vii. los asesinos no necesitan amigos; parte final.
LOS ASESINOS NO NECESITAN AMIGOS
Final
﹙capítulo siete﹚
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Qué bien se sentían los besos de Illumi. Luna creía que sin lugar a dudas eran la mejor cosa que existía en todo el universo. A veces eran un simple besito tierno y tímido en la comisura de los labios, que servía tanto como para dar los buenos días o como despedida; otras, un casto beso en la frente o sobre su cabeza; uno suave y delicado en el dorso de su mano, uno lanzado al aire cuando llegaba a casa tras pasar tiempo en sus misiones y la encontraba mirando en la ventana ansiosa por su regreso... ¡Había tantas variedades como días, horas y minutos tiene un año! Uno para cada momento, cargado de un significado especial y único.
Pero ninguno se le podía comparar a lo que en estos instantes le estaba ofreciendo Illumi. Sus labios suaves devoraban sin descanso la boca desesperada de Luna. Ella se aferraba con firmeza al agarre del joven asesino, aturdida incluso por la increíble sensación que hacía tambalear el suelo bajo sus pies. Parecía como si el entorno se difuminara y lo único seguro a lo que poder sostenerse fuese el abrazo de Illumi. Se sentía como estar en una nube, flotando por encima de todo lo terrenal, en otra realidad donde solo ellos dos importaban.
Lo que había empezado como un pequeño juego inocente, había escalado hasta el punto en que Luna sentía que la ropa le pesaba, que su cuerpo ardía de deseo y que los besos que tanto había anhelado ahora le sabían a poco, volviéndose codiciosa cuánto más recibía de su amado y hermoso chico de cabello negro. El beso se intensificó, la lengua de Illumi profundizaba en aquel calor sofocante, siendo el origen y a la vez el remedio de toda la necesidad que dominaban la mente y el cuerpo de Luna.
Así habían transcurrido los seis últimos días. En una suerte de luna de miel constante en la que Illumi la había colmado de amor. Él podía ser tan reservado con las palabras, tan diferente a ella, que desbordaba en voz alta cada pensamiento y emoción. Illumi prefería las acciones, poniendo todo el sentimiento reprimido y guardado en su interior en cada gesto, caricia, beso o mirada. Por todos los dioses ¿Cómo había llegado a este punto?
Se repetía como un mantra que él estaba por encima de todo deseo y sentimiento. Él era una herramienta y sólo importaba matar.
El camino a la casa de Luna lo había recorrido raudo y sin dejar de escuchar como un eco las palabras que sus padres le habían dedicado la tarde anterior: él era un asesino, y no necesitaba absolutamente nada más que matar y a su familia. Lo había interiorizado a la perfección. Quiso odiar a Luna, quiso odiar a sus padres, pero en lugar de eso, no pudo más que odiarse a sí mismo.
La determinación de cumplir su trabajo era ahora inquebrantable, sin embargo, no lo haría de inmediato. Quería disfrutar sus últimos días en la compañía de Luna. Saborear cada instante y atesorarlo en su memoria para toda la eternidad. Confesarle la verdad a Luna y finalmente matarla. Pensó que todo sería mucho más fácil si lograra que Luna lo odiara tanto como él se despreciaba a sí mismo.
El último día antes de que se cumpliera el plazo estipulado por su padre, Illumi comenzó a sentirse agitado y nervioso. Se sentía como si llevara a Luna con los ojos vendados caminando hacia el borde de un precipicio, confiando en él a ciegas para que la guiara, sin sospechar ni por asomo que él mismo sería quien la empujaría al abismo.
¿Estaba actuando egoístamente manteniendo a Luna engañada hasta el final, sólo para satisfacer su necesidad de retenerla feliz y enamorada de él hasta el último segundo?
Probablemente sí, pero ya no tenía la más mínima importancia. Había matado a toda su familia, la había manipulado para olvidar, había fingido ser inocente y ajeno a toda la tragedia, y se disponía a acabar con su vida antes de que el sol saliera de nuevo por el horizonte. ¿Acaso prolongar unos cuantos días más el engaño iba a servir para salvar su alma de arder en el infierno? No. Él no tenía salvación alguna. Por tanto, estaba bien disfrutar cada segundo del tiempo que le quedaba con su amada antes de tener que destruirlo todo. Trató de desterrar el desolador sentimiento de culpa de su cabeza, pero era difícil no sentirse como un maldito pecador al mirar de nuevo los ojos cristalinos de Luna.
Las manos que tantas veces se habían manchado de sangre ahora acariciaban con delicadeza cada rincón del suave cuerpo de la joven, se posaban en la curva se su cintura, se enredaban en su largo cabello, ahuecaban con devoción sus pechos. Illumi se sentía como si estuviese profanando un lugar sagrado. No se sentía digno ni merecedor de ella. Se odiaba tanto a sí mismo. Con suerte al final del día Luna lo odiaría tanto o más aún, cuando le confesara que no era más que un asesino que por sucio dinero había aniquilado a toda su familia. No había nada en el mundo que Illumi deseara más que ser amado por Luna, ser correspondido con ese mismo sentimiento tan abrumador y poderoso; no obstante, todo sería más fácil si ella lo detestara y lo repudiara. Sentía como si así el mundo equilibrara la balanza y le pagara con la única moneda que merecía.
Cerró los ojos con fuerza, alejando los terribles pensamientos y concentrándose en la increíble sensación de poseer el cálido cuerpo de la mujer que temblaba presa del placer bajo su peso, encarcelada entre sus brazos y sometida a él, a su total merced. Sus manos se entrelazaron con las de Luna a cada lado de la cabeza de la joven, mientras la miraba absorto desde arriba, absorbiendo cada gemido que brotaba de los labios femeninos en su boca insaciable. Las embestidas eran profundas, los suficientemente fuertes y con el ritmo perfecto para desatar el nudo que retenía el placer dentro de Luna, rozando cada vez con mayor intensidad y frecuencia el punto dulce en su interior. Tras unos cuantos empujones acelerando la cadencia que unía sus caderas, Luna alcanzó el clímax, besando los labios de su amado Illumi, en un intercambio desordenado en el que el asesino la persiguió hasta obtener su propio éxtasis.
Luna era tan hermosa. Illumi se tumbó a su lado apoyando su peso sobre uno de sus costados, retirando de la frente de la joven algunos mechones de cabello que se habían quedado pegados a su piel ardiente y sonrojada tras haber hecho el amor por última vez. Se tomó el tiempo en estudiar cada detalle de su anatomía con sumo cuidado. Pasó los dedos de forma errante por la frente pálida de Luna, y tras un largo silencio habló, captando la atención de ésta.
—Tengo que decirte una cosa—. El ambiente se tornó ligeramente tenso. No sabía ni cómo empezar.
—¿El qué? —preguntó ella inocentemente, abriendo sus grandes ojos azulados para observar a Illumi. Él picoteó sus labios, sus mejillas y su frente, haciendo que Luna se riera suavemente.
Yo maté a tu familia.
¿Por qué en su mente parecía tan fácil, pero su garganta se cerraba impidiéndole articular palabra? Tragó aire, lo soltó pesadamente, y entonces...
—Yo...
—¿Tú...?
Yo te amo y quiero estar contigo hasta el día en que me muera.
—¿Alguna vez has oído hablar de los Zoldyck? —logró preguntar, dando un enfoque menos directo a la cuestión, tratando de ganar un poco de tiempo para recomponerse y terminar con todo de una maldita vez. Vamos, vamos. Sólo tenía que confesarlo y entonces ella lo odiaría tal y como merecía.
—¿Te refieres a la familia de asesinos?
—Sí.
Luna continuó mirándolo, esperando a que él dijera algo más. Hizo un gesto con sus cejas, instándolo a continuar.
—Es mi familia—. La reacción de Luna no fue la esperada. Comenzó a reírse como si le acabara de contar el chiste más gracioso. Illumi no podía dejar de mirarla con el ceño fruncido, frustrado por la situación. —Hablo en serio.
Las risas de Luna poco a poco se fueron apagando. Illumi pudo percibir una ligera aceleración en su ritmo cardíaco y cómo sus ojos se abrían levemente, prestando atención, poniéndose en estado de alerta.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó aturdida. No sabía si pensar si todo era uno de esos raros juegos de Illumi. Él no podía culparla. Era una situación muy extraña. Segundos antes se habían estado amando y ahora le confesaba que era un asesino profesional.
—Te lo dije cuando nos conocimos. Soy un asesino.
Luna entrecerró los ojos. Se podía atisbar el desconcierto en ellos. Estaba muy confusa. El lenguaje corporal de Illumi le indicaba que no estaba bromeando y que debía tomar en serio sus palabras.
—Pero...
Entonces, Illumi acercó sus dedos a la frente de Luna, y con un rápido movimiento, desincrustó la pequeña aguja que ella había tenido enterrada en su cerebro desde aquel fatídico día en que se conocieron, provocando que la consciencia de la de cabellos dorados regresara a su lugar y comenzara a encajar todas las piezas.
Minutos que parecieron horas transcurrieron en total y absoluto silencio. Un silencio que gritaba y hacía daño en los oídos. Ambos permanecieron inmóviles. Illumi ni siquiera se atrevía a pestañear. Finalmente el mutismo fue quebrado por la voz de Luna.
—¿Por qué nosotros? ¿Por qué yo...
Ni siquiera fue necesario que terminara de formular su pregunta. Illumi comprendía lo que ella deseaba saber.
—Fui contratado para eliminar a tu familia. El motivo no me importa, sólo el dinero—. La explicación sonó horrible en voz alta, sobre todo al ver la tristeza que se reflejó de pronto en los ojos de Luna.
—Pero...
—No pude matarte, si es lo que quieres saber.
—¿Por qué?
Illumi se encogió ligeramente de hombros, dejando caer sus párpados. Sopesó sus palabras.
—Quería comprobar mi poder. Saber hasta qué punto mis agujas podrían controlar a una persona.
Mentira. Mentira. Mentira.
—¿Entonces, vas a matarme? —Podía imaginar la respuesta, aún así, hizo la pregunta de todos modos. Pero ¿Por qué la había mantenido viva tanto tiempo? ¿Por qué su corazón no sentía temor ante él? ¿Por qué tenía la extraña sensación de que la justificación de Illumi no era real? —Dime ¿Qué hacemos juntos y desnudos en mi cama?
—...
Illumi comenzó a flaquear. Agachó la cabeza, escondiéndose en el cuello de Luna.
—No me lo pongas más difícil.
—Illumi, yo... Puedo parecer tonta pero estoy segura de que me mientes. No quieres matarme. Lo sé, porque yo te amo.
—¿Y eso qué tiene que ver? —susurró con desidia.
—Illumi, Illumi, mírame —Las pequeñas manos de Luna tiraron de su cara hacia arriba, obligándolo a enfrentarla—. Yo te amo Illumi. Y no sé cómo, pero mi corazón me dice que tú a mí también, por eso me perdonaste la vida. Te obligaron a hacerlo y...
—Cállate, no sabes nada. Tú no me conoces.
—Illumi —dijo suavemente—. Entonces mírame a los ojos y dime que no es verdad. Dime que nunca me has querido.
El primogénito de los Zoldyck se acomodó, sostuvo el rostro de Luna con firmeza y luchó por dejar salir las palabras de su garganta. Lo intentó una y mil veces, pero no pudo. Acercó sus labios más a los de Luna, hasta que ambos quedaron a la distancia de un suspiro.
Es cierto que existen mil tipos de besos diferentes, uno para cada ocasión. El último beso que Illumi le dio a Luna era un presagio de muerte, anticipaba un final cercano e inevitable que se llevaría consigo todo rastro de lo que alguna vez sintió. Illumi le había dado tantos besos de despedida antes, pero en aquellos no existían el dolor ni el miedo, ni la desagradable sensación de un agujero negro consumiendo su alma desde el núcleo de su propio ser; pues guardaban el deseo, la ilusión y la certeza del reencuentro. Ahora Illumi volcaba la magnitud de todas sus emociones, todo su amor, sueños y esperanzas en aquel gesto tan puro y efímero. Se entregó a Luna por completo en aquel último beso en el que derramó todo su corazón. Todo lo que era Illumi Zoldyck, todo su amor y su alma, su pasado, su presente y su futuro, le fueron obsequiados sin reservas cuando juntó sus labios con los de ella, en un último adiós.
—Siempre te amaré, Luna. Perdóname. —Su voz rota sonó casi en un susurro inaudible, vacía, muerta, desolada.
Los claros ojos de su amada lo miraron entonces llenos de compasión, elevando sus manos para sujetar la de Illumi, que por primera vez en toda su vida temblaba como una frágil hoja mecida por el viento helado. La aguja entre sus dedos apuntaba directamente al corazón de Luna. Ella se acercó, presionando el fino metal contra su piel. Las lágrimas de Illumi nublaban sus oscuros ojos negros como la noche.
—Illumi, no llores, por favor —dijo ella con dulzura, esbozando una suave sonrisa con la que de pronto el mundo frío y oscuro del asesino pareció calentarse y relucir una vez más—. Nunca podría guardarte rencor, no dejes que mi última visión de ti sea una tan triste. Quiero irme con el recuerdo de tu hermosa sonrisa, por favor, Illu, sonríe para mí.
Todo habría sido más fácil si ella lo odiara. Pero decidió ser misericorde con alguien tan vil y detestable como él. Hasta su último aliento Luna le ofreció su amor sin reservas. Por supuesto, Illumi obedeció ¿cómo podría negarse?
La sonrisa más amarga se dibujó en sus labios. Las manos de Luna se dirigieron hacia su rostro, limpiando con sus pulgares las lágrimas que habían brotado de sus orbes del color de la obsidiana. Fue un momento de paz. Una décima de segundo donde sus miradas se conectaron por última vez en la inmensidad de sus sentimientos, donde el universo pareció detenerse y condensarse en aquella ínfima fracción de tiempo.
La aguja se clavó con eficacia en el corazón de Luna. Fue rápido, preciso e indoloro para ella. Aquella noche, meses después de la misión fallida en la que le perdonó la vida por primera vez, Luna Ivae moría por fin en sus brazos, tal y como debió haber sido siempre.
Pero no fue la única en morir aquel día.
Illumi, perfecto asesino y primogénito de Zoldyck, educado para no sentir, no perder el control, no anhelar, no desear, no codiciar absolutamente nada que no fuera matar; murió aquella noche junto a Luna. Todo lo que alguna vez fue, se marchó junto a ella.
No volvió a sentir nunca más.
¡Muchas gracias por leer!
Espero que os haya gustado esta mini historia. Admito que lloré escribiendo esto pero también lo he disfrutado mucho. En fin, soy una amante del romanticismo trágico :')
La idea de que Illumi acabara así es algo que se me vino a la cabeza pensando en lo que le dice a Killua en el examen de cazador (no tienes derecho a tener amigos, enfrenta a rivales que puedas vencer, etc). He recalcado mucho ese mensaje a lo largo de la historia. Quería dar el enfoque de que Illumi atravesó una circunstancia traumática que le llevó a convertirse en lo que es, y una vez que se encarga de la formación de Killua, repite las palabras que una vez le fueron dichas a él. Pero siento que realmente Illumi está retando a Killua, y que lo que en verdad quiere decirle es "hazte lo suficientemente fuerte como para vencerme, demuestra que puedes proteger a tus seres queridos y entonces te habrás ganado el derecho a tener un amigo". Creo que es una forma de preparar a Killua para evitar que le ocurra lo mismo que a él, que en su momento no tuvo el poder y el valor suficientes como para enfrentar a su padre y poder salvar a Luna.
Gracias de nuevo por leer, comentar, votar y apoyar esta historia <3
⸻ℐrisෆ
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