🎄| 08
Hanni.
Oh, Hanni Pham.
A las cuatro de la tarde llegó en su moderno auto rojo, tocando la bocina con ritmo.
Haerin salió de su casa alterada, no queriendo que su hermana descubriera que tendría otra cita con, por cierto, una chica distinta.
—¡¿Qué crees que haces?! —se asomó por la ventana con su mirada de gatito enojado, luciendo muy adorable.
Hanni rió, bajándose del coche para llegar hasta ella.
—Hola, omega —le robó un beso en la mejilla—. ¿Lista para la mejor cita de tu vida?
El enojo de Haerin desapareció por completo al tenerla en frente, observándola con gracia debido a su tamaña. Era notablemente baja y aún así cargaba esa personalidad entre engreída y coqueta.
—¿Qué? ¿De qué te ríes? —arqueó una ceja.
—Se me olvidó lo baja que eras.
—¡Oye! ¡No soy tan baja!
—Si lo eres —Pham pateó el piso de manera infantil, refunfuñando—, pero me gusta —aseguró, sonriendo un poco—, me gusta la idea de ser la alta de la relación.
Esta vez, Hanni no se ofendió.
—¡¿Entonces estamos en una relación?! —saltó, sus labios hacia arriba, tanto que Haerin pensó que se desgarrarían—. ¡Qué felicidad, mi omega!
—¡No, no lo estamos! —corrigió, negando varias veces—. Solo decía... que no me molesta tu estatura.
La extranjera no borró su sonrisa, estirando su brazo por la ventana abierta hasta alcanzar un recipiente de plástico con varios tomates cherry dentro.
—Te traje esto.
Hae abrió la boca, sorprendida.
—¿También le pediste ayuda a Leeseo?
—¿Leeseo? No, es solo que siempre te veo comiéndolos en el almuerzo y supuse que en serio te gustaban.
Una enana detallista... Eso era lindo.
—Gracias... —acomodó un mechón rebelde tras su oreja—. Sí me gustan mucho.
—¡¿Si?! —volvió a saltar emocionada, y Haerin asintió—. Que bueno porque debo admitir que te compré cuatro cajas y no hubiese sabido qué hacer si no te gustaban —corrió el abrigo del asiento copiloto revelando más de los mismos recipientes.
Haerin rió, agradeciendo.
—Gracias, unnie.
—No hay de qué, peque —abrió la puerta del auto sin abandonar sus labios curvados—. Adelante.
Una vez se aseguró que estuviera cómodamente sentada, Hanni se dio la vuelta, subiéndose para encender el motor y conectar su celular.
—¿Algún artista que desees escuchar, gatita? ¿O yo pongo música?
—Tú... —susurró suave, despistada por estar inspeccionando el rostro de la vietnamita.
Tenía una piel muy bonita, limpia y lisa. El fleco dividido en dos, su maquillaje sutil y los aretes de perlas que llevaba en las orejas le hicieron a Haerin sentirse extraña, pues era la primera vez que salía con una chica de estilo femenino, igual al suyo. No le desagradaba, es más, estaba segura que podría conversar muchas cosas con la beta, muchas que tal vez Hyein o Danielle no entenderían.
Tenía labios más gruesos que los suyos, pero más finos que los de Lee, y brillaban en un gloss transparente, uno parecido al que ella traía puesto. Hasta quizás sean de la misma marca, pensó, sus ojos fijos en su boca.
Hanni apretó los dientes, nerviosa al percatarse adonde estaban los orbes de la niña, pero no iba a dejarse vencer. No iba a mostrarse tímida porque eso no iba con su persona. No señor, ella conquistaría a Kang Haerin haciéndola reír y avergonzándola. Sí.
—¿Te gustan mis labios? Puedes besarlos si quieres —se burló, y sonrió ladina en cuanto la notó volverse un tomatito cherry como los que posaban en sus piernas.
—Perdón... Solo —lo pensó un poco—, ¿usas el gloss de Kylie?
Rió por lo superficial que sonaba su pregunta. Kylie Jenner era una influencer americana que Haerin siempre siguió por su fascinación hacia Keeping Up With the Kardashians. Creyó que Hanni la miraría extrañamente o con molestia tal vez, por preguntar estupideces vacías... pero oh, que agradable fue verla emocionarse, soltando el volante y girando hacia ella.
—¡Sí! ¡Me llegó la semana pasada! —sus ojos estaban abiertos, contentos de tener algo en común con la omega—. ¿Tú llevas el mismo?
Haerin rió, asintiendo.
—Sí, regalo de cumpleaños.
—Tenemos tantas cosas en común, omega, deberíamos casarnos —comentó divertida, aunque en el fondo sonaba una perfecta idea—. ¿Y sabes lo mejor de los productos de Kylie?
—¿Su textura?
—No, que no se salen con nada —respondió, acercándose y robándole un segundo beso en el cachete, que quedó brillante por el labial.
Carcajeó con malicia cuando Haerin volvió a sonrojarse y se felicitó mentalmente por eso.
La menor llevó su mano a la zona besada, el tacto de aquellos belfos fueron más abrasadores de lo que esperó y sintió las repentinas ganas de pedirle que lo volviese a hacer.
—No te la quites, omega —pidió, refiriéndose a la marca y ahora sí manejando hacia el lugar donde sería su cita—. Así todo el mundo sabe que eres mía.
Kang mordió sus labios, sintiendo burbujas reventarse en su estómago.
Por ahora, Hanni le agradaba.
🎄❤️🎅🏻
—Unnie...
El camino fue un poco más largo de lo que la coreana pensaba, y esos dos tés que se había tomado después de almuerzo estaban perjudicándole ahora mismo.
—Dime, peque.
—Me hago pis —Hanni rió por la palabra que sonaba raramente tierna viniendo de la omega, pero cuando vio su rostro urgido y sus manos apretadas, se preocupó.
—Tranquila, llegaremos pronto.
Y sin previo aviso, pisó con fuerza el acelerador, haciendo manobras increíbles para adelantar los autos.
Le tocaron la bocina un par de veces, pero importándole un comino, solo se dedicó a sacarles la lengua por el espejo retrovisor.
Haerin en primer lugar observaba todo con preocupación, pensando que chocarían y que sería mejor mearse ahí mismo que tener a una Hanni enojada manejando, aunque en el momento que un auto tres veces más grandes que el de la extranjera se puso a un lado, bajando la ventana para gritarle por su irresponsabilidad, y esta solo le respondió con insultos al conductor anciano, no pudo evitar reír sin poder creerlo.
—¡Mi omega se hace pis! —bramó y Haerin carcajeó aún más alto—. ¡Así que manejaré como se me dé la gana, viejo feo!
—H-Hanni —le costó hablar por la hilaridad—, está... está bien, me puedo aguantar, no... —Dios, lo estaba pasando muy bien porque Hanni seguía roja de la furia, pero aún así tenía el tiempo para dedicarle miradas atentas y sonrisas dulces, como si no hubiera un señor a unos metros suyo ahogándose en tantas palabrotas que soltaba su boca—, no te preocupes.
Hanni sonrió en grande, robándole esta vez un beso en la mano, feliz de hacerla reír.
—Tranquila, mi omega, tengo todo bajo control —giró hacia la ventana, observando al tipo que seguía y seguía peleando—. ¡CÁLLESE Y VUELVA AL ASILO, ABUELO!
Y aceleró a 60 kilómetros por hora, pasándose del límite de velocidad en zona rural, pero valió la pena pues en poco tiempo ya estaban frente al lugar de su salida.
—¡¿Un parque de diversiones?! —saltó del auto, mirando el cartel frente suyo.
Adentro se podían ver miles de juegos y puestos de comida.
—¡Por supuesto! Quería que nos divirtiéramos en nuestra cita, omega —la tomó de la mano y las dirigió a la entrada.
Tanta era la emoción de Haerin que ni se fijó en el contacto de sus extremidades.
—¡Es genial! —sonrió como niña pequeña, deseando subirse a todas las atracciones.
Pham también sonrió, viéndola tan alegre y entusiasmada.
Fueron al baño rápidamente y pronto ya se encontraban el la fila del primer juego mecánico: una montaña rusa que sobrepasaba los 90 metros de altura.
—Irán puesto por puesto revisando sus cinturones —avisó una mujer por el micrófono.
Ahora, sentadas en primera fila, tenían la vista perfecta de todo el parque desde arriba.
Hanni se puso pálida, con repentino miedo.
—Joder... —murmuró, cerrando los ojos.
—¿Estás bien? —a su lado, Haerin puso una mueca de preocupación.
—Sí, sí —la máquina se movió, avanzando cada vez más cerca de la bruta bajada.
Uno.
—¿Segura? Estás blanca.
Dos.
El juego se quedó quieto un momento.
Tres.
Y cayeron en picada.
—¡MIERDAAAAAA! —Hanni exclamó con las lágrimas amenazando con salir—. ¡ME DAN MIEDO LAS ALTURAS!
—¡¿PERO POR QUÉ ME TRAES AQUÍ SI TE DAN MIEDO?!
—¡PORQUE EUNCHAE ME DIJO QUE TE GUSTABAN MUCHO! —apretó los lados del metal frente suyo que la protegían. Haerin carcajeó otra vez, feliz y con la colina de ascenso haciendo efecto, acelerando su corazón en adrenalina pura—. ¡TENGO MIEDO, OMEGA!
Esta posó su mano sobre la más pequeña, apretándola con fuerza y soltando fermonas tranquilizantes para ella.
No supo cómo fue capaz de percibirlas, pues el viento soplaba rabioso, arrasando con todo, su cabello despeinado y la boca seca, pero lo logró, se calmó un poco y justo el juego llegó a un punto más plano, el inicio.
—Eres... una boba, unnie —habló con dificultad, y ambas se miraron con un nuevo sentimiento de afecto, o bueno, al menos nuevo para la de ojos gatunos.
—¿Boba? Haerin, era broma, por supuesto que no les tengo miedo —rodó los ojos con burla—. Solo actué así para que tú no quedaras como la miedosa —se alzó de hombros, pensando que el recorrido había finalizado.
Su mentira y actuación de mofa quedó hasta allí cuando, repentinamente, un nuevo descenso la sorprendió.
—¡¿DESDE CUÁNDO DURAN TANTO ESTAS COSAS?! —lloriqueó, apretando con firmeza los dedos de la menor—. ¡ME VOY A HACER POPÓ, HAERIN!
—¡UNNIE~! —explotó en carcajadas otra vez, allí, a 90 metros de altura.
Estaba segurísima que esa tarde se reiría hasta el cansancio.
🎄❤️🎅🏻
Por fin el juego había llegado a su fin y se bajaron con las piernas pareciendo gelatinas.
—¿Qué? —preguntó Hanni como si hace menos de un minuto no estuviera rogando por su vida, exponiéndole a todo el mundo que se haría del dos del terror.
—Nada —negó divertida, descendiendo por las escaleras.
—¡Pasen por sus fotos! ¡Tres dólares la foto! —anunciaba un muchacho al lado de tres enormes televisores modernos.
La más alta estalló por, quien sabe cuántas veces en el día, en risas viendo la fotografía de ambas en la pantalla que parecía estar en full HD. Haerin cargaba una sonrisa enorme y Hanni lloraba con la boca abierta y ojos cerrados.
—¡NO VEAS! ¡NO VEAS! —gritó Pham, alterada y avergonzada, tapándole los ojos—. ¡¿Si te compro tus mierdas de fotos la sacarás de ahí?! —le preguntó al tipo, apuntando los monitores con desespero.
—Exacto, tres dólares y se borrarán para siempre —sonrió orgulloso.
—Dame todas las copias.
El vendedor imprimió las tres fotos, guardándolas en una bolsa.
—Unnie, ¿sabes que si no las comprabas igual tendrían que borrarlas? —habló Haerin, riendo suave una vez logró correr la mano de la mayor de sus ojos—. Sería casi ilegal si no lo hicieran.
Hanni observó al joven con indignación y este miró hacia arriba, silbando inocente.
—¡Desgraciado! —intentó tirarse sobre él, que gritaba exageradamente por ayuda.
—¡Ya, unnie! —Hae la sostuvo del cuello de su playera, alejándola a duras penas.
Pham se rindió, soltando un último insulto por sus tres dólares perdidos.
—Este tarado —bufó, arreglando su cabello—, deberían despedirlo.
Haerin rodó los ojos, divertida.
—No te enojes, unnie. Piensa que ahora tendemos esto para el recuerdo —le sacó las fotos de la mano, abriéndolas para volver a echarles un vistazo.
—¡Hae! —se las quitó con el ceño fruncido.
—Dame una aunque sea~ —rogó, colocando ojitos de gato abandonado—. Te ves muy linda, unnie.
Hanni sonrió sonrojada, moviendo la mano en negación, halagada.
—Está bien... ¡Pero una sola!
La otra le besó la mejilla, contenta y agradecida. La pondría en su mural de corcho en donde colgaban las flores de Danielle, el peluche de Hyein sentado en un borde, y ahora pondría la foto de Hanni.
Aunque haya tenido momentos cortos con las chicas, fuero lo suficientemente agradables para querer recordarlos por siempre. No estaba segura si conocería a alguien como ellas otra vez en su vida.
—¿A dónde quieres ir ahora, peque?
Era gracioso para la menor ser llamada peque (derivado de "pequeña"), porque Hanni le llegaba a la mitad de la frente, aunque aún así le agradaba.
—¿Otra montaña rusa? Si tienes miedo, da igual, podemos ir a las tacitas.
—¡Oye! —se ofendió.
—Lo digo en serio, unnie. No tengo problema.
Esta lo pensó.
—No, omega, quiero ir a donde tú vayas. Si me muero de un ataque al corazón, al menos fue a tu lado —imitó un tono cursi, aunque no había mentira alguna en sus palabras.
Fueron hasta otra atracción, esta siendo 30 metros más alta. La segunda montaña rusa más grande del mundo, como indicaba cada cartel que veían mientras se acercaban.
Pham en el fondo no quería subir, pero cuando de todas formas se lo prohibieron por su altura que no pasaba el metro sesenta y cinco (Haerin estaba en el límite), su cara enrojeció y todo el miedo desapareció para ser reemplazado por indignación y reclamos hacia la pobre encargada que no tenía la culpa.
—¡Hanni unnie, deja a la chica, solo hace su trabajo! —le dice, intentando tirarla de la mano para abandonar el lugar.
—¡Son una falta de respeto! ¡Uno sesenta y dos no es tan pequeño!
—¡Hanni, es por tu seguridad!
—¡Voy a hablar con el gerente de este lugar! —ignoraba cada palabra de la omega, furiosa.
—¡Si te rindes te doy un beso! —propuso, callándose de inmediato cuando Han dejó los reclamos para voltearse an ella con interés.
—Ya me debes un beso, así que... ¡¿eso significa que me darás dos?!
Haerin bufó.
—Está bien, dos besos...
La otra celebró en un baile, antes de mirar a la encargada y el guardia que esta había llamado por la insistencia de la beta.
—¡Tampoco me quería subir a su tonta montaña rusa, feos! —les sacó la lengua y Hae tuvo que taparse el rostro por la vergüenza.
—Vamos, por favor —susurró.
Con todo el orgullo que Hanni poseía, se volteó, ahora ella tirando de Haerin.
—Me dan miedo las alturas, pero la casa del terror me encanta. ¿Quieres ir?
¿Y nuestros dos besos?, quiso preguntar, pero no se dejaría en evidencia.
—No lo sé, nunca he entrado a una. Aunque detesto las películas de terror.
—Entonces no sé si... —se detuvo sola, iba a decir que mejor pasaran a otra atracción, pero si Haerin tenía miedo probablemente buscaría consuelo en ella, en sus brazos, así que...—. ¡Tranquila! No dan nada de miedo, es muy falso todo.
Sabía que no estaba bien mentir, pero en algunos casos (como tener a la niña pegada a su cuerpo), era necesario.
Entraron sin hacer mucha fila, estaba casi todo oscuro y las paredes se encontraban llenas de telarañas. Hae tragó saliva, le tenía fobia a esos insectos.
El primer susto se lo llevó cuando un esqueleto apareció sorpresivamente, robándole la respiración. Gente detrás suyo la ponía de los nervios por los gritos exagerados, y Hanni solo podía reírse por sus reacciones.
Siguieron su trayecto, y en cierto punto la más baja tuvo que guiarla con su voz, Haerin encogida y con los párpados cerrados.
—¡Boo!
Ese fue el límite de la gatita. Un payaso con cara maligna apareció tras de ellas, persiguiéndolas como si estuvieran jugando a la pinta.
La niña rompió en llanto y Hanni tuvo que actuar.
Su lado protector salió a flote (tal vez demasiado) y terminó dándose vuelta, lanzando patadas al chico disfrazado de payaso.
—¡¿Qué haces?! ¡Detente, por favor!
Haerin se quedó quieta, confundida. Miró hacia atrás y el terror fue reemplazada por el asombro: Hanni, una beta con clara falta de crecimiento, golpeando a un alfa de mínimo un metro ochenta.
—¡Hiciste llorar a mi omega!
—¡Hanni, Hanni, detente! ¡Estoy bien!
Ella la miró, confirmando su estado.
—¿Segura?
—¡Minion maldito! —el alfa, aprovechando su distracción, se intentó lanzar a la vietnamita para devolverle la paliza.
Esta actuó veloz, saliendo con la menor de la mano rápidamente. Escaparon del alfa que claramente sería capaz de asesinarlas con su porte.
Ya afuera, se permitieron reír, entre nerviosas y divertidas.
Para Haerin, esa situación sería única en su vida, corriendo de un payaso verdaderamente enojado. Para Hanni sería una anécdota más porque su día a día era en sí un espectáculo digno de género de comedia.
—¡Eso fue increíble!
—¡Unnie, casi nos matan!
—¡Pero fue muy divertido! ¡¿Viste su cara?! —se sostuvo el estómago por el dolor punzante en su abdomen.
Allí, parada a unos metros de la casa del terror, Haerin observó a su unnie brillando en sus risas, fuertes y escandalosas. Odió sentirse tan flechada de esa chica, porque era el mismo sentimiento que tenía hacia las otras alfas
Era imposible querer estar con tres personas, ¿no?
—Quiero besarte —las palabras salieron sin su consentimiento, y tuvo que taparse la boca.
Las carcajadas de Hanni se detuvieron, su cara cambió totalmente y pronto comenzó a saltar emocionada y enérgica, tal cual el personaje Mario Bros. ¡Su omega quería besarla! ¡Haerin quería...! Dios, iba a desmayarse.
Terminó con el espectáculo, acercándose con una sonrisa.
—Repite eso otra vez, por favor. Necesito grabarlo.
—Unnie...
Ella rió y no perdió más el tiempo. Se lanzó a sus labios, iniciando un beso profundo y privado. La vergüenza que tuvo que haber sentido Haerin por besarse tan intensamente en un lugar público no tuvo lugar alguno porque la lengua de la otra entrando en su interior la distrajeron, subiéndola al cielo.
Hyein y Danielle besaban bien, eran tiernas y cuidadosas; Hanni era una descarada que no tenía respeto y se atrevía a dejarla así, con las mejillas furiosamente coloradas, respiración entrecortada, labios hinchados y cabello revuelto.
—Que deliciosos labios, peque —sin alejar sus cuerpos, volvió a ella, esta vez llenándole de picos el rostro, dejando uno último en su nariz.
🎄❤️🎅🏻
A las ocho de la noche Hanni y Haerin iban camino a la casa de la menor, quien sostenía su mano mientras cantaban canciones de artistas que tenían en común.
En un momento detuvo el auto, estacionándolo en una colina vacía.
—¿Qué pasa?
—Quiero mostrarte algo.
La hizo bajar del coche, y terminaron apoyadas en el capó rojo, Hanni atreviéndose a abrazarla de lado por la cintura.
La niña gato no había levantado la mirada, pensando que tenía que fijarse en algo del cerro.
—Arriba, Hae, arriba está todo.
—Wow...
Abrió la boca, su estómago se removió y el mundo se le paró por un instante, solo ella, el cúmulo de estrellas formando algo parecido a un corazón y Hanni Pham, la beta más sensacional que conocería.
—Descubrí esto hace más o menos un año, y sé que sonará como un cliché de algún libro mal escrito, pero en serio, desde que lo vi por primera vez, quise que este lugar se volviera solo tuyo y mío, por eso lo mantuve en secreto. Quería que aquí te transformaras en mi omega oficial porque cada estrella que ves arriba —Hae la oía con el corazón doliendo de tanto bombear sangre—, es igual de luminosa y hermosa como las que hay en tus pupilas, omega —susurró lo último con timidez mientras se escondía en el cuello con aroma a galletita de la castaña.
Haerin sonrió, recibiéndola con ronroneos de su loba.
—Para ser una beta con total descaro, Hanni unnie, estás actuando muy avergonzada —se burló sin maldad, y rápidamente siguió hablando—, pero me encanta que seas así —le acarició una mejilla, soltando fermonas de felicidad, dulces y suaves. Ahora olía a durazno también. A la beta se le dio vuelta el mundo, enterrando aún más su nariz y aspirando el aroma con necesidad. Que riqueza—. Ahora dame mi segundo beso, Pham.
Rió al ver los ojitos brillantes de la vietnamita, totalmente emocionada por el pedido. Giró un poco sus cuerpos, apoyando a Kang por completo en el capó mientras ella se colocaba enfrente.
La canción que se oía desde el parlante del auto finalizó y cambió a una nueva: I Smoked Away My Brain, de A$AP Rocky, y joder, Hanni no podía tener más suerte. ¿Letra romántica? Para nada. Pero era la melodía perfecta para devorarse la boca en una noche oscura, con las estrellas sobre sus cabezas. Sonrió sobre sus belfos, más que feliz, más que orgullosa. En serio, ¿saben lo que es besuquearse con la omega de tu vida con esa canción de fondo? Dios mío, sentía que ya había logrado todas las metas de su vida, ella podría morir literalmente en paz ahora mismo.
Esa noche, Haerin dejó de pensar en los problemas que había en sentirse atraída a tres muchachas y se volvió loca, loca por Hanni robándole suspiros con sus pequeñas manos recorriendo su cuerpo.
🎄❤️🎅🏻
🎄❤️🎅🏻
yo amo a a$ap rocky, dios mío.
miren esta wea. 🙏🙏🙏
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro