado, no quería perdérmelo por nada del mundo.
—¿Qué pasa? —quiso saber esta vez Tamlin, al ver que ninguna de nosotras respondía o movía un musculo hacia la mesa. Era difícil descifrar su expresión bajo esa mascara dorada que siempre lo acompañaba, pero podía jurar que tenía el ceño fruncido y, pude notar también, la extensa mirada que me dirigió como reclamo.
—Hay... —Feyre tomó una respiración profunda para continuar—... Hay muchos...inmortales... Por todos lados.
Tamlin se mordió los labios para no sonreír, lo que verdaderamente me enfureció hasta querer arrepentirme de la promesa que le había hecho a Feyre. No obstante, y no sé cómo, controle mis impulsos asesinos apartando la mirada hacia la ventana más cercana. Me repetí al menos una docena de veces que debía solo ser una espectadora más en este extraño intercambio de palabras. Solo escuchar, y nada más.
—Siempre han estado aquí. —Escuché que decía Tamlin, en tono conciliador, hacia mi hermana. Pude percibir la duda de Feyre, pero, aun así, avanzó hacia adelante dispuesta a tomar asiento donde siempre junto con los dos alto faes. A regañadientes imite sus movimientos, sentándome a su lado en silencio y concentrándome en los aperitivos que tenía en frente—. Siempre.
—Pero... pero yo nunca oí nada...
—Claro que no —dijo Lucien, despacio, mientras hacía girar una de sus dagas entre las manos—. Nos aseguramos de que no vieras ni oyeras a nadie excepto a los indispensables.
Rechiné los dientes con fuerza.
Astuto y sinvergüenza inmortal.
—¿Por qué? —inquirió mi hermana. Alcé la vista por un segundo para notar como alternaba su mirada de reproche entre ambos altos faes, que no parecían en absoluto afectados por ello— ¿Por qué hicieron algo así?
—No queríamos que salieras huyendo la primera noche —respondió Tamlin con tranquilidad, confiado ciegamente en que lo que decía era lo más lógico del mundo— ¿Cómo hubieras reaccionado ante ellos de no haberlo hecho? ¿No te habrías horrorizado?
Feyre abrió y cerró la boca varias veces. Una batalla interna se desataba como tormenta desde la profundidad de sus ojos azules.
—Yo...
—Ahora mismo pareces extremadamente horrorizada —comentó Lucien con una pequeña sonrisa burlona que no me gusto ni un pelo, pero el emisario de la Corte Primavera o estaba ignorando deliberadamente mi existencia, o no noto el disgusto en mi rostro, pues continuó—. Solo tratábamos de hacerte las cosas más fáciles, adaptarte paso a paso a nuestro mundo. De otro modo no hubieras soportado quedarte una noche con nosotros.
Feyre guardó silencio por un minuto entero, bajando la mirada a sus manos entrelazadas que escondía bajo la mesa y sospesando sus siguientes palabras. Aquel había sido el momento indicado para que ambos altos faes me dirigieran una mirada al unísono que no supe interpretar; pero estaba de más decir que no parecía muy amigable.
—Es decir que... —soltó Feyre de pronto, casi en un susurro para sí misma. Todos los presentes tuvimos que hacer un gigantesco esfuerzo para poder oírla—... que cuando corrí detrás del Puca esa noche...
—Tenías público —terminó Lucien por ella, sonriendo ante algún recuerdo ajeno a mis conocimientos.
Mientras me servía un poco de estofado de carne, miré a Feyre, cuyas mejillas se les enrojecieron bajo los efectos de alguna historia que obviamente me estaba perdiendo. Ella miró a Tamlin e hice lo mismo.
—Fue un intento muy valiente. —El Alto Lord de la Corte Primavera también parecía divertido, y eso hizo que me preguntara ¿Qué cosas habían ocurrido en aquella mansión mientras yo me encontraba en las tierras mortales, llorando por la partida de mi hermana mayor?
Mis dedos estrujaron el tenedor con fuerza, a tal punto de que podía sentir el metal clavándose fríamente en mi piel. No podría haberme sentido más extraña en esa comida; casi como una intrusa que espetaba desde muy cerca, pero que al mismo tiempo se sentía como si hubiera una barrera entre los inmortales y la persona que consideraba mi única familia. No era una sensación precisamente placentera, pero lo ahogaba con el agua que bebía de las refinadas copas de cristal.
—Pero sí vi a los Naga, y al Puca, al Suriel. Y... y a ese inmortal, el de las alas arrancadas —Continuó Feyre con indecisión, encogiéndose en su silla y apretando con fuerza sus propios cubiertos— ¿Por qué el hechizo no se les aplicaba a ellos?
Los ojos de Tamlin se oscurecieron.
—No son miembros de mi corte —explicó—. Mi hechizo no funcionó con ellos. El Puca pertenece al viento y al clima y a todo lo que cambia. Y los Naga..., los Naga son de otra persona.
—¿Si? Y, ¿Se puede saber de quiénes son?
Un silencio casi sepulcral emergió de las sombras del gran comedor cuando decidí ser yo quien formulara la pregunta. Podía tener una idea vaga de quien podría ser la persona de la que tanto Tamlin como Lucien parecían guardar cierto temor, después de todo, solo podía existir una persona que estuviera por encima de ellos en poder y estatus, pero mientras tuviera un hechizo sobre mi lengua que impidiera soltar cierto tipo de información, solo podía apostar que fueran ellos quienes se revelaran la verdad por su cuenta.
Mi intervención no les había gustado ni un pelo. Pude notarlo, por la manera en la que ambos altos faes habían dirigido su atención a mi persona con algo parecido a la desaprobación; Lucien, además, parecía sutilmente preocupado, pero bien podría estar fingiendo para ganarse mi simpatía. Tamlin, por otro lado, ya no parecía querer molestarse en fingir frente a mi hermana. La molestia refulgía en el verde de sus ojos, como una promesa de muerte que me borraría de la faz de la tierra como siguiera haciendo preguntas que no fueran de su agrado.
Y yo, con todo el descaro del mundo, solo pude sonreírle. A estas alturas, mi hermana Feyre no parecía tener las intenciones de hacer las preguntas correctas, por lo que ya había decidido ser esa persona, aunque aquello me condenara con el Alto Lord de la Corte Primavera.
—¿Disculpa? —El condenado bajo los cubiertos y me calcinó con la mirada. Supuse que buscaba parecer consternado por mi atrevimiento, pero en el poco tiempo que llevábamos analizándonos mutuamente, había aprendido a leer ciertas actitudes de su personalidad. Justo ahora, mientras hacia el esfuerzo por no lanzarme una segunda maldición, me retaba. Me retaba a preguntar una segunda vez.
Por supuesto, lo hice.
—Eres el Alto Lord de la Corte Primavera —Y no me detuve allí—. Se supone que eres a lo que las criaturas más temen aquí. La autoridad suprema en este territorio, entonces, ¿Quién sería tan tonto para enviar a sus subordinados, cuando fácilmente puedes desaparecerlos del mapa? —Por un segundo fingí sorpresa— ¿O existe alguien qué está por encima de tus habilidades?
De fondo pude escuchar como Lucien soltaba una plegaria a sus dioses, pero no me detuve a prestarle atención, no cuando enfrentaba una batalla de miradas con el mismísimo inmortal de la primavera. Este, que me fulminaba con sus ojos color pasto y que parecía que en cualquier momento abandonaría sus modales y se abalanzaría a mi cuello como la bestia que ocultaba en los más hondo de su interior.
—No existe algo que nos dañe más que la plaga —replicó finalmente con la mandíbula tensa—. La plaga en si misma debilita una gran parte de mi poder y es la causa de que muchas otras criaturas ingresen en mi territorio sin mi conocimiento. Por lo que sí, Blair, en estos momentos existe algo mucho más grande que yo y espero, por el bien de tu hermana y el tuyo, que seas lo suficientemente lista y sensata como para mantenerte alejada de ella.
Dudaba que en serio se preocupara por mi bienestar.
—Mi señor, disculpe la interrupción.
Los cuatro giramos nuestras cabezas hacia las gigantescas puertas de roble, donde un inmortal con uniforme y mascara con forma de lobo aguardaba pacientemente con una postura tan dura como el acero. Un repaso rápido a la armadura, al casco que sostenía en un brazo, a las armas que portaba sobre el pecho y pude adivinar que se trataba de uno de las docenas de centinelas que había visto rodeando la mansión. La guardia de Tamlin, como también había oído llamarles.
—¿Qué sucede? —inquirió este con el ceño fruncido, dejando de lado su enfado para centrarse en el inmortal bajo su mando.
—Una curandera ha dejado esto personalmente a los guardias que custodiaban los límites de la residencia —alzó la mano que no sostenía su casco, revelando un pedazo de pergamino enrollado en forma de cilindro y que no pegaba en nada con su impotente presencia—. Ha solicitado que sea entregado a la señorita Blair en la menor brevedad posible.
Parpadeé.
—¿A mí?
De acuerdo, eso sí que no me lo había esperado.
Y tal parecía que no era la única que pensaba de ese modo, pues tanto Lucien como Tamlin se dirigieron una larga mirada de confusión que pude interpretar a la perfección. Mi hermana mayor no estaba muy lejos de compartir el mismo sentimiento; De hecho, los tres habían decidido mirarme como si de pronto me hubiera salido una segunda cabeza. Hubiera sentido vergüenza de no ser porque la sorpresa sobrepasaba cualquier otra sensación. Mi expresión podría ser una réplica exacta a la de los presentes que no podían salir de propio desconcierto.
El primero en reaccionar fue Lucien, quien, tras un asentimiento de cabeza de su alto lord, procedió a levantarse con intención de tomar la nota. El centinela desapareció una vez su presencia no fue requerida, sumiendo la estancia en un expectante silencio en el que mis ojos no podían apartarse de ese pequeño trozo de papel.
—¿Y bien? —Quiso saber Tamlin, una vez que Lucien hubiera terminado de leer la nota. Este último parecía que hubiera recibido un puñetazo en el hígado— ¿Qué es lo que dice?
Lucien volvió a enrollar la nota con una expresión ensombrecida. Y yo solo podía pensar en lo frustrante que era que alguien más leyera un mensaje que, en primer lugar, estaba destinado solo a mí. Sin embargo, suponía que, como emisario de la Corte Primavera, era parte de su deber. No era precisamente una excusa ideal para opacar el hecho de que estaban violando mi privacidad, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto.
Lucien por fin abrió la boca, y lo que salió de ella congeló cada uno de mis nervios:
—Es una invitación de la curandera Ritta para Blair. Desea su presencia en el próximo solsticio de verano, el que se estará llevando a cabo en dos días en Valle Calanthe.
—¿Ritta estuvo aquí? —No pude evitar preguntar, dejando los modales de lado al levantarme abruptamente de la mesa con intenciones de salir del comedor.
Lucien me cortó el paso, dirigiéndome una pesada mirada.
—¿Cómo es que conoces a Ritta?
Fruncí el ceño, levantando mis defensas casi de manera automática.
—No es asunto tuyo.
—Blair —intervino Tamlin a mis espaldas, logrando que mi cuerpo se tensara tanto como la cuerda de un arco—, sería mucho más fácil para ambas partes que por una vez dejaras de vernos como tus enemigos y colaboraras cuando solo intentamos mantener tu seguridad.
Me di la vuelta lentamente con los dientes apretados.
—Yo no he pedido tal cosa.
Tamlin, como siempre, lucia tan irritante con esa actitud de soberbia que lo caracterizaba. Esperaba pacientemente junto a mi hermana, quien me miraba con una pregunta silenciosa en los ojos. Un segundo muy tarde recordé que ella no sabía nada sobre las amistades que yo había hecho nada más llegar a este lado del muro, por lo que entendía hasta cierto punto su desconcierto y confusión.
—Ritta curó mis heridas cuando cruce el muro. —Revelé por lo bajo casi a regañadientes, apretando ambas manos en puños—. Ella me recibió en su hogar las primeras dos semanas que estuve sin saber a dónde ir.
Feyre alzo ambas cejas con algo parecido a la sorpresa. Lucien a mis espaldas soltó un suspiro largo, significativo y Tamlin, por otro lado, solo sospesó mi respuesta por unos cortos segundos antes de preguntar:
—¿Fue quien te enseñó el camino hasta mi mansión?
Otra vez con eso...
—No —respondí en cambio—. Hasta donde supe, a ella no le agradas mucho.
Tamlin entrecerró los ojos en mi dirección, pero asintió.
—Ritta tiene muy pocos amigos. Me sorprende, incluso, que te considere uno, viendo que te ha hecho llegar una invitación a una de las celebraciones más importantes en todo Prythian. —Volvió a su comida como si nada, tomando los cubiertos con una actitud que hubiera interpretado como despreocupada, sino fuera porque tenía tensa la mandíbula y la espalda—. Es una lástima que no puedas acompañarla.
—¿Disculpa? —A estas alturas ni me molesté por parecer serena— ¿Qué diablos quieres decir con eso?
Tamlin soltó un suspiro desde su asiento, como si tratar conmigo estuviera quitándole años de encima.
—Quiero decir, Blair, que mientras estés bajo mi protección no puedes salir fuera de los límites de esta mansión. Es un riesgo para todos nosotros que una mortal se pasee tan libremente por entre inmortales que durante años han tenido cierta aversión por... Por los de tu especie —carraspeó antes continuar—: Si te hace sentir mejor, nosotros celebraremos el solsticio a unas pocas colinas de aquí y puedo asegurarte que las fiestas que celebra mi corte no tienen nada de que envidiarle a las de Valle Calanthe.
—Pero ya visitado Valle Calanthe antes —repliqué—. Es un lugar precioso, tranquilo, lleno de música y color ¿Por qué un lugar así sería considerado un riesgo para mí?
—Porque no eres una de ellos —respondió Tamlin con sencillez, como si no pudiera creer tanta ingenuidad de mi parte—. No sabes que problemas podría causar tu presencia en un evento de esa magnitud.
—La última vez pasé tan inadvertidamente como si no existiera, tanto como si me hubiera vuelto invisible frente a ellos —No daría mi brazo a torcer, eso estaba claro. Quería creer que era porque se trataba de Tamlin, el inmortal que más detestaba en todo el mundo, pero una parte pequeñísima en mi interior me susurraba que mi rabia, mi enojo e indignación también tenía otro nombre: Ritta. No quería fallarle a ella y a su invitación—. Si tu intención es que pase mi tiempo encerrada en tu bonita mansión de oro como objeto más de decoración, estas totalmente equivocado. Yo iré a esa celebración.
Feyre se removió en su lugar, aparentemente incomoda.
—Blair, tal vez... —Quiso intervenir en un susurro.
—Parece que poco a poco estas olvidando a quien te diriges, niña —Tamlin gruñó las últimas palabras con furia contenida, interrumpiendo de ese modo a mi hermana—. Pero será un placer para mi recordarte que soy el Alto Lord de esta corte, por lo tanto, mi palabra es ley en este territorio. Si digo que no iras al solsticio de verano que se celebrara en Valle Calanthe, pues no iras. Tan sencillo como eso.
—Y tu haz olvidado algo mucho más importante. —Tamlin aguardó pacientemente mis próximas palabras; las cuales escupí con rabia—: Tú no eres mi Alto Lord. No te pertenezco, no tengo porque seguir tus órdenes. Si lo deseo puedo ir ahora mismo y explorar las otras cortes de este basto continente, por lo que, si quiero ir a esa celebración, lo hare, te guste o no. —Y con el corazón acelerado por la cólera, lo imité—: Tan sencillo como eso.
No esperé que me respondiera; Mucho menos me detuve a analizar lo que había soltando en medio un impulso estúpido. Salí del comedor con la ira bullendo a fuego lento bajo mi piel, a punto de hacer erupción y con deseos de volver, tomar el más filoso de los cuchillos y cometer una masacre.
No fue hasta que me topé con una pared en medio de mi nebulosa e emociones asesinas que, casi de manera abrupta, me detuve a pensar un poco. Inhalé y exhalé de manera frenética par de veces, concentrándome en mis latidos y olvidándome de ese modo de todo lo que me producía irritación. Estaba sola; hasta donde sabia, no había ojos espiándome en ese momento y que pudieran presenciar mi pérdida de control. Ese hecho ayudo a serenar mis pensamientos de a poco, a calmar la tormenta que se desataba en mi interior.
Y entonces miré a mi alrededor y pude darme cuenta que no me encontraba en el pasillo que comúnmente me llevaría a las puertas traseras de la mansión.
Por lo general, siempre que buscaba un poco de paz en medio del caos de este lugar, recurría a refugiarme en el bosque, y había aprendido que las puertas traseras que usaba el personal de servicio eran el camino más rápido hasta allí. No obstante, y por estar sumida en medio de mi rabia descontrolada, no tomé conciencia por donde iba y terminé en medio de un pasillo desolado, bañado en penumbras y donde solo podía vislumbrar una puerta de color ébano a la distancia.
Era extraño. No recordaba haber visto esta parte de la mansión en la docena de veces que recorrí la mansión, por lo que me detuve analizar las paredes sin color cuyas grietas sobresalían como telarañas desde las esquinas, las antorchas consumidas por un fuego antiguo y que tenían pinta de no haber sido cambiadas hace mucho tiempo y el polvo que sobresalía incluso de la alfombra que en pasado hubiera sido de un rico color rojo, pero que por el abandono ahora lucia de un mugriento color caoba.
El espacio era helado, sin mucho que pudiera ofrecer calidez o fuera confortante a la vista. De hecho, era la primera vez que encontraba algo que fuera lo opuesto a brillante, lujoso y hermoso en aquel sitio de ensueño. No obstante, por muy oscuro e intimidante que me resultara, no sentí miedo. Rebusqué en lo más profundo de mi ser y no encontré deseos de salir corriendo.
En su lugar sentí un hormigueo, un deseo que me impulsaba a acercarme a esa puerta y una curiosidad insaciable por descubrir lo que estuviera ocultando detrás.
—Tu no deberías estar aquí.
Me di la vuelta con el corazón en la garganta.
Alis me miraba con una ceja enarcada, juzgándome con sus facciones de corteza y sosteniendo lo que me parecía era una cesta con sabanas perfectamente dobladas bajo un brazo. Si lo sospechaba un poquito, seguramente había estado haciendo sus quehaceres antes de encontrarme allí.
Pero, ¿Qué era allí exactamente?
—¿A dónde lleva esa puerta? —pregunté sin rodeos.
Alis ladeo la cabeza un poco antes de fruncir el ceño.
—¿Qué puerta?
—¡La única que esta...!
Cuando me di la vuelta para señalar lo obvio, mis palabras se vieron interrumpidas por la nada; por una pared desolada que no llevaba a ninguna parte y que donde segundos antes hubiera jurado haber visto una puerta de roble color azabache.
Mi cuerpo se estremeció por lo surrealista que me pareció ese momento, ¿Acaso era posible que me lo hubiera imaginado? No... Estaba segura de lo que había visto, entonces, ¿Qué demonios había sido eso? ¿Por qué seguían sucediéndome cosas cuyo significado se escapaba de toda mi comprensión? Comenzaba a resultarme fastidioso.
Esa misma noche, cuando regresé a mi habitación, soñé con una puerta oscura, tan oscura como el carbón... y unas manos femeninas que me arrastraban en contra de mi voluntad y me encerraban dentro.
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Publicado: 16/01/2025
Correcciones: NO
Dedicación especial para: Myselfisverybeauty12
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ATT: Lux. 💜🧡
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