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Capítulo 12• Lo inimaginable.


El atardecer había caído hace unos minutos, y pese a que Yibo guardaba en su interior fuertes intensiones de regresar a la casa de Xiao Zhan y hablar sobre lo sucedido en la madrugada, su cuerpo se sintió de pronto muy pesado para cooperar consigo. Bien sabía que una parte suya, —quizás la más orgullosa—, se hayaba profundamente herida después de lo acontecido como para correr en busca de un hombre que le rechazó.

Otra vez.

La sensación fue casi idéntica a aquel fatídico día en que todo explotó, los secretos fueron sueltos y huyó cobardemente de la escena antes de hacerse responsable de las consecuencias inéditas de sus actos. Todo por un arranque de furia y una tormenta de celos por saberse el segundo, el amante, y el juguete temporal de Xiao Zhan; el hombre al que amaba contra todo pronóstico, reusándose a aceptar que él no era el único individuo en su cama.

Amargas lágrimas se deslizaron de entre sus ojos café claro, rodando pausadamente por la extensión de sus mejillas acaloradas y rojas como un tomate maduro. El estómago se le contrajo y una sensación desagradable se situó en el, un nudo retorciéndose y apretando a cada segundo que trascurría.

Ahogó un jadeo de dolor.

—Maldita sea ¿Cómo puedes seguir jodiéndome el cerebro después de que me rechazaste y te fuiste? —Yibo agitó la cabeza con ligereza. La frustración misma le atiborraban cada célula viviente en él.

Deseaba echarse a correr y patearle el trasero a Xiao Zhan, reventarle la boca de un certero puñetazo hasta dejarle chorreando sangre, propinarle un golpe en la boca del estómago y sacarle el aire. También deseaba arrancarle los cabellos a jirones y encestarle un rodillazo directo a su descendencia.

Claramente, si por él fuera cumpliría cada una de las retorcidas y —muy— justificadas ideas, sin embargo.

Suspiró derrotado.

No iba a hacerlo, su valor era casi nulo y únicamente se avergonzaría y reprocharía por la decisión estúpida y su falta de autocontrol.

La puesta de sol se alcanzaba a ver detrás del gigantesco océano, escondiéndose como él lo estaba haciendo ahora.

Chasqueó la lengua, irritado ante la posibilidad de estarse comportando como un niño malcriado después de que sus padres no le comprasen un juguete nuevo porqué se portó mal.

—No me he portado mal —se dijo para si mismo. Entonces, recordó que estaba casado, y que ya no era mas un alma libre como para hacer y deshacer a su antojo. Y él había besado a Xiao Zhan, o mas bien, éste lo hizo. Xiao Zhan lo besó y él no se resistió un sólo poco— ¡Oh, cielos! No debí entregarme de esa forma. No, no y no.

Su puño izquierdo golpeó tres veces la caliente arena bajo su palma.

La posibilidad de encontrárselo al regresar era horrorosamente alta, nada nuevo. A fin de cuentas, Xiao Zhan era el dueño de la hermosa casa en la playa, mientras que él... Él solo era un intruso en medio de una situación desfavorable.

Quería dormir, dormir hasta que sus problemas se dignasen a desaparecer por si solos y como por arte de magia. No obstante, él era un adulto de veintiséis años, y un ejemplar profesor en la universidad más prestigiosa de Shangái, creer en la magia y en los milagros quedó muy atrás, mas específico, en su alegre niñez.

No debía existir lugar dentro de él para patéticas inseguridades, pero tendía a flaquear y volverse débil, un punto perfecto para un cazador en cuanto al amor romántico se refería. Estaba de pronto muy cansado de tanto darle vueltas a un mismo asunto.

Bostezó.

—Ya deberías irte. —Una preocupada voz a su espalda le hizo ponerse de pie, sacudirse el trasero furiosamente y girar sus talones, encarándole.

Frunció el entrecejo al no reconocer ese rostro amable, decorado por unos cálidos ojos chocolate, una sonrisa genuina y un brillante y desordenado cabello negro.

Exhaló profundo—: Mira, no eres nadie para ordenarme que hacer y que no hacer, por lo que te pido, o más bien, te exijo, limitante a disfrutar de tu viaje y no meterte en asuntos que no son de tu incumbencia —dijo apretando los labios en una tensa línea.

No estaba un poco contento.

El que un extraño llegase de la nada y le soltase aquellas palabras en un momento de meditación total le hizo explotar. Sí, quizás se pasó y fue grosero, pero él no iba a disculparse de ningún modo.

Además, él no lo llamó.

—Lamento si interrumpí algo, pero... —Yibo enarcó una ceja en dirección al hombre extraño—, me pareció que llevabas demasiado tiempo sentado en medio del infernal sol. Eso, querido amigo, no es sano —le reprendió.

Yibo rodó los ojos, indignado.

Odiaba que le dijesen que hacer y que no, como también, que se metieran en sus asuntos.

—Es mi problema si me jodo, ¿no? —Le dio la espalda y posó su agraviada mirada en las oscuras aguas, las olas rompiendo furiosamente contra la orilla se alzaban vertiginosamente a una altura que le congeló el corazón.

Era tarde, y no debía estar allí por el peligro que representaba el mar a esas horas.

Y todo por culpa de un metiche, pensó.

La noche cayó y él ni cuenta se había dado, los turistas se esfumaron y solo quedaron el alto hombre frente a él vestido con un diminuto bañador color negro y él.

Le escuchó reír, pero no se volvió a él.

—¡Vaya! Pareces un lindo chico, lástima que tengas una lengua muy afilada y sucia.

Quizo reír y golpearle por aquel sarcasmo. No lo hizo.

—Entonces malditamente créelo, porque es cierto. —Yibo le sugirió. Sintió sus pasos cerca, tan cerca que se volvió a su encuentro, molesto por la persecución y el encaprichamiento a continuar con una charla que no le interesaba— ¿Se te ofrece algo?

Sus dientes estaban apretados, y una sonrisa forzada se dibujó en sus labios gruesos y suaves.

—¿Cuál es tú nombre? —Le miro tres segundos y después bufo incrédulo. Apartó enseguida la mirada de ese tipo—. Lo digo por que jamás te había visto, y cada verano siempre estoy acá, sin falta —se explicó para no confundirle u enojarlo.

Pero ya lo estaba.

Yibo se obligó a bajar la guardia un momento y ahogar las sensaciones de agresión y cólera muy dentro suyo. Desquitarse con el hombre por algo que ni siquiera le correspondía no era justo, se dijo un poco arrepentido por su desairosa actitud.

Así que se limpió las manos en su pantalón corto de un tono verde y con flores dibujadas, luego, extendió su mano y sonrió amigablemente.

—Wang Yibo, un gusto. —Sus ojos se clavaron en los ajenos, maravillando al desconocido— ¿Y tú eres...? —mordió sus labios, la pregunta colgando.

Durante unos cuantos segundos, el —todavía— desconocido hombre se perdió en aquel joven y atractivo rostro, ocasionando que el dueño de éste chasqueara la lengua, reconociendo muy bien sus intenciones para con él. Por lo que al atisbar su molestia y una pizca de decepción, se decidió a responder.

—Oh, lo siento. Wang Zhuo Cheng, y el gusto es mío —. Tomó su mano en un acto que le desconcertó, depositando un suave beso en el dorso de esta.

Sintiéndose de repente exasperadamente incómodo por su actuar, se safó de manera sutil, regalándole una sonrisa nerviosa.

—Me tengo que ir —informó. Rogando por que le dejase marchar ya.

Por un momento, le pareció ver algo asemejado a la desilusión brillar en sus ojos, pero no estuvo muy seguro que así fuese.

—Claro, adelante.

Mordiéndose los labios con fuerza, se alejó, percibiendo en todo momento la mirada fija en su espalda baja.

Cuando estaba por entrar a la casa un grito estrepitoso le hizo desistir y parar toda acción.

—Mañana a las 12:00 pm.

Yibo sonrió feliz, ingresando y cerrando tras suyo. Suspiró, aquel hombre era endemoniadamente  guapo. Pero negó al caer en cuenta de sus pensamientos indecorosos.

Él estaba casado, y no tenía tiempo para filtear en ausencia de su esposo. Además, no era correcto.

Y si...

—¿Qué estás pensando, Yibo? —se recriminó, ojeó la sala y al ver que no había nadie se sintió mas relajado. Posteriormente, pasó directo a su habitación, encerrándose un largo rato en ella.

Cuando por fin reunió las fuerzas suficientes para abandonar la habitación pudo ver a traves del ventanal de la sala que la oscuridad se había apropiado completamente del exterior. La luna brillaba en lo alto del cielo, y eso le dio una idea del tiempo exacto en que debió permanecer aislado en el interior de cuatro paredes, abochornado de enfrentarse a Xiao Zhan.

Sus ojos se posaron en el gran reloj colgado en una de las paredes, se fue para atrás al descubrir que era mucho mas tarde de lo que imaginó, las manecillas indicaban las dos y veinte de la madrugada. Lo que era raro, no tenía una sola gota de sueño, y era gracioso, sobre todo, después de estar fantaseando con echarse sobre la cama y descansar.

Xiao Zhan era el único culpable de la ausencia de sueño en él.

—¡Mierda! No otra vez.—Siempre acababa pensando en él, no quería, se rehusaba a hacerlo.

Se encaminó a la cocina en busca de un vaso de leche, o agua tal vez, pero los recuerdos aún frescos de lo sucedido entre Xiao Zhan y él le golpearon fuerte y sin remordimientos. Recio a ingresar se dio la vuelta, dispuesto a regresar y dormir, aún que le costase. Pero su retiro se vio interrumpido por una mujer media dormida, de cabellos café oscuro, piel blanca y ojos marrones.

Y ante el duro impacto, la tiró al suelo sin querer.

Sus ojos saltaron en preocupación.

—Discúlpame, no me di cuenta que estabas tras de mí. —Se encorvó y la ayudó a ponerse de pie aún si su corazón solo le exigía saber el porqué de su presencia allí, y a esas horas.

La mujer se safó de su agarre, arisca ante su toque y cercanía.

Yibl bajó la cabeza no sabiendo que más decir para romper el hielo.

—¿Quién demonios eres tú? —exigió saber después de un largo tiempo sumidos en un silencio crispante.

Levantó la mirada de golpe, el corazón se le apretó y un desagradable presentimiento se agolpó en él. Lo belleza de la mujer le dejó sin aliento, eso significaba que...

Tragó grueso, empujando el precipitado pensamiento al fondo del abismo.

—W... Wang Yibo —saludó con la voz en un hilo y la garganta apretada.

Su mano no fue estrechada, y eso le enojó, y al mismo tiempo, le asustó. Bajó la mano, su palma sudorosa y temblando.

Tonto, se reprendió ¿Por qué te niegas a ver lo obvio?

Atrapó su labio inferior entre sus dientes y desvió la mirada, concentrándose en un punto inerte ¿Que iba a decir?

—¿Y? ¿Quién eres? —Extrañado ante la pregunta inconcreta, Yibo deformó su expresión en una atiborrada de palpable desconcierto. La mujer sin presentarse, rió—. Me refiero a... ¿Qué eres de él? —seguía en las mismas—. Estoy hablando de Zhan. 

Algo dentro de su pecho ardió, no le gustó la manera en que lo llamó.

Demasiado íntimo, asintió.

—Oh, eso. —Rascó su nuca, fingiendo demencia cuando por dentro se estaba rompiendo.

—Entonces... ¿Me darás una respuesta o no? —increpó la mujer con una mirada helada.

Asintió un poco indeciso.

—Soy su yerno. —Finalmente le respondió, pudo percibir el alivio embargar el cuerpo de la mujer frente a él. Lo cual, lejos de confundirle, solo acrecentó sus dudas y mas hondos temores.

La carcajada que soltó la mujer le hizo arquear una de sus cejas, sorprendido.

—Oh, perdóname. Creí que eras otro mas del montón —soltó una vez detenida su risa.

—¿De qué me estás hablando? ¿Otro chico mas del montón? —Se le corto la respiración, Yibo se ahogaba.

Por favor no, rogó en su mente.

—Sí.

—Me es dificil comprender lo que tratas de decirme ¿Podrías explicarme mejor? Iniciando con... ¿Quién eres y que mierda haces aquí? —Brusquedad.

La mujer esbozó una amigable y feliz sonrisa.

—De acuerdo —asintió—. Soy Meng Zi Yi, la novia y futura esposa de Zhan. Un gusto.

Zi Yi alargó su mano, y se limitó a estrecharla con el corazón echo pedazos y las lágrimas burbujeando en sus ojos. Sí, era evidente que alguien tan guapo, rico y exitoso como Xiao Zhan no iba a quedarse a pasar su vida solo, sobre todo, después de lo loco que estaba por el sexo.


Hola queridos lectores. Buenos días, aquí les traigo el primer capítulo de la semana, espero lo hayan disfrutado. Como leyeron, ya apareció Zhuo Cheng y Zi Yi, curiosamente en el mismo capítulo ¿Qué va a pasar? 

Besos.

Y recuerden «No a la lectura fantasma».

🌙Yessie.

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