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Capítulo 14

Martes, 9 de marzo.

Llevaban en la Embajada tres días, y era la primera vez que Jennie había tenido un rato libre para disfrutar del balcón de su habitación. Permanecía allí observando la ciudad llena de vida. Era una ciudad abarrotada y colorida. Los extranjeros vagaban de un lado para otro, sus trajes de negocios o sus vestimentas de turista contrastaban con las tradicionales prendas nativas de color blanco. Los cláxones de los coches se mezclaban con los enfadados gritos de los viandantes y el ocasional relincho de un burro o un caballo. Era una curiosa mezcla de lo antiguo y lo nuevo. Cultura, tecnología, y actitudes que para Jennie resultaban más interesantes que atrayentes.

La escritora tomó unas cuantas fotos. Acto seguido entró en la habitación abandonando el fuerte olor a especias, carnes asadas, pastelerías locales y humo de coches.

Se había sorprendido cuando Roseanne ordenó a todo el mundo que se tomara el tercer día "en el país" para descansar y relajarse. "Todo el mundo", según descubrió Jennie, era un término relativo. Lisa estaba todavía trabajando como una loca, al igual que varios ayudantes y consejeros, expertos en política internacional. Pero la mayor parte del personal, incluida la propia Roseanne, se tomaron el día libre.

La Presidenta durmió casi todo el día, y Jennie sospechó que la rubia estaba todavía luchando contra un acusado jet lag. Mientras Roseanne descansaba, Lisa había tomado el mando, dando órdenes de que Roseanne no fuera molestada por nada. Dejó perfectamente claro que la necesidad bien descansada para el resto de reuniones que estaban por venir.

Jennie se había permitido dormir una siesta, pero se sintió descansada y se
levantó mucho antes que Roseanne. Dedicó tiempo a explorar y gastar dos carretes de fotos. Estaba deseosa de huir de las habitaciones asignadas a los ejecutivos. Había demasiadas caras extrañas vigilando todo el rato, mirándola fijamente en todo momento, y susurrando cuando ella, o alguien que tuviera que ver con Roseanne, pasaba. Jennie prefiere pegarse a sus amigos, especialmente una mujer tan hermosa que además dirigía la nación más poderosa de la tierra.

La primera reunión fue fijada para el día a las 9 de la mañana. Sin embargo, esa noche, Roseanne presidía una recepción para los dignatarios que asistirían a las reuniones. La Embajada estaba plagada de trabajadores, desde cocineros y empleados de limpieza, hasta personal de seguridad y militares. Jennie estaba empapada de sudor, observando el caos desde el balcón de su habitación, antes de que un golpe en la puerta la hiciera entrar de nuevo.

Dejó la cámara en una mesa y abrió la puerta para ser saludada por una
sonriente Roseanne. Esta estaba sosteniendo una bolsa y parecía encantada consigo misma.

—¿Sabes? —empezó Jennie, dejando descansar sus manos sobre las caderas—Te conozco lo suficiente como para saber que esa sonrisa significa problemas —pero incluso bromeando, sus ojos indagaron preocupados en la cara de Roseanne, aliviados al darse cuenta de que las arrugas de cansancio y tensión que había visto el día anterior, hubieran desaparecido.

—¡Oh! ¿De modo que así me lo pagas, eh? Yo te traigo un regalo, y me acusas de causar problemas. De acuerdo. Me llevaré este realmente precioso e increíblemente caro vestido de noche, y encontraré a otra castaña bajita y guapa para dárselo ... —fingió estar indignada y se giró haciendo que Jennie no podría ver su cara, en la cual apareció una traviesa sonrisa.

El brazo de Jennie salió disparado agarrando a Roseanne por la camiseta.

—¡Espeeeera un minuto, Sra. Comandante y Jefa! —empujó a la mujer hacia la habitación y cerró la puerta detrás de ella— Número uno, no soy bajita ...

—Eres más baja que yo.

—Cualquiera que no tenga una constitución masculina es más baja que tú, Sra. Gigante. Se defendió Jennie.

Roseanne se río.

—Es verdad.

—Y número dos ... —Jennie levantó dos dedos.

Roseanne cubrió la bolsa con sus brazos. Sus ojos parpadearon.

—No pretenderás decirme que no eres guapa, ¿verdad?

—¿Me crees estúpida?

Roseanne abrió la boca, y Jennie puso su mano sobre ella.

—No es necesario que contestes a eso, Roseanne ...

Los ojos de la Presidenta gritaron "¿quién yo?" Pero ella se mantuvo en silencio prudentemente.

Jennie sonrió malignamente y retiró su mano de la boca de Roseanne. Miró la bolsa.

—Y qué, ¿me lo vas a enseñar? ¿O tengo que suplicar?

Roseanne no dijo nada. Su malvada risa era más que suficiente para hacer a Jennie ruborizarse de la cabeza a los pies. Adoro cuando hace eso, pensó Roseanne cariñosamente.

—¡Está bien, Super Ratón ... ay! —Roseanne agarró su brazo y frunció el ceño— ¡Me salen moretones enseguida, lo sabes!

—Entonces no deberías poner apodos a las personas —respondió razonablemente.

—Sabes, estoy segura de que pegarme es un delito federal.

Jennie arqueó una ceja mientras liberó la bolsa de los brazos de Roseanne, notando que era demasiado pesada para una sola prenda.

—Llama a la policía ... —su mirada viajó por toda la habitación en busca de un lugar para colgarla, pero antes de que se pudiera mover, Roseanne se la quitó y la sostuvo para facilitar la inspección de Jennie.

La castaña abrió la bolsa de cuero. Lanzó un grito cuando el vestido quedó a la vista. Roseanne no había mentido. Guau.

—Oh, por ... —acarició la brillante tela negra llena de lentejuelas— Es... —emocionada, tragó saliva. Nadie le había regalado algo tan bonito nunca— Es precioso. Yo no puedo ... No puedo creer que sea para mí ... —de repente unos tímidos ojos se izaron y miraron a Roseanne—Gracias —dijo suavemente.

Roseanne suspiró feliz. Dios, Park, te tiene tocada y hundida. Estoy total e irreversiblemente a su merced.

—Es ... Es para la recepción de esta noche —detallo innecesariamente. Su lengua se negaba a complacer la orden de su cerebro que le instaba a empezar a hablar y dejar de mirar a Jennie como una idiota.

Jennie asintió y contenta apartó su mirada de Roseanne y la volvió a fijar en el vestido.

Una vez fuera del alcance de esos intensos ojos cafés, Roseanne descubrió que podía pensar mucho más claramente. —Personalmente pienso que la mujer más guapa de la habitación debe llevar el vestido más bonito ...

Jennie se ruborizó de nuevo, no sabía muy bien cómo debería tomarse esos cumplidos. Roseanne se comportaba como una enamorada, pero seguramente no sintió eso por ella. A parte de un inofensivo coqueteo, Roseanne nunca le había dado a Jennie ningún motivo para que esta pensara que sintió algo más que amistad por ella. Aun así, se sintió halagada por sus atenciones, y el modo en que Roseanne la miraba hacía que su estómago se revolviera y le empezaran a sudar las manos.

La biógrafa desechó rápidamente la explicación más clara por qué se sintió así, adjudicándolo todo a la dulce forma de hablar de Roseanne al estar bien descansada, de buen humor y totalmente encantadora.

—Me vas a acostumbrar mal si sigues haciendo esto. Quiero decir, una preciosa y grande casa blanca, un avión privado, canguros de perro permanentemente ... —sonrió, arrugando la nariz y las esquinas de los ojos— Creo que ya no valgo para estar con nadie más.

Roseanne se mordió el labio muy fuerte. Por lo más sagrado, Jennie.

—Si no te conociera mejor, pensaría que eres alguien muy importante ...

—Nah, sólo soy una seguidora obsesiva ... —rió— Bueno, tengo una reunión y Tzuyu va a venir a bajarme de la oreja en cualquier momento, ha aprendido mucho de Miyeon. Pero pasaré a por ti a las seis para bajar a la recepción. Te invitaría a acompañarme a la reunión, pero no sería una buena idea ...

—Creía que la primera reunión era mañana ...

—La primera reunión oficial es mañana. Esta tarde es con el Príncipe. Nada importante. Posar para las cámaras, el sonido de los periodistas... Ese tipo de cosas... —gesticuló Roseanne mientras se preguntaba cuánto tiempo más podría mantener su brazo en esa posición antes de bajarlo discretamente sin parecer una tonta enfrente de Jennie— Será aburridísimo, y ya has estado en reuniones de ese tipo un millón de veces, así que sigue disfrutando de tu día libre, por favor. No me iría si no tuviera que hacerlo. Relájate y disfruta. Puedes ver el show del perro y el pony en la tele si quieres ...

—Eso haré ... —cerró los ojos por un momento, rascándose justo encima de la ceja— Por favor, no me digas que necesito mi contraseña para activar las cosas.

—No, aquí todo funciona simplemente con la activación por voz ...

—Por fin algo sencillo —Jennie entornó los ojos. Estudió la cara de Roseanne y sus ojos se abrieron comprensivos— Por Dios, baja eso ... —sin avisar a Roseanne, Jennie le quitó la bolsa de la mano. Ella se extrañó de nuevo de su peso y miró interesada en el interior de la bolsa. Al fondo había unos zapatos y varias cajas de joyas— ¡Por todos los dioses Roseanne! ¡Esto pesa una tonelada!

—Nah, ni lo había notado —mintió a Roseanne— Sólo quería asegurarme que tenías una decente selección de accesorios para acompañar a tu sorpresa —Roseanne contuvo una sonrisa— Hay varios adornos ahí, espero que te gusten —sus dedos jugaron tímidamente con la cremallera de la bolsa— Pero los pedí prestados, así que no los pierdas, ¿de acuerdo?

Jennie asintió, tragando saliva.

—Esto no era necesario, Roseanne, yo podía haber ...

—No seas tonta —le regañó Roseanne cariñosamente— Quería hacerlo —apuntó hacia la bolsa, imaginándose ya lo encantadora que iba a estar Jennie— Volveré en un par de horas para acompañarte. A no ser que tengas algún otro compromiso —comentó en un forzado tono casual. La mitad de los miembros de la prensa y una buena proporción de sus propios empleados estaban enamorados de esa hermosa escritora.

Jennie negó con la cabeza.

—Soy toda tuya, Sra. Presidenta ...

Ojalá fuera cierto. El corazón de Roseanne empezó a latir con fuerza. Sabía que esas simples palabras no significaban mucho, que no querían decir lo que ella quería que dijeran. Pero aun así la hacían feliz. Se dio cuenta de que no tenía voluntad ni ganas de luchar contra ese sentimiento.

—Te veré pronto.

Cuando Roseanne salió, Jennie abrió la bolsa y sacó varios pares de zapatos. Los levantó para acercarlos al vestido y, con un ligero asentimiento, eligió un par de color negro, con medio tacón y una pequeña correa alrededor del tobillo. Los apartó y sacó varias cajas de terciopelo que tenían Cartier impreso en ellas con letras doradas.

Unos ojos cafés se abrieron como platos cuando se dio cuenta de lo que había querido decir Roseanne cuando dijo "prestadas". Quería decir que las joyas eran un préstamo de una de las más importantes joyerías del mundo. Jennie sacudió la cabeza incrédula.

—Por el amor de Dios, Roseanne. No dejes nunca que te digan que no sabes cómo hacer que una mujer se sienta especial —fijó su mirada sobre el vestido y soltó un suspiro— Sólo espero poder hacer justicia a todo esto ...

Jennie se tiró en la cama y ordenó a la tele que se encendiera. Ordenó la traducción simultánea al inglés para poder ver la sesión de fotos a la que había asistido Roseanne. La presidenta permanecía de pie, alta y orgullosa. Era realmente increíble. El poder de su presencia hacía que todos los ojos presentes se giraran sobre ella y captara la atención de todos.

Casi contra su voluntad, apartó la vista de Roseanne para observar al hombre bajito que había a su lado. Era indudablemente el Príncipe Karim Sami Hassan. Era bastante guapo, pensó Jennie. Su edad aproximada oscilaba entre los 25 y 30 años. Tenía una generosa boca y una espesa y bien recortada barba oscura que desaparecía en una gran cantidad de pelo negro rizado. El color tostado del Príncipe le hacía parecer más mediterráneo que del Medio Este. Vestía el tradicional atuendo para estos acontecimientos.

La Alianza Árabe Unida le había elegido para esta reunión principalmente por su educación, que se había llevado a cabo en Cambridge. Una vez, incluso había visitado la universidad de Roseanne, Harvard. Pensaron que su juventud y su mente abierta les facilitaría llegar a acuerdos con esa infiel. Él no se ofendería tan rápidamente como los miembros más mayores de la Alianza.

Ellos hablaron tranquilamente entre sí y se estrechan las manos, llevando acabó el ritual normal para los periodistas.

Después de unos momentos, el Príncipe se inclinó y le susurró algo al oído a Roseanne. Cuando ella se retiró, estaba todavía sonriendo, pero algo había cambiado.

Jennie se sentó en la cama y se puso un almohadón sobre las piernas, echando de menos a Kuma en ese preciso momento. Estudió la imagen. Vio como esos ojos, que normalmente eran alegres y vibrantes, ahora parecían fríos y rígidos como una piedra.

—Oh, oh. Creo que la Sra. Presidenta está cabreada ...

La reunión terminó, y los miembros de la prensa salieron de la sala. Lisa empezó a encaminarse hacia Roseanne, pero ella le gesticuló que se detuviera. Necesitaba unos momentos con el Príncipe. Hizo lo que pudo para mantener la calma, pero aún podía sentir un gesto de desprecio formándose en sus labios.

—Su Majestad —se detuvo y aclaró la garganta— Entiendo el hecho de que viera a la Srta. Kim hoy en televisión. Y también entiendo que la encuentre atractiva y deseable ... —Roseanne resopló por la nariz— Pero déjeme aclararle una cosa. Ella no está disponible. Además, no está interesada en quedarse en su adorable país después de mi partida —el corazón de Roseanne dio un respingo con sólo imaginarlo.

Los ojos del hombre se entornaron y se pasó la mano sobre el pelo y la barba.

—Tenía entendido que entre la Srta. Kim y usted no había nada —dijo en un perfecto inglés—Su gente aseguró a mi gente que la prensa estaba buscando sólo una historia sensacionalista, y que la Srta. Kim estaba libre para... Digamos, ser pretendida...

Cuando descubra quién ha dicho eso, ¡va a volver andando a los Estados Unidos! Los dientes de Roseanne se apretaron cuando miraron a ese hombre que, con su mirada, la invitaba a desmentir el error, lo cual hizo inmediatamente.

—Ha sido mal informado —contestó Roseanne sencillamente— Estoy segura que entiende que debo negar nuestra relación a la prensa por mantener las apariencias. Pero le aseguro que la Srta. Kim no está disponible. Me acompañará a la recepción de esta noche ...

El Príncipe miró a Roseanne directamente a los ojos.

—Entonces ¿ella es su amante?

—Absolutamente —intervino rápidamente, asombrado por el tono autoritario de su voz.

—Pero ella no es su esposa —aclaró él con suficiencia. Inclinó la cabeza hacia un lado, esperando la respuesta de Roseanne.

La mandíbula de Roseanne cayó. Idiota, ¿es que no coges la idea?

—Eso no cambia nada —excepto el hecho de que si fuera mi mujer, y tú estuvieras aquí diciendo estas cosas, te arrancaría el cuello— Lo importante es que la Srta. Kim no está disponible para usted, Su Majestad —se mantuvo firme y miró al Príncipe conteniendo su ira. ¿Cómo se atreve?— Confío, Su Majestad, en que este tema quede cerrado, ¿de acuerdo?

—Esta discusión ha terminado —accedió amablemente, dirigiéndole a Roseanne una sonrisa—Sra. Presidenta.

Roseanne podía apreciar que el Príncipe estaba acostumbrado a salirse con la suya en esta materia. Siento que no vaya a pasar esta vez, señorito. Roseanne se agarrotó, su cuerpo estaba respondiendo inconscientemente a la mirada desafiante del Príncipe. Para él, Jennie todavía era un premio que podía ganar, y ella sólo había puesto las cosas un poco más difíciles. Dios, Jennie, espero que confíes mucho en mí. Porque va a estar acechándonos toda la noche.

Roseanne tocó a la puerta de Jennie. Nerviosamente recorrió con sus manos su chaqueta blanca, tirando del doble y colocándola bien sobre sus pantalones de seda. No era lo que normalmente hubiera llevado para una ocasión como esta, pero era lo suficientemente formal, y ella no estaba por labor de ponerse algo que le robara miradas y halagos a Jennie esta noche.

A pesar del peinado de Roseanne, y de sus elegantes joyas y modesto maquillaje, su aspecto ayudaría al Príncipe Hassan a verla como la escolta de Jennie y su igual, no sólo como una mujer. En esta parte del mundo, dominada por hombres, los pantalones de Roseanne era una declaración de modernidad. Además, soy la Presidenta de los Estados Unidos. Voy vestida como me da la gana.

La mente de Roseanne se detuvo a pensar en los titulares del día siguiente. Suspiró. No había elección. Si el Príncipe descubría que le había mentido sobre su relación con Jennie, el viaje habría sido una pérdida de tiempo. Había puesto sus sentimientos hacia Jennie por delante de un tema que había llevado más de diez años de trabajo. Pero tampoco quería ver como Jennie era tratada como si fuera un objeto que pudiera ser poseído.

De repente, la puerta se abrió y Roseanne se quedó sin respiración.

—Impresionante —susurró reverente mientras unos impresionados ojos verdes absorben cada detalle de la aparición de Jennie.

Su pelo castaño había sido recogido en un moño bajo que descansaba sobre su cuello. El vestido negro de lentejuelas era sin tirantes, por lo que mostraba un esbelto y suculento cuello, y unos musculosos hombros cubiertos de una hermosa piel morena con unas cuantas pecas. La ajustada prenda, marcaba cada curva del cuerpo de la escritora, delineando la forma de sus pechos, una delgada cintura y unas femeninas caderas. Roseanne se descubrió deseando que el vestido fuera más corto, pero esto era un evento de noche, por eso el largo del vestido arreglaba un poco el haber ido un poco más allá de los límites al enseñar demasiado esos increíbles hombros.

Roseanne respiró profundamente, muy consciente del incendio que le quemaba por dentro.

—¿Debo tomar como una buena señal que estés mirándome como si me hubiera salido algo? —preguntó Jennie un poco insegura. Sintió como las mejillas le empezaban a arder. Los ojos de Roseanne recorrían su cuerpo de un modo que estaba haciendo que su pulso se acelerara demasiado. Desafortunadamente, eso la estaba poniendo incluso más nerviosa de lo que ya estaba, que no era poco.

—Guau —mumuró Roseanne— Estás... —sacudió la cabeza, incapaz de que le salieran las palabras. Fabulosa, gritó su mente. ¡Está fabulosa! Oh, demasiado fabulosa. El Príncipe como se llame va a caer muerto cuando la vea.

Jennie se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja, y sus pendientes brillaron con la luz. Sus manos señalaron su garganta.

—Gracias. Y por estos especialmente. Me siento como una princesa —sus dedos tocaron los brillantes diamantes que rodeaban su cuello, después se movieron hacia la pulsear a juego que llevaba en la muñeca. Sonrió cálidamente— Estoy un poco preocupada por si me convierto en calabaza a medianoche... —dijo Jennie sin prestar mucha atención a sus palabras. Su mirada estaba fijada firmemente en Roseanne, y la mera visión de la Presidenta esta noche amenazaba con atascar su cerebro por completo.

—Tú umm... —Jennie se río sin poderlo controlar, encontrándose sin palabras y con la inexplicable urgencia de recorrer con sus manos el cuerpo de Roseanne. ¿Y besarla en el cuello? Oh, eso es nuevo.

—¿Nos vamos? — Roseanne le ofreció el brazo a la mujer más baja— Espera un segundo — Roseanne frunció el ceño y apuntó hacia la habitación— ¿No necesitas tus gafas?

—¿Voy a tener que leer o escribir?

—Bueno, nos íbamos a sentar todos juntos y revisar nuestros satélites para divertirnos —Roseanne se rascó la frente— Pero me parece demasiado de momento. ¿Qué vamos a hacer después del postre? Yo tengo unas cuantas sugerencias.

Jennie se río.

—Será mejor que nos vayamos, Presidenta Park —Jennie miró a los hombres del Servicio Secreto que estaban esperando al principio del pasillo— Estoy segura que Tzuyu está de los nervios, esperándote —Jennie puso su brazo alrededor del de Roseanne y se dirigieron hacia la fiesta.

—¿Ummm ... Jennie? —hora de afrontarlo, Roseanne

—¿Sí?

***

—¡¿Qué hiciste qué?! —Jennie detuvo sus pasos justo en el momento en que ambas entraban en el salón de recepciones. Miró a Roseanne incrédula.

La sala se quedó en silencio, y todos los ojos se giraron sobre las dos mujeres.

—No me hagas repetirlo —le suplicó Roseanne susurrando mientras sonreía a la multitud y daba un rápido saludo— Sé por la forma en que tu mandíbula casi golpea la alfombra que me has oído la primera vez.

—¡Roseanne! —Jennie protestó pero disimulando con una sonrisa. Estaba cegada temporalmente por una docena de flashes— Ese cotilleo empezaba a olvidarse —le dijo sin mover apenas los labios— Si actuamos así esta noche para convencer al Príncipe Hassan, todo va a empezar de nuevo.

Lisa se colocó al lado de Roseanne, disimulando su enfado. Roseanne conocía las normas. ¿Por qué se estaba comportando así? Había estado de mal humor desde la sesión de fotos de esa tarde.

—Buenas noches, Sra. Presidenta —fue todo lo que dijo.

Roseanne, sin embargo, oyó exactamente todo lo que Lisa quería decirle, que era "¡¿Por qué no esperaste a que te presentaran, idiota?!"

—Lo siento Lisa, estaba distraída. Además, ya fui presentada a todos esta tarde. Esto es sólo una pequeña recepción. Relájate... —volvió la mirada hacia su Jefa de Personal y le dio un pequeño golpe en las costillas afectivamente— Bonito vestido. Tu collar esta volteado ...

—Gracias —luchó con el collar hasta que esta estuvo en su lugar— Sabes que tenemos que seguir el protocolo, Sra. Presidenta.

El Príncipe Hassan se puso a la vista de las dos mujeres, y Roseanne inmediatamente rodeó la cintura de Jennie con su brazo, atrayéndola más hacia ella y sorprendiendo a Lisa y a Jennie. Un reguero de flashes iluminó la habitación y los perros de caza de la prensa empezaron a murmurar entre ellos.

—Pues vamos a saltárnoslo, y di que lo vamos a hacer, Lisa. Tengo algo de lo que ocuparme en estos momentos. ¿Si nos disculpas?

Lisa dirigió sus ojos a Jennie, quien sólo pudo encogerse de hombros.

—De acuerdo —murmuró— Volveré en un momento. Voy a arreglarlo ...

Roseanne asintió ausentemente, sus ojos seguían al Príncipe y los consejeros que lo rodeaban.

El Príncipe Hassan se detuvo justo enfrente de Roseanne y Jennie. Le indico a sus hombres que se alejaran un poco.

—Sra. Presidenta, es un placer verla de nuevo —pero por alguna razón Roseanne no podía creerle. Debía ser por el hecho de que estaba mirando a Jennie mientras hablaba— No creo haber sido presentado a su adorable biógrafa.

Roseanne permaneció en silencio hasta que Jennie le golpeó.

—Su Majestad, Príncipe Hassan, ¿me permite presentarle a la Srta, Jennie?

—Es un verdadero placer —el Príncipe Hassan se inclinó y agarró las manos de Jennie. Besó sus nudillos durante demasiados segundos.

—Hola —replicó Jennie cordialmente, queriendo sus manos de vuelta.

—¡Qué gargantilla tan preciosa lleva, Srta. Kim! —el Príncipe apuntó hacia las brillantes piedras y dejó libre una de las manos de Jennie para dirigirse a tocarlas. Usando la mano que aún tenía agarrada, empujó a Jennie hacia sí mismo.

—Gracias —Jennie apartó la mano y discretamente se retiró de su lado, intentando no parecer tan asqueada como se sintió. De acuerdo, ahora entiendo por qué Roseanne no quería hacer creer que yo estaba libre. Puag— Ha sido un regalo de... Roseanne.

Su amante la llamaría por su nombre, se dijo a sí misma. Jennie sonrió a Roseanne, la cual la miró con ojos de disculpa

El Príncipe Hassan retiró su mano casualmente, aunque se sintió escocido por las acciones de la escritora.

—Confío en que estén disfrutando de todo lo que mi adorable nación puede ofrecer ...

—Desafortunadamente, este es un viaje de negocios, Su Majestad —interrumpió Roseanne— No hemos tenido tiempo para ver nada. Quizás en otra ocasión —como ... Diez minutos después de... NUNCA

Él frunció el ceño.

—Quizás —su gesto se suavizó en una sonrisa que las dos mujeres estaban seguras que sólo a él le parecía encantadora— Entonces creo que debo aprovechar nuestro poco tiempo juntos —el hombre extendió una copa de champagne a Roseanne, la cual la cogió sin pensar. Entonces se volvió hacia Jennie y sonrió— Parece que necesito más champagne. ¿Le importaría acompañarme, Srta. Kim?

Roseanne se interpuso entre Jennie y el Príncipe. Su rabia empezó a notarse.

—Sí, le importaría, hijo de ...

—Por supuesto que le acompaño —Jennie apoyó una mano en la espalda de Roseanne para calmarla, después se dirigió hacia él— Gracias, Su Majestad, le acompaño encantada ...

El pecho del hombre inmediatamente se desinfló y le dirigió a Roseanne una sonrisa presuntuosa

Ninguna mujer soltera lo rechazaría. ¿Y Jennie preferiría a la Presidenta antes que a él? Eso era impensable.

—Un momento por favor, Su Majestad. Necesito hablar con Roseanne —Jennie inmediatamente agarró la mano de Roseanne y se separaron unos cuantos metros de él. Bajó la voz y le susurró— Déjame hacerme cargo de esto, Rosie.

—¡No, no te dejo! —le susurró enfadada— ¡Está intentando ligarte justo delante de mis narices! Arrogante hijo de ...

—Lo sé. Es un cerdo. Pero tengo la sospecha de que permitirte darle un puñetazo en la nariz no ayudaría a las relaciones entre los dos países —arqueó una ceja— ¿Verdad?

La expresión de Roseanne se tranquilizó.

—No iba a pegarle un puñetazo —sí, sí que lo iba a hacer. Mierda. Me estoy volviendo loca.

—Uh huh —Jennie sonrió gentilmente— Sé que lo único que estabas intentando al decirle que éramos amantes era mantenerlo alejado de mí. Y con muchos hombres, creo que habría funcionado. Pero el Príncipe Hassan es aparentemente, el tipo de hombre que necesita un convencimiento extra —golpeó suavemente a Roseanne en el brazo— Confía en mí

Roseanne exhaló infeliz.

—¿Tengo alguna otra opción?

Jennie fingió pensar durante un momento y después sonrió triunfalmente.

—Ummmmm ... Creo que no.

Unos ojos chocolate se tornaron en una mirada peligrosa al dirigirse hacia el Príncipe.

—Voy a estar vigilando. Y si te pone encima aunque sea una punta de un dedo ...

—Lo sé, lo sé. Ahora ve a saludar al resto de tus invitados antes de que te ganes una pésima reputación como anfitriona —Jennie cuadró sus hombros, dándose cuenta de que no había tenido la oportunidad de sentirse nerviosa por todo lo que le rodeaba. Los acontecimientos se han sucedido muy rápidamente— Estaré bien.

Roseanne le dirigió una sonrisa llena de admiración y afecto. Pero había un hilo de seriedad en su voz que se ganó la atención de la joven. Unos penetrantes ojos chocolate se clavaron directamente en Jennie, y pararon de hablar durante un largo momento mientras el resto del mundo parecía desaparecer para ellas.

— Sólo no olvides quién es tu escolta esta noche —Roseanne susurró suavemente, su corazón latía en sus oídos. Esto debe ser real. No es una estúpida artimaña.

Jennie tragó.

—No lo haré —unos cuantos segundos después todo lo que las rodeaba volvió de nuevo a su consciencia. Jennie cerró los ojos por un momento para aclarar su cabeza. Hora de arreglar esto. Se dirigió hacia el Príncipe, que había estado esperando mientras robaba miradas furtivas de las mujeres mientras se preguntaba si su cama sería calentada por alguien más que Jennie esa noche. Jennie colocó su brazo sobre el príncipe y se dirigieron hacia el bar.

—Necesitamos hablar un poco.

—Estaba esperando a estar a solas.

—Yo... Umm... Quiero dejarle algo claro, Su Majestad. Pensé que era mejor que lo habláramos en privado eso es todo...

—Pero a una mujer tan guapa como usted no le debe ser permitido pensar.

Señor, ayúdame. Quizás sea yo la que le dé un puñetazo. Prudentemente, Jennie decidió seguir hablando, ignorando lo anterior.

—Me siento halagada por sus atenciones, Su Majestad. Pero soy muy feliz con Roseanne.

—Obviamente, la Presidenta Park la valora, o no estaría asistiendo a un acto como este. Pero usted es su amante, no su esposa ¿correcto? Yo tengo cuatro esposas y varios amantes. Y es en usted en quien estoy interesado esta noche.

¡Qué afortunada!

—Tómese esto como quiera. Yo solo tengo una amante y no estoy interesada en nadie más —a Jennie se le estaba acabando la paciencia. Su estado imaginario de amante de Roseanne era suficientemente claro para mantener alejado al Príncipe Hormonas. Finalmente, un camarero pasó por delante y ella cogió una copa de champagne de la bandeja, bebiéndosela de un trago— Su Majestad, estoy intentando ser discreta. Pero no me ha dejado otra opción que ser muy explícita ...

El Príncipe se inclinó más, obviamente interesado.

—Estoy completamente satisfecha —Jennie levantó sus cejas y su voz tomó un matiz sexual dejando bastante claro en qué exactamente la satisfacía Roseanne— No cambiaría a Roseanne ni por diez hombres —se lamió los labios intentó e intentó no estallar en carcajadas al ver la mirada sorprendida y el leve rubor que apareció en la cara del hombre— No se ofenda

El Príncipe se aclaró la garganta, muy avergonzado. Su respeto por la alta americana aumentó varios puntos.

—No me ofendo, Srta. Kim. Me alegro de que usted esté tan... —se detuvo y sonrió con aprecio— Satisfecha —Jennie era preciosa. Pero él no era tan tonto como para perseguir una causa perdida

—Gracias. Soy una mujer muy afortunada —el alivio la embargó. Por fin. Justo en ese momento, Lisa se unió a ellos. Justo a tiempo— Ha sido un placer conocerle, Su Majestad. Espero que sus reuniones mañana vayan bien ...

—Seguro que sí. Parece ser que la Presidenta Park es una maestra consiguiendo y manteniendo lo que más desea.

Jennie le ofreció la mano y sonrió.

—Estoy de acuerdo. Buenas noches —se giró a Lisa— Creo que había alguien a quien querías presentarme, ¿no?

Lisa se quedó mirándola perpleja.

—Al otro lado de la sala —le insiste, moviendo la cabeza hacia una dirección que acababa de escoger al azar, esperando que le llevara lo más lejos posible del Príncipe.

Los ojos de Lisa se abrieron comprendiendo finalmente.

—Oh, sí, por supuesto —rápidamente buscó entre la multitud y seleccionó un nombre. —¿Si nos disculpa, Su Majestad?

El Príncipe asintió e insistió en tomar de Nuevo la mano de Jennie y darle otro beso.

—Eres mi salvador, Lis. —dijo Jennie suavemente tan pronto como se hubieron alejado del alcance del Príncipe.

Ella se detuvo y miró a Jennie curiosa.

—¿Cómo sabes mi apodo para el Servicio Secreto?

***

El Príncipe sonrió a Roseanne. Había conseguido evitarla durante las últimas dos horas, pero ya era el momento de retirarse y decidió que debía despedirse.

—Parece que es cierto que su Srta. Kim está muy tomada —le dijo.

Roseanne dio un salto ante el sonido de la voz del Príncipe, y este colocó otra copa de champagne en su mano.

Había vaciado la suya de un trago cuando Jennie y el Príncipe se fueron a buscar a un camarero o el bar. Y aunque había intentado evitarlo, no había podido apartar su atención de Jennie. Sólo después de que esta se hubiera ido con Lisa, se siente lo suficientemente cómoda para hablar con sus invitados.

—Se lo dije esta tarde —le dijo sencillamente Roseanne— ¿Qué le hizo convencerse finalmente?

El hombre joven estalló en carcajadas.

—La declaración de la Srta. Kim de lo satisfecha que la tiene usted.

Roseanne parpadeó. ¿Qué? Ooooo ... ¡Bien, gracias, Jennie! Sonrió al Príncipe que la miraba como si quisiera chocar los cinco con ella si tuvieran la suficiente confianza.

En lugar de eso, le dio una palmada entre los hombros. Aparentemente, Roseanne había sido aceptado como "uno de los chicos".

—Sin resentimientos, Sra Presidenta —su gesto se torció un poco. No entendía mucho por qué todo esto parecía enfadar tanto a la Presidenta. Jennie era simplemente su amante. La Presidenta Park era una hermosa y poderosa mujer, y su nación obviamente había aceptado su pecaminosa vida. Seguramente tenía docenas de amantes.

—Es sólo una mujer —dijo finalmente, aún perplejo pero deseando irse— Nada que de vamos a permitir que infiera en nuestras negociaciones mañana.

—Hasta mañana entonces —le contestó Roseanne, intentando contenerse antes de hacer algo estúpido. Si le pegaba un puñetazo en la nariz sólo conseguiría que Jennie se enfadara.

—¿Ansiosa de volver con su preciosa castaña? —se rió— Ahh... No puedo culparla. Afortunadamente para mí, puede ser reemplazada por otra preciosa castaña ...

Los ojos de Roseanne se oscurecieron con una inesperada ira y estrechó la mano del Príncipe Hassan. La agarró firmemente y se inclinó hacia delante, poniendo sus labios cerca de su oído.

—En eso está muy equivocado, Su Majestad.

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