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12. Promesas y advertencias

—¿Estás lista?—le pregunta Yeri a Nayeon, ella asiente mientras abotona las mangas de su camiseta.

—Ellas olvidaron darnos su dirección.—dice Nayeon de manera burlesca.

—Preparé un mágico glaseado que nos ayudará, Nayeon.—responde la pelirroja.—¿Ya hablaste con el señor Park?—interroga volviendo al tema.

—Lo pensaré, Yeri.—responde Nayeon, dándole una respuesta que pudo entender perfectamente.—Ella no puede estar de vuelta, porque no es una de nosotros.—dice tratando de evitar su tristeza.

—Te queremos, Nayeon, si estamos aquí es porque pasamos por lo mismo, siempre tendrás nuestro apoyo.—ambas intentan no mostrar sus emociones.

Yeri sostiene la mano de Nayeon y ambas se encaminan hacia el camión decorado de dulces.

—Está como nueva.—Nayeon acaricia el vehículo—Como la primera vez que la construimos.—sonríe.

—¿Preparadas chicas?—pregunta el anciano Jinyoung y ambas asintieron, entraron a la camioneta.—¿A dónde vamos primero?

Yeri aplica un poco de glaseado sobre la llave, se le da a Jinyoung, él la colocó sobre el encendedor. Una vez prende la camioneta, un olor a pastel horneándose llegó a sus narices, el azúcar multicolor se miraba a travez del retrovisor y en cuestión de segundos, están frente a un local, la repostería de Jihyo. Nayeon baja junto a Yeri, encontrándose con dos chicas, de cuyos rostros, solo conocían uno.

—¡Buenos días! ¿Están preparadas?—le pregunta Nayeon a Dahyun. Antes de que ella respondiera, fue interrumpida por Momo.

—¡Sí!—afirma la japonesa con una sonrisa traviesa.—¡Quiero comerme a Candyland!—grita emocionada.

—¿Qué esperas para entrar a la camioneta?—le dice Nayeon y Momo la observa sorprendida y comienza a oler la camioneta.

—¿Se puede comer?—le pregunta.

—Si quieres ir a Candyland, no debes hacerlo.—contesta ella.

—¡Ven Dahyun vamos a entrar!—agarra la mano de su novia.—Sígueme la corriente, Jihyo no se debe enterar de nada de esto.—le susurra al oído.

—Yeri acompáñalas por favor, buscaré a Jihyo.—le dice Nayeon, la pelirroja hizo caso y entra a la camioneta con las dos chicas.

—¿Panqueques con frutas?—Jihyo se ve emocionada luego de que Sana le preparara el desayuno.

—¡Pruébalo! ¡Los hice solo para ti!—le sonríe—Yo mientras tanto, sacaré los trastes que están en el lava platos.

—¡Hazlo con cuidado, por favor!—le recuerda Jihyo y le da un mordisco al panqueque.—¡Están delicioso!—exclama ella con la boca llena, disfrutando de la mezcla de sabores salado y dulce de los panqueques.

—Agregué un ingrediente secreto.—responde Sana, su creadora dirige su mirada hacia ella.

—¿Qué ingrediente fue?

—Ya lo dije, es secreto.—le guiña un ojo y tira un beso a la vez.

—¡Guau! ¿En dónde aprendiste a ser tan sexy?—agarra su vaso de jugo y comienza a beber.

—Una revista que encontré bajo tu cama, Playboy, creo que así se llamaba.—dice tranquilamente.

Jihyo escupe todo su jugo.

—No tengo revistas eróticas en mi habitación.—intenta aclarar.—¡No es mía!

—¿Por qué estaba debajo de tu cama?—Sana se acerca a ella.

—No lo sé, pero no es mía.—sigue negándolo y Sana la observa los ojos.

—Repítelo de nuevo, mirándome a los ojos.

—Bien...—dice rendida y coloca su vaso de jugo sobre la mesa.—luego de que rompí con Tzuyu le pedí una revista a Momo, pero por favor, no se lo digas a Dahyun, no debe enterarse de esto, se enfadará si se entera de que Momo me presto una revista de su colección.—habla rápidamente por causa de sus nervios.

—Ya no necesitas esa revista.—hace una pose sexy con torpeza, Jihyo evita reír.—No te rías, puedo ser más sexy que esas mujeres, ¿y lo sabes?

—Lo sé, eres hermosa.—Jihyo le sonríe.—Me gusta conocer un lado que no agregué en ti, sexy.

—¿Acabas de admitirlo?—pregunta Sana sonrosada.

—Sí, y tierna también, es una perfecta combinación, soy afortunada por tenerte.
Cuando seas humanas, cambiaran algunas cosas, pero, quiero que sepas que te querré de todas las maneras.

—Cambiarán algunas cosas, pero no cambiará el hecho de que te siga amando.—Sana se acerca a Jihyo y con su dedo pulgar limpia un la pegajosa miel que hay en las comisuras de sus labios.—No tengo ojos para nadie más, solo para ti, quien me creo y cuando sea humana prométeme que bailaremos bajo la lluvia, aunque al día siguiente nos dé gripa.—ambas ríen.—Y...—se queda pensando por varios segundos y agacha su cabeza.—esperaré el día en que tus labios me digan Te amo.—sin más que decir, besa a Jihyo.

—¿Qué hacemos? Jihyo llega en media hora.—le pregunta Nayeon a Jinyoung.

—La podemos buscar a su casa.—contesta él.

—No podemos arriesgarnos, y menos con el aspecto que tiene la camioneta.—contesta ella.

—¡Llámala!

—Solo tengo teléfono de casa, no un celular.—específica ella.

—¿Y si se lo pides a la que se comió todos los pastelitos?—señala a Momo y Nayeon se acerca a ella.

—¿Puedes comunicarte con Jihyo?—pregunta.

—¿Por qué el viaje fue antes de las 48 horas?—Dahyun interviene en la conversación.—Apareces de la nada y no das explicaciones. ¿Crees que podemos confiar en ti?

Nayeon suspira.

—Exacto, también... ¿cómo puedes explicarnos que el anciano no es un Oompa Loompa?—Momo habla con la boca llena.

—Eso no existe en aquel mundo.—responde Nayeon.—Todos allá son de jengibre. Ahora, ¿alguien me puede hacer el favor de llamar a Jihyo?.—Dahyun y Momo se miran espantadas. Pero Momo agarra su celular y le marca a Mina, esperando por varios segundos a que ella respondiera.

—¡Aló! Una mujer pregunta por ti.

—Me llamó Nayeon, dile que soy Nayeon.—le dice ella.

—Nayeon le dicen... sí... avísale sí... es que mi novia no me deja... bye.—Momo finaliza la llamada.—Listo, vendrán en unos minutos.—le sonríe y continúa comiendo.

Jihyo deslizó su mano por la espalda de Sana, ella baja sus besos a su cuello y le desabrocha  la camisa de Jihyo, poco a poco.

—¿No es molestia si llegas tarde a tu trabajo?

—Dahyun, se encargará de abrir la tienda.—responde ella y continúa besando a Sana.

En ese instante suena el teléfono de Jihyo y a la vez tocan la puerta de su apartamento.

—¡Jihyo! ¡Sana! ¡Soy yo, Mina!—grita mientras sigue tocando la puerta. Sana se dirige abrir y  Jihyo se acomoda su ropa.—¿Llegué en mal momento?—pregunta ella.

—No, estábamos desayunando.—responde Sana.

—Nayeon está en la repostería, esperándonos.

—Faltan más de doce horas, ¿Por qué tan temprano? ¿Quién te avisó?—pregunta Jihyo, una vez termina de abotonar su camiseta.

—Fue Momo...—responde. La mirada de Mina no podía mantenerse centrada en los ojos de Jihyo.—tienes algo rojo y brillante en tu cuello, es como si fuera un...

—Le cayó un poco de azúcar encima.—interrumpe Sana y trata de limpiar la mancha roja de Jihyo pero no sale.

—Oh, entonces ¿vamos?—pregunta ella, ambas asintieron y siguieron a Mina hasta su auto.

Aparcaron el coche frente al camión decorado de dulces, Mina lo apaga y rápidamente se baja.

—¡Guau! ¡Es una fantasía! Ni el camión de helados puede ser así.—grita emocionada,  Jihyo y Sana también están sorprendidas.

—¡Guau! Es el mejor trabajo que he visto.—dice  Jihyo.

—¡Al fin llegaron!—Nayeon se acerca a ellas.—¿Sana estás bien?—le pregunta.

—Mejor que nunca.—responde ella.

—Conozco ese brillo en tus mejillas y ojos, debes a ver pasado unas horas agradables con tu creadora.—le dice en un tono coqueto.—¡Vamos a la camioneta!—Nayeon empuja a Jihyo y Sana.—necesito hablarles de algunas cosas. En primer lugar, el tiempo de Candyland no corre igual al de aquí, una hora aquí pueden ser dos días allá...—La chica de jengibre la observa preocupada.—No afecta en tu ciclo de vida, cariño, allá es como tener vida eterna.—le explica.—Hay más reglas de las que le debo avisar a todas pero, se las haré saber una vez lleguemos.

—¿Ya están todos los pasajeros?—pregunta Jinyoung.

Yeri los cuenta a cada uno mientras los apunta con su dedo índice.

—En total somos siete, ya podemos irnos.—dice Yeri. El señor sin pensarlo dos veces, enciende y acelera la camioneta.

—En dos minutos estaremos en Candyland.—dice él, a través del micrófono.

—Momo y Dahyun ¿qué hacen aquí?—pregunta Jihyo.—No las invité.

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