🎄| 06
🎄❤️🎅🏻
Haerin se coloca su gorrito de lana antes de darse una última vista al espejo. Lucía bonita, sus uñas pintadas de renito y decoraciones navideñas acompañadas de sus labios humectados en gloss transparente. No fue necesario agregar rubor pues el frío haría el trabajo de sonrojarlas.
Echó en una pequeña cartera su celular, billetera y unos guantes por si acaso. Salió de casa luego de llamar a aquella alfa que no conocía muy bien, pero sabía que era amable. Muchas veces la vio ayudando a sus compañeros con una sonrisa en los labios.
Haerin aún no podía creer lo que estaba haciendo, lo que había aceptado. Cuatro chicas cortejándola y ella intentando cumplir su promesa de entregar los mejores regalos.
Sin duda esa Navidad ha hecho lo más bondadoso que podía.
Danielle apareció en su campo de visión, las manos tras su espalda y con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Omega! —llevaba una bufanda roja cuidándola del frío—. ¡Te ves preciosa!
Danielle llegó a su lado, sin parecer avergonzada como en ese momento lo estaba Haerin.
La mayor extendió sus brazos, mostrando en sus manos un ramo de margaritas.
—¡Son falsas! Supe que eras alérgica —rió, esperando que las recibiera.
Haerin sintió su corazón acelerarse. Así que era esa alfa quien le llenaba de flores el casillero...
Danielle poseía una sonrisa hermosa, dulce, que iba a la perfección con su aroma a miel. No lo dijo en voz alta, pero le fascinó que no fuese como las típicas alfas rudas y bordes que se creían lo mejor por pertenecer a esa casta.
—Gracias... —las tomó con sus mejillas rojas, pero esta vez no por culpa de la baja temperatura.
—No hay de qué, bonita. Elegí las más lindas para mi omega —estiró el brazo, para que Haerin lo tomara y jamás borró esa sonrisa de azúcar de su rostro, que de alguna forma u otra, lograba llegar a sus ojos, formando dos medias lunas maravillosas. Los lunares a sus costados fueron detalles que Haerin no pudo evitar prestarle determinada atención.
—Mh... —se removió nerviosa, Dani tenía mucha seguridad.
—Tomaremos el transporte público, espero no te moleste.
Kang negó, dejándose llevar y tomando el brazo que le ofrecían para así caminar hacia un paradero cercano. Danielle se negó en relevarle a dónde irían, así que tuvo que esperar en silencio y con un puchero.
Pronto, cerca a un centro comercial, ambas muchachas llegaron a una pista de hielo al aire libre.
Haerin abrió la boca con sorpresa.
—¿Te gusta patinar, mi amor?
—Yo...
Le cohibía los apodos tan amorosos e íntimos que utilizaba con ella, pero no le molestaba.
—¿No te gusta? —la cara de Danielle cambió a una de preocupación, tal vez había hecho una mala elección para su cita.
—¡No, no! Es decir, sí, me encanta, es solo que esperaba algo más... más sencillo.
—¡Jamás llevaría a mi omega a un lugar sencillo! —negó, tirando de su cuerpo.
Terminaron con sus patines asegurados a sus pies y entraron en la pista.
Hae había tenido algunas clases de pequeña, así que sabía qué hacer, aunque Danielle...
—¡Mierda! —gritó la australiana cuando dio el primer paso dentro.
Se había resbalado, logrando que su trasero chocara contra el frío y compacto hielo.
—¡Unnie! —se agachó para ayudarla, tapando su boca para no reír—. ¿Estás bien? Espera... ¿acaso no sabes patinar? —ahora sí, no pudo evitar reír fuerte.
—¡Yo puedo hacer de todo! Solo... solo necesito un poco de práctica —se excusó, levantándose con la ayuda de la otra y rápidamente se afirmó del barandal que rodeaba la pista—. Bueno, está bien, puede que nunca antes haya venido a un lugar como este —sinceró, apenada.
Haerin carcajeó sin poder creerlo.
—¡¿Entonces por qué me trajiste aquí, unnie?!
Danielle la miró con una sonrisa, haciendo que Haerin se colocara a su lado, hombro con hombro.
—Mamá y papá tuvieron su primera cita en una pista de hielo —dijo y rió viendo cómo las mejillas contrarias se coloreaban. Muy hermosa—. Fue en un lugar como este en donde surgió su amor y yo quiero repetir la historia, omega. Quiero que te enamores de mí en el hielo.
—Unnie...
—¡Lo sé, lo sé! Me esforzaré más para conquistarte, pero ya sabes, iniciar aquí era importante para mí.
Haerin supo de inmediato que aquella alfa sería la más tierna y encantadora que alguna vez conocería, y su corazón se sintió calentito aún cuando habían menos de dos grados.
Kang, por primera vez, se tomó más en serio la cita.
—Ahora, ¿por qué no me enseñas? Tú pareces ser increíble en esto.
Y así, entre caídas y golpes en el trasero, pasaron su tarde riendo y sonriéndose.
Ambas lobas conectaron y Haerin no podía creer lo emocionada que aullaba dentro de su pecho.
Le parecía extraño que estando tanto tiempo juntas durante horarios y actividades escolares jamás antes se había interesado de esa forma en Danielle, pero ahora, ahora Haerin estaba hasta pensando negarse a las demás citas porque la australiana le había hechizado.
No estaba enamorada, no porque sabía que era muy pronto, pero quizás si la conocía un poquito más...
Oh, que tontería pensar que todo eso partió por su lado navideño que le exigía cumplir el capricho de todos a su alrededor.
—Así que, Dani, ¿en serio llevas enamorada de mi tanto tiempo?
Sentadas en una banca ya fuera de la pista, mantienen una charla tranquila entre sí.
—Por supuesto, linda. Me volviste loca desde que te vi, pero el problema era que a mis amigas también les gustabas y me daba mucha vergüenza acercarme.
—¿Y qué cambió ahora?
—Que ya no soportaba estar tan cerca de ti, pero a la vez tan lejos. No soportaba verte en cada clase y no poder hablarte. Mi loba lloriqueaba cuando salimos de vacaciones porque sabía que ya no te vería por mucho tiempo —dijo y Haerin sonrió.
—¿Te han dicho que eres muy cursi?
—¿Te han dicho que eres la omega más preciosa de este planeta? —se acercó para acariciar su mejilla—. Porque lo eres.
—Yah~ No digas tonterías —apartó la mirada, nerviosa.
—Aún me debes mi beso, Haerin —esta apretó los labios, insegura—. Pero te lo cobraré más tarde, ahora tengo una idea. Espérame aquí.
Y sin más, salió corriendo hacia unos puestos que se veían a unos metros de la banca.
Haerin se fijó en su sonrisa, en sus gestos educados hacia el vendedor, la simpatía que simplemente la envolvía. Danielle Marsh era un príncipe azul, sin duda.
—Que bonita alfa...
La extranjera se volvió a acercar, sus manos tras su espalda como en el inicio de la cita y con ese típico gesto de labios curvados hacia arriba.
—Te he comprado algo... —y de repente saca un gorro rojo con un pompón en la punta—. ¡Para que seas el mejor Viejito Pascuero!
A Haerin se le iluminan los ojos, encontrando muy tierno el detalle.
Dani se lo acomoda en la cabeza antes de pasar sus manos por su cabello castaño con cariño.
—¡Te ves maravillosa, omega! —se agacha hasta su altura, emocionada, doblando las rodillas y le roza el moflete—. ¡Por Dios, necesito una foto de esto!
La menor se ríe, avergonzada y dejando que la alfa la fotografíe con su celular. En la foto aparece Haerin con una expresión contenta y de fondo un cielo celeste con árboles detrás, cubiertos por nieve.
Danielle sintió la necesidad de enmarcarla.
Las fermonas de felicidad de la australiana salen por si solas, sin poder evitarlo.
🎄❤️🎅🏻
Caminan por las calles oscuras de la ciudad, únicamente con los faros iluminándolas. Hombro con hombro, Haerin ríe de los chistes tontos que la mayor hace, contándole de paso muchas anécdotas de su vida.
Era agradable. Todo de Danielle era dulzón, un cariño al alma. Una buena persona y una buena alfa que sabía cómo tratarla.
—Y cuéntame, ¿tú qué quieres para navidad? —cuestionó la más alta.
Se balanceaban sutilmente, rozando sus manos. Danielle quería sostenerla.
—No lo sé, nada especial. Que todos estén felices en estas fechas supongo.
Haerin no era materialista, su felicidad surgía gracias a la felicidad de otros. Siempre fue así, desde pequeña cuando veía a sus compañeros cachorritos saltar de alegría en cuanto les regalaban cosas.
—¿Pero nada físico? ¿Algo que puedas tener en tus manos?
—No, creo que no —se alzó de hombros, restándole importancia.
Un auto pasó, llamando la atención de Haerin, la gatita curiosa que volteó unos centímetros la cabeza para ver cómo el coche arrasaba con la nieve de la calle. Danielle aprovechó el momentos de distracción y tomó su mano, enroscando sus dedos con afecto.
Hae volvió a ella y la miró con la boca abierta, pero sin rastro de disgusto.
—Es que vi tus manos rojas y supuse que tenías frío —mintió descaradamente, riendo al ver el rostro de Haerin que no le creyó nada.
La menor la acompañó en la risa, dejando a la vista sus colmillos de felino. Marsh mordió sus labios por lo espléndida que era.
—Me encantas, omega —se detuvieron en un paradero, refugiándose de la nieve y esperando el transporte público. No se sentaron, pero procuraron estar bajo el techo de este. Danielle la miró fijo—. Eres la cosa más adorable que he visto —con su mano desocupada pasó las yemas de sus dedos por el pómulo de la más baja, sintiendo su mano cosquillear bajo su piel tan suave.
Haerin corrió la cabeza, cohibida. Su nariz rojita tentó a Danielle a marcarla allí mismo. Oh, cuánto la deseaba.
Se acercó lento, dispuesta a acabar con esa tortura de distancia, pero en cuanto menos lo esperó, Kang tiró de su mano, subiéndose al autobús que acababa de llegar.
Estaba vacío, probablemente por la hora.
—¡Oye! —reclamó, atacando a Haerin con cosquillas en forma de venganza.
—¡U-Unnie...! ¡Unnie, detente, Danielle! —reía sin parar, siendo muy sensible a los dedos de la alfa en su piel.
Pasaron dos minutos hasta que ambas se calmaron, Marsh dejándola tranquila y Hae pudiendo regular su agitada respiración.
Estaban paradas cerca de las puertas del bus, sin sentarse todavía. Hablaban de cosas triviales, riéndose de la otra y actuando melosas sin siquiera ser consientes.
Y ellas no lo notaron, pero el conductor, un beta anciano de cabellos blancos y piel arrugada, sí. Las miró por el gran espejo retrovisor, sonriendo ante el amor adolescente, acordándose de su amada que desde el cielo lo cuidaba. Sonrió porque Danielle y Haerin se veían adorables juntas, una pareja inocente y agraciada.
Subió el volumen de los parlantes que hace poco habían instalado en el autobús y colocó una canción que supuso que a las jóvenes les gustaría, ya que su nieta de más o menos la misma edad no paraba de cantarla, diciendo que era la canción más romántica que alguna vez escuchó. Heart To Heart, el anciano pensó que los muchachos de hoy en día estaban muy sumergidos en la influencia occidental, aunque de todas formas le agradaba la tranquila melodía.
Y así, con su canción de amor de fondo con ellas metidas en su mundo, Haerin confesó lo que llevaba pensando todo el día.
—Creo que eres la alfa más dulce que he conocido. Pensé que esto sería un desastre, la cita —aclaró—, pero no pude estar más equivocada.
Danielle casi que se puso a hacer piruetas de la emoción. Saltó, aplaudió, costándole respirar. ¡Su omega era la mejor!
—¡Haerin, y-yo...! Yo... —la emoción la traicionó, robándole las palabras. Siempre estuvo contenta con la idea de salir con la castaña, pero que fuera realmente recíproco... La alfa se volvió loca—. ¡Estoy tan feliz! ¡Haerin, creo que...!
La nombrada negó rodando los ojos, la chica hablaba mucho. Acortó la distancia, agarrando con ambas de sus manos el rostro de la más alta, atrayéndola a ella, cerrando los párpados para besarla suave. Danielle abrió los ojos unos segundos, sorprendida, pero luego fue capaz de cerrarlos y corresponder el tacto, derritiéndose por dentro.
Haerin sonrió un poco, sintiendo un sabor a miel en sus belfos. No lo podía creer, Danielle tenía literalmente sabor a miel. Fue lo mejor, lo que la impulsó a no separarse y dejarse rodear por los brazos contrarios, que las juntó lo que más pudo, rogándole a todos los Dioses que jamás se separaran.
El bus paró en una estación, en la última, ya habían llegado a la casa de Haerin.
Las puertas se abrieron, pero el conductor no parecía apresurado. Una vez confirmó que las chicas estaban ocupadas en su mundo de caramelo, chilló bajo como si fuese una colegiala y desbloqueó su celular para no invadir el momento ajeno.
Las muchachas se separaron con el final de la canción escuchándose por los parlantes, Haerin aún con sus manos en la cara de la mayor y esta aún abrazándola por la cintura.
Quedaron a solo centímetros, mirándose como si estuvieran enamoradas. Danielle lamió sus labios antes de, repentinamente, levantar a Haerin en sus brazos y sacarlas de ahí, no sin antes gritar un "Buenas noches" al viejo beta.
—¡Dani! —reía con los pies en el aire.
—¡Estoy tan enamorada de ti, Kang Haerin! —gritó hacia los aires, muy fuerte, un tono lleno de alegría y felicidad mientras giraba sus cuerpos y miraba hacia el cielo, como agradeciéndole a las estrellas.
Las risitas siguieron unos minutos hasta que Danielle la bajó, aún con esa sonrisa de sol luminoso.
—Gracias, bonita bebé —acarició sus mejillas—, gracias por el mejor día de mi vida.
Ya estaban frente a la puerta de la omega.
Haerin sonrió sonrojada, su corazón cálido dentro de su pecho.
Marsh quería volver a besarla, pero no sabía si podía. Haerin ya había cumplido su deseo navideño.
Al parecer la chica de mirada gatuna vio la duda en sus ojos y decidió actuar, plantando un beso en el cachete de la alfa.
—Me lo pasé muy bien, unnie... —susurró, muy cerca suyo.
Danielle ronroneó grata y por fin se decidió. Debía besarla otra vez.
Pasó sus manos por el cabello de Haerin y besó la comisura de sus labios antes de juntarlos por completo, ahora en un beso más tranquilo, pero lento.
Estuvieron así hasta que la hermana mayor de Haerin apareció por la ventana, gritando el nombre de la pequeña y amenazando de muerte a Danielle diciendo que le cortaría la garganta.
—¡¿Quién era esa pulgosa?! —la interrogó una vez dentro de su hogar.
Haerin lo pensó. ¿Quién era Danielle? Aún no lo sabía por completo, pero quería averiguarlo sin duda.
—Creo que mi alfa —respondió simple y subió las escaleras, dejando boquiabierta a la mayor.
—¡Kang Haerin!
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ya pasó navidad y yo no he terminado este fic. 😭
bueno, igual da lo mismo y seguiré subiendo capítulos.
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