Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🌸14🌸

El inframundo se encontraba en un inusual estado de inquietud. Los ríos oscuros que serpenteaban el reino parecían murmurar secretos que ni las almas perdidas podían descifrar.

Las aguas del Estigia se agitaban bajo una luna perpetua, y el eco de los pasos de Suga resonaba por los pasillos como un presagio. El aire estaba cargado de tensión, como si incluso los propios muros del palacio de Hades supieran lo que estaba por venir…

Suga, el hijo menor del señor de los muertos y la reina de la primavera, caminaba por los pasillos con pasos firmes, aunque su corazón latía con la furia de una tormenta. 

Había tomado una decisión que no podía deshacer. Amaba a Jimin con todo su ser, un amor que no se limitaba a las palabras o los gestos, sino que resonaba en los rincones más profundos de su alma inmortal. Pero ese amor tenía un precio. Ares, el dios de la guerra, lo había declarado una ofensa personal, un desafío a su orgullo. Para Ares, Jimin, no era solamente un hijo más, sino que era sangre de su sangre, nacido de la unión entre él y Afrodita, la diosa del amor y la belleza.

Jimin era el reflejo perfecto de sus padres. Poseía la gracia y el encanto magnético de Afrodita, pero también la intensidad feroz y el orgullo de Ares. Es por eso que Ares no se permitiría perder a un hijo tan poderoso.

Si bien, había algo más en él, algo que lo separaba de la arrogancia de su linaje: una bondad inherente que lo hacía único entre los dioses y los mortales. Y era esa bondad, esa luz en medio del caos, lo que había capturado el corazón de Suga. 

En el corazón del palacio, Hades y Perséfone lo esperaban en una sala que parecía hecha de obsidiana líquida, con un trono para cada uno que irradiaba un aura de autoridad incuestionable. Suga se inclinó ante sus padres, pero no como un hijo sino como un igual exigiendo respeto. 

—He venido ante ustedes para darles la noticia que me casaré con JiMin, hijo de Afrodita, la diosa del amor y la belleza y Ares, dios de la guerra y la destrucción.

—No puedes hacer eso hijo mío. JiMin aún no es capaz de desposar.—le dijo su madre.

—Esperaré el tiempo que sea necesario para poder casarme con él—aseguró con voz firme—. Así que les agradeceré mucho que no traten de casarme con alguien más, pues mi corazón pertenece únicamente a JiMin.

—¿Estás seguro, hijo? ¿Qué nos asegura que no cambiarás de opinión?

—Mi decisión no cambiará, padre. Jimin será mi esposo, y si Ares busca la guerra, entonces la enfrentaremos juntos. 

Hades lo miró con sus ojos insondables, tan antiguos como el tiempo mismo. Su semblante era el de un juez implacable, pero en el fondo de su mirada brillaba algo más: orgullo. 

—La guerra no es un juego, hijo mío —respondió con voz grave—. Pero veo en ti una resolución que pocos dioses poseen. Así que si este es tu camino, el inframundo estará contigo. 

Perséfone se levantó de su trono, su figura irradiando una mezcla de gracia y poder. Apenas se acercó hasta su hijo, sus dedos rozaron la mejilla de este, como si quisiera grabar ese momento en su memoria. 

—No subestimes a Ares, hijo mío. Su furia no conoce límites y más cuando se trata de su hijo. Sin embargo, el amor que defiendes… —hizo una pausa al mismo tiempo que sus ojos ojos se suavizaban al ver a su hijo menor. El bello fruto del amor que existía entre ella y su esposo—, ese amor es digno de cualquier batalla—aseguró.

Suga inclinó la cabeza. No necesitaba más palabras. Sus padres lo respaldaban, y eso le daba fuerzas para lo que vendría…

__________________

Esa misma noche, Suga descendió a los jardines ocultos del inframundo, un rincón secreto donde él y JiMin habían acordado de encontrarse.

Su corazón comenzó a latir al imaginarse la imagen viva del chico pelirosa que tanto amaba.

La fiesta había terminado y antes de que la luna pudiera esconderse. Suga le había propuesto una vez más matrimonio a JiMin, esta vez prometiendo luchar por su amor a capa y espada.

Sin embargo, JiMin lo volvió a rechazar. No porque no quisiera, al contrario, JiMin era lo que más anhelaba, contraer matrimonio con el pelinegro. Quería estar a su lado por la eternidad, pues Suga se había robado su corazón y sería el único a quien permitiría robarlo.

Sin embargo, temía por su bienestar. Más aún cuando su padre había amenazado a Suga

Suga no aceptó un no por respuesta. Fue así que decidió esforzarse el doble en su tercera propuesta de matrimonio. Porque por ahí corría una frase mortal que decía, la tercera es la vencida y él estaba dispuesto a ponerla en práctica…

Una vez que llegó hasta donde los jardines, lo pudo ver. Allí estaba Jimin, sentado junto a un estanque donde las aguas brillaban con un tenue resplandor azul. El joven parecía fuera de lugar en ese entorno lúgubre, pues su belleza etérea contrastaba con la penumbra que los rodeaba de una manera que logró cautivar al pelinegro, hasta dejarlo sin palabras…

—Eres muy hermoso, ¿lo sabes?—habló, logrando llamar la atención del pelirosa.

Este dejó de jugar con el agua, para después mirarlo con una sonrisa ladina.

—Por supuesto que lo sé. Me lo dicen todo el tiempo…—contestó el pelirosa con un tono juguetón.

—Oh, tienes razón. No por nada todos los hijos de los dioses desean casarse contigo…—respondió Suga con el mismo tono que había usado JiMin.

—Sí, pero se ha puesto un poco difícil la decisión… No sé si HoSeok, hijo de Apolo o Félix, hijo de Hermes, dios de la muerte, sean buenos candidatos… ¿Tú qué dices?—se dirigió hacia el pelinegro, quien a pesar de intentar ocultar su disgusto por aquellos nombres, contestó.

—¿Qué hay de Suga, hijo del dios del inframundo?—le ofreció con una sonrisa juguetona, al mismo tiempo que se acercaba hasta JiMin.

Una vez cerca de él, le ofreció su mano, quien la aceptó de inmediato. Suga lo obligó a ponerse de pie, quedando frente a frente el uno al otro. De pronto, con autoridad, Suga lo tomó de su cintura, para después aproximarlo hasta él.

—Creo que es el mejor candidato para alguien tan especial como tú…—continuó en medio de un susurro, sus labios a pocos milímetros de distancia.

Sus respiraciones cálidas se golpeaban con intimidad, al mismo tiempo que sus corazones latían con ferocidad al estar así de juntos. Sus miradas permanecían fijas en sus rostros, admirando la perfección del otro, sintiéndose completamente afortunados de haber sido flechados por cupido…

—¡Ey! ¡No se vale ofrecerte a ti mismo!—respondió JiMin, continuando con el tema, rompiendo por un momento la placentera tensión que se había formado hace un momento.

—Nunca mencionaste que no se podía…—respondió el pelinegro con picardía. Mientras se negaba a soltar la fina cintura de su chico.

Sin poder soportar más la lejanía, Suga tomó la iniciativa y se dirigió a besar los labios de JiMin. Unos labios que con el simple hecho de existir lo habían convertido en su esclavo por la eternidad. Pues Suga moriría feliz con el simple hecho de ser el esclavo de JiMin y estar a su disposición.

De pronto, en medio del beso tan apasionado que estaban viviendo, las flores de aquel jardín comenzaron a brillar gracias a un fuego azul neón que las iluminaba, más no las consumía. Y de un momento a otro, las flores comenzaron a flotar hasta formar un corazón al rededor de ellos.

—¿Qué es lo que tramas?—inquirió JiMin con emoción, mientras admiraba las flores arder al rededor de ellos.

—No lo sé… descúbrelo por ti mismo… —después de eso, alzó su rostro para poder ver las estrellas en el único lugar del inframundo que era capaz de brindar la imagen del cielo.

JiMin levantó su mirada de igual manera, encontrándose con las estrellas acomodadas de tal manera en que su nombre estaba escrito en ellas pero no sólo eso, sino que también estaban escritas las palabras: ¿Quieres ser mi esposo?

Su corazón inmortal dio un vuelco en su pecho al leer aquella pregunta que le dolía tanto rechazar. Bajó su mirada y se encontró a Suga de rodillas, ofreciéndole un anillo con un diamante hermoso que brillaba conforme la luz de la luna…

—Y-yo sé que me acabas de rechazar… pero esta vez no aceptaré un “no” por respuesta.—dijo—. Te amo y quiero estar toda la eternidad junto a ti. No me importa si el efecto de cupido se pasa o si tu padre viene por mi cabeza, yo quiero estar contigo por la eternidad. No me importa que es lo que tenga que enfrentar con tal de estar contigo…

JiMin se encontraba perplejo, sin saber que decirle. Él también quería lo mismo. Temía equivocarse, temía ser lastimado, sin embargo, si era así, ¿Qué más daba?

Al menos moriría feliz sabiendo que había amado al amor de su vida y que había luchado junto a él por la libertad de su amor con valentía…

—¡Sí! ¡Acepto!—exclamó JiMin con emoción, dejando a Suga perplejo por unos segundos antes de poder colocarle el anillo.

Después de dedicarle el anillo en su dedo anular, Suga besó el anillo como símbolo de amor.

—Κουράγιο και αγάπη…—leyó JiMin en cuanto se percató que el anillo estaba grabado con esas letras que se podían traducir como: "Valentía Y Amor".

—Es lo único que necesitamos para estar juntos…—le explicó Suga, para después ofrecerle sus brazos y así fundirse en un cálido y seguro abrazo.

—Es lo único que necesitamos…—aseguró, para después reposar su cabeza sobre el pecho del pelinegro, donde se sintió seguro, como nunca antes…

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro