"Te atrapa sin que te des cuenta, te das cuenta cuando sales, piensas... ¿cómo he llegado hasta aquí?"
—ABRIL, 2020
ROMA, ITALIA
¿Embarazo? ¿Ser padre? ¿Tener un hijo? Maldito sea el destino. No lo mal entiendan, él amaba la idea de poder dar a luz a sus niños, pero Kageyama. ¿Era un error desear que él no lo fuera?
El azabache lucía tan feliz, sus ojos se veían resplandecientes ante la noticia de la doctora y así estuvieron las semanas que siguieron a ese día.
Sesiones de cuidado personal, regalos espontáneos cada día, decirle palabras bonitas, tratar de adivinar si sería un niño o una niña, que nombre le pondrían y por qué. Parecían el matrimonio ideal.
—Shouyo, ¿estás bien?— el pelirrojo asintió.
—Si es sólo que aún siento mareos y náuseas.
—Deben ser las pastillas, ¿quieres que te lleve al doctor?— negó la propuesta de su esposo.
—Tendré que hablar con Mitsuya- san, no podré trabajar tanto, empezaré a subir de peso y no es bueno para la marca— la preocupación embargó el blanquecino rostro del pelirrojo.
—Shouyo, tranquilo— susurró y lo aferró en un abrazo—. Iremos a Tokio dentro de poco, los entrenamientos para los olímpicos comenzarán y podremos pasar el tiempo el Japón. Además nuestro hijo debe nacer en el país.
—En eso tienes razón, ya estoy de dos meses y debemos partir antes de que no pueda viajar.— El azabache asintió y besó los labios del más bajo, él quería que su bebé naciera en suelo oriental para así evitar problemas con la ley y la doble nacionalidad, le estresaban esos problemas legales así que lo mejor sería que naciera en Japón.
—TOKIO, JAPÓN
MAYO, 2020
El viajar a ver a su hermano cada que no tuviera entrenamiento le estaba pasando factura, era como si de pronto tuviera todo el tiempo del mundo para ir a visitarlo, odiaba eso. Una parte de él no se sentía a gusto visitando a su cuñado porque le recordaba a su gran amor que no pudo tener; le recordaba a Shouyo.
Desde que tenía diecisiete se vio atolondrado por ese pelirrojo que parecía volar en la cancha, era hermosa la manera que evadía a los bloqueadores sin sacrificar altura y anotaba puntos. Para añadirle más perfección de la que ya tenía el chico era un doncel y para su mente era una delicia el imaginar un bebé con sus genes; cabellos anaranjados como los de Shouyo, ojos chocolate como los suyos o quizás grisáceos como los de su patético hermano y con una magnífica sonrisa. Había creado el escenario perfecto donde le pedía a Osamu cargar a su sobrino y él ponerse frente a su hijo para confundirlo al ver a dos hombres con él mismo rostro de su padre hasta hacerlo llorar, después de ello Shouyo lo perseguiría con un sartén por jugarle una broma pesada al bebé. Sería una vida perfecta.
Lástima que no la tendría a su lado.
En la televisión estaba el programa de espectáculos número uno de Japón; mostraban la noticia más esperada por todos en la ciudad del sol.
—¡Y es que esto nos ha impactado a todos! ¿Te lo imaginabas? Dime Kaori, ¿te lo imaginabas?— preguntó el conductor a la bonita chica del canal siete.
—Por supuesto que no me lo esperaba, Sanemi. Esta noticia causó revuelo.— El rubio no dejaba de pensar en que estúpida noticia tenía a todos los medios vueltos locos—. ¡El mundo del deporte y del modelaje está de fiesta! Un nuevo Kageyama viene al mundo.— El vaso de vidrio que sostenía en su mano cayó al suelo haciéndose añicos... igual que su corazón.
—Lo dices tan emocionada Kaori- chan.
—¡¿Estás consiente de todo lo que traerá este embarazo?! Ese bebé heredará una de las fortunas más grandes del país, es el heredero de la dinastía Kageyama- Hinata. ¡Por Dios! Es igual de rico que el bebé de Kylie Jenner en el continente americano.
—Y ni hablar de la belleza que cargará.— En eso mostraron una foto reciente del perfil de Instagram de Kageyama; en ella se veía a Shouyo muy sonriente al igual que el azabache, estaban frente al coliseo romano con un atardecer de fondo. No cabía duda que sus hijos serían guapos, pero los hijos de Shouyo con Atsumu lo serían más.
—¡Maldito seas Tobio- kun!— gritó hasta desgarrar sus cuerdas bucales.
—Y no es sólo eso, ¿has visto los primeros regalos que han mandado? ¡El diseñador Mitsuya Takashi ha enviado una manta tejida a mano con los apellidos de los padres bordados! Lo que daría yo por una manta de esas.— seguía hablando la tal Kaori.
—Su fiesta de bienvenida estará llena de estrellas de la farándula.— habló Sanemi.
Estaba arruinado. Todo por lo que alguna vez luchó y la esperanza que guardó se le iba de las manos, al igual que una mariposa su felicidad se escapaba, intentaba atraparla a diario, pero esta seguía batiendo sus alas y él sólo quería estar con Shouyo.
La felicidad es una mariposa, intenta atraparla como todas las noches que sueña con él y se escapaba de sus manos como la luz de luna.
—¡Tsumu, hemos llegado!— La voz de Tadashi se escuchó en el recibidor—. ¡Atsumu!— Gritó. Se acercó corriendo hasta él, no supo en que momento se dejó caer al suelo y con ello los vidrios de lo que anteriormente fuera un vaso se clavaron en sus manos con valor de más un millón de yenes.
—¡Idiota!— Le regañó du hermano—. ¡¿Ahora que le dirás a tu entrenador?! Maldito seas Atsumu, eres un estúpido.
—No estoy bien— habló entre balbuceos.
—Por supuesto que no lo estás, eres idiota.
—Osamu, déjalo tranquilo— pidió amablemente su cuñado.
—¡¿Dejarlo tranquilo ?! El idiota de ha lastimado las manos.
—¡¿Y eso no se te hace extraño?!— gritó—. Tu hermano, el jugador profesional de voleibol, armador de los Black Jackals y miembro del equipo nacional, se ha lastimado las manos.
—Maldito seas— recriminó el ahora pelinegro—. Vamos a curar tus heridas, no puedo permitir que dañes lo más valioso de ti.
—Tendrán un hijo.— Susurró con voz queda y lágrimas cayendo desde sus ojos—. Samu, ellos tendrán un hijo.
—Es normal en Los matrimonios, además él es un doncel.
—Shouyo- kun tendrá un hijo.— Repetía lo mismo una y otra vez, como si de una rocola con disco rayado se tratase—. Pudimos haberlo tenido todo.
—TOKIO, JAPÓN
OCTUBRE, 2020
El salón estaba lleno de gente, había muchas mesas con regalos llenas de bolsas rosas y azules en todas sus tonalidades. Kenma había organizado todo; los meseros llevaban comida a cada una de las mesas y atendían a los amigos cercanos, todo se había resumido a una sola festividad.
Un baby shower.
El sonido de una botella de champán al abrirse capturó la atención del rubio y el pelirrojo. Bokuto y Kuroo estaban festejando por su propia cuenta y vaciaban el contenido en las copas para después alzarlas en señal de brindis.
—Queremos brindar por la llegada del futuro chibi- chan— habló Kuroo con emoción.
—¡Se supone que no deben traer alcohol! —se quejó Kenma—. Shouyo no puede ingerir bebidas alcohólicas.
—Él no las está bebiendo— se quejó Kuroo provocando que los nervios de Kenma se crisparan.
—Tranquilo, déjalos que se diviertan— pidió el pelirrojo.
—Esta es tu fiesta— dijo el rubio con una ligera molestia—. Deberías disfrutarla tú.
—Y lo estoy haciendo, no tienes que preocuparte por ello.
—Se que estás molesto porque Kageyama no está aquí— el menor suspiró con pesadez—. Se supone que debería estar aquí.
—Tuvo asuntos que atender con la liga, al parecer es algo sobre incumplimiento de contrato, que se yo.
—Se que insisto con ello, pero deberías considerar el divorcio.
—Estoy bien, no tienes que preocuparte— respondió cabizbajo.
—Shouyo, tus ojos ya no brillan como antes— acercó sus dedos hasta el mentón del pelirrojo y levantó su mirada que trataba de evadirlo.
—¡¿Alguien quiere un mate?!— la voz de Oikawa gritó en medio del gentío. Varios asintieron ante la idea de probar una bebida desconocida.
—No debí dejar que trajera eso— musitó Kenma.
—El mate no es una bebida alcohólica.
—No, pero si lo es el tequila y la charanda que trajo desde México— Shouyo empezó a reírse al ver que todos aceptaban los caballitos llenos de licor.
—Sólo disfruta esto, tú lo organizaste— abrazó al rubio mostrando su afecto y este sonrió en respuesta, tal vez si debía relajarse después de todo.
La soledad se hizo su compañera desde que el amor de su vida había optado por casarse con el suyo. Odiaba el hecho de no haber tenido ni siquiera una oportunidad, haber perdido sin siquiera iniciar una partida. Dolía en el fondo de su alma.
Ahora veía a su hermano y cuñado arreglarse y vestirse de forma bonita para ir a la dichosa fiesta por el bebé de Tobio- kun, un bebé que debió haber sido suyo. Apenas iniciaba el mes y ya estaban celebrando el próximo nacimiento de una estrella.
Se sentía patético. Jamás pensó en envidiar al estúpido santurrón que conoció en la concentración y ahora deseaba estar en su lugar. Se preguntaba si pudieron haberse conocido antes, quizás si construía una máquina del tiempo podría regresar y estudiar en la misma escuela que él y ser el armador de los cuervos.
Quizás en otra vida.
—Tsumu, iré con Tadashi a la reunión— reunión, así llamaban a los baby shower ahora.
—Haz lo que quieras— musitó.
—Cuídate y por favor no hagas algo de lo que puedas arrepentirte.
—Yo ya me arrepiento todos los días, Samu. Ya lo hago.
Su hermano y cuñado salieron de casa, dejándolo solo, mirando televisión y lamentándose de lo que pudo haber sido y no fue. Lo peor de todo es que Shouyo estaba presente siempre; lo veía en el sol, lo veía en el color naranja, lo veía en el número diez, lo veía en el voleibol, y veía su cara en los estelares cerca de casa. Así no sería sencillo de olvidar y ese era otro problema; no quería olvidarlo.
Atsumu se aferraba a la idea de que estarían juntos, mejor tarde que nunca.
—Sólo no me hagas esperar para siempre, Shouyo- kun.
La fiesta seguía su curso, todos los que estaban en el salón estaban felices por la llegada del pequeño cuervo. Los chicos del Karasuno estaban rodeando a Hinata dándole regalos y muchas cosas para bebé. Asahi se había puesto de acuerdo con Mitsuya y habían hecho una línea de ropa exclusiva para el bebé; el primero para un niño y el segundo para una niña, Noya había traído ropa y zapatos típicos de los países que visitó, Tsukishima (que decía no tener cariño por el pelirrojo) llevó una bañera llena de biberones, leche y juguetes, Suga y Daichi habían obsequiado una andadera y el resto de los chicos habían cooperado para una cuna.
—Gracias a todos por estos regalos— dijo un alegre Shouyo.
—¿Y ya nos dirás que es?— preguntó Yachi emocionada.
—Tiene razón, veo obsequios para ambos sexos pero no sabemos que es— hizo el comentario Sugawara.
—Eso es una sorpresa— dijo el pelirrojo—. Aunque en realidad Kenma ya lo sabe.
—¡¿Por qué el gato ya lo sabe?!
—Suga, contrólate— pidió Asahi.
—Me controlaré cuando Daichi le diga a Kita que se enamoró de él— mencionó haciendo sonrojar al castaño.
—¡Shou- chan!— la voz del alto rubio llegó hasta sus oídos.
—Hakkai.
—Taka- chan me pidió que te tomara fotos abriendo los regalos y entregarte esto— Hakkai mostró una caja con un par de cobijas en color negro perfectamente dobladas, en ellas estaban bordados unos kanjis de color blanco
—Vuelen— leyó Shouyo.
—Taka- chan dijo que todos los cuervos deben tener una.
—Creo que voy a llorar— mencionó Yamaguchi.
—¡Tienen prohibido llorar! Harán que llore si ustedes lo hacen— se quejó el doncel.
—Patético— se burló Tsukishima ganándose un golpe de Sugawara.
La fiesta continuó entre tanta gente. Shouyo vio a Yamaguchi junto a Osamu y se preguntó por qué el rubio no vendría, eran amigos después de todo, hubiera dado todo por tenerlo junto a él en su fiesta.
El Miya no teñido no perdió tiempo y comió todo lo que pudo junto a su pareja, ambos lo felicitaron por su estado de gestación, Kenma discutía con Kuroo por seguir bebiendo, Daichi en algún punto le prestó más atención a su teléfono al igual que Tsukishima. Todos estaban felices, todos excepto él. No lo mal entiendan, amaba la idea de ser padre, pero no amaba del todo con quién iba a serlo.
Los días después de la fiesta fueron más fríos que de costumbre, Tokio se había vuelto frío y solitario desde hace casi dos años en la vida de Atsumu.
Había decidido permanecer allí porque debía entrenar en la selección nacional, los olímpicos se acercaban y debía estar en máximas condiciones aunque estuviera en la banca, era obvio que el titular sería el estúpido de Kageyama.
Eran cerca de las siete de la tarde cuando iba caminando directamente al café en busca de un antojo, últimamente comía mucho dulce y su entrenador casi lo mataba por eso, ¡pero no podía contenerse! Los dulces eran su perdición.
Entró y ordenó todo para llevar, por alguna razón no quería estar en ese lugar. Todo era cálido dentro del café, tenía un aura naranja y al parecer olía a sol, ¡¿pero cómo demonios huele el sol?! Si es que el sol tuviera fragancia era obvio que olería a manzana, quizás a manzanilla y miel como el shampoo para bebés, porque ese era el shampoo que usaba el pelirrojo del que estaba enamorado.
—Orden pancakes con vainilla y latte de calabaza. — El rubio se levantó de la mesa para ir hasta la barra por su orden, amaba los lattes de calabaza en otoño. Ya podía saborearlo, la bebida espumosa con el sabor suave los pancakes y el olor a vainilla.
— ¡Oye eso es mío!— se quejó en cuanto otra mano tomó lo que era su orden—. Llevo esperando durante...— estaba hermoso, ciertamente más grande debido a du estado, pero sus mejillas seguían siendo coloreadas y moteadas por pequeñas pecas que apenas emperezaban a brotar haciéndolo lucir como un ciervo recién nacido.
—Atsumu- san— el sólo escuchar su nombre le hizo temblar las rodillas.
—Shouyo- kun— musitó el nombre haciendo que sonriera—. Te has robado mi orden— volvió a quejarse.
—Imposible, esta es mi orden.
—No, no lo es. Es mía. Pancakes de vainilla con un latte de calabaza.
—Sí, eso es lo que ordene yo— contesto Shouyo muy tranquilo—. Además tiene mi nombre en el vaso del café. — Atsumu miro el vaso y efectivamente, lucia el nombre del pelirrojo en el collar del vaso.
—Bien, tú ganas— suspiró derrotado—. ¡Pero aun así yo quiero mi orden!
—Lo sentimos, señor, se ha terminado el especial del combo que pidió— tal parece que la suerte no estaba de su lado.
—No me importa compartir contigo— dijo el pelirrojo en un susurro.
Ambos salieron del local y comenzaron a caminar acompañados del viento frio, comprendía porque Shouyo se veía tan abrigado, no tenía por qué enfermarse o correría riesgos, era muy cuidadoso debido a su embarazo.
Quería preguntar el por qué estaba solo en el lugar, ¿dónde estaba el inútil de Tobio y por qué no con él? Siguieron caminando por la acera en dirección a uno de los parques más bonitos de Tokio, entendía que hacia el matrimonio en la ciudad, su hijo o hija debía nacer en suelo japonés, además el idiota debía de entrenar con la selección.
— ¿Cómo has estado Atsumu- san? — pregunto el menor. ¿Cómo había estado? Bien, había estado llorando desde que se enteró que el amor seria padre y no precisamente de un hijo de ambos, tuvo un accidente que le costó un castigo y múltiples regaños de su entrenador por descuidar sus manos, pero no podía decirle todo eso.
—Bien— respondió tranquilo—. ¿Cómo has estado tú?
—Excelente, el embarazo me ha traído buenas nuevas— y como no, seguramente su matrimonio era perfecto.
—Enhorabuena por tu matrimonio— felicito el rubio.
—Al diablo con el matrimonio, lo mejor de todo esto es que seré padre— eso sí que impresiono al rubio, creyó que mencionaría algo más de Tobio, pero no dijo nada, se quedó callado.
—El embarazo te sienta bien— dijo con toda la sinceridad del mundo. Shouyo se veía magnifico en estado de gestación, tenía una barriga muy grande, era imposible que llevara poco tiempo—. ¿De cuantos meses estas?
—Tengo ocho meses— buen tiempo para lucir una barriga tan grande. El pelirrojo tenía su mano derecha en su vientre y parecía acariciarlo lentamente con todo el amor del mundo, y entonces con su izquierda tomo la mano del contrario.
—Shouyo- kun no creo que sea...— su voz guardo silencio ante el contacto de sentir el duro vientre del menor, se quedó quieto, ni siquiera se inmuto y entonces un sensible pum se sintió en su palma—. Está moviéndose— susurro cautivado, con que así se sentía la vida. Era tan bonita la sensación.
—Le agradas.
—No lo culpo— dijo haciendo reír al menor—. Parece estar lleno de vida, da unas patadas muy fuertes y pareciera que intenta volar.
—Es un cuervo después de todo.
—Sera un excelente jugador de voleibol, después de todo tiene un padre magnifico.
—Me sorprende que olvides tu orgullo y hables bien de Tobio— se burló el pelirrojo.
—No estaba hablando de Tobio- kun— admitió y como respuesta tuvo las mejillas llenas de rubor del menor—. Apuesto que aprenderán mucho de ti.
—Eso espero, eso espero.
Ambos siguieron caminando en el parque, Shouyo era de buen comer en su estado y Atsumu no dudo en cumplirle todos los antojos que tuvo en el camino. Era un regalo para el rubio, solo le bastaba con verlo sonreír y que mejor si él era el motivo.
Fueron hasta uno de los puestos ambulantes donde vendían bollos de carne y compro más de tres para que pudieran comer en lo que restaba de la noche, todo iba de maravilla hasta que un dolor atravesó al pelirrojo.
— ¿Shouyo- kun, estas bien? — pregunto al verlo caer de rodillas al suelo.
— ¡No, no lo estoy! — grito molesto—. Mi hijo... ¡Atsumu mi hijo ya viene! — maldita sea.
El taxi los llevo lo más rápido que pudo hasta el hospital general, el dolor cada vez era más fuerte y no se suponía que diera a luz hasta en un mes más. Nada estaba saliendo de acuerdo a su control pre natal.
Al llegar entro en una silla de ruedas hasta la recepción donde grito y exigió que fuera atendido pronto, estaba desesperado, ni siquiera era el hospital en el que había planeado dar a luz.
—Señor no podemos atenderlo.
— ¡Entonces llame a mi doctor! Pago una millonada para que me atiendan.
—Señor, como ya le dije...
— ¡¿Sabes que es peor que una mujer embarazada?! ¡Un doncel! ¡Necesito atención médica urgente! — chillo lleno de frustración. Atsumu había hecho unas llamadas; Kenma, su hermano y también intento localizar a Tobio, pero no estaba en el país. En estos momentos no lo culpaba, se suponía que él bebe nacería en noviembre.
— ¡Necesito que preparen el quirófano! — Llamó la atención una mujer obstetra—. De acuerdo, Kagayama- sama haremos esto— se hinco frente al doncel y enfoco su mirada en los ojos de ella—. Entraremos a ese quirófano y traeré a su bebé a este mundo.
—Por favor, me está doliendo mucho— suplico.
—Excelente, ¿Es usted el padre? — le pregunto al rubio.
—No, en realidad soy un... amigo.
—Kageyama- sama necesitara a alguien con él, así que entrara.
— ¿Que no eso es ilegal?
—No en mi quirófano.
—Pero...
— ¡Cállate Atsumu y has lo que la doctora dice! — el rubio asintió ante los quejidos del pelirrojo, sabía que estaba alterado y lo mejor era no negarle nada.
(...)
Atsumu estaba vistiéndose con la ropa azul que usaban los doctores, debían cuidar la salud del recién nacido. Se estaba lavando las manos junto a la doctora que supervisaba todo el proceso.
—Lo haces muy bien, ¿estudiaste medicina? — pregunto.
—No en realidad, un compañero del trabajo tiene pavor a los gérmenes, así que me enseño a lavarme las manos correctamente— la mujer asintió.
—De acuerdo. Es hora de traer una nueva vida al mundo.
El proceso fue largo, tedioso y algo estresante, pero fascinante a la vez. Se programaba cesárea para los donceles ya que podían ocurrir desgarros y eso era lo que menos se esperaba en un embarazo. Había un lugar establecido para el rubio, donde se suponía que debía estar el padre, pero él lo ocupaba ahora.
Quería llorar y desmayarse al ver las gasas llenas de sangre, pero debía resistir, tenía que ser fuerte. Aunque una parte de él agradecía haber ignorado a su abuela en cuanto a estudiar medicina, no soportaría ver esto todos los días.
La sorpresa llego y todo su mundo parecía tener sentido en cuanto el primer llanto se escuchó.
—Muy bien, quirófano, hemos traído a una niña— la criatura lloraba con todas sus fuerzas y eso lleno de alegría el corazón de Atsumu, no era suya, no llevaba su sangre, pero ya sentía un fuerte lazo entre los dos—. Registren su nacimiento y falta uno.
— ¿Falta? — pregunto el rubio.
—Así es, Kageyama- san dará luz a gemelos.
Un teñido de rubio vestido de traje y corbata entro corriendo al hospital pasado la media noche, llego hasta la recepción donde pidió sin paciencia que le dijeran el estado de su amigo, el cual se negaban a darle.
— ¡Yo solo quiero saber cómo esta! ¡Necesito saber cómo están mis sobrinos!
—No tengo esa información— que estúpido hospital al que se le ocurrió dar a luz.
—Kenma— la voz de Yamaguchi acompañado de su novio lo hizo evitar una pelea. ¿Cómo esta Shouyo?
—No me dicen nada, no tienen información. ¡¿Es que no pueden hacer bien su trabajo?!
—Tranquilízate, Kenma— pidió el menor. Sujeto al rubio de su brazo y lo llevo con el hasta sentarse.
Ya había pasado más de una hora y no tenían información, Kenma estaba a punto de derrumbar el hospital sino le decían lo que quería.
— ¿Donde esta Kageyama? — pregunto Osamu.
—De viaje en Italia, se supone que regresaria esta semana, los bebes no debian nacer hasta noviembre. Debi haberlo previsto.
—Los... bebes...— repitio Yamaguchi.
— ¿Hinata tendra gemelos?— pregunto Osamu.
— ¡Samu!— la voz de su hermano se escuchó entre el pasillo, llevaba las ropas azules de cirugía y se quitó el cubre bocas. Kenma suspiro de solo verlo, la tranquilidad llego a el—. Han sido mellizos, juro por los dioses que son hermosos.
— ¿Son niños? — pregunto Yamaguchi.
—Un niño y una niña— aclaro Atsumu. Todos lucían felices ante la noticia—. Oh casi lo olvido— extendió los brazos a su hermano que comenzó a reírse.
— ¡Feliz cumpleaños, hermano! — dijeron al mismo tiempo.
(...)
Shouyo estaba despierto, tenía a sus bebés en brazos y no dejaba de besar sus mejillas, había dormido lo que quedaba de la madrugada hasta que dieron las ocho de la mañana y le permitieron ver a los bebés.
El rubio no lo había dejado solo nunca, escuchó por la doctora que estuvo en la operación desde que entró al quirófano, estaba infinitamente agradecido.
—Gracias— susurró para no despertar a los niños.
—Para mí es un placer.
—Lamentó haber estropeado tu cumpleaños.
—¡No hay de qué! Es el mejor regalo del mundo, un par de mellizos vinieron al mundo el mismo día que yo— Shouo sonrió, el rostro del rubio estaba muy cerca de él, su calor le reconfortaba y con mucha timidez se acercó hasta la comisura de sus labios dejando un casto beso.
—Perdón— se disculpó en cuanto entró en razón.
—No tienes que disculparte, Shouyo- kun— habló el rubio—. Creo que es obvio lo que yo siento por ti, no es un secreto que estoy enamorado de ti.
—Atsumu... yo...
—No tienes que responder ahora— dijo tranquilo—. Pero me gustaría, algún día tener una oportunidad contigo.
—Estoy casado— musitó con dolor. Atsumu suspiró.
—Las cosas que hacemos por amor, ¿No, Shouyo- kun? Podría incluso pedirte ser tu amante y estaría justificado— se burló.
—Las cosas que hacemos por amor— repitió el pelirrojo—. Bueno yo por amor, bueno hasta baje al infierno, eso si como subí con dos ángeles no me arrepiento de haber bajado. Mi matrimonio no es feliz Tsumu, es el infierno en persona.
—¿Y entonces porque sigues con él?— se atrevió a preguntar.
—Te atrapa sin que te des cuenta, te das cuenta cuando sales, lastimosamente no he salido todavía.
—Cuando quieras salir de ese infierno, estaré contigo. Te esperaré aún si tengo que hacerlo por siempre.
—Atsumu.— El rubio se acercó y no le importó nada, besó los labios del pelirrojo, eran tan suaves como los imaginaba y encajaban a la perfección.
Se sintió dichoso puesto que el menor le correspondió.
¡Buenas noches! Lamento la demora, pero era necesario, además tengo que priorizarla universidad.
"Preso" es el nombre de la canción perteneciente al capítulo, es una canción que dura 42 segundos y duele toda la vida.
Refleja precisamente el dolor de una persona atrapada en un círculo vicioso, tal como nuestro protagonista.
Ya estamos a mitad de la historia y lo que se viene espero sea mejor.
Muchas gracias por leer. ❤️
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