Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

029.ᴀᴅᴇʟꜰᴀ

╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗

ᴀᴅᴇʟꜰᴀ

╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝

━━━13 de Noviembre

ALESSANDRA NO TENÍA NADA QUE DECIR DE LUKE, ELLA TENÍA LA MISMA MENTE PERVERSA QUE ÉL.

—No comprendo cómo esto será útil para la guerra —dije parada frente al espejo mientras Alessandra me subía el cierre del vestido.

Era precioso, me llegaba a medio muslo, con la espalda algo descubierta y de color tornasol, brillaba muchísimo. Me encantaba, me veía fabulosa.

Los padres de Héctor nos habían prestado su casa para que nos preparamos y llevabamos ahí al menos unas tres horas. Muy poco para el tiempo que yo me tardaba en prepararme para una fiesta, pero Lessa sabía más sobre lo que debía usar para verme un poco más mayor.

Meneó la cabeza y pasó sus uñas por mi cabello, desenredando las hebras.

—Ya te lo dije, es un experimento.

—¿Cómo?

—Quiero comprobar una teoría —Se encogió de hombros, tomó mi cabello en una coleta y lo retorció.

—¿Teoría de qué? —cuestioné con dureza—. Literal solo me estás llevando a una discoteca y no me dices por qué. ¡Ay!

Me tiró un mechón y me miró mal a través del reflejo.

—¿Quieres dejar de quejarte tanto? —replicó rodando los ojos—. Tengo mis motivos, y si todo sale como espero, te lo explicaré cuando volvamos.  

—Bien. 

Lessa continuó asegurando el moño en su lugar y luego me miró directamente a los ojos a través del espejo, dio un paso atrás y sonrió.

—Mirá, quedaste preciosa.

Observé mi reflejo, lo que menos me importaba en ese momento era mi apariencia. No podía evitar sentir un nudo en el estómago, pero sabía que tenía que mantener la compostura.

Tenía la sensación de que había algo que me estaba perdiendo completamente, pero no entendía qué. Ella se había estado comportando raro desde esa mañana, cuando Héctor y yo habíamos estado entrenando una vez más.

Se suponía que dentro de dos días debíamos ver a Klaus, y a ella se le ocurría de golpe que era buena idea ir a bailar. Ni siquiera sabía cómo pensaba meterme a esa discoteca, pero pues, con los semidioses rara vez algo es legal.

—¿Cómo conseguiste que Francis y Ariel nos dejen ir sin preguntar?

Ella sonrió, como si tuviera un secreto.

—No te preocupes, esos dos son inútiles —dijo agitando la mano sin importancia—. Ariel es el tipo de hija de Hipnos que se queda dormida demasiado fácil, solo hizo falta ponerle un poco de las hierbas para dormir de Calia y listo. Sueño profundo.

—¿Y Francis?

—Es hijo de Dioniso. Bruno y Julián lo mantendrán entretenido con un poquito de alcohol. 

—¿Ellos están al tanto?

—Sí, claramente necesitaba la opinión de adultos responsables —dijo encogiéndose de hombros—. Es decir, yo soy una adulta responsable, pero ellos tienen el doble de mi experiencia. 

—Ah.

—No me mires así, ellos estuvieron de acuerdo conmigo. —No lo dudaba. Si ella tenía un plan para acabar con Klaus, esos tres estarían de acuerdo. La miré a través del espejo fijamente—. ¿Qué?

—Empiezo a entender por qué eres el alma gemela de Luke. Tienes una mente retorcida igual que él.

Lessa se rió con malicia mientras terminaba de ajustar mi moño. Sus ojos centelleaban con complicidad en el reflejo del espejo.

—Gracias. —Se ajustó su vestido rojo en la zona del busto y agarró mi brazo para arrastrarme al exterior—. Vamos, Héctor nos debe estar esperando, entre más rápido vayamos, antes volveremos y te explicaré todo.

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

Héctor iba manejando y yo a su lado. Lessa iba detrás, con la vista perdida en la ventanilla, sin prestarnos atención.

—Estás preciosa.

Miré a mi lado, y sonreí.

—Gracias.

—¿Alguna idea de lo que trama Lessa? —preguntó Héctor, desviando brevemente la mirada hacia mí.

—Nada claro. Solo sé que quiere comprobar una teoría y que involucra a Klaus de alguna manera —respondí con sinceridad.

Él asintió, nada conforme.

La camioneta se detuvo frente a un edificio antiguo, la música se sentía amortiguada y las luces neón resplandecían en la noche. 

—Nunca he ido a una discoteca —comenté mirando por la ventanilla.

—Tienes quince, es normal —dijo Lessa.

—No te preocupes, a nadie le importa aquí esas cosas —agregó Héctor deteniendo el vehículo.

Me imaginé que debía ser así, Héctor tenía diecisiete, él tampoco debería poder entrar. Aunque la verdad es que él parecía mayor, yo me veía como un minion enano intentando aparentar ser un par de años más grande de lo que tenía.

«Mal momento para ser tamaño hormiga».

Nos bajamos y nos acercamos a la fila. Debían haber al menos unos setenta adolescentes esperando entrar. Los guardias eran enormes y no parecían tener buen humor.

—Vamos.

Lessa me empujó hacia la puerta, los cuatro la seguimos, ignorando a todos los que se quejaban por estar saltándonos la fila. Uno de los guardias nos cortó el paso, mirándonos con los brazos cruzados y una mirada de desagrado.


—Hagan la fila.

Entonces, Lessa me empujó bruscamente hacia adelante.

—Intenta convencerlo —susurró.

—¡¿Qué?! —La miré entrando en pánico, pero ella solo sonrió y me apuntó al guardia. Tragué saliva y volví a mirar al tipo—. Bueno…yo…

—Dije que hagan la fila —espetó señalando detrás.

No tenía ni idea de qué tenía que hacer. Tenía un nudo en el estómago y este tipo era enorme. 

«Vamos, miedosa, te has enfrentado a bestias peores que este gorila» dijo mi conciencia.

Correcto. Sí. Es verdad.

Respiré profundo y me paré más derecha.

—No creo que sea necesario.

—¿No me escuchaste? —replicó inclinándose sobre mí—. Dije que…

—Y yo dije que no es necesario —lo interrumpí,  sosteniéndole la mirada. 

El guardia me miró fijamente, como si estuviera procesando mis palabras. Por un momento, pensé que iba a agarrarme y echarme a patadas, pero no. Sus ojos perdieron el enfoque y sonrió como si estuviera drogado.

—No, por supuesto que no es necesario —murmuró, abriéndonos la puerta con rapidez—. Lamento haberla hecho esperar, señorita. Pueden pasar.

Lo miré enarcando una ceja y me volví hacia mis acompañantes. Héctor tenía una expresión confundida y perpleja, pero Lessa sonreía con soberbia.

—¿Qué pasó?

—Te lo diré más tarde.

Cruzamos el umbral de la discoteca, dejando atrás las miradas curiosas de los que esperaban afuera. El interior estaba lleno de humo de hielo seco, luces parpadeantes y la música retumbaba en mis oídos. 

Lessa lideró el camino con paso firme y seguro en cada movimiento de cadera. Héctor y yo íbamos detrás, él parecía a gusto y confiado, debía venir seguido. 

—Normalmente no es tan fácil entrar con ese tipo —me dijo casi a gritos tratando de hacerse escuchar entre la música—. No sé qué hiciste, pero fue genial.

—Ni yo —admití. 

No había usado el don de Peitos, más bien estaba lista para pelear con él si era necesario. Por suerte, había salido todo bien.

Escudriñé la pista, donde los cuerpos cubiertos de seda y cuero se perdían entre las columnas de humo, todos bailaban con tal sensualidad que resultaba casi obsceno. Y por raro que me pareciera, no me sentí para nada avergonzada, al contrario, era como si aquel lugar desbordado de todo tipo de éxtasis se sintiera natural para mí.

La pulsante energía del lugar se filtraba en mis huesos, y el olor a sudor y perfume se mezclaba en el aire denso, mientras el pulso acelerado de la música resonaba en mi pecho. Detuve mi andar, cerré los ojos respirando hondo y sentí como si una energía desconocida me hubiera invadido de repente, y era intoxicantemente placentera. 

«¿Qué me pasa?». 

Las luces neón pintaban sombras y destellos en los rostros de los presentes. La sangre en mis venas se sentía como lava hirviendo, me sentía sofocada de calor, pero en un buen sentido.

Abrí los ojos, y el mundo a mi alrededor parecía haber perdido su nitidez. Las luces destellaban en un torbellino de colores, y las sombras de los presentes se mezclaban en una danza frenética.

El ambiente se volvía borroso, como si estuviera mirando el mundo a través de un velo iridiscente. Los rostros de las personas se difuminaban en una masa de colores y contornos, y me sentía sumergida en un trance hipnótico. Cada paso que daba era como flotar en una corriente eléctrica, y la música se apoderaba de mis sentidos, haciéndome perderme en su ritmo embriagador.

—¿Darlene? 

Héctor me miró preocupado, pero su rostro, al igual que el resto del entorno, se veía distorsionado por la mezcla de luces y sombras. Una risa suave resonó en mis oídos, y me di cuenta de que era la mía, liberada y sin inhibiciones.

—¿Darlene? —repitió mi nombre, pero esta vez su voz era un eco seductor que se perdía entre las capas de música pulsante.

Lo observé detenidamente, y de repente, el borroso hechizo que envolvía mi visión se despejó. Héctor estaba frente a mí, más claro y nítido que nunca. Su cabello oscuro caía de manera desordenada sobre su frente, y sus ojos brillaban con una intensidad que nunca antes había notado.

—¿Estás bien? —preguntó, pero sus labios se movían en cámara lenta para mí.

Asentí con la cabeza, incapaz de articular palabra.

La risa de Lessa resonaba como un eco lejano, y las luces neón pintaban su figura con destellos fugaces. La discoteca se convertía en un laberinto de sensaciones, donde todo era una mezcla difusa de sonidos, luces y emociones desbordantes.

—Que guapo —murmuré acariciando su mejilla.

Héctor atrapó mi mano y sonrió. Sus ojos volvieron oscuros, como si una sombra de deseo desenfrenado los hubiera cubierto.

Sus labios se acercaron lentamente a los míos, y el pulso de la música parecía latir en sintonía con el creciente deseo que flotaba en el aire. Cerré los ojos instintivamente, dejándome llevar por la corriente intensa que nos envolvía.

—Ok, chicos, es suficiente. —La voz de Lessa sonó como debajo del agua, nos tomó a ambos del brazo y nos apartó—. Héctor, ve al baño a refrescarte.

Él la miró confundido, casi como si no comprendiera sus palabras, pero asintió lentamente y se alejó casi tropezando.

Lessa me sonrió con soberbia.

—Tenía razón.

—¿El qué de qué?

No entendía nada.

Ella señaló a nuestro alrededor. 

La gente se movía con una desenfrenada pasión. Los cuerpos entrelazados bailaban en una coreografía caótica, y las risas y susurros se fusionaban en un murmullo hipnótico. Sentía la presión del bajo retumbando en mi pecho, y las luces neón parpadeaban en una danza de colores que ahora se volvían más vívidos, más audaces.

No estaba segura, pero parecía como si alguien hubiera soltado algún tipo de gas raro, todos parecían drogados.

—Lo hiciste bien —susurró en mi oído con diversión.

La volví a mirar, más perdida que nunca. Estaba por preguntar de qué hablaba cuando una chica algo ebria se estrelló contra mí, se me colgó del cuello y me besó.

El beso inesperado de la chica ebria me dejó aturdida. Era como si estuviera flotando en un mar de luces y sensaciones confusas. Mi mente estaba aún nublada por la extraña sensación que flotaba en el aire, pero ahora se sumaba la confusión de la situación.

Intenté apartar a la chica con delicadeza, pero ella se aferraba con tenacidad, como si estuviera poseída por el mismo frenesí que había afectado a todos a mi alrededor. Miré a Alessandra en busca de ayuda, pero ella estaba ocupada observando la escena con una sonrisa juguetona.

—¡Eh, suéltala! —gritó Héctor, regresando del baño y empujando a la multitud para llegar hasta nosotras.

La desconocida se soltó finalmente, riendo con una mirada vidriosa y pérdida. Se tambaleó hacia otro grupo de personas, dejándome en un mar de confusión.

—¿Qué demonios acaba de pasar? —pregunté, intentando recuperar mi compostura.

—Magia de Eros —dijo Lessa simplemente.

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

Eran casi las tres de la mañana cuando la camioneta de Héctor entró en el Santuario.

Había sido una experiencia rara, después de que Lessa dijo que su teoría se había comprobado, nos llevó a una zona VIP y nos dijo que solo nos relajáramos, pero me pidió que me mantuviera al margen de los desconocidos.

—Bueno, fue una experiencia entretenida —dijo Héctor, mirándome entre divertido e incómodo—. Recuérdame que volvamos a salir juntos.

Asentí. No podía creer que casi nos habíamos besado, y que una chica me hubiera besado. Esperaba que Apolo no se enojara conmigo, no tenía ni idea de qué había pasado.

Nos bajamos de la camioneta y él se alejó a su tienda. Me giré hacia Lessa con los brazos cruzados.

—¿Qué fue todo eso?

—¿Qué sabes de los hijos de Hipnos?

—Qué tienen hipnosis.

—Aparté de eso —bufó.

—¿Qué se merecen una buena patada? 

—Ponte seria.

—No sé qué quieres que te diga, no sé nada de ellos.

Lessa puso los ojos en blanco.

—Algunos pueden inducir al sueño, otros ayudar a recuperar o hacerte olvidar recuerdos —explicó. Eso me puso nerviosa, eran una fuerza a temer—. Sé lo que piensas, pero no son tan peligrosos en sí. Hipnos se la pasa más dormido que siendo una amenaza, y sus hijos suelen ser iguales. Son perezosos. 

—Pero…

—Pero Klaus no. Él sufre de insomnio, y bueno…la falta de sueño puede…

—Puede afectar muchísimo a la mente —interrumpí recordando las alucinaciones que me habían dado hace unos meses.

Se quedó en silencio, procesando mi respuesta y asintió.

—Sí, te puede hacer perder la cordura.

Sus palabras eran serias y llenas de preocupación. Era muy raro porque ella misma era peligrosa, pero temía al semidiós ese. 

Por más que me sintiera valiente, si Luke y Cronos estaban encantados con este tipo seguro que era igual de violento que ellos, y Luke no había dudado en intentar matarme. No podía bajar la guardia.

—No te preocupes, no te dejaré sola cuando lo veas, pero necesito que entiendas que él es del tipo de persona que incluso mataría a un perrito y se divertiría con eso —dijo haciendo una mueca—. No es alguien con quien debas bajar la guardia, así que la mejor forma de enfrentarlo, es entrar en su campo de juego y con sus reglas, ser peor que él.

Por alguna razón que no lograba comprender, Alessandra tenía la firme creencia de que solo yo podía enfrentarme a Klaus y ganar.

—No entiendo qué  tiene que ver eso con lo de hoy.

—Fácil. ¿Sabías que ayer cuando entrenabas con Héctor lo pusiste bajo algún tipo de magia de amor? —Eso me dejó boquiabierta.

Recordé la pelea de esa mañana, habíamos estado quizá demasiado cerca, él hizo una broma tonta y me reí. Luego…

—¡¿Q-Qué?! ¡No, no hice tal cosa! —chillé sintiendo mi cara arder al recordar cómo sus pupilas se habían dilatado de golpe, su respiración se había entrecortado y me había sonreído con cara de tonto.

Lessa soltó una risa burlona y colocó una mano en mi hombro.

—Sí lo hiciste, igual que lo has hecho esta noche, en él, en el guardia y en todos los que estaban dentro de la discoteca.

Me quedé mirándola con los ojos entrecerrados.

—No sé de qué estás hablando —dije girándome y empezando a caminar lejos de ella.

La verdad sí sabía. Es decir, solo me había pasado una o dos veces, pero habían sido casos aislados y solo me habían dado comida gratis.

Lessa me alcanzó en unos cuantos pasos largos y se colocó frente a mí, deteniéndome.

—No estaba segura de cómo lo hiciste, por eso quise llevarte a un lugar que de por sí estuviera saturado de hormonas y descontrol, Héctor me dijo que ese lugar no pone muchas prohibiciones a nada —se explicó—. Quería ver qué efecto tenía en tí, y qué efecto provocabas tú en ellos. No sé si te diste cuenta, pero en cuanto empezaste a entrar en sintonía con el ambiente, hubieron algunos que incluso pasaron de solo bailar a casi sacarse la ropa.

Me aparté de Alessandra, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. Mis ojos se abrieron con horror mientras procesaba lo que acababa de decir.

—Lessa…

—Eres empática, nunca has caído en el hembrujohabla y tienes un don de persuasión —continuó satisfecha—. Tiene todo el sentido del mundo. Lo que hiciste hoy fue asombroso, y ni siquiera eras consciente de estar haciéndolo, fue como si tuvieras en tí algún tipo de perfume con feromonas o algo así. Ahora, imagina las posibilidades si lo controlaras.

Sentí una oleada de náuseas.

—No.

—¿Disculpa? —Ella enarcó una ceja y puso sus manos en las caderas.

—Dije que no. Yo no hago esas cosas —dije con firmeza—. No voy a usar mis poderes para manipular a otros.

—¡Eres hija del dios del deseo y la atracción, eres nieta de la diosa de la belleza! —siseó frustrada—. ¡Las posibilidades en el campo de batalla son muchísimas! ¿Tienes idea de lo que eso significa?

—Sí, que sería igual que Klaus si lo hiciera.

Alessandra me observó con una mezcla de incredulidad y exasperación. Suspiró y se acercó, agarrando mis hombros con firmeza.

—Darlene, entiendo tus principios, pero enfrentarte a Klaus no será una batalla convencional. Necesitarás usar todos los recursos a tu disposición, él no dudará en usar lo que sea necesario para ganar, aquí no podemos darnos el lujo de tener nobleza.

—¿Y qué pretendes que haga? —cuestioné incrédula—. ¿Qué lo seduzca para convencerlo que deje el Santuario por la paz o qué?

—No seas tonta, por supuesto que no. Pero es mejor un ejército destilando amor, que uno sediento de sangre. Le quitarías el control sobre los que sea que hipnotice.

Podía entender su punto, de verdad que sí, quizá si las cosas fueran distintas…

—Pero…es que… —No quería hacerlo—. Apolo…. —murmuré su nombre como si temiera que hacerlo lo haría prestarme atención y escuchara la conversación. 

Por fin las cosas entre los dos estaban bien, no quería ser yo la que lo arruinara.

Alessandra rodó los ojos.

—Escucha, estoy segura que te ama mucho, pero sigue siendo un dios, no puedes confiar ciegamente en que tendrás su lealtad eterna. No tiene ni idea de lo que hace mientras está en el Olimpo rodeado de seres místicos y de deslumbrante belleza. 

Se me atoró la respiración, porque si bien sabía que Apolo no miraba a nadie más cuando estaba conmigo, nada me aseguraba eso cuando estábamos distanciados y hasta donde yo sabía, había ninfas en su palacio.

Apolo levantó una mano para secar mis lágrimas, y su mirada ardiente se encontró con la mía. 

—No quiero que dudes de mi amor, Darlene. No más, ya es suficiente.

No hacía ni una semana de esa conversación, y cumplió su promesa de sorprenderme cada mañana. Los últimos días, apenas abría los ojos, allí a mi lado, en la almohada,  había sin falta una flor distinta. Era lo primero que veía en cuanto me despertaba.

No. Lessa tenía razón de que no podía confiar ciegamente, pero quería hacerlo. Quería más que nunca confiar en su amor y nada más.

Negué con la cabeza, frustrada e irritada.

—No te pedí consejos sobre mi relación.

—No, no lo hiciste. Te estoy aconsejando sobre cómo podemos vencer a Klaus, no dudes en usar el arma que sea para ganar.

Aparté mi mirada y respiré profundo.

—Puedo vencer a ese hijo de puta sin tener que usar ese tipo de armas —repliqué manteniéndome firme.

—Quizá, pero ten en cuenta que en tus venas corre la fuerza del deseo puro y auténtico; tienes una valiosa fortaleza en tí. No todos son capaces de resistirse a un poder así —dijo entre dientes—. La razón por la que te elegimos es precisamente por eso, eres hija del monstruo del Olimpo, todos temen a tu padre y es por una razón: él no tiene piedad. 

Torcí los labios, atónita, sin poder comprender del todo sus palabras.

—¿Me eligieron? —cuestioné—. ¿Quienes?

—Mi madre —respondió parándose derecha—. Ella aceptó usarme cuando Eros le dijo la verdad sobre mí, pero también comprendió después, que si había alguien que podía enfrentarse a alguien como Klaus, esa serías tú. El poder de Eros es demasiado fuerte y tú eres la única entre los semidioses que lo posee. 

Me quedé en silencio, procesando todo esto. Sentía como si el peso del mundo hubiera caído sobre mis hombros. Ya estaba demasiado acostumbrada a ser un peón de los dioses, pero esto iba en contra de todo lo que creía.

—No sé si puedo hacerlo. No quiero cruzar esa línea, estoy en contra de usar magia de amor, esa cosa no se puede controlar del todo y puede salir muy mal. —Mi voz sonó dubitativa, y buscaba en sus ojos alguna respuesta reconfortante.

Lessa frunció el ceño y luego suspiró, como si estuviera resignada a lidiar con mi terquedad.

—Puedo entender eso, pero en una guerra, cualquier arma es válida. Klaus no dudará en intentar manipularte, a tí o a quien sea con tal de ganar, deberás elegir si estás dispuesta a mantener tus valores cuando alguien a quién amas corra peligro.

No supe qué responder a eso.

Ella tenía razón. Hace un año nunca hubiera pensado que sería capaz de matar a otro semidiós, monstruos sí, pero mortales nunca. Y sin embargo, tuve que hacerlo para poner a Lee y Michael a salvo. 

Pero el deseo podía ser una fuerza muy poderosa y potencialmente peligrosa. Podía motivar a alcanzar metas, perseguir sueños y lograr cosas extraordinarias, pero también podía llevar a la perdición. Una emoción incontrolable y violenta que podía producir los más grandes cambios y decisiones impulsivas. 

Y yo sabía de lo que podía ser capaz el deseo, violento e impredecible, nadie podía escapar de él. 

—Solo piensalo. Toda arma o estrategia es válida con tal de obtener la victoria. Aquí no podemos darnos el lujo de ser moralmente correctos, o sino, el mundo acabará en manos de Cronos, y lo más probable, es que Apolo acabe encerrado en el Tartaro si eso pasa. Elige bien.

Me quedé sola, con la brisa de la noche helándome la piel y un vacío en el pecho. 

“Elige bien”.

¿Por qué esas palabras me sonaban familiares y tan dolorosas?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro