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17. Interludio

La medianoche los agarró desprevenidos. Sana no podía creer todo lo que había sucedido en tan poco tiempo. Todavía no llegaba a procesarlo. Tenía miles de preguntas más, y sospechaba que Tzuyu debía estar cansada de responderlas todas. Era complicado, todo aquello era complicado.

—Cariño —la voz aterciopelada de la pelinegra le acarició la nuca a Sana quien mantenía sus ojos perdidos en el ventanal de la sala. Se volteó apenas un poco para mirarla, contenta de notar aquel sutil cambio en su semblante compungido desde hacía un tiempo.

—¿Sí, Tzuyu? —hizo caso omiso al dulce apodo que ella había utilizado, pero sabía que sus mejillas la delataban.

—¿Puedes quedarte esta noche conmi- con nosotros? No soporto la idea de dejarte desprotegida—sus ojos, tan verdes como dos piedras de esmeralda, destilaban sinceridad siempre. No le quedó más remedio que sonreír sutilmente y asentir una vez. Tzuyu parecía aún más feliz, mostrando su preciosa sonrisa de dientes blancos y hoyuelos.

Ambas se acercaron a paso lento hasta la cocina donde JC movía de un lado para otro sus manos haciendo aparecer ingredientes, utensilios y especias de todo tipo. Su cabello marrón oscuro estaba recogido en un rodete bajo.

—Espero que cocines algo rico, JC —molestó. Sana rio por el comentario, pero el aludido solo observó a su hermana con una ceja alzada.

—No quiero pecar de orgullo, pero todo lo que cocino es rico —sonrió ladeado—. Y lo mejor de todo; sin sufrimiento animal.

—¿Siempre fuiste vegano? —preguntó Sana sentándose en una de las banquetas, con su cara apoyada en el puño y mirando a JC con ojos interesados.

—Oh, no —el hombre continuó picando verduras y cociendo caldos en la cocina prendida—. Vengo de un tiempo muy antiguo, antes comía carne, usaba pieles y no comprendía el concepto de especismo. Llevo más de dos mil años reconstruyéndome y es un proceso que probablemente nunca culmine.

—Wow eres tan interesante... —Sana soltó un suspiro sonoro recibiendo un ceño fruncido de Tzuyu, haciendo reír a JC—. ¿Y aprendiste a cocinar por el mundo? ¿Conociste a todos los chefs?

—Conocí a muchos, y un par de esos muchos me enseñaron sus secretos de cocina, sí —JC agarró un pedazo de queso de soya condimentado y lo puso frente al rostro de Sana, quien lo prensó con los dedos y se lo llevó a la boca soltando un sonido de placer que hizo que Tzuyu carraspeara y se bebiera de un trago la media copa de vino blanco que tenía en frente.

—Ángel ¿has avisado ya que te quedas? —Tzuyu se quitó la chaqueta anaranjada quedando con una camisa blanca y volátil. Sana recorrió su cuerpo de arriba abajo intentando ser disimulada, pero no podía despegar sus ojos de aquella nueva marca en su antebrazo que se cernía con elegancia casi hasta llegar a su codo. Sería una mentirosa y un ilusa si no se admitiera a sí misma lo sensual que esa especie de tatuaje hacía a Tzuyu.

—Emmm —aclaró sus pensamientos para formar una respuesta coherente—. Ah, no. Voy a llamar a mi papá, pero le diré que me quedo con Jihyo porque... bueno, ya sabes —se levantó con rapidez y buscó su teléfono que todavía estaba tirado en el sofá de Tzuyu.
               
JC, quien aún conservaba aquella sonrisa socarrona en la cara, rio entre dientes al notar la expresión de su hermana.

—Tzuyu ¿acaso te has puesto celosa? —la indignación en las facciones de la contraria pareció hacerle todavía más gracia.

—Pff. Tsss. Pfff —se apoyó en la mesada robándole un tallo de apio y mordiéndolo casi con violencia—. ¿Celos de qué? ¿De ti? Pff. Tss.

—Tzuyu —JC dejó el cuchillo en la mesa, bajó el fuego de la olla y procedió a mirar a su hermana fijamente—. Los celos son normales, sobre todo ahora que estás vulnerable por el envenenamiento y eres más propensa a los sentimientos humanos. Lo importante no es si eres mejor o peor por sentir o no celos, lo importante es lo que haces tú con aquello que sientes. Cómo lo manejas y cómo lo proyectas —JC se sirvió una copa de vino echándole un vistazo corto a Sana—. Celar es un sentimiento inherente al ser humano porque creen erróneamente en la pertenencia de las personas y piensan que el amar a alguien significa poseerlo o dar algún título de propiedad —el hombre se metió a la boca una uva y la masticó con tranquilidad—. De hecho, Marx decía que el celoso necesita una esclava, o esclavo en el caso contrario, que puede amar, pero el amor que siente no es más que la contraparte lujuriosa de sus celos; el celoso es, ante todo, un propietario privado.

—Yo no pienso que poseo a Sana, ella es su propia persona y es libre.

—Lo sé. Por eso te dije que lo importante no es si sientes o no celos, sino lo que haces con ello —JC le dio un trago pequeño a su bebida. Tzuyu resopló una sonrisa.

—Eres un bastardo progre demasiado analítico para tu propio bien —JC se rio ante aquello y subió la copa para chocarla con la de Tzuyu—. Pero te quiero. Gracias por estar, Jesús.

—Eres mi hermana, Tzuyu. Siempre estaré para ti —ambos compartieron un gesto afectuoso hasta que Sana volvió dando saltitos.

—Ya —anunció—. Tengo hambre ¿falta mucho? —la pregunta había sonado un tanto aniñada, lo cual hizo reír a los hermanos.

JC se había lucido, como siempre. No se podía esperar menos sabiendo que grandes maestros de la gastronomía lo habían instruido, sobre todo cuando dejó de consumir productos de procedencia animal. Sana se veía relajado bebiendo vino, riendo de todo y Tzuyu simplemente no podía sentirse más satisfecha. La risa de Sana le había hecho falta y era el sonido más hermoso que había escuchado en demasiado tiempo.

Hablaron de todo, sobre todo la ojiazul y su hermano. La humana, por supuesto, era curiosa por naturaleza y tenía en frente al mismísimo Jesucristo. Cada nueva historia que contaba la tenía más y más atrapada. El Diablo recordó entonces la tarde que su hermano había aparecido por primera vez en mucho tiempo y como había deseado poder compartir aquello con Sana. Cómo había deseado que su alma gemela conociera a su familia. Y ahora allí estaban, sentados en la isla de la cocina, degustando vino caro y charlando de Maggie, Mary, John, de Eva, Adán, del medioevo, del renacimiento, del movimiento flower power, los Beatles y la muerte.

Tzuyu ansiaba poder poner su mano en el muslo de su ángel, inclinarse ligeramente y besarla en los labios, pero sabía que lo peor que podía hacer era presionarla cuando estaba agobiada.

—¿Y Kurt Cobain? —preguntó Sana quien ya tenía la punta de su nariz roja de tanto reír. JC mordió su manzana de postre con gusto.

—También en el Cielo —contestó—. Y si me vas a preguntar por Freddie Mercury, también está allá.

—Entonces eso de que si alguien se quita la vida o si es gay no va al Cielo ¿es mentira?

—Por supuesto que es mentira, papá ama a cada uno de ustedes por quienes son y la bondad de sus corazones. Ni la orientación sexual, género o trastornos mentales cambiarán eso.
           
—Los ama tanto que permite que se maten entre ustedes —dijo el Diablo con sarcasmo, lo cual amargó un poco a Sana.

—Papá también comete errores, como todos.

—Pensé que Dios era perfecto —Sana observó a los hermanos con confusión. Tzuyu rodó los ojos. Tenía muchísimas cosas que decir y replicar sobre su padre. Nada bueno, por supuesto, pero no deseaba arruinar la visión de Sana respecto a eso.

—No, ningún Dios es perfecto —aclaró JC—. Bueno, quizás un poco Zeus, pero porque está buenísimo.

—¿Dioses? ¿Zeus? ¿Acaso todo es real?

—JC, apenas está procesando que nosotros existimos y le vienes a meter más cosas en la cabeza —la castaña apretó los labios y frunció la nariz mirando a Sana.

—Lo siento.

—No, está bien —Sana bebió lo que le quedaba de vino en la copa para luego mirar de nuevo a JC, quien todavía se sentía ligeramente culpable.

—En fin, un placer compartir tiempo con ustedes, pero tengo cosas que hacer —acto seguido chasqueó los dedos; todos los utensilios usados, la vajilla y las cosas aparecieron limpias y ordenadas. Sana abrió los ojos como plato.

—Vaya... amaría tener ese superpoder —expresó. JC rio con ganas mientras caminaba hacia el cuarto que Tzuyu le había prestado mientras estuviese allí.

—Me llevó muchos años que mi parte humana y mi parte celestial estuviesen en sintonía.

—¿Eso significa que si practico mucho podré chasquear los dedos y hacer comida? —JC despareció detrás de las puertas de su cuarto, pero volvió rápidamente con una colchoneta rosada enrollada bajo el brazo y una bolsita arpillera en la mano derecha.

—Bueno, viendo y considerando que tú eres una humana y yo soy el mesías —salió al balcón y les dirigió a ambas una última mirada tranquila—. Yo diría que no.

Y finalmente les dio privacidad. Tzuyu se rio quedito esperando los cuestionamientos de Sana. La muchacha siempre tenía miles de dudas y ella amaba responder cada una de ellas. Le divertía su inocencia.

—¿Qué está haciendo? —preguntó en un susurro haciendo chocar su aliento ligeramente a vino en el rostro de la pelinegra, quien sonrió perdiéndose en esos preciosos ojos azules que tanto añoraba.

—Le gusta hacer yoga antes de dormir y al despertarse. Además, hoy hay luna llena y debe recargar sus cristales mágicos. O limpiarlos, no sé, lo cierto es que no comprendo muchas de sus idiosincrasias, ángel —Sana se sonrojó en demasía al oír que la llamaba de nuevo de esa forma, pero sobre todo por la poca distancia que había entre sus rostros, por lo que decidió bajar la mirada hacia la mesada de mármol—. ¿Quieres ver una película antes de dormir? —preguntó. Sana sonrió acomodándose el cabello sutilmente.

—Mhm —asintió, todavía con un sonrojo suave en sus cálidas mejillas.

Sana se encontraba sentada en el sofá con tranquilidad, esperando a que Tzuyu terminase de poner la película. Pronto, cuando estuvo a su lado, fue completamente consciente de cómo todo su cuerpo reaccionaba a la cercanía. Los vellos de su brazo se erizaron y cada palpitación de su corazón se sentía como desbocado, sin embargo cuando Tzuyu se giró para mirarla a los ojos, ella corrió la mirada para enfocarse en la pantalla. Entonces se dio cuenta de la película elegida. Soltó un bufido parecido a una risa.

—¿En serio? —Tzuyu levantó una ceja con media sonrisa.

—¿Qué? Es Constantine, todo el mundo ama a Constantine —Sana rio quedito y mordió su labio inferior volviendo a ver la pantalla, sin notar siquiera la forma en la que Tzuyu había seguido aquel gesto con una mirada lasciva.
               
Ambas continuaron viendo la película durante más de cuarenta y cinco minutos sin prestar realmente mucha atención. Lo que era imposible de ignorar eran las chispas que saltaban cuando estaban juntas. A cada segundo que pasaba, ellas se acercaban más como si fuesen imanes atraídos por la polaridad, y ninguna se resistía. Pronto, el brazo de Tzuyu con la nueva marca rosó el de Sana, y las palmas de las manos le picaron por tocarla propiamente; entrelazar sus dedos con los suyos. Acurrucarse junto a ella y embeberse del sutil aroma a perfume que traía en la piel.

Tzuyu, quien tenía por defecto muchísimo menos autocontrol, giró sin disimulo su cabeza para poder observar a Sana detenidamente y recorrer la silueta de sus labios húmedos y rosados. Los ojos pequeños y azules de la humana refulgieron conscientes de la mirada, pero intentando concentrarse todavía en la pantalla sin éxito. No pasó mucho tiempo hasta que finalmente se volteó enfocando sus orbes en las preciosas esmeraldas de Tzuyu. Una vez más, aunque el universo entero pecara de cliché y todo aquello fuera surrealista, el azul se encontró con el verde. La distancia que las separaba era tan ínfima que sus alientos chocaron antes de que sus labios se rozaran. Sana cerró sus ojos, entregada por completo a aquel beso que estaba por suceder, a esos labios que ansiaba volver a sentir, pero antes de concretar la unión, JC abrió las puertas de vidrio del balcón con poca sutileza, rompiendo el momento.

Sana fue la primera en separarse, de golpe y con el rostro encendido. Sentía que hasta el cuero cabelludo le ardía, así que se puso de pie de golpe mirando hacia donde JC se encontraba, completamente ajeno a lo que acababa de suceder.

—Ey —saludó como una idiota sin poder controlarse, mientras ignoraba aquella sonrisa que Tzuyu había esbozado.

El Diablo se sentía extasiada, aun cuando no había logrado besar a su ángel, porque sabía lo que esa poca resistencia al contacto significaba; una puerta abierta. Sana seguía queriéndola. Todavía tenía una oportunidad. De repente sintió la conexión con su alma gemela más fuerte que nunca.

—Ey —contestó JC sin enterarse de nada—. Sha, ¿quieres ver un truco divertido?

—Sí, claro —ambos se dirigieron de nuevo a la cocina, pero Tzuyu se quedó tirada un rato más en el sofá recuperando fuerzas. Fue entonces que sintió vibrar su celular en el bolsillo. Era un texto de Dagon.

Mina: "¿Tdo bn? Sentí cmo 1 estallido"

Tzuyu: "Escribe bien. Sí, genial"
 
Tzuyu: "Casi beso a Sana"

Mina: "Ew"

Finalmente terminó acompañando a su hermano y a Sana, quien estaba extasiada al ver el truco de convertir el agua en vino del que tanto se había hablado. Las risas no faltaron, pero el ambiente se tornó tenso en cuanto otra persona hizo acto de presencia en el lugar.

Los tres se giraron a mirar a Asmodeus, quien llevaba un traje de vestir complementado con una camisa y corbata, todo negro. Sus zapatos bajos de charol brillaban con la luz de la sala al igual que la gomina que llevaba en el cabello peinado enteramente para atrás.

—¡Asmodeus! —Tzuyu, siendo la gran mentirosa que podía ser, sonrió con calidez mientras daba pasos firmes hasta donde el traidor se encontraba—. Has estado desaparecido hoy.

—Sí, mi señora. He estado en busca de información con agentes de la Ciudad Dorada —anunció, mintiendo como la víbora venenosa que era. Observó a Sana con la cabeza ligeramente inclinada y una chispa de duda brillando en sus ojos café. Lucifer, sin esperar a que aquella semilla creciera, volvió con Sana y la abrazó por la cintura para darle luego un tierno beso en la sien.

—La buena noticia es que tengo una preocupación menos, Asmodeus. Sana ha vuelto —fingió con media sonrisa maquiavélica rogando que su ángel dejara de temblar entre sus brazos.

—Me complace saberlo, señora —sus ojos se posaron en la muchacha—. Señorita Sana, es un placer tenerla de vuelta con plena conciencia de lo que somos —la chiquilla asintió con una sonrisa tensa. A ella no se le daba para nada bien mentir.

—Bueno ¿te nos unes? —JC cortó con un murmullo incómodo—. Estamos bebiendo vino.

—Oh, no, se lo agradezco señor Godson, pero los acompaño con un vaso de whiskey —en lo que Asmodeus se volteaba para buscar una botella y vasos, Sana se volteó hacia JC para murmurar:

—¿Godson?

—Sí, es una broma personal —Sana rio un poco luego de oírlo, pero el miedo no se le iba.

—Señora —el demonio llamó la atención de su ama tendiéndole a ella uno de los vasos y quedándose con el otro pero sin probar ni un trago. Tzuyu sonrió ampliamente con malicia.

—Qué considerado—bebió lo ofrecido de un solo trago y le quitó de las manos el vaso a Asmodeus también llenándose de su whiskey para que el no probara ni una gota. Si sabía que habían desechado el alterado y lo habían cambiado por algo nuevo, el ardid saltaría a la vista muy fácil.

—Mi reina, me temo que lo que traigo no son buenas noticias —el rostro compungido de Asmodeus podía engañar a cualquiera, pero Tzuyu por fin era capaz de ver a través de él—. Su hermano Raphael está formado un ejército para atacarlos. Piden a la señorita Minatozaki.

—No me jodas —Sana se dio cuenta en ese mismo momento que a Tzuyu se le había agotado la paciencia y estaba a punto de echar todo a perder—. ¡Pero qué inoportunos! —gritó alterada consiguiendo que el demonio de ojos café la observara extrañado. Sin esperar otro segundo, Sana agarró el rostro de Tzuyu entre sus manos y la obligó a mirarla fijo. Aquel movimiento tan repentino distrajo al Diablo quien solo tenía atención para su humana.

—Vamos a estar bien. Vamos a luchar contra él y contra todos ¿sí? Tienes que pelear, Tzuyu, pelea a mi lado, sé fuerte —las palabras le calaron en lo más hondo, y luego de respirar un par de veces y acariciar con ahínco el semblante perfecto de Sana, se calmó.

—Asmodeus, tengo que enviarte a una misión —anunció recobrando la compostura y poniéndose firmemente delante del demonio. Sus ojos se veían solemnes.

—¿Señora? —extrañado por el cambio de actitud, pero sin la más mínima sospecha, el demonio se puso a su disposición.

—Necesito que busques al ángel Castiel y le pidas la caja de Pandora.

—Mi señora, Castiel y su esposo llevan años retirados...

—Estoy consciente —suspiró—. No les pido que se unan a mi batalla, solo necesito aquella caja.

—A sus órdenes, señor Lucifer —y despareció.

El predio quedó en silencio durante unos minutos eternos en los que JC, con sus ojos cerrados y concentrándose de sobremanera, se aseguró que la presencia del demonio ya no estaba en el lugar ni ningún aledaño como para escuchar nada. Acto seguido abrió los ojos y asintió.

—Eso estuvo muy cerca —Sana le dio un suave empujón a Tzuyu, reclamando por su momentánea perdida de los cabales.

—Lo sé —agregó JC desde su lugar, pero caminando hacia donde ellas se encontraban—. ¿Les diste a Cas y Dean la caja de Pandora? ¿En qué rayos estabas pensando, T?

—Por supuesto que no, JC, jamás pondría una cosa así en manos de esos dos —Tzuyu resopló—. La caja la tiene Eva en el mundo apocalíptico, pero en cuanto Cas oiga lo que Asmodeus busca hará lo posible porque no logre su cometido, y Dean fue el mejor cazador cuando estaba activo. Lo van a retrasar lo suficiente.

—¿Lo suficiente para qué?

Tzuyu observó a JC y Sana, altiva, a sabiendas de que había una sola solución a su problema de poder, y aunque no le gustara la idea porque estaba consciente de lo que conllevaba, necesitaba estar al cien por ciento cuando la batalla con Lilith y Michael se presentara.

Una sonrisa ladina y aterradora se posó en sus labios carnosos mientras sus ojos, por primera vez en mucho tiempo, se inundaron de un profundo y abismal negro.

—Es hora de recuperar mis alas


Hasta ahorita entendí el chiste del apellido de JC, JAJAJSJAK

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