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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter forty-nine

the start of something amazing


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En cuanto Victoire divisó a Tyson llegar al campamento, ella y Emma lo interceptaron y se lo llevaron a la casa grande.

Aquel día no solo habían ganado una guerra.

Sino que también era el cumpleaños número dieciséis de Percy y querían hacerle por lo menos un pequeño pastel.

Entre los tres, con permiso de Quirón, utilizaron la cocina de la casa grande y se pusieron manos a la obra mientras los demás campistas preparan todo para despedir a los caídos. Victoire prefería evitar ese lugar hasta que llegara la hora, por lo que se esforzó mucho y centro toda su atención en la repostería y no el vacío de su pecho.

Entre risas y una pequeña guerra de glaseado azul entre Emma y Tyson, terminaron de decorar el pastel y lo guardaron en el refrigerador para que se conservará hasta la hora de la cena.

—Bien, ustedes dos vayan a limpiarse para el... Funeral. Yo limpiare aquí —les ordenó Tori señalando toda la cocina.

—¿Estás segura? —le preguntó Tyson.

—Completamente —respondió ella y el cíclope y Emma abandonaron el lugar.

Victoire se encontraba limpiando la superficie que habían usado del glaseado azul que hicieron, cuando vislumbró a Rachel en el umbral de puerta. Victoire pego un brinco al verla y refunfuñó.

—Maldición Dare, ¿No tienes a nadie mejor que asustar?

La rizada se movió incomoda y la miró con vergüenza.

—No era mi intención asustarte, en realidad solo quería hablar contigo.

—¿Conmigo? ¿Por qué?

—Bueno ahora que me he convertido en el oráculo, es inevitable mi estadía aquí en el campamento.

Victoire rehuyo a su mirada y apretó el trapo con el que el limpiaba.

—¿Te mudaras aquí? —preguntó dándose la vuelta para humedecer el trapo en el fregadero.

—No permanentemente, en tiempo de cursos deberé ir a una escuela de señoritas. Se lo prometí a mi padre.

Y por esa vez, Victoire sintió compasión por ella.

—Eso suena horrible.

—Ni que lo digas —coincidió Rachel—, Pero durante mis vacaciones estaré aquí en el campamento, Quirón y el señor Apolo me acondicionaran una cueva para mi estadía aquí. Según me dijeron, el oráculo anterior vivía ahí antes de... Bueno ya sabes.

Victoire asintió y bufó. La idea de tener a Rachel ahí no le gustaba mucho que digamos. Habia mantenido la esperanza de no tener que verla a ella y a Percy juntos por ahí, tomados de la mano. De por sí era bastante doloroso para ella aceptar que sus sentimientos por el chico no eran recíprocos.

—Escucha Victoire —hablo Rachel de nuevo—. Entiendo porque te caigo mal. Entre Percy y yo....

Oh no, Tori no quería hablar de Percy con ella.

—Detente ahi Dare —espetó ella bruscamente volteando a verla—. No pienso tener está conversación contigo. Ya me retiré, no seguiré detrás de alguien a quien claramente le gusta otra. No más. Ya sufrí demasiado. Estoy sufriendo demasiado.

Pero Rachel la miró desconcertada.

—¿De que hablas? Si a Percy solo le gustas tu.

Era claro que la chica se estaba mofando de ella. Victoire endureció su sembrante y se planto enfrente de Rachel con todas las intenciones de hacer que se callara.

—Callate. No sabes de lo hablas. Si yo le gustará a Percy entonces no se hubiera besado contigo —Rachel abrió los ojos, sorprendida de que ella supiera eso, y retrocedió un paso—. Deja de darme falsas esperanzas, Dare. No las necesito.

—No estoy haciendo eso, Victoire —aseguró ella, dejando la timidez de lado y plantandose frente ella. Cosa que sorprendió a Tori, hemos de admitir—. A Percy enserio le gustas. Yo fui quien lo beso en el acantilado. Yo fui quien confundió sus sentimientos. Creía que me sentía atraída por él, pero en realidad me sentía atraída a su mundo. Tu mundo. Y era por mi don. Ahora lo sé, y Percy también lo sabe —confesó—. Se lo dije cuando regresé a Nueva York. Le dije que entre él y yo no podría haber nunca algo más que amistad porque yo no soy la que hace latir su corazón como desenfrenado. No soy yo quien lo hace sonreír como idiota todo el tiempo. No soy yo quien abarca cada pensamiento de él cada día de la semana. Yo, Rachel Elizabeth Dare, no soy tu, Victoire. Jamás podría ser tu, y no quiero serlo. Y si se te hace sentir más segura, debes saber que nunca podré serlo. Ni con él, ni con nadie más porque mi deber de oráculo me lo impide. No puedo salir con nadie siendo el oráculo.

»Y no necesito ver el futuro para saber que tu y Percy están destinados el uno al otro. Y lo lamento, lamento haberme metido entre ustedes. No fue correcto, confundí a Percy y te hice dudar de sus sentimientos hacia ti. Te lastime en el proceso y eso es algo que nunca creí que haría. No me gusta lastimar a otros. No soy ese tipo de persona. Así que ¿Podrás perdonarme alguna vez?

Victoire se había quedado helada con el vómito verbal de Rachel. Sin embargo, en cuanto su cerebro proceso cada palabra de la chica en su interior, su cuerpo se relajo. Aquella chispa que se encendía en su interior cada vez que la chica estaba cerca se fue apagando poco a poco y finalmente pudo ver a Rachel como tal.

Una chica normal, y con un gran talento, que le estaba pidiendo disculpas por algo que no había evitado sentir. Rachel estaba ahí, parada enfrente de ella, plantandole cara y admitiendo su error, como toda chica valiente y de respetar.

Y en ese momento, Victoire llegó a sentir admiración por ella.

—Te disculpó, pero no esperes que lleguemos a ser amigas de un día para otro.

Rachel sonrió, aliviada.

—No esperaba eso ni en lo más mínimo. Es más, si lo hubiéramos sido, no sabría que pensar de ti —respondió, a lo que Tori, por primera, se rió.

      
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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El resto del día resultó tan extraño como lo había sido el principio. Los campistas empezaron a llegar desde Nueva York en coche, en pegaso o en carro. Los heridos fueron atendidos y los muertos recibieron honras fúnebres en la hoguera del campamento de acuerdo con los antiguos ritos.

Aquella parte del día fue sin duda la más dolorosa para todos. Habían tantos amigos caídos en aquella pira funeraria que sin duda sería un evento que nunca nadie olvidaría.

Percy, para sorpresa de Tori, se mantuvo junto a ella en todo el funeral. Ambos en silencio pero sintiendo la presencia del uno junto al otro.

El sudario de Silena era de un rosa subido y llevaba bordada una lanza eléctrica. Victoire, Daphne y las cabañas de Ares y Afrodita la aclamaron como a una heroína y luego prendieron juntas la pira.

Nadie pronunció la palabra «espía». Cosa que alivio a Percy. Estaba seguro que sí algún campistas comentaba algo respecto, las tres chicas que sostenían la antorcha prendida saltarian sobre el o la responsable y acabarían con él, o ella, ahí mismo.

Sin embargo, parecía que no muchos eran conscientes de lo que Silena había hecho. Así que ese secreto ardió hasta convertirse en cenizas mientras se elevaba hacia el cielo una nube de humo aromatizado con perfume de diseño.

Incluso Ethan Nakamura tuvo su sudario: uno de seda negra con un logo formado por dos espadas cruzadas bajo una balanza. Mientras el sudario empezaba a arder, Percy confío en que Ethan supiera que había logrado algo importante. Había tenido que pagar un precio mucho más alto que un ojo, pero los dioses menores iban a obtener al fin el respeto que merecían.

En cuanto el funeral terminó, todos se dirigieron al pabellón para la cena, la cual transcurrió discretamente. La única nota de interés la puso la ninfa Enebro, que apareció de pronto gritando «¡Grover!», y se lanzó sobre su novio con un abrazo-placaje, entre los aplausos de todos los presentes.

Luego bajaron a la playa a dar un paseo a la luz de la luna.

Al verlos, Victoire sintió una punzada en el pecho. Aquella escena solo le hizo pensar en Silena y en Beck.

En un futuro que no pudieron tener en vida.

Pero Victoire confiaba plenamente en que, en donde sea que ambos estuvieran en ese momento, estarían juntos, romados de la mano como solían estar ahí en el campamento.

La Señorita O’Leary retozaba alegremente de aquí para allá, comiéndose las sobras de todas las mesas. Nico estaba en la mesa principal con Quirón, el señor D y sus hijos, cosa que nadie parecía encontrar fuera de lugar.

Al contrario, todos le daban palmaditas en la espalda y lo felicitaban por su destreza en el combate. Hasta los hijos de Ares lo consideraban un tipo genial.

Tomen nota: preséntense con un ejército de guerreros muertos en el momento crucial y, de repente, todos querrán ser tus amigos.

Poco a poco, la gente se fue retirando del pabellón.
Algunos se dirigieron a la hoguera del campamento para cantar a coro; otros se fueron directo a la cama.

Cuando Percy buscó a la castaña en su mesa, se encontró con que está ya estaba vacía. Se desánimo un poco, para ser honestos, pero Percy permaneció sentado en la mesa de Poseidon aún cuando el pabellón quedó completamente vacío y observó cómo rielaba la luna en las aguas de Long Island Sound.

Vislumbró a Grover y Enebro en la playa, tomados de la mano y charlando.

En aquel momento reinaba la tranquilidad.

—Supuse que seguirías aquí —Victoire se deslizó a su lado en el banco y volvió a hablar—. Feliz cumpleaños.

Percy observó que sostenía un trozo de tarta grandioso y algo magullado, cubierto de glaseado y azúcar glasé azul.

Se le quedó mirándola.

—¿Qué?

—Hoy es dieciocho de agosto —dijo—. Tu cumpleaños, ¿no?

Estaba perplejo. Ni siquiera se había acordado, pero tenía razón. Había cumplido dieciséis años aquella mañana: justamente la mañana en que le había decidido dar el cuchillo a Luke.

La profecía se había cumplido con toda exactitud, como estaba previsto, y él no había caído en que era su cumpleaños.

—Pide un deseo —agregó la castaña con una sonrisa.

—¿La has preparado tú? —le preguntó.

—Tyson y Emma me han ayudado.

—Ya entiendo por qué parece un ladrillo de chocolate —dijo él—. Con ración extra de cemento azul.

Victoire se echó a reír.

Percy pensó un segundo y luego sopló la vela.

Cortaron la tarta por la mitad y la compartieron, comiendo con los dedos. Sentados uno junto al otro, contemplaron el océano.

Les llegaba el canto de los grillos y algún rugido de los monstruos del bosque, pero por lo demás había silencio.

—Has salvado al mundo —murmuró Victoire.

—Hemos salvado al mundo —corrigió él.

Victoire asintió lentamente y miró las estrellas en el firmamento oscuro sobre ellos.

—Si, lo hicimos. Y él también —musitó esto último, pero Percy la escuchó. Volteo a verla y vio que su mirada estaba perdida en el dolor. Sujeto su mano y le dio un ligero apretón. Ella se volteo a verlo con una mirada apagada—. Fue mi culpa.

Percy se quedó helado al oírla decir eso. Negó con la cabeza.

—No, no lo fue Vi.

Pero ella se sorbió la nariz y bajo la mirada hacia sus manos unidas.

—Lo fue Percy. Por mi culpa Luke fue elegido por Cronos. Por mi culpa el destino que su madre vio hace años se hizo realidad.

Percy la miró incrédulo.

¿Cómo podría ser ella la culpable de todo eso?

Y como si Tori hubiera leído sus pensamientos, le contó la verdad.

—Todo este tiempo Némesis estuvo cumpliendo su venganza contra mi. Fue ella quien persuadio a Cronos para usar a Luke. Fue ella quien manipuló todo para Luke fuera el héroe de la profecía —reveló—. Todo este tiempo ella supo como terminaría todo para mí: Sacrificando a una de las personas más importantes en mi vida. Sabiendo que eso me destrozaría por dentro de una forma que... —se le cortó la voz y sollozó.

Percy, incapaz de seguir viéndola así, la atrajo hacia él y la rodeo entre sus brazos. Victoire sollozo fuertemente contra su pecho.

—Fue mi culpa —musitó.

Pero Percy volvió a negar. No, él jamás aceptaría eso.

—No, no lo fue. No fue culpa tuya el haberte defendido de un psicópata que quería matarte solo porque no te uniste a él. Tampoco es culpa tuya que una diosa sea tan rencorosa como para hacer lo que hizo. No fue culpa tuya que Cronos usará a un chico descarrilado para su cometido. No fue culpa tuya nada de lo que paso y estoy seguro de que Luke pensaría lo mismo que yo —le aseguró Percy—. No puedes culparte de las decisiones de los demás, Vi, solo te las tuyas. Y todo lo que hiciste para sobrevivir y llegar hasta aquí es justificable. Así que no, no fue tu culpa y no puedo volver a oírte decirlo. Porque si a esas vamos, entonces yo también soy culpable. Yo, al igual que tú y Annabeth, confíe en Luke al final y le di el cuchillo que terminó con su vida. Soy igual de culpable de su muerte.

—No —negó ella separándose de él para verlo a la cara—. Hiciste lo correcto, Percy. Tomaste la decisión que salvo al Olimpo.

—Y tu también, Vi —respondió él limpiando sus mejillas—. Toda acción tiene su reacción, y no siempre será para bien; Sobrevivimos a la guerra; Salvamos al Olimpo.... y estamos juntos. Eso es lo que importa, Vi.

Tori termino asintiendo y giro el rostro hacia el mar. Percy vio como la comisura izquierda de su labios se elevaba un poco.

—Y ahora Rachel es la nueva Oráculo, lo cual significa que no podrá salir con nadie.

Percy alzo una ceja en su dirección.

—Vaya, no pareces muy apenada que digamos, eh.

Victoire se encogió de hombros, ocultando una sonrisa.

—Bah, me da igual.

—Ya, si claro.

Ella arqueó una ceja.

—¿Tienes algo que decirme finalmente, Aquaman? —preguntó.

—Seguramente me darías una patada en el trasero o me lanzarias volando con tus alas.

—Tenlo por seguro —aseguró ella.

Percy se sacudio las migas de las manos.

—Cuando estaba en el río Estigia, volviéndome invulnerable… Nico me dijo que debía concentrarme en algo que me mantuviera anclado al mundo, algo que me diera ganas de seguir siendo mortal.

Victoire mantuvo la vista fija en el horizonte, sintiendo como su corazón comenzaba acelerarse.

—¿Sí?

—Luego, en el Olimpo —prosiguió—, cuando quisieron convertirme en un dios y tal, yo no paraba de pensar…

—Ah, pero tú lo deseabas…

—Bueno, quizá un poco. Pero no, porque pensaba... que no quería que las cosas siguieran igual toda la eternidad, porque las cosas siempre podrían mejorar. Y pensaba...

Notó la garganta reseca.

—¿En alguien en especial? —preguntó ella suavemente.

Percy la miró y vio que reprimía una sonrisa.

—¿Te estás riendo de mí? —protestó él.

—¡Qué va!

—No me lo estás poniendo nada fácil.

Entonces se echó a reír de verdad y le rodeó el cuello con los brazos.

—Debes saber ya, Perseus Jackson, que yo nunca, lo que se dice nunca, voy a ponértelo fácil. Ya bastante tiempo te he dado para que te dieras cuenta de lo que siento, y bastante dudas crecieron en mi al verte tan indeciso, ahora vete acostumbrando a que...

Pero Victoire no pudo seguir hablando porque Percy la callo uniendo sus labios.

Por primer vez, en esos años, ella no dio el paso.

Sino él.

Y podría jurar ahí mismo, que mientras que él la estaba besando, sentía como todo en su interior explotaba en éxtasis. Cómo si todo un zoológico entero corriera por cada pequeña parte de su cuerpo y dejará una sensación cálida detrás.

Ahí besándola, Victoire sintió como todo a su alrededor se esfumaba. Incluyendo el palpitar doloroso que sentía en su pecho desde que se marcharon del Olimpo.

Podrían haberse quedado así toda la vida, pero inesperadamente una voz gruñó a sus espalda:

—¡Bueno, ya era hora!

Y de pronto, el pabellón se llenó de campistas con antorchas. Clarisse, Annabeth y Daphne dirigían la operación con sonrisas cómplices mientras todos se echaban sobre ellos y los subían en hombros.

—Pero bueno —protestó Percy—. ¿Es que no hay un poco de intimidad?

—¡Los tortolitos necesitan agua fría! —dijo Clarisse con pitorreo.

—¡Al lago de las canoas! —gritó Daphne.

Entre vítores y aplausos los llevaron cuesta abajo, aunque siempre lo bastante cerca para que siguieran tomados de la mano. Victoire se reía a carcajadas y Percy no podía dejar de reírme tampoco, aunque tenía la cara completamente roja.

No se soltaron las manos hasta que los arrojaron al agua.

Pero el último en reírse fue Percy. Porque formó una gran burbuja de aire en el fondo del lago y sus amigos se quedaron plantados en la orilla esperando a que salieran.

Ah, cuando eres el hijo de Poseidón, no tienes que darte tanta prisa.

—Se quedarán esperando a que salgamos para echarnos burlas —le dijo Tori, enrollando sus brazos alrededor de su cuello.

Percy la rodeo de la cintura y la pego más a él.

—Se quedarán esperando un buen rato.

Y nuevamente la beso.

Ese fue sin duda el mejor beso submarino de todos los tiempos.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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El campamento se prolongó aquel verano. Todavía duró dos semanas más, justo hasta el comienzo del curso, y Percy debía reconocer que fueron las dos
mejores semanas de su vida.

Desde luego, Victoire lo mataría si dijera algo diferente, pero hubo también muchas otras cosas estupendas.

Grover había tomando el mando de los sátiros buscadores y estaba enviándolos por todo el país para encontrar mestizos que aún no hubieran sido reconocidos. Por el momento, los dioses cumplían su promesa. Estaban apareciendo semidioses nuevos por todas partes del mundo, no sólo en Estados Unidos.

—Casi no damos abasto —reconoció Grover una tarde, mientras él y Percy se tomaban un descanso en el lago de las canoas—. Necesitaremos un presupuesto más grande para viajes; podría emplear tranquilamente a un centenar más de sátiros.

—Sí, pero los que tienes están trabajando a lo bestia—le dijo Percy—. Me parece que les das miedo.

Grover se sonrojó.

—Qué tontería. Yo no doy miedo.

—Eres el señor de la naturaleza, amigo. El elegido de Pan. Y miembro del Consejo de…

—¡Basta! —protestó—. Eres tan terrible como Enebro. Pronto pretenderá que me presente como candidato a presidente.

Empezó a mascar una lata mientras contemplaban la serie de cabañas nuevas que estaban construyendo al otro lado del lago. La U que formaban las antiguas pronto se convertiría en un rectángulo completo, y los semidioses se habían aplicado a la tarea con entusiasmo.

Nico tenía a unos cuantos obreros muertos trabajando en la cabaña de Hades. Aunque él sería por ahora su único ocupante, la verdad es que le estaba quedando muy chula: paredes macizas de obsidiana, con una calavera sobre el dintel y antorchas que ardían con fuego griego las veinticuatro horas del día.

A su lado, se alzaban las cabañas de Iris, Némesis, Hécate y algunas más que Percy no identificó. Y si todavía no había atisbo alguno de una cabaña para la diosa Nike, la única razón se debía a que Victoire había preferido que se construyeran primera todas las demás cabañas y luego la suya, puesto que ella aún podía dormir en la cabaña uno y los demás chicos necesitaban salir de la cabaña once.

Si bien todos le creyeron, Percy no lo hizo, en absoluto. Él sabía que Victoire postergaba la construcción de la cabaña número diecisiete por la simple razón de que era más fácil escabullirse por las noches a su cabaña; La cabaña de Zeus y la de Poseidon estaban separadas por un par de metros, los cuales Victoire recorría en un pestañeo con su increíble velocidad.

La primera noche que Victoire apareció en su puerta, estaba pálida y temblorosa. Percy no tardó en tomarla de mano y meterla con él en su cabaña. Ambos, sin despertar a Tyson, se acostaron el cama del azabache. Abrazados, comenzaron a hablar entre murmullos sobre cosas triviales hasta que Victoire estuvo tranquila y se quedó dormida.

Percy estaba seguro de que ella había acudido a él por una única razón: las pesadillas. Él también las tenía. La guerra los había marcado de una forma que difícilmente olvidarían.

Ella no le hablaba sobre estás, siempre prefería pasar de ellas y pensar en otras cosas, como en Percy. Y, de alguna forma, durmiendo juntos lograban mantener a raya los malos sueños.

Claro que a la mañana siguiente de la primera noche que durmieron juntos, Tyson por poco pega un gritó al verlos acurrucados juntos en la cama. Y Percy, sobresaltado, tuvo que taparla le boca para que no alertara a todo el campamento.

—Tuvo pesadillas anoche, no lograba dormir bien —le explicó a su hermano y esté comprendió.

Ahora Tyson guardaba el secreto todas las noches.  Pues todas las noches Victoire se escabullia a su cabaña.

Percy rezó para que esos encuentros no fueron descubiertos por otros campistas o Quirón, de lo contrario estaba casi seguro de que construirían la cabaña diecisiete justo al lado de la Casa Grande. Donde Quirón podría mantener vigilada Tori de cerca.

No obstante, todos los días añadían alguna nueva al proyecto. La cosa iba tan bien que Annabeth y Quirón estaban considerando la posibilidad de crear una nueva ala de cabañas para que todas contaran con suficiente espacio.

La cabaña de Hermes ya no estaba tan abarrotada como antes, porque muchos de los chicos no reconocidos habían recibido la señal de sus progenitores divinos. Sucedía casi cada noche. Y cada noche, asimismo, llegaban semidioses a sus fronteras, acompañados de sátiros buscadores y perseguidos por varios monstruos repulsivos.

La mayoría conseguía zafarse de ellos y entrar en el campamento, pero había algunos que no. Por lo que Quirón planto un grupo de guardia en las fronteras para auxiliar a los semidióses que lo necesitarán y pudieran llegar a salvo.

—El próximo verano va a ser muy distinto —le dijo Percy a Grover—. Quirón prevé que tendremos el doble de campistas.

—Sí —asintió—, pero seguirá siendo el mismo sitio entrañable de siempre.

Suspiró con satisfacción.

Percy observó un rato a Tyson, que dirigía a un grupo de cíclopes constructores. Estaban izando piedras enormes para levantar los muros de la cabaña de Hécate, una tarea difícil y delicada. Cada piedra tenía signos mágicos grabados en la superficie y, si se caía alguna, podía explotar o convertir en árbol a todo el mundo en un radio de medio kilómetro.

Cosa que a nadie, salvo a Grover, le habría hecho gracia.

Victoire, y una muy entusiasmada Emma, estaban con él. Ayudando a construir la que ahora sería cabaña de la niña. Todos los campistas, menos Victoire, se mostraron sorprendidos cuando Emma fue reconocida por su madre, Hecate.

Los hermanos Stoll soltaron un pequeño lloriqueo, decepcionados puesto que avergaban la esperanza de que la niña fuera hermana suya. No obstante, eso no impidió que, cuando todos se inclinaron ante ella, la alzaran en brazos y la llenarán de vítores.

—Entre mis tareas de protección de la naturaleza y la búsqueda de mestizos, voy a tener que viajar mucho —le advirtió Grover a Percy—. Quizá no nos veamos tanto.

—Eso no cambiará nada. Sigues siendo mi mejor amigo.

Grover sonrió de oreja a oreja.

—Aparte de Annabeth, Daphne y Victoire —comentó.

—Con Victoire es diferente.

—Ya —asintió él—. Desde luego que sí.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Aquella noche, la última en el campamento, se celebró la ceremonia de las cuentas de collar. La cabaña de Hefesto había diseñado la de aquel año: una cuenta que mostraba la imagen del Empire State rodeada de una espiral de letras griegas diminutas, con todos los nombres de los héroes que habían sucumbido en defensa del Olimpo.

Había demasiados nombres, pero aun así Victoire se sentía orgullosa de recibirla y la colocó en su collar; ya tenía cinco cuentas, pocas para el tiempo que llevaba ahí debido a los cuatro años que había perdido en el Olimpo, pero poco le importó.

—¡Jamás olviden este verano! —les dijo Quirón. Estaba extraordinariamente recuperado, aunque todavía se le veía una leve cojera mientras trotaba junto al fuego—. Este verano hemos descubierto la bravura, la amistad y el coraje. Hemos mantenido el honor del campamento.

Y les dirigió una sonrisa al grupo de amigos que permanecía juntos. Todos aplaudieron. Victoire sonrió abiertamente cuando sintió como Percy entrelazaba sus dedos con los de ella.

—Y ahora —dijo Quirón—, ¡A la cama temprano! Recuerden, tienen que desalojar las cabañas mañana a mediodía, a menos que hayan hecho las gestiones necesarias para pasar todo el año con nosotros. Las arpías de la limpieza devorarán sin piedad a los rezagados, ¡y no me gustaría concluir el verano con una nota amarga!

Percy y Victoire se dirigieron a las cabañas con las manos entrelazadas, y una vez que llegaron al punto medio de una cabaña a la otra, se despidieron con un beso.

—Nos vemos en tu cabaña —le dijo Tori y se metió en la cabaña uno, donde estaría un par de horas hasta que todo el campamento estuviera dormido.

Percy se metió en su cabaña, y la espero acostado en su cama. El sonido de la puerta abriéndose fue la señal que necesito para moverse a un lado y dejarle su espació habitual a la castaña.

Cuando está estuvo acurrucado a su lado, le beso la frente.

—¿Quieres hablar o prefieres dormir?

—Es nuestra última noche juntos, prefiero disfrutar de tu compañía antes de que te vayas —le dijo y lo beso profundamente.

Percy, siendo consciente de que Tyson ya no estaba en la cabaña, puesto que había regresado al mar con su padre para ayudarlo con la reconstrucción de su palacio, atrajo a Victoire hacia él de modo que la chica quedó arriba de su pecho. Ambos continuaron besando lentamente. Disfrutando de la sensación de sus labios juntos. De sus corazón pegados el uno al otro.

Pero si estás esperando que te diga que ambos jóvenes se entregaron esa noche, entonces está parte de la historia no es para ti.

Aún no.

Porque Percy y Victoire sabían demostrar su amor con la simple presencia del uno y el otro.

Y esa noche, tras una sección de besos fugaces llenos de amor entre ambos, se durmieron con la sensación en el pecho de que todo estaría bien entre ambos.

Siempre que permanecieran juntos.
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                              
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  
                        
                  

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A la mañana siguiente, Victoire, Percy, Annabeth y Daphne se detuvieron en lo alto de la colina Mestiza y contemplaron los autobuses y furgonetas que empezaban a salir, llevándose de vuelta al mundo real a la mayoría de los campistas.

Algunos veteranos, como Victoire, así como algunos recién llegados, se quedarían en el campamento. Victoire, al igual que sus amigos, habían sido nombrados por Quirón como consejeros principales del campamento, y muchos de los recién llegados siempre los buscaban para responder sus dudas o apoyarlos en algún problema que tuviera.

Era un trabajo difícil, si, pero a ella le gustaba;
Amaba al campamento y todo lo que tuviera que ver con el.

Solo que apartir de ese día Tori sería la única consejera en el campamento. Annabeth, Daphne y Percy volvía al mundo mortal para ver a sus familias o para iniciar un nuevo año escolar; era el segundo año en la Escuela Secundaria Goode para Percy. La primera vez en su vida que hacía dos cursos en el mismo colegio. Y se encontraba bastante entusiasmado por eso.

—Adiós —les dijo Rachel, echándose la bolsa al hombro. Se la veía bastante nerviosa, pero pensaba mantener la promesa que le había hecho a su padre y asistiría a la Academia Clarion en New Hampshire.

Hasta el verano siguiente no recuperarían a su Oráculo.

—Te irá de maravilla —le dijo Annabeth y la abrazó, al igual que Daphne.

Tori se limitó a chocar los puños con ella, cosa curiosa para Percy: ahora parecían llevarse bien, o por lo menos Victoire la toleraba.

Rachel se mordió el labio.

—Ojalá tengas razón. Estoy algo preocupada. ¿Y si alguien me pregunta qué van a poner en el examen de Mates y yo empiezo a farfullar una profecía en medio de la clase de Geometría? «El teorema de Pitágoras será el segundo problema…». ¡Dioses, resultaría muy embarazoso!

Las tres chicas se echaron a reír y, para el alivio de Percy, consiguió que Rachel sonriera un poco.

—Bueno —dijo—, portense bien los uno con el otro.

Y le echó una mirada a Percy como si le estuviera diciendo más eso a él que a ellas.

Antes de que Percy pudiera protestar, Rachel les deseó suerte y corrió cuesta abajo para subir a su vehículo.

—Creo, Goldberg, que deberíamos dejar a los tortolitos despedirse en privado —dijo Annabeth mirando a ambos con una sonrisa pícara.

Daphne, a su lado, asintió con complicidad.

—Te doy la razón, Chase. Adios Tori, nos vemos en unas semanas.

Ambas la abrazaron y empezaron a bajar por la colina. Daphne regresaría en unas semanas al campamento, iría a visitar a su madre, quien ahora gozaba de una buena salud debido a que los dioses habían cumplido su palabra. Por lo que ahora su amiga estaba más que emocionada de ir a casa y pasar un tiempo estupendo con ella.

Annabeth, por otro lado, se quedaría en Nueva York. Sus padres la habían dejado ingresar en un internado de la ciudad para que permaneciera cerca del Olimpo y pudiera supervisar los trabajos de reconstrucción.

—A mi no me engaña, su internado queda cerca de la casa de Daphne, no creo que sea coincidencia —le comentó Tori a Percy cuando ambas chicas se encontraban bajando la colina.

Percy la miró confundido.

—¿De que hablas?

Victoire lo miro incrédula, pero al final comprendió algo. Sí el chico había tardado años en comprender los sentimientos que ella tenía por él, sin duda alguna no estaría consciente de los sentimientos que ambas chicas comenzaban a sentir la una a la otra.

Victoire se rió y enrolló sus brazos alrededor de su cuello.

—¿Nervioso por tu segundo año consecutivo en Goode? —le  preguntó, y levantó la mano para apartar el mechón gris de su cabello a un lazo.

Percy meneó la cabeza.

—Un poco, pero ahora que Paul sabe la verdad sobre mi, sin duda ayudará a que pase el año sin problemas.

—Sin duda es buen hombre, me alegro que Sally encontrará a alguien como él —dijo ella. Y Percy no pudo estar más de acuerdo—. Pero siempre estaré agradecida con Poseidon, porque sin él, no estarías aquí conmigo.

Y entonces lo beso. Y Percy volvió a sentir como su cerebro se derretía por dentro. Amaba la sensación de sus labios.

Ambos se separaron y juntaron sus frentes. De modo que Victoire cerró los ojos y disfruto de ese poco tiempo que les quedaba juntos hasta que volvieran a verse.

—¿Has estado pensando en la profecía de Rachel? —le preguntó Percy de repente.

Victoire abrió los ojos y se separó de él, con el ceño fruncido.

—¿Cómo lo sabes? —contestó.

—Porque te conozco.

Victoire le dio un empujón con el hombro.

—Vale, sí, lo he pensado. «nueve mestizos y la guardiana responderán a la llamada». Me pregunto quiénes serán, pero eso de la guardiana... No dejó de darle vueltas en la cabeza. Yo fui guardiana tuya, Percy, nací para serlo. Pero y sí...

—Ya, yo también pensé en eso —confesó él—. Pero, por primera vez, prefiero creer que Apolo tiene razón. Podría ser alguien más, no tu.

—Yo también quiero creer eso. Vamos a tener muchas caras nuevas el verano que viene.

—Sí —asintió él—. Y todo eso del mundo cayendo  bajo su naturaleza, la tormenta o el fuego…

Frunció los labios.

—Y los enemigos a las Puertas de la Muerte. No lo sé, Percy, pero no me gusta. Creía… bueno, que quizá tendríamos un poco de paz para variar.

—No sería el Campamento Mestizo si fuese pacífico —dijo él.

—Ya… O tal vez la profecía no se cumpla en muchos años.

—Podría tratarse de un problema para la próxima generación de semidioses —dijo él—. En tal caso podemos relajarnos y disfrutar, juntos.

Ella asintió, aunque aún parecía inquieta.

Percy no la culpaba, pero le resultaba difícil preocuparse en un día tan bonito, con ella a su lado y
sabiendo que no se estaban despidiendo en realidad.

Tenían mucho tiempo por delante.

—¿Nos vemos en unas semanas? —le preguntó.

Ella asintió con una sonrisa.

—Tenlo por seguro, en cuanto los campistas nuevos estén orientados me daré una escapada a al ciudad para verte, aunque estés en temporada escolar. Incluso podría acompañarte por las mañanas a al escuela y regresar a tu departamento para hacerle compañía a Sally.

—No sé si me gusta la idea de mi novia y mi madre a solas, por horas. Vaya saber que cosas vergonzosas te contara de mí.

Victoire soltó una carcajada, que para Percy fue musica para sus oídos.

—No creo que haya nada vergonzoso que pueda contarme de ti, que haga que dejé de amarte como lo hago ahora—y le dio otro beso, pero más corto—. Anda, es hora de irte. No vaya ser que Daphne y Annabeth suban para llevarte a arrastras colina abajo.

Percy se rió, pero asintió. Se colgó su mochila al hombro y volteo a ver a Tori.

—Te amo.

—Y yo a ti —le respondió ella.

Percy le sonrió una última vez y comenzó a descender por la colina. Victoire no se movió hasta que el chico se metió en la furgoneta y está se hubiera alejado por la carretera.

Victoire se dio media y contempló desde la colina Mestiza todo el campamento. Cerro los ojos e inhaló profundamente, dejando que el aire fresco de la naturaleza llenará sus pulmones y la embargara de una sensación cálida y llena de paz.

Extendió sus alas blancas y alzó el vuelo sobre su hogar, el cual ahora estaba a salvo.

El campamento volvia a tener aquella vitalidad que hace años ella misma había contemplado de niña, antes de que todo el problema con Cronos surgiera y perdiera parte de su familia; Lee, Castor, Beckendorf, Michael, Silena... Luke.

El recuerdo de todos sus amigos caídos era una cicatriz que jamás desaparecía de ella.

Era algo con lo que tendría vivir de ahora en adelante, pero no estaba sola.

Ahora tenía una nueva familia, nuevos amigos y un novio increíble el cual amaba y él la amaba a ella. Lo que hacía que el dolor de la perdida disminuyera a tal grado, que Victoire sentía que tenía una nueva oportunidad.

La oportunidad de iniciar de nuevo; el inicio de algo increíble y a la vez hermoso.

Victoire descendió en picada y aterrizó justo en el anfiteatro, donde los nuevos campistas de diferentes cabañas la esperaban, maravillados por sus alas blancas.

Victoire las hizo desaparecer y los miró fijamente a todos.

—¿Listos para su siguiente lección?

Todos los campistas gritaron con emoción. Victoire esbozo una sonrisa enorme.

—Entonces no hay tiempo que perder, formen parejas y coloquense en sus posiciones. ¿Dónde demonios está Tra...

—¡Aquí estoy! —grito Travis Stoll antes de que Tori pudiera terminar de preguntar por él. El veterano y líder de la cabaña once se abrió paso entre todos y se posicionó junto a ella—. Lamento la tardanza, pero desde que Emma está aprendiendo a usar su magia es difícil salir de su cabaña sin un cambio extravagante de look.

Y vaya que Travis decía la verdad. El chico, normalmente castaño, ahora tenía el cabello verde.

—Veo que le está yendo de maravilla con eso —dijo con burla.

—Ja ja, muy chistosa, espera que te toque ser su conejillo de indias.

—Emma me quiere lo bastante para no dejarme como un duende —pero antes de que Travis pudiera protestar al respecto, Victoire le hizo un plaje y lo tumbó sobre la arena. Se volteo hacia los demás campistas—. Lección del día, no dejen que su oponente los distraiga. Aún cuando esté parece un duende salido del polo norte.

Los campistas soltaron una carcajada, pero basto un mirada de Tori para que guardarán silencio. La castaña se volvió hacia el hijo de Hermes y le extendió una mano.

—Venga duende, es hora de dar una clase.

Tras un bufido del chico, ambos se pusieron a enseñarle a los nuevos, los movimientos básicos de lucha.

Y entre varias risas y carcajadas, Victoire volvió a sentir esa paz que hace tanto no sentía.

La paz que solo su hogar puede brindarle.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

¡FINALMENTE PASO! PERSEUS BESO A TORI! AAAHHH
ahora solo les queda el Epílogo ✨

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