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🎄| 07

Hyein limpió sus manos sudorosas en su pantalón de jeans, ancho al igual que su sudadera azul marino.

Tenía miedo, ansiedad. No sabía si sería capaz de impresionar a esa linda omega que de tanto tiempo llevaba enamorada. Danielle les contó (sacó en cara) que su cita con Haerin fue un total éxito, que la besó más de una vez y que estaba segura que la gatita aceptaría una nueva salida con ella. Alardeó tanto que Hyein comenzó a preocuparse de verdad.

¿Qué tenía ella de especial? En sí, su grupo de amigas eran interesantes, Danielle sabía tratar bien a la gente, muy cariñosa y agradable, Hanni brillaba con su humor, siempre logrando hacer reír a quien se le cruzara, y Minji, Minji tenía una personalidad digna de alfa, muy orgullosa y posesiva que sabía atraía a muchas omegas.

¿Pero ella?

Hyein era insegura, aunque se negara a mostrarse débil frente a sus amigas. No creía tener ningún encanto y ahora mismo esa era su mayor preocupación. ¿Cómo enamorar a Haerin siendo ella misma? Sería imposible. Quizá debía imitar la forma de ser de otra persona, actuar como Danielle, un poco como Hanni...

Sin darse cuenta, parada frente a la puerta del hogar de la omega, sus ojos se pusieron acuosos, arrepentida de estar ahí y dejarse en vergüenza.

Tal vez Haerin no era para ella, o mejor dicho, ella no era para Haerin, una linda y fabulosa omega de ojos preciosos que se merecía el mundo entero.

Por otro lado, dentro de la residencia Kang, Haerin sintió su corazón oprimido y escuchó los llantos bajos de su loba. Una preocupación nació en ella y no lo entendió muy bien hasta que se acercó de donde provenía aquel olor de fermonas de tristeza: la entrada de su casa.

Pudo ver a través de los vidrios del mosaico una figura alta y de cabeza agachada, y no supo por qué, pero sintió la necesidad de abrir la puerta y lanzarse a esos brazos que sabía perfectamente a quién le pertenecían: su segunda cita, Lee Hyein.

Una alfa menor que ella, pero que siempre creyó muy madura y confiada. La veía conversar en los pasillos, coqueteando con algunas omegas, como si fuera la dueña del mundo, pareciendo la chica más segura de sí misma que alguna vez conocería.

Gracias a eso, una mueca de confusión se formó en su rostro, atónita con la imagen frente a sus ojos una vez abrió la puerta de madera.

Lee Hyein tenía lágrimas cayendo por sus mejillas, sorbiendo su nariz con los mofletes y orejas rojitas, sus gruesos labios partidos.

No supo si llorar por la triste escena o sonreír por lo adorable que lucía.

—Hyein...

La alfa, quien recién notó la segunda presencia, se paró derecha, limpiando las gotas de sus ojos con desesperación.

—¡Yo...! ¡H-Hola! —mordió sus belfos, evitando llorar más por la vergüenza que sintió—. U-Unnie... No estaba llorando, s-solo... solo...

Haerin sonrió, acercándose con suavidad, callando sus palabras cuando posó una de sus pequeñas manos sobre su colorado cachete, acariciándolo con cuidado, como si esa muchacha que le sacaba mínimo una cabeza fuese el ángel más frágil e inocente que alguna vez hubiese visto.

No era Haerin quien actuaba, bueno, sí, pero dominada por su loba que le rogaba por cuidarle.

—Hey... —se acercó otros pasitos más, no sintiendo el frío en su piel por lo cálida que era la de Hyein—, ¿estás bien? ¿Qué pasó, bebé? ¿Quieres contarme?

Bebé. Hyein casi se desmaya.

Y es que el instinto maternal de Haerin era inevitable, preocupada por la bonita bebé gigante frente a ella.

—Sí, yo... lo lamento, es solo que... —no era ni capaz de terminar una mísera oración. Oh, Dios, deseaba que un rayo la matara en ese mismo instante.

—Está bien, Hyein. Tranquila.

Alzó las puntitas de sus pies para envolverla en un abrazo, pasando sus manos por la amplia espalda de Hyein hasta apoyar su cabeza en el pecho de esta.

—Tranquila, alfa.

La voz de omega, una muy suave, dulce y especial, contraria a la tosca voz de mando de los alfas. Esta la poseían muy pocas omegas, casi siempre las preñadas que la utilizaban para calmar a sus cachorritos, pero Haerin... Oh, Haerin era tan especial de tantas maneras. Eso Hyein lo confirmó en aquel invierno, en un abrazo que la marcaría de por vida.

Aún en unos pocos sollozos, Hyein logró calmarse, aferrada a la más bajita.

—¿Mejor? —cuestionó, ya separadas.

Lee asintió.

—Lo lamento... No estaba en mis planes que me vieras así —tragó saliva.

—Da igual, Hyein, no tengo problemas si quieres desahogarte conmigo. Podemos dejar la cita para otra vez si prefieres.

—¡No! No, por favor. He soñado con este momento muchos años —admitió, colorada y la otra rió.

Una hermosa risa que dejaba a la vista sus colmillos de gatito.

Esto era un sueño para Hyein, sin duda.

—¿Entonces vamos? Solo debo ir por mi abrigo.

—Sí, sí, voy a pedir un uber por mientras.

Cinco minutos después, en un auto ajeno que conducía una beta, Haerin y Hyein se miraban en silencio, Hyein demasiado nerviosa para hablar y Haerin tratando de analizar por qué su loba había reaccionado así.

Debe ser una alfa muy especial, pensó, viendo cómo la más alta apartaba la mirada con vergüenza.

🎄❤️🎅🏻

—¿En dónde estamos?

Hyein le había pedido que cerrara los ojos una vez estuvieron fuera del coche, diciendo que ella la guiaría. Al parecer resultó muy bien, porque entre risas cuando Lee casi se cae por evitar que Haerin chocase con una anciana, la menor había sentido su corazón más a gusto, más tranquilo. Alivió la mayoría de su ansiedad.

Ahora se encontraban frente a una estructura blanca, la más alta detrás de ella, tapándole los ojos.

—En un lugar que... espero te guste —y sacó sus manos, dejando que visualizara el lugar.

Un chillido escapó de los labios de la mayor, lanzándose a abrazarla mientras gritaba cosas incoherentes.

—¡¿Cómo...?! ¡Hyein... yo...! ¡¿Qué?!

La nombrada rió ante tales frases, acariciando su rostro con cuidado. Tuvo que armarse de mucho valor para hacerlo.

Estaban en un acuario, el más grande y variado de Corea. El sueño de Haerin desde muy pequeña.

—Estuve averiguando un poco con tus amigas y me contaron que deseabas visitar este lugar hace mucho.

Pero no tenía el dinero suficiente. Esa era la verdad. No es que Haerin fuese pobre ni mucho menos, pero sus padres no eran los más amables ni cariñosos con su hija, por lo que jamás pasó por su mente pedirles que la llevaran a ese lugar. Sabía que le dirían "tu deber es estudiar, no ver animales acuáticos" o algo así. Eran... muy exigentes, pero Haerin los quería igual.

—Tuve que sobornar a Leeseo para que soltara información —frunció el ceño. Literalmente tuvo que comprarle los chocolates más caros del supermercado para que la chica cediera—, pero creo que valió la pena —concluyó, viendo el brillo en sus ojos gatunos. Tan perfecto que compraría millones de chocolates si así pudiera volver a presenciar esas estrellas fugaces en sus orbes inocentes.

—¡Muchas gracias, Hyein! —saltó emocionada, jalándola de la mano para acercarse a la entrada.

Con Hyein, Haerin se sentía en confianza, no sabía muy bien por qué. Se sentía segura de sus actos, así como pensó que sería la misma alfa. Pero se dio cuenta que aquello era solo una fachada. Hyein no era la joven coqueta y confiada que solía mostrarse, era una bebé adorable de tan solo alta estatura.

Aunque una vez adentro del acuario, los ojitos luminosos de Haerin, dignos de una pequeña cachorra curiosa del mundo, le hicieron pensar a Hyein que la bebé allí era únicamente la castaña. Fascinada con cosas tan sencillas: ver a un pez con cabeza en forma extraña o un pulpo cambiando de color... Haerin sería sin duda, la nueva bebé de Hyein, su bonita y tierna omega.

—Esto es maravilloso.

Con una sola mano, Hae fotografiaba todo lo que veía, la otra estaba enrollada a los largos dedos de la menor, sin vergüenza, sin sentirlo algo apresurado.

—Haerin —llamó su atención—, tú eres infinitamente más maravillosa que todo esto, lo sabes, ¿no?

Por primera vez, Haerin era la que terminó con las mejillas sonrojadas, pareciendo un gatito con rubor.

—No digas ridiculeces... —sonrió cohibida—. Mira este lugar. Es perfecto —apuntó a las medusas luna, una increíble especie.

Hyein negó, tomándole ambas manos y agachando la cabeza para quedar a su altura.

—No son ridiculeces, unnie. Jamás en mi vida había hablado tan en serio.

Haerin notó a su loba saltar feliz, al igual que lo hizo con Danielle. ¿Tenía eso sentido? No lo sabía, y no quería saberlo por ahora, no mientras estaba en esa cita.

—Me encantas, omega —la abrazó sin intención de algo más, solo sentirla al máximo contra los poros de su piel y poder respirar ese aroma a galletas y durazno.

Hae le correspondió, cerrando los ojos y quedando justo el la curva de su cuello, y así, pudiendo disfrutar el olor a tierra mojada y café que desprendía la de labios rellenos.

Se separaron porque una omega de al menos unos treinta años se acercó a ellas con una playera con el nombre del acuario. Traía consigo una cámara y unos lentes de botella.

—¡Hola! Lamento interrumpir este hermoso momento, pero no pude evitar sacarles una foto. ¡Se ven adorables juntas! —les mostró la pantalla de la cámara, donde se veían claramente perdidas en su mundo, abrazadas y con unas medusas de fondo. Hyein se enamoró de aquella fotografía tal cual lo había hecho de Haerin—. Pueden comprarla en la tienda, y tiene un valor de cinco dólares. ¡Incluye un marco del acuario! —sonrió, apuntando a una tiendita que se encontraba al final del pasillo.

Haerin sonrió, sin negarse en voz alta para no ser maleducada, mas la actitud de Hyein la sorprendió.

—¡Muchas gracias, iremos de inmediato a comprarla!

—¿Lo haremos? —preguntó inocente, pero ya estaba a la entrada de la tienda, su mano aún bajo la más grande.

—¿Quieres algún peluche, unnie? —apuntó unos canastos con peluches de peces, tiburones, tortugas y distintos animales acuáticos.

—Oh... No te preocupes, Hyeinnie, estoy bien —trató de sonar segura.

Lástima que sus ojos que desbordaban encanto, fijos hacia una medusa de la misma especie que vieron antes, la delató.

—Quiero la foto y esto por favor —le ignoró y tomó el peluche, colocándolo en la caja para pagarlo—. Toma, este es tuyo y yo me quedo con la foto —sonrió, extendiéndole el juguete.

—Pero...

—Es de mala educación no aceptar regalos, unnie. ¿Qué ejemplo me quieres dar? —sonrió esta vez más grande, tratando de convencerla.

Haerin solo pudo agradecer, abrazándola por tercera vez en... en su vida prácticamente

Luego de unas vueltas más, salieron del acuario, Hae muy contenta con su peluchito y Hyein deseando llegar a colocar la foto en su escritorio para verla todos los días.

—¿Te gusta el algodón de azúcar, unnie? —cuestionó, caminando hacia un puesto que vendía esa golosina esponjosa y rosada.

—¡Me encanta!

—Muy bien, me da uno por favor —le pidió al hombre, quien asintió y pronto Kang ya tenía el comestible en sus manos—. ¿Cuánto es?

Haerin la detuvo, frunciendo el ceño tiernamente.

—Hyein, no puedo dejarte que pagues todo, ¡no quiero que pienses que me aprovecho! —metió un pedazo de azúcar antes de intentar sacar su billetera—. Además, yo soy la mayor aquí.

Lee actuó rápido, acercándose a sus labios y robándole un pico que supo a algodón de azúcar y galletas de jengibre.

Ignoró su propio sonrojo y le susurró al oído:

—Prefiero que me pagues de esa forma —y dicho eso, le pasó el dinero al señor, jalándola del brazo para salir de ahí.

Haerin quedó en blanco, su corazón vuelto loco, encantado por esa alfa.

Aunque la más alta tomó ese silencio de forma negativa. Quizá se haya pasado de la raya y ahora Haerin la odiaría. Con dolor, se volteó hacia ella.

—Unnie... perdón, yo...

Fue silenciada por esos mismos labios azucarados, esta vez en un beso más largo que le permitió también sentir un pequeño sabor a durazno, el mismo que olía en la omega.

Hyein cerró los ojos, sintiéndose en las nubes y Hae la tomó de ambas mejillas, no queriendo lejanía. Eran tan adictivos esos belfos rechonchos con un dejo a café en ellos, que terminó comparándolos con unas cómodas almohadas que la teletransportaban al mismísimo cielo.

Un rato después se separaron porque sus respiraciones se lo exigieron, Kang sonríe brillante y Hyein baja la cabeza, cohibida. Iba a morirse ahora si que sí.

—Eres una alfa muy dulce, Hyeinnie —aún con sus manos en los cachetes contrarios y las puntas de sus pies alzadas, Haerin le besó las mejillas a esa bebé que pasaba el metro setenta.

—Unnie... estoy muy enamorada de ti —confesó, abrazándola y levantándola hasta que estuviera en el aire, girando sus cuerpos como una princesa. Muy parecido a la forma en que la levantó Danielle. Aquel pensamiento la desconcertó un poco, sintiendo que estaba jugando con esas dos alfas porque ahora no podría decir a quién preferiría. Quería a las dos...—. ¡Tan, pero tan enamorada!

Pero el momento de película con la nieve en sus cabezas, con su palito de algodón de azúcar (ya acabado) y el peluche en mano, junto a una chica tan increíble como Hyein, la obligaron a olvidarse del tema, acompañándola en carcajadas infantiles de ojos cerrados.

La bajó luego de un rato, arreglándole la ropa.

—Debo confesar que cuando me encontraste en tu puerta —su mirada se volvió tímida de un segundo a otro—, lloraba porque tenía pánico de no lograr hacerte sonreír... hacerte pasar un buen rato. Tenía miedo de que la cita fracasara porque no creo tener nada especial para ofrecerte —Hae formó un puchero en desacuerdo—. Pero ahora, aunque sigo asustada de no ser suficiente, unnie, debo admitir que este momento se volvió de mis favoritos y no lo cambiaría por nada.

Haerin sonrió junto a ella, acariciándole el cabello con amor sincero, feliz de estar allí.

Haerin había tenido la suerte de conocer a alguien como esa alfa, una muchachita que a diferencia de la dulzura que transmitía Danielle, esta era un poquito más difícil de encontrar. Porque Hyein era una joven que se demostraba segura y madura, pero tan solo bastaba con escarbar un poquito para encontrar a esa ternura de persona que solo deseaba ser abrazada y mimada con mucho cariño, como lo hacía Haerin.

Hyein tenía miedo de no ser especial, de no tener nada que ofrecer, pero lo que ella no sabía era que tenía todo y mucho más, mucho más que Haerin anhelaba conocer.

¿Qué pensaría su madre al verla interesada en dos alfas con la misma intensidad? Hae no lo sabía, y mucho menos sabía qué pensar ella misma.

Solo esperaba que esas otras dos muchachas, amigas de sus alfas, no le interesaran de la misma manera porque estaba segura que se volvería loca.

🎄❤️🎅🏻

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