11
Danae llegó finalmente con varias bolsas en mano, abrió la puerta con dificultad y se diriguió a la cocina dónde comenzó a sacar cada uno de los alimentos para guardarlos en el frigorífico o en sus correspondientes despensas, dependiendo de a dónde pertenecieran. Lavó sus manos una vez que terminó su tarea y se dispuso a tomar asiento en el cómodo sofá que suplicaba ser tomado tras una larga tarde en el supermercado. Sus brazos dolían al haber cargado varias bolsas durante todo el recorrido, su cabeza sentía explotar y su respiración comenzó a relajarse tras haberse estresado en aquel lugar. Desde que tenía uso de razón los lugares dónde abundaba el tráfico de gente la agobiaban, incluso una vez de pequeña se perdió en uno de estos. Lloró cómo una niña hasta que finalmenete su hermano la encontró junto al estante de las chocolatinas.
Sumamente perdida en sus pensamientos ni siquiera escuchó el crujido de la puerta abrirse dándo paso a Fred, que llegaba del trabajo más cansado y frustrado que nunca, no tenía ganas de conversar, únicamente deseaba poder servirse una copa y meterse a su estudio sin tener que aguantar la irritante voz de su mujer que siempre lo perseguía.
Danae pudo escuchar el sonido de las copas repiqueteando desde la cocina, alzó la vista desde el sofá y se levantó hasta situarse en el marco de la sala dónde realizaban la comida.
—Oh, hola amor no te vi llegar
Fred dejó la copa en la mesa causándo que la superficie de cristal chocara contra el mármol.
Ellos eran el cristal y el mármol, uno podría romperse con fácilidad si estrellaba contra el otro. ¿Pero quién era qué?
Miró a su mujer, dándole una mirada fría y cortante al igual que su respuesta. No había rastro del hombre que se acercaba a besarla y abrazarla tras una larga jornada.
—Ah, hola
Danae mordió su mejilla interior, conteniéndo sus lágrimas ante su actitud. Quería creer que se comportaba así debido a que el trabajo le fue demasiado pesado ese día. Quería justificarlo cuándo no podía.
Fred se dirigió a la repisa dónde guardaban bajo llave las bebidas alchólicas, no querían que por confusión las agarrasen sus hijos menores algún día. Si ya de por si eran inquietos, no querían imaginarselos bajo el efecto de un líquido tan fuerte y embriagant cómo el alchool. Se sirvió una copa y le dió un fuerte trago, bebiéndoselo al segundo. El ardiente whiskey de fuego quemó su garganta, pero su sabor y su ardor lo calmaron.
—¿Por qué bebes a esta hora, Fred?— preguntó extrañada, sabía que su marido bebía al igual que ella, pero ambos solían hacerlo los fines de semana cuándo no tenían trabajo al día siguiente y no cargarían con una fuerte resaca y cuándo sus hijos menores no se encontraban por los territorios. Por eso, se le hizo extraño que hubiese decidido beber un día entre semana, sabiendo que mañana trabajaba de nuevo en su tienda.
La mirada que el Weasley le dió a la mujer le produjo escalofríos, no había brillo en su mirada, sus ojos habían sido tornados al negro, pero para su desgracia no significaba deseo. Danae por primera vez en su vida tuvo miedo de su marido, dió un paso hacia atrás lenta y discretamente. Fred tiró el pequeño vaso ya sin líquido al suelo, causándo que este se rompiese en mil y un pedazos. Danae se sobresaltó al escucharlo y sus escalofríos la recorrieron desde la columna vertebral al ver cómo Fred no poseía ninguna expresión en su cara, sin embargo sus facciones estaban completamente duras y su mandíbula alineada a la perfección.
—¿Acaso necesito un motivo para beber?—siseó cortamente, causándo que Danae se arrepintiera de preguntar nada y guardara silencio.—Me voy a bañar
Informó dirigiéndose al baño, pero llevándose consigo la botella de whiskey de fuego. Durante el corto recorrido le daba largos buches a esta, percatándose de comó el alchool entraba poco a poco en su sistema.
El labio inferior de Danae temblaba y en el segundo que Fred desapareció por completo de su campo de visión, húmedas lágrimas descendieron de sus montañas hasta el valle de sus mejillas desembocándo en el suelo. Su pecho subía y bajaba debido a la intensidad y temor que había sentifo hace unos segundos, dió grandes bocanadas de aire tratando de recuperar todo el aire perdido de sus pulmones.
Sus manos jugueteaban con el dobladillo de su camisa, la cuál tenía el cuello empapado por las lágrimas pero eso no le importaba en esos segundos. Vacilaba en ir con el Weasley o no, a pesar de sus miedos consiguió reunir la valentía que poseía cómo la Gryffindor que ella para dirigirse al baño. Con cada paso que daba sus piernas flaqueaban y su pequeña vocecilla interior le preguntaba de nuevo si lo que estaba haciendo era o no lo correcto.
Pero la curiosidad que poseía en esos instantes le ganaba más que cualquier temor. Y de todas maneras era su marido, el hombre del que se había enamorado y había convivido la mayor parte de su vida ya fuese en Hogwarts u en una misma casa. Él era el mismo Fred de siempre, el hombre cariñoso y amoroso que siempre estuvo apoyándola con cada uno de sus sueños, solo que al parecer hoy no tuvo su mejor día y la Wood quería averiguar lo que le precupaba u atormentaba a su marido. Con cuidado de no pisar los cristales que fueron estallados contra el suelo llegó a la puerta del baño. La aporreó varias veces con suavidad.
—Fred por favor hablemos— pidió con una suave pero rota voz a su vez.—sé que te ha pasado algo hoy, te conozco amor.
A Fred ahora le causaban arcadas la paciencia que tenía la mujer. Sentado en el váter del amplio cuarto de baño que poseía la casa le dió de nuevo un gran trago a su botella, siendo consiente de que no en mucho se la terminaría y en esos momentos estar ebrio no era lo que más le preocupaba.
—Vete Danae—masculló con voz ronca y dominante.
Danae iba a replicar y seguir insistiendo para que esta fuera abierta, dejara la botella y ambos pudieran conversar sobre sus problemas y preocupaciones con confianza. Hace tiempo se juraron y prometieron contarlo todo, pero parecía que ninguno estaba siguiendo bien el juramento. Pero los ahoras llamados desde su puerta principal indicando que alguién quería ver a alguno de los dos la desconcertaron pues no era una hora muy adecuada. Sin tener más escapes tuvo que dirigirse a abrir la puerta, en esos momentos incluso olvidó preguntar quién era. Agradecía no estar en tiempos de guerra porque si no ya hubiera salido muerta.
Se encontró con el acaloraddo semblante de Diggory. El pecho del profesor subía y bajaba a causa de la falta de aire de sus pulmones y la gran carrra que había tenido que dar para llegar a informarle exhausto a la mujer todo lo sucedido. Los mechones de su pelo se pegaban a su frente debido a la temperatura alta que poseía su cuerpo en esos momentos.
—¿Cedric? ¿Qué haces aquí en estas horas? ¿Pasó algo?
Preguntó preocupada, pues no era normal que alguién se le presentara llamando a su puerta acalorado en la noche y mucho menos el Diggory.
—Acabo de venir de la casa de Susan—tibuteaba por la falta de aire. Pausó dándo una gran bocanada, mientras los ojos de la azabache lo veían con curiosidad e impacientismo, asintiéndo para que continuara.—No paraba de repetir cosas sobre que se había vengado. Mi mente no pudo viajar más lejos y supuse que se refería a ti. ¿Te hizo algo? ¿A ti u a Fred?
Las piezas de su rompecabezas encajaron correctamente. Su mente no pudo evitar no pensar en la conversación que tuvo hace unos días con la Bones dónde sentenciaba que ella se vengaría y se acostaría con su marido. La pelea que tuvo con la rubia y la fría y extraña actitud que poseía el Weasley tenía sentido ahora. ¿Pero por qué de un día para otro?. Danae no quería creer lo ocurrido, sintió las lágrimas avecinar, sus piernas flaquearon y el aire de sus pulmones desapareció.
—No.., no es posible.—negó varias veces tratando de alejar esos malos pensamientos de su mente, rezándo porque lo que sucedía no fuese en lo que estaba pensando. Se dirigió al cuarto de baño dónde el Weasley se había encerrado, Cedric la acompañó sin saber que estaba ocurriendo en esos momentos.—¡Frederick Weasley!
Danae aporreó varias veces con fuerza la puerta con las lágrimas corriendo caudalosamente por sus mejillas, Cedric solo veía la situación extrañado por la forma de reaccionar de la azabache que solía ser amable y pacífica. Supo que algo malo había ocurrido.
Fred Weasley molestó antes las continuas insistencias de su mujer abrió la puerta bruscamente, causándo que esta casi perdiera el equilibrio pero consiguió mantenerse. El vapor que se condensó en la habitación salió disperso en el segundo que este abrió la puerta. Fred solo portaba una toalla rodeándo su cintura, su torso al descubierto aún tenía gotas de agua recorriéndolo y su centellante pelo pelirrojo se pegaba a su frente debido a esta. Danae tragó en seco ante la imagen de su esposo siendo acompañada por sus duras facciones, a pesar de todo no podía evitar verse demasiado caliente enfadado. Cedric se percató de lo que sucedía en la mente de Danae y gruñó apretándo los puños.
—¿¡Que coño quieres, mujer?! ¡Te vas a cargar la puerta!— bramó una vez fue abierta, su vista pasó al hombre tras su esposa.—¡Mira nada más con quién vienes! ¿Vais a follar delante mía o que?
Danae no compredía la actitud de su marido, pero decidió ignorar sus preguntas pues no debía caer en su estúpido juego, quería ir directa al grano. En cambio, Cedric enfadado ante la despectiva manera en la que Fred se dirigió a su amada se encontraba en un concurso de fulminantes miradas con el pelirrojo.
—¿Te has acostado con Susan?
Preguntó temerosa ante saber la respuesta, su labio inferior temblaba mientras su interior suplicaba por que lo negara.
El Weasley chasqueó la lengua y giró la cabeza, permitiéndo ver cómo en su perfil se ceñía una sonrisa pícara, traviesa y burlona. Volvió a posar la mirada en la que aún era su mujer y en el hombre que se la había estado follando. Relamió sus labios y se recostó sobre el marco de la puerta.
—Sí lo hice, no sabes lo bien que se sintió..—aseguró con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutándo de cómo hacía perder los estribos a los dos presentes. Se alegraba de finalmente tener el control de las personas bajo él.
Danae dió un paso hacia atrás, sus palabras resonaron en sus oídos una y otra vez. Tuvo que cerrar los ojos por una milésima de segundo para dejar de escuchar los latidos de su corazón que ahoa bombeaban con rapidez e intensidad. Más lágrimas la recorrieron, mientras sentía desmoronarse y cómo le arrebataban una parte de ella bruscamente.
—No.., tu no eres capaz..—negaba tratándo de auto-convencerse, mientras atrapaba su tembloso labio entre sus dientes y sus brillosos ojos buscaban indicios de broma en su mirada. Para su desgracia no los encontró, afirmando así que nada de lo que decía era una de sus bromas pesaddas.
—¿No? Pues ya lo hice. Además no se de que te molestas si ya estamos empate.—Se acercó vacilon y lentamente a la mujer alzándo su mentón con sus dedos, rozándo sus labios.— Una pizca de tu propia medicina.
Aquel no era el hombre del que ella se enamoró, no era el Fred que le repetía constantemente que la amaba, el hombre con quién se unió en el altar, la persona a la que apretó fuertemente su mano mientras ella traía al mundo a las personas que más amaba en la vida. Ese no era su Fred.
Ese Fred quedó en el pasado, había desaparecido por completo.
Cedric le quitó la mano al Weasley de ella, y comenzaron a gritarse y hecharse en cara incoherencias que la Wood no podía entender debido al shock en el que se encontraba. Todo le daba vueltas y sus pulmones rogaban por aire fresco. Lo último que pudo ver fue cómo Cedric y Fred trataban de golpeárse el uno al otro, mientras ella salía a la calle, negándose a pasar una noche más bajo el techo del Weasley.
En el momento que recuperó el aliento pudo entender la información, pudo darse cuénta de lo que había pasado a su alrededor.
Fred y Susan se habían acostado. Ella se había vengado. El karma apareció en su vida de la manera más cruel y dolorosa posible.
Sin palabras.
Os lo dije, la venganza llegó. Aunque esto no es todo.
¿Opiniones? ¿Teorias?
Nos leemos, las amo!
Muchas gracias por todo el apoyo que esta recibiendo Infieles, ya llegamos a los 3k!
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