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❪ ⛓️‍💥 ❫ 003: Rhaenyra.

FUEGO Y SANGRE
ACTO I: LA PRINCESA DRAGÓN

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CAPÍTULO III:
Abre los ojos








RHAENYRA REGRESA A SUS APOSENTOS A TRAVÉS de un pasaje secreto. Se quita las harapos masculinos que le regaló Daemon y los arroja al fuego para eliminar cualquier recordatorio de esa noche. La princesa se pone su camisón y se acerca al cuenco de agua fresca que siempre estaba a su disposición. Rhaenyra se lava la cara y pasa sus manos mojadas por sus cabellos enredados. Desea tomar un baño. Uno tan caliente que el calor del agua se convirtiera en un frío penetrante. Un frío que apague el fuego de la decepción y amargura que rugen dentro de ella tras la traición de Daemon. Rhaenyra quiere lavar de su cuerpo las caricias y besos de su tío. Ella tomó un cepillo y con determinación comienza a desenredar sus cabellos plateados, intentando distraerse de los eventos de esa noche.

«No te entregues al engaño de otros brazos, pues en sus garras yace el abismo. No sucumbas ante la seductora promesa de un caballero de blanco resplandor, cuyas lealtades silenciosas aguardan en el filo del rencor. Ni tampoco confíes en la ardiente pasión de aquel príncipe que desafía los códigos, pues su llama incinerará tu destino inexorablemente. Ambos portadores de fatalidad, te arrastrarán hacia una perdición insondable. Oirás el eco de ríos de sangre que corren sobre la tierra, preludio de las sombras que se ciernen sobre el destino de los dragones».

Un escalofrío recorre su espalda cuando ella recuerda las palabras de la vidente. Por alguna razón, ella cree en las palabras de la anciana. De repente, Rhaenyra recuerda una conversación pasada con su madre.

━━Cuando crezca, ¿podré casarme con el tío Daemon? ━━preguntó Rhaenyra a su madre, mientras esta le cepillaba el cabello y cantaba entre susurros una canción sobre una hermosa doncella y su valiente caballero━━. Como la doncella de la canción que se casó con su salvador.

La canción de Aemma se interrumpió. Rhaenyra notó por un instante la tristeza que destelló en los ojos de su madre. Aemma tejía en silencio el cabello de su hija en una trenza, luego se encontró con su mirada en el espejo.

━━¿Por qué precisamente Daemon, mi pequeño dragón? ━━Aemma acarició suavemente la cabeza de su hija.

━━Porque él se parece a mí, mamá. Él también ama a los dragones y no le gusta toda esa estúpida etiqueta palaciega. Él ama las historias de guerreros y batallas, no las de princesas y sus salvadores. Daemon tiene a Caraxes, el Guiverno Sanguíneo, que infundía terror en nuestros enemigos. Daemon me entiende, madre. ¿No deberían estar juntas personas que son similares? ━━ pregunta ingenuamente Rhaenyra.

━━No siempre, mi princesita. Y tanto Daemon como tú portan la sangre del dragón. Ambos son tercos, volubles, impredecibles. Y no te niegues, tú misma sabes que tienes un carácter difícil ━━ replicó Aemma, notando cómo Rhaenyra abrió la boca lista para discutir con su madre━━. Quizás les resultaría más fácil entenderse mutuamente, ya que ven este mundo de la misma manera. Pero tarde o temprano, tu fuego y su fuego entrarían en conflicto, tratando de dominar al otro. Y al final, ambos se consumirían por completo, dejando solo cenizas.

Rhaenyra abrió los ojos sorprendida por el tono serio de su madre. Antes, ella solía responder a las palabras de Rhaenyra sobre casarse con Daemon solo con una sonrisa y las palabras «Nadie sabe lo que nos depara el futuro, mi pequeño dragón». Pero ahora, la tristeza en los ojos de su madre asusto a la niña. Así que simplemente le pidió que le cantará una canción de cuna para sumergirse en un sueño intranquilo con dragones quemándose mutuamente en llamas furiosas.

Rhaenyra regresa de sus recuerdos, sintiendo la humedad en sus mejillas. La triste expresión en el rostro de su madre del pasado hacía que las lágrimas rodaran por sus pestañas. La princesa se apresura a secar las lágrimas no deseadas y se ata el cabello en una sencilla trenza, como solía hacerlo Aemma. Solo después de esta noche se da cuenta de que su madre tenía razón. Daemon la había arrojado al fuego hoy. Al fuego del deseo, y en las cenizas de la decepción. No podía perdonarle eso. Ella tenía orgullo. Necesitaba controlar su propio fuego que se inclinaba hacia el fuego de Daemon.

«El fuego, herrero del metal, forja el hierro con su aliento febril, más es en las aguas dónde se templará y así surgirá una espada afiliada, portadora del destino y la verdad. No subestimes la grandeza del mar vigente, dulce niña. La unión entre el elemento del agua y el fuego bendecirá tu vientre, engendrando príncipes y princesas dragón».

Rhaenyra recuerda la salvadora aparición de Laenor. De repente, el blasón de los Velaryon se discierne en su mente. Un caballo de mar plateado sobre un campo verde mar. A diferencia de los Targaryen, el mar era el elemento de los Velaryon, no el cielo. Gobernantes de las olas, Amos de Marcaderiva, Señores de las Mareas, herederos del Trono de Pecios.

━━¿Quizás la anciana se refería a los Velaryon? ━━se pregunta en voz baja Rhaenyra a sí misma.

Esta noche, Laenor realmente se convirtió en su salvación. Estuvo allí en el momento más oportuno, cuando ella estaba a punto de caer en la desesperación al ver a Daemon en los brazos del Gusano Blanco. Él se aseguró de escoltarla a la Fortaleza Roja de manera segura. Y prometió guardar su secreto. Rhaenyra recuerda que en la cacería real dedicada al día del nombre de Aegon, donde le presentaron una interminable lista de pretendientes, el Consejero de Edictos, Lyonel Strong, le propuso a su padre casarla con Laenor. En ese momento, la idea le pareció tonta e inconcebible, ya que todo la Fortaleza Roja murmuraba sobre sus preferencias.

Rhaenyra imaginaba su vida conyugal con Laenor algo vacía y triste, donde Laenor cumpliría con su deber al poner un heredero en su vientre y luego se iría a divertir con sus espadachines. Pero hoy vio a Laenor desde una perspectiva completamente diferente. Ha madurado desde su último encuentro. La guerra en los Peldaños de Piedra lo había endurecido, dejando huella tanto en su cuerpo como en su rostro. Ahora, en el fondo de sus ojos violeta, siempre hay perspicacia, y su fuerte cuerpo siempre está listo para actuar.

Rhaenyra sentía sus firmes músculos bajo su palma mientras caminaban hacia la Fortaleza Roja. Y este nuevo Laenor la intrigaba, a pesar de su confusión. Lyonel Strong presentó argumentos convincentes a favor de la unión entre ella y Laenor; de esta manera podrían compensar la culpa ante los Velaryon por el rechazo de su padre hacia Laena como la nueva reina consorte. Sus hijos con Laenor heredarían tanto el Trono de Hierro como el Trono de Pecios, fortaleciendo así la influencia de los Targaryen.

Además, los Velaryon poseían una enorme flota que generaba cientos de miles de dragones de oro en tiempos de paz, llevando especias, seda, encajes, cristales y otras curiosidades de Essos a Poniente. Y en tiempos de guerra, la flota de los Velaryon defendía Poniente de los ataques enemigos desde el mar. En aquel entonces, Rhaenyra fue demasiado tonta y egoísta al rechazar tan sabio consejo del Consejero de Edictos. Pero ahora no iba a dejar pasar su oportunidad.

«La Torre Verde gana fuerza, mientras una corona de acero valyrio adorna la frente de un rey indigno. La Reina Negra y sus descendientes de cabellos oscuros una deuda han de pagar. Hijos formidables, aunque inertes y sin vida serán».

Rhaenyra no entendía completamente aquella parte de la profecía. La Torre Verde claramente insinuaba a los Hightower. No iba a permitir que Otto Hightower ganará aún más poder. Las palabras sobre sus futuros hijos muertos le asustaba más que nada. Pero ya había decidido para sí misma que no dejaría que esas palabras se hicieran realidad. Ya se había aferrado a la promesa de los príncipes y princesas dragón, a quienes engendraría en su vientre como una unión del mar y el fuego.

Rhaenyra se promete a sí misma que hablaría con su padre por la mañana. Le pediría perdón por su imprudencia y falta de visión. Y finalmente comenzaría a comportarse como una verdadera princesa heredera. Solo espera que Laenor no se oponga a su unión. Por supuesto, las ambiciones de la Serpiente Marina no permitirían que su hijo rechace la propuesta de casarse con la heredera del Trono de Hierro. Pero tampoco quería que su matrimonio fuera una carga para Laenor.

La princesa se levanta de la silla y se dirige hacia la cama. Y es en ese momento que las puertas de sus aposentos se abren de par en par, dejando entrar a la figura de su padre. Rhaenyra observa el rostro de su padre oscurecido por la ira y la tristeza con el corazón cayendo a sus pies.

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