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treinta y seis

スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo treinta y seis
«La Vida se presenta»

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❝Soy una mujer fuerte y la persona que diga lo contrario, miente.❞────de ti.

El Kazekage arribó en Konoha, importándole poco si su llegada traía sorpresa o incomodidad a los demás.  Había ido a donde estaba la oficina de Miko, encontrándose con la Senju escondida entre sus brazos mientras su cuerpo se sacudía con violencia por el llanto. Acababan de pasar doce horas justas desde la última aparición de la pelirroja, doce horas sin recibir noticia de ella. Se acercó con lentitud a la mujer rubia, haciéndole una seña a sus hermanos que se quedasen afuera mientras él hablaba con la mayor. Aclaró su garganta, sorprendiendo a la Quinta que saltó y sus ojos claros habían brillado de esperanza esperando que hubiese llegado la Uzumaki, solamente se encontró con el Kazekage, el pretendiente de Miko.

—Quinta —saludó con apacibilidad el menor, recorriendo vagamente con su mirada el sitio; sonrió escuetamente al notar las figuras de arena decorar el escritorio de la joven Uzumaki y puso su atención en la rubia que se limpiaba el rostro con rapidez, aparentando estabilidad—. Vine lo más rápido que pude cuando Takeshi me dio la noticia. ¿Sabe algo de ella?

—Kazekage —pronunció, haciéndole una seña para que se siente—. Nada, aún no sabemos nada de ella. El lugar en donde Shikamaru la vio por última vez está limpio, sin ninguna señal de que ella pudiera haber estado ahí. El escuadrón que recién llegó solamente dijeron que tampoco se registró algún chakra, sangre menos. Es como si la tierra se la hubiese tragado.

—Permítame participar en la búsqueda de la Sexta Hokage, por favor —pidió, apretando con levedad su túnica con desesperación.

Tsunade lo observó y se mordió el labio dudosa, sin saber qué opción sería la mejor. La puerta fue rápidamente derribada, en la cual entraron la generación de Naruto y el equipo de Guy, el rubio Uzumaki liderando el grupo con una expresión dura y con rastros de lágrima en sus mejillas. 

—¿Qué hacen aquí? Estoy teniendo una conversación privada con el Kazekage —apretó su mandíbula la Senju, golpeando con una mínima de fuerza el escritorio que tanto esmero le pus Miko para comprarlo—. Largo.

—¡Quiero buscar a mi madre, abuela Tsunade! —ordenó él, con sus puños a cada costado de su cuerpo—. O yo mismo me iré de la aldea sin tu permiso.

—Por favor, Hokage, solamente... por favor —susurró Chōji, con la bolsa de papas fritas temblando entre sus manos—. Todos queremos ir a buscarla, es nuestra Hokage pero también la motivación más grande que tenemos en este mundo. ¡Por favor, Hokage, permítame ir a buscar a la mujer que me salvó la vida!

—¡Permítame buscar a la persona que me ayudó en mis entrenamientos y me regaló pesas nuevas! —hizo una reverencia de noventa grados perfecto Rock Lee, con sus ojos acuosos.

—Permítame buscar a la mujer que siempre que puede me ayuda con la florería —soltó Ino, refregando sus ojos con fuerza para no llorar ahí mismo.

—Permítame buscar a la Hokage, se lo debo porque salvó mi vida —pronunció Neji con su ceño fruncido, decidido.

—Quiero encontrar a la mujer que me permite usar sus kunai —sonrió decaída TenTen, acariciando la espalda de su compañero de equipo que estaba llorando a moco tendido.

—Por más que sea un fastidio, quiero encontrar a la mujer que me da horas libres para ver las nubes —se rascó su mejilla Shikamaru, soltando un bostezo que contagió al grupo.

—Hablo en nombre de mi equipo, queremos encontrar a la Hokage ya que fue un gran apoyo para nosotros —dijo Shino, de brazos cruzados, dejando que su voz salga a la superficie sorprendiendo a la mayoría.

—Ella me compró pinturas y pinceles —se encogió de brazos Sai, recibiendo un pequeño golpe por la Haruno—. Digo, es bonita, no merece morir; permítame ir a buscarla.

—Ella... se lo debo, no quiero volver a repetir lo mismo que hace años. A parte, no quiero ver llorar a Naruto —suspiró Sakura, pasando su brazo por los hombros del rubio.

—Es mi mamá, abuela, es mi mamá.

Tsunade tensó fuerte su mandíbula, con su mirada viajando a los doce shinobis que la miraban con firmeza ante sus declaraciones. Observó a Gaara que estaba perdido mirando una foto en donde se podía ver a una Miko adolescente abrazando a un pelinegro que poseía su traje de ANBU mientras ella de jōnin, sonriendo ambos casi invisiblemente. Pensó en lo que haría la pelirroja en su lugar, obviamente no dejaría que esos doce niños salgan de la aldea y menos a un jinchuriki que estaba en la mira de esa organización. 

—Los dejaré ir, pero solamente irán cuando el escuadrón de búsqueda regrese —espetó, generando emoción entre los ninjas—. Kazekage, va lo mismo para ti.

—Comprendo.

—Lo hago por Miko, no creo que ella quisiera que las dos personas que ama se vieran en peligro solo para buscarla —vociferó en voz baja, sin atraer la atención de los jóvenes—. Naruto, escolta al Kazekage y a sus hermanos al departamento en el que vives. Un ANBU los irá a buscar cuando el escuadrón llegue.

—¡Gracias, abuela Tsunade!

Las horas pasaron y aquella generación se impacientaba cada vez aún más cuando el escuadrón volvió cuando estaba amaneciendo, seis horas de espera que solo aumentaba la preocupación en ellos y en toda la aldea porque el tiempo que tenían para encontrarla solo se reducía y ya todos se veían entre sí con sus ropas de funeral entre sus manos, sin dar a crédito que dieciocho horas habían pasado y ningún hallazgo se presentó de la Hokage. Naruto junto sus amigos partieron a la entrada de Konoha, fijándose que todo estaba equipado y escuchando atentamente a la estrategia que Shikamaru daba y que Shino junto con Neji aportaban ideas para otra estrategia si la primera fallaba.

Naruto miró a su costado, sintiéndose extraño de pronto ante la sensación de que algo mucho más poderoso que él se presentara a su alrededor. 

—¿Juegas? 

Asustado, sacó el kunai que le había regalado Miko, girando sobre su eje ante esa voz sedosa y fémina que estaba cargada de diversión. Sus ojos azules dieron con una silueta femenina que se acercaba a él con cartas entre sus manos, mirándolo juguetonamente. Su vestido escotado y pulcro se arrastraba por el suelo sin delicadeza alguna, como si no le importase ensuciar tal vestimenta carísima. Se plantó frente a él, apareciendo de pronto una mesa circular que mostraba un mazo de cartas de una sola tonalidad, blancas.

—Hola, Naruto —saludó ella, con una integrante alegría en su voz.

—¿Vida? —preguntó dudoso, recordando vagamente que su madre siempre tiraba referencias a los juegos de la Vida.

—Al parecer mi mejor jugadora te habló de mi —sonrió con orgullo la mujer, tomándose el atrevimiento de acariciar la mejilla bronceada del varón que se quedó estático en su lugar—. Veo en ti demasiadas cosas que me hacen recordar a ella, su voluntad de fuego está en ti.

—¿Cómo es que te puedo ver? ¿Y ellos no? —señaló a sus amigos que seguían hablando lentamente, sin prestarle atención.

—¿Nunca te preguntaste el por qué tu tía tenía esa manía con las referencias a los juegos de la Vida? —inquirió, ignorando la pregunta que realizó el menor. Él la observó con desconfianza pero asintió, logrando que ella aumenta su sonrisa—. Pocas veces el ser humano me pudo visualizar, y muy pocas veces me podían ver como lo que soy: una jugadora de las cartas. Ella lo hizo. Comenzó cuando fue a entrenar en el Monte Rojizo, en donde tuvo que aceptar las decisiones que había tomado y pensar en las del futuro; ahí pudo verme —miró con nostalgia el cielo que comenzaba a aclararse, recordando los viejos tiempos—. Es ilógico y para nada natural pensar que la tan jodida y mierda de la vida era una mujer que le gustaba jugar cartas. Míralo de esta forma: tu siempre jugaste conmigo inconscientemente, sin pensar más allá de tu capacidad, sin mirar más allá de los parámetros que hay en la vida. Pero ahora pudiste verme, porque aceptaste las decisiones del pasado y la del futuro, pensaste en las próximas cartas que usarías a tu favor para buscar el cuerpo de Miko, y pensaste en mí.

—¿Pensé en ti? —cuestionó, ladeando la cabeza con confusión.

—Exactamente, pensaste que si la Vida era una buena jugadora tu debías serlo mejor, solo por ella —le dio un pequeño toque a la nariz del rubio que se la acarició con su ceño fruncido—. Ahora, mi pequeño jugador, puedes unirte a los juegos de tu tía y podrás verme.

—¿E-Ella sigue... viva? —tragó saliva con su vista nublada, tomando con un temblor tres cartas del mazo, copiando lo que había hecho al mujer peli-blanca frente a él.

—¡Por supuesto! No sabes lo reñido que fue nuestro juego, ella hizo de todo para no alejarse de tu lado y de aquellos que le importa —se mordió el labio, mirando las cartas y tiró una al centro de la mesa—. Tiempo: veinticuatro horas.

—Bloqueo —leyó, sin saber lo que estaba haciendo, mirando con nerviosismo lo que significaba las dos que le quedaba.

—Tiempo: siete minutos —le sonrió tiernamente, pareciéndole tierno que sus manos tiemblen—. Recuerda, estamos jugando con lo que le pasará a ella —tocó con la punta de su dedo índice el centro de la mesa, deslizando su dedo por ésta para sacar las tres cartas para dejar ver el rostro durmiente de Miko.

—Lo sé —aplanó sus labios con duda—. Muerte: corazón noble —mostró el pedazo de papel rectangular, donde la muerte acariciaba un corazón dorado sin hacerle daño.

—Buenísima jugada, digno de alguien que creció con los juegos de ella —soltó una risilla, lanzando otra— Muerte: muerte piadosa.

—¿Q-Qué significa esta carta 'ttebayo? —mostró al única que le quedaba, ganándose un carcajada por parte de la Vida.

—Mi pequeño niño, esa es la carta de la vida —le acarició nuevamente su mejilla para luego  juntar sus cartas y desaparecer la mesa—. Ella vivirá, solamente aumentaste el valor de mi carta. Muerte piadosa significa que le dará una segunda oportunidad a Miko de vivir, solo si ella de corazón noble, y tu con la carta de la vida solamente declaraste que ella es digna de vivir —informó, dándole un ligero beso en la frente del menor—. Lo has hecho bien.

Naruto parpadeó, mirando a los lados sin ver a aquella preciosa mujer y escuchó lo que minutos antes había dicho Shikamaru antes de encontrarse con la Vida en persona. «¿Habrá sido un genjutsu? Pero sentí real el beso» se acarició la frente con duda, notando que una carta con el símbolo de un árbol blanco estaba en su mano y ahí lo supo, todo lo que había pasado en los últimos diez minutos había sido real. Tragó saliva, viendo al frente y avanzó con un ligero temblor recorriéndolo enteramente.

Ahí estaba ella, al pie de las enormes puertas, con su ropa hecha girones y su capa rota, demasiados cortes profundos en parte en su piel expuesta, sangre cayendo por toda su frente mientras su ojo izquierdo estaba cerrado por aquel líquido rojizo. Se tocaba su abdomen con fuerza, con muchas vendas rodeándolo, y su pierna poseía una torniquete; pero a pesar de eso, sonreía con levedad mirándolo, como si supiese que por fin vio a aquella mujer jugadora.

—Ya llegué.

Dijo Miko, para luego desplomarse en el suelo que rápidamente se tiñó de rojo.













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