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🎄| 13

Haerin estaba en la sala viendo películas acorde a la fecha. Eran las ocho de la noche y mañana era 24 de diciembre, lo que significa que cuando dieran las 12:00 -fuese 25 de diciembre-, por fin sería navidad.

A las tres de la tarde había llegado de su cita con la imbécil de Kim -cierra los ojos y se imagina besándola de nuevo-, pero se está esforzando en ignorar todo el tema de esas cuatro chicas.

Sus padres ya estaban en casa, pero ninguno se molestó en quedarse a un lado de su hija, siendo que esta fecha que se viene es tan importante y especial para Haerin.

Da igual, ya se ha acostumbrado. Supone que están muy cansados y está bien para ella. Aunque debe admitir que le gustaría tener a su hermana mayor mimándola en ese instante, pero la alfa se había ido con la familia de su omega. De todas formas, Jennie le prometió que volvería mañana por la tarde para estar con ella.

Pausó El Origen de los Guardianes -película que ya visto al menos cinco veces- cuando su loba comenzó a aullar con una desesperación que pocas veces sintió. El corazón de Haerin se oprimió y le dolieron hasta los huesos producto del escándalo de su loba.

—¡¿Qué pasa?! —habló consigo misma, confundida y tocándose el pecho que ya le ardía.

Ahora su loba había comenzado a llorar, llorar como una bebé, tan desolada y preocupada. Haerin, siendo dueña de lo que lloriqueaba allí, se sintió débil y sin darse cuenta, los ojitos se le pusieron aguados. No entendía nada.

—¿Qué hago? Dime qué hago, loba —lloriqueó.

Su loba no podría responderle con palabras, pero Haerin se vio a sí misma acercándose a la entrada, girando la perilla de la puerta y saliendo de su casa hasta llegar a la vereda.

Hae seguía sin entender del dolor y por qué su loba la hizo llegar hasta allí, pero eso no importaba ahora, porque solo quería calmar lo que sufría dentro de sí.

Olisqueó el aire cuando le llegó una brisa de feromonas, feromonas de desesperación, miedo; inseguridad. Pero el olor no venía de ella, sino que cada vez se acercaba más. Alzó la vista de golpe y al inicio de la otra cuadra, visualizó un cuerpo largo y delgado que venía hacia ella, acercándose demasiado rápido.

Sus pies se despegaron solos del suelo y comenzaron a correr con su máxima velocidad hacia la figura ajena. A ver, Haerin seguía sin ver lo suficientemente bien para saber quién era, pero tenía claro que se trataba de alguna de esas chicas.

Porque su loba no reaccionaría así por nadie más.

Sentía el dolor ajeno, la desesperación en cada paso que daba. La inseguridad parecía llevarse el premio entre esas feromonas y Haerin siguió corriendo.

Era Hyein. Podía jurar que era ella.

—¡Estoy aquí, idiota! —le gritó, pues si bien Hyein también corría hacia ella, lo hacía con los ojos cerrados -lamentándose- y Hae se preguntó cómo era tan irresponsable. Podría tropezar y caer con facilidad.

Hyein la miró de vuelta, quedaban pocos metros para encontrarse. Sin saber por qué, la más alta comenzó a llorar con fuerza, frenando en seco. Haerin también frenó, observándola impresionada.

Algo se removió en la mayor, su instinto de omega estaba hasta el cielo y volvió a correr hacia esa cachorra de metro setenta.

Llegó hasta la menor, abrazándola con tal magnitud que sus cuerpos se corrieron un poco hacia atrás. Sin darse cuenta, soltó feromonas para tranquilar a su bebé, quien la había mirado con ojos abiertos antes de largarse a llorar con más fuerza en su hombro.

Hyein la tenía sujeta contra sí, aferrándose a su cintura mientras Haerin le acariciaba la cabecita.

—Tengo miedo, omega —sollozó, temblando—. No tengo oportunidad. ¿C-cómo sería algo para ti si no tengo nada...? —Hyein tuvo que callarse debido a su llanto, que no la dejó hablar.

Haerin creyó que se moriría de tristeza.

Sin entender un carajo, solo pudo seguir consolándola.

—Bebé, mírame —tomó sus mejillas—. ¿Qué está pasando?

—Ellas dijeron... no lo sé. ¡Ni siquiera sé cómo corrí tan rápido y llegué antes que ellas! —ahora se ve incrédula y soltó una risa sin gracia que calló, tapando sus labios. Haerin la ha mirado como si solo existieran ellas dos en el mundo, Hyein se da cuenta—. Oh, por Dios, omega —tararea y la abraza, creyendo que estallaría de felicidad.

Se ha sentido especial para Haerin.

La mayor no tiene tiempo de devolver el abrazo porque bocinazos la alarman.

—¡Aléjate de ella, patas largas!

Ambas giran la cabeza hacia el grito, esa es Hanni en su auto. De repente, llega otro auto en la dirección contraria.

—¡Lárgate de aquí, beta apestosa!

Minji.

Y después, detrás del carro de Minji, por supuesto que aparece Danielle.

Si Haerin antes no entendía, ahora cree que hay un signo de interrogación dibujado sobre su cabeza.

Se separa de Hyein de golpe, sintiéndose extraña de que las otras la vean así con su amiga. La menor la observa con ojitos con corazones rotos y Haerin estaba a punto de volver a tocarla, desesperada al pensar en Hyein dolida por su culpa, pero siente puertas cerrarse y ya tiene a las mayores rodeándolas. Sus caras no iban de buenas.

Las ve a las cuatro mirarse fijamente y se siente pequeña.

Las chicas se dan una última mirada retadora antes de que todas se abalancen a Haerin, intentado jalar de ella. La omega siente que le tiran de su suéter con un muñeco de nieve tejido, de su cintura, de su mano derecha y de su mano izquierda. Aturdida, escucha el caos que esas muchachas arman, desesperándola.

—¡Deténganse, suéltenme!

Todas quedan heladas al escuchar esa voz molesta, esa que solo Minji sabía que la omega se guardaba. Se observan entre sí nuevamente, Hyein agacha la cabeza y retrocede un paso como también lo hacen Danielle y Hanni, quienes lucían igual de apenadas. Minji es la que la sostiene de la cintura y solo basta de una mirada furiosa para que entienda que ella también debe soltarla.

En medio del círculo que las alfas -y beta- han formado, Haerin frota su rostro, estresada.

—¡¿Qué carajos hacen en mi casa?! ¡¿Cómo se les ocurre?!

—¡Haerin! —Danielle es la primera en romper—. ¡Te extrañamos y nos ignoras!

—¡A todas a la vez!

—¡Pensamos que escogerías a alguna!

Haerin se pone pálida.

—¿De qué... de qué están hablando?

Entre confundida y enojada, les mira a todas.

—Nuestras citas —responde Hyein.

—Ya acabaron, así que esperábamos que... escogieras con quien te querías quedar. Quién te gustaba.

Haerin sabía que la harían escoger. Si bien no fue lo que le dijeron al comienzo mientras organizaban las citas, Haerin dedujo que las chicas pensaban encararla y hacerle elegir.

¿Pero tan rápido? Por Dios, ni siquiera ella sabe qué siente y es por eso que había preferido ignorarlas y así acabar con el problema.

Claro. Son ellas. Las conocía hace poco -aunque sintiera que llevaba una vida escuchándolas discutir entre sí y diciéndole cosas que hacen a su loba volverse loca-, pero era una obviedad que no podría librarse de esas taradas insistentes.

—No... —Haerin está molesta porque llegaron hasta ella sin preguntar, peleándose como baguales—, no escogeré a ninguna —se esfuerza en verse seria—. Era una cita, nada más. Ya cumplí mi promesa, así que no deben seguir con esto.

—Pero Hae —Danielle se acerca hasta Haerin, ignorando los gruñidos de sus amigas—, ¿ya no recuerdas la pista de hielo? Pensé que íbamos bien. Puedo hacerte feliz si estás conmigo. Sabes que eres mi omega.

—Ay, qué engreída, Marsh —Hanni defiende—. Haerin lo pasó mejor conmigo, te lo puedo asegurar.

—¿Contigo? Unnie, ¡la llevé a un acuario!

La discusión de comparaciones movió cada nervio de Haerin. No le gustaba aquello. No quería que esas amigas discutieran, mucho menos por ella. Se sentía mal.

Mientras las otras se esmeraban en dar sus argumentos de por qué sus citas fueron mejores, Minji se mantenía en silencio. Haerin sintió su mirada quemándole la nunca y volteó un poco hacia ella.

Kim traía la mandíbula apretada, y sus ojos gritaban, como diciéndole "ya escapémonos de aquí y ven con quien sabes que es tu alfa".

Y Haerin tuvo el impulso de correr a sus brazos.

Pero había un mayor problema. Como deseaba ir hacia ella, a la vez quería ir hacia Hyein y secarle las lágrimas que aún no se secaban, aunque ya había dejado de llorar. Pero también quería ir hacia Danielle y perderse en ese cabello ruliento y que la sujetara con firmeza. Y finalmente estaba Hanni, que Haerin se imaginó besándole la boca y que sus glosses se corrieran de sus labios.

Quería que todas la besaran en ese instante, por más que también tenía ganas de patearles el culo por su imprudencia al haber venido hasta aquí.

Ignoró los ojos de Minji y esta, ofendida, se unió a la discusión.

Haerin rodó los ojos, dirigiéndose a Hanni. La golpeó sin fuerza en el pecho.

—Ya —giró hacia Danielle, haciendo lo mismo. Las alfas se habían quedado calladas desde que Pham recibió el golpe—, detengan —prosiguió con Minji—, ¡esta idiotez! —y acabó con Hyein.

Se había mareado con esa pequeña vuelta por el círculo que dio, pero se obligó a mantener la compostura.

—Hae... —tararearon a la vez.

Su teléfono comenzó a sonar, y todas la miraron expectantes.

—¿Quién te llama a esta hora?

—Sí, ¿acaso hay alguien más?

Ignoró sus estúpidos celos y sacó su móvil.

Joder. Era mamá.

—¿Si...? —contestó con cuatro pares de ojos sobre ella.

—¿Dónde estás, Haerin?

—¡He salido a la cochera, ya voy!

—Okay, da igual. Solo bájale a la TV.

—Sí, sí, lo lamento, mamá.

Haerin supuso que confundió los bocinazos y el griterío fuera de la casa con algo que se transmitía en la televisión.

Guarda el celular, cierra los ojos e intenta calmarse mientras desordena su cabello. Ellas están expectantes a qué dirá.

Haerin alza la mirada.

—Chicas, a ver —toma una respiración—. Va a ser navidad, saben que es una fecha especial para mí, estoy cansada y no quiero seguir con esto, ¿si? No voy a escoger a ninguna porque eso no era parte del trato.
Son lindas, mucho, cada una de ustedes son especiales y buenas personas. Pero yo no puedo con esto.

—Pero Hae...

—Por favor —corta la omega—, no insistan. No quiero que mi navidad se vea arruinada.

Cada uno de los corazones de las muchachas parecen caer al piso y quebrarse en mil pedazos en ese instante. No querían arruinar la navidad de su omega. Quieren lanzarse sobre la joven, abrazarla y disculparse con ellas, pero solo la ven alejarse sin mirar atrás.

Todo se siente triste y Hyein es la primera en caer, llorando cuando la omega cierra la puerta y parece irreal.

—Ya, ya, Hyeinnie —Danielle no duda en abrazar a la menor, acariciándole la espalda.

Hanni y Minji se miran un segundo, sabiendo lo que deben hacer. Ahora están las cuatro amigas en un abrazo consolándose mutuamente por lo que parecía el fin de algo que ninguna sabe si en realidad alguna vez partió.

Haerin está desde la ventana, observando el íntimo momento y su loba llora desconsolada, queriendo ir a cuidarlas y decirles que les gusta cada una de ellas, que se siente la omega de ellas. Pero eso sería imposible, así que se limita a cerrar la cortina, apagar la televisión y echarse en su cama a esperar que el día de mañana sea mejor.

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