Veinte
—Ngh... Ah, Shouyo... H-hazlo más duro.
—L-lo estoy haciendo duro.
—No es verdad... Ah~- apretó sus ojos el rubio.— Apenas y lo siento.
—Entonces, ¿a si te gusta?
—Ah, si~- asintió.— M-más Shouyo...
—¿Qué clase de tortura le está haciendo Hinata a Miya-san, Kenma-san?
Kenma miró con indiferencia al mitad ruso y se volvió a centrar en su consola.
Atsumu y Hinata giraron sus cabezas y le fruncieron el ceño a Lev por decir que aquello era una tortura cuando no era así.
—Le estoy haciendo un masaje en las piernas.- dijo el pelinaranja.
—Lev tiene razón.- habló esta vez Nishinoya que se secaba el pelo con una toalla.— Era más una tortura que un masaje.
—¿No cree que se parece a lo que hicieron en Hyogo?- dijo Kageyama mientras se inclinaba hacia adelante estirándose.— Solo que ahora no gritaban.
Hinata y Nishinoya se avergonzaron por aquello y se sonrojaron como tomates maduros. Atsumu por su parte sonrió divertido al recordar aquel momento tan alto de temperatura. A Kageyama no le importaba aquello realmente.
Por otro lado, Lev inclinó su cabeza hacia la derecha como un perrito confundido al no entender aquello. Kenma miró a su amigo pelinaranja con una ceja alzada. Él no sabía nada de aquel viaje a Hyogo y podía imaginarse lo ocurrido. Necesitaba explicaciones. Inuoka, que era el único de Nekoma allí junto a Kenma y Lev, estaba igual de confundido que el chico alto. Los de tercero de Karasuno prefirieron girarse e ignorar lo que hacían la pareja. Vivir en la ignorancia era lo mejor.
El par de primer año eran tan inocentes que ni sabían de lo que hablaban.
Y Tsukishima no quería desperdiciar el momento.
—No sabía que le gustase duro, Miya-san.
Atsumu sonrió.— Me encanta. Tanto darlo como recibirlo.- subió y bajó las cejas.— ¿Quieres probarlo?
A Tsukishima se le colorearon las mejillas y se giró para meterse en su futón ignorando la vergüenza que sentía.
Atsumu bufó divertido. A aquel chiquillo le faltaban al menos cien años para avergonzarle de esa manera con comentarios ácidos como esos. Por favor, él era Miya Atsumu.
—¿P-pero por qué se encuentra así, Miya-san?- preguntó Yamaguchi intentando normalizar el ambiente.
—Me emocioné demasiado en las prácticas.- dijo apretándose los muslos con sus manos.— Esto no me pasaba en Inarizaki.- confesó.— Puede que Kita-san me controlase.
—Pues dame su número para controlarte. Suficiente tengo con los dúos problemáticos de segundo y tercero.- le dijo Ennoshita.
—Qué cruel Chikara.- se cruzó de brazos Nishinoya.— Tanaka y yo no damos problemas.
—¿Está seguro de ello, Noya-san?- preguntó Kageyama que seguía en sus estiramientos.
El libero infló sus mejillas y apartó la mirada del pelinegro. No porque quisiera.
Era que de repente, ver como los músculos de sus piernas se tensaban igual que el de sus brazos al estirar como los de su espalda al inclinarse hacia el frente, le hacían sentir nervioso. Y aún no había encontrado respuesta para aquella pregunta del porque era aquello.
De repente, sonó el teléfono de alguno de los chicos de la habitación, y todos se miraron entre ellos para ver de quien era.
Atsumu miró su bolso y estiró su mano intentando alcanzarlo. No lo hacía. Movía sus dedos para ver sin con aquello el bolso llegaba hasta su mano de alguna forma, pero sin intentarlo siquiera. Sabía perfectamente que ese teléfono que sonaba era suyo. Conocería ese sonido hasta debajo de las piedras.
Aún cuando habían millones de teléfonos con el mismo tono.
—¿Se puede saber que haces?- dijo burlón Tanaka.
—Intento alcanzar mi bolso.- le dijo dejando caer su cansado brazo cuando el teléfono dejó de sonar.— Si es importante volverán a llamar.
Al instante volvió a sonar y repitió la misma acción de mover sus dedos intentando llegar al bolso antes de que la llamada se volviese a cortar.
—Si te levantas, quizás llegas.- recomendó Nishinoya.
—Pero es que...- soltó un suspiro cansado.— Me duele todo.
—No seas llorica y mueve tu jodido culo y coge el maldito teléfono.
—Ush... Como que la ducha te puso borde.- frunció los labios.— ¿Necesitas que alguien te de amor?
El libero le entrecerró los ojos y quiso matarlo con la simple mirada.
Su amigo rubio había estado todo el día con aquellas insinuosas preguntitas hacia él y Kageyama sin saber a donde quería llegar con eso. Y le molestaba. Y si encima le añadían que habían tenido que madrugar ese día, pues mal.
Estaba irritable. Sí. ¿Y qué?
No todos los días podía ir saltando lleno de energía y con una enorme sonrisa tirando de sus labios.
—Toma.
Atsumu miró a Shouyo que le extendía su teléfono que parecía sonar con su tercera llamada; y le sonrió con agradecimiento por ello.
Miró el identificador de llamada, y la sorpresa llegó a sus ojos al ver el nombre de la persona que había insistido hasta tres veces en comunicarse con él.
Contestó a la llamada poniéndola en altavoz, y dejó el teléfono encima de su pecho.
—Kita-san. ¿Ya te aburriste de mi hermano que me necesitas a mi?- dijo divertido.
Shouyo le dio un suave golpe en el brazo y se escuchó la risa de Tanaka de fondo.
—...
—¿Kita-san?- preguntó al no recibir respuesta de su ex-capitán a su broma.
—A-atsumu...- su voz sonaba rota alterando al rubio que se puso de una sentado en el futón donde estaba acostado.— N-no se que hacer.
—¿Que pasa, Kita-san?
—Es O-osamu.
Al escuchar el nombre de su hermano todas su alarmas se activaron.
Desactivó el altavoz y se puso en pie ignorando la mirada de todos, incluida la preocupada de Shouyo. Amaba a su chico, pero en estos momentos solo estaba centrado en Kita y lo que tenía que decir de su hermano.
Algo entre ellos tuvo que haber pasado para tener que llamarlo y que esté en aquel estado. Una terrible ruptura por culpa de quien hacia llamarse su padre pasó por su cabeza.
Abrió la puerta de aquella aula en la que habían acomodado sus futones y salió al pasillo que era iluminado por las luces exteriores y por una clase algo más alejada donde se quedaban los chicos de Nekoma.
Las chicas dormirían en una clase más pequeña y cálida, completamente alejada de chicos hormonales.
—¿Que pasa con mi hermano? ¿Acaso rompieron?
Pudo escuchar como el mayor sorbía de sus mocos al otro lado de la linea. ¿Tan duro le había dado a Kita la ruptura?
—Yo...- sollozó.— Me enteré por Suna.
Oh por... ¿Su hermano había dejado a Kita por Suna? ¿Entonces su padre no tenía nada que ver?
Sinceramente era un poco cruel por parte de su hermano. Kita en medio de un campo de arroz cerca de la casa de su abuela, alejado de la ciudad y de su novio, mientras que Osamu en la ciudad y encandilado por Suna.
—¿Te dejó por Suna?
—No es eso, imbécil.- lloró con más fuerza.
—¿Entonces? En serio Kita-san, no entiendo nada.
Lo escuchó suspirar al otro lado.
—Osamu está aquí conmigo. Vino a pasar la Golden Week conmigo hasta que se vaya contigo a Miyagi.
Aquello extrañó al rubio porque su hermano le dijo que cogería el primer tren que saliese de Hyogo hasta Tokio para luego ir a Nekoma.
—Osamu, él...- suspiró.— Suna me ha dicho que... q-que lleva un mes sin asistir a la escuela.
—Mentira.- tragó saliva. Lo que le decía no le gustaba.— Hablamos todos los días y me dice de su día. Lo que me dices no es verdad.
—¡Te digo que lo es!- le alzó la voz.— ¡Osamu me m-mintió a la cara!- volvió a sollozar.- Le pregunté si iba todo bien y él me dijo que sí y no es verdad.
—Kita-san. Mi hermano no miente.- comenzaba a enfadarse.
—Te digo que me mintió.- volvió a decir dolido.
—¡Y yo te digo que no lo hace!- gritó.
El eco de su voz se extendió por todo el pasillo. Apretó su mandíbula como el aparato que tenía pegado a su oreja. Los alumnos de Nekoma habían salido del lugar de donde estaban y miraban hacia su dirección para saber el motivo de su grito.
Los que estaban en la clase detrás suyo también abrieron la puerta para mirar porqué gritaba, notando por el rabillo del ojo la cabellera naranja de Shouyo asomarse por un hueco.
—Atsumu.- advirtió.— Osamu no está bien.
—Kita-san por favor...- se revolvió el pelo.
Toda esta situación le estaba poniendo de los nervios y unos dolores inexplicables en su hombro y costado empezaron a ser insoportables.
—Suna me ha dicho algunas cosas que no quise creer y...- su voz por más que quisiera permanecer fuerte, se quebraba a cada palabras.
—No dejes las cosas en el aire Kita-san.- su humor no mejoraba.
Por más que pudo, su llanto volvió a traspasar la línea.— Osamu está lastimado.
—Bueno... sabes que el voleibol a veces...-
—¡No es por el voleibol! ¡Tu hermano ha sido golpeado!
—¿Qué...?- su voz fue apenas un hilo de voz.
—¡Tu hermano tiene moratones en el cuerpo! ¡Y cuando le pregunto si está todo bien... dice que sí!- quería llorar junto con Kita.— Por favor... Ayúdalo.
—¿Los despertamos?- dijo Tanaka con una sonrisa malévola y frotándose las manos.
—No.- negó Ennoshita negando con la cabeza y sus manos en la cadera.— Si se pierden el desayuno es su problema.
—¡¿Eh~?!- pucheó el rapado.
—Deja de perder el tiempo y vayamos a desayunar. A las diez regresamos a Miyagi.
Sin estar a gusto con la decisión de Ennoshita de despertar al par que dormía abrazados ajenos a todos los que ya estaban despiertos, salió detrás del castaño cerrando la puerta a su paso.
Cuando ya no hubo ruido alrededor, fue abriendo lentamente los ojos y alzando con cuidado la cabeza para ver aquel rostro que seguía durmiendo con tranquilidad. ¿En qué momento de la noche se había salido de su futón y pasado al del contrario?
Le pasaba un brazo por encima de su cintura atrayendo lo a su pecho dejándole oír el tranquilo palpitar de su corazón mientras que él tenia sus brazos entre los cuerpos de ambos pero con la libertad de poder moverlos si quería.
Volvió a cerrar los ojos y enterró su cara de nueva cuenta en el pecho del contrario y aspiró su aroma. El olor a jabón mezclado con su propia esencia era algo único a lo que se estaba acostumbrando y no estaba bien. Primero, en aquel hotel en Hyogo donde la pudo oler incluso en sus sueños. Luego, cuando lo tuvo que cuidar en aquellos días en los que enfermó e incluso se quedó a su lado aún cuando ya se había recuperado. Y ahora aquí.
Esta nueva fijación que tenia por Kageyama le confundía. Sobretodo porque él no es gay. Ni siquiera bi. Él sabia muy bien cual era su orientación sexual, por eso no entendía el porqué sus ojos buscaban a Kageyama en los pasillos de la escuela cuando pasaba casualmente por el pasillo de segundo, en la cancha en medio del entrenamiento... Porqué cuando estaban juntos pero acompañados, buscaba tenerlo cerca y se esforzaba por no mirarlo más de lo debido.
Se negaba a creer que el nerviosismo que sufría por parte del ojiazul era por algo que solamente debería de sentir por una chica.
Aún así...
No podía ignorar el doloroso palpitar de su corazón aún cuando se decía que estaba mal. Del ardor que sentía en el pecho al escuchar por los pasillos de hasta tercer año, como Kageyama era mucho más guapo que en su primer año. Como ese ardor aumentaba cuando escuchaba a Tokita hablar con Yachi de si tendría alguna oportunidad con el pelinegro. Y lo peor, es que no podía sacarse de su mente los labios del chico del día que lo acompañó hasta su casa preguntándose si eran suaves al tacto o si no era muy gruesos. Incluso ese color algo rosáceo era atrayente a sus ojos y se maldecía una y otra vez por pensarlo.
Aspiró una vez más, con fuerza sintiendo tan embriagador aroma perforarle los pulmones, antes de sacar su cabeza del pecho del menor y volver a apreciar aquel durmiente rostro.
Su mandíbula mucho mas marcada. Más que la suya propia. Cejas tupidas pero finas que aún así dejaban ver su masculino semblante. Ojos, que aunque cerrados, eran sumamente atrayentes cuando veías aquel par de gemas zafiro que brillaban en ellos. Y su nariz, larga y fina acabando en punta, que definía mucho más al chico. Y sus mejillas, que aunque no eran pronunciadas, le atraían a pasar sus manos por ellas para tocar su piel y notar que empezaba a salir algo de vello en ellas.
Volvió a mirar los labios. Tanto finos como gruesos. Ni muy grandes ni muy chicos. Se podría decir que eran... Perfectos. Unos labios que de seguro volverían loco al chico que tuviese la dicha de ser su pareja.
Porque aunque no lo hubiese probado, estaba seguro de que Kageyama era un buen besador. Tanto que hasta te dejaría tonta la mente.
—Vamos. Tócalos. Los dos sabemos que te mueres por saber si son suaves de verdad.
—Hacerle eso a una persona dormida, es violación.
Cerró los ojos y suspiró. Despacio.
Desde hacia un tiempo... Se había vuelto loco. Escuchando voces donde no las había. E incitándolo a hacer cosas que sabe que están mal y que aquella vocesita algo más dulce estaba de acuerdo con sus pensamientos racionales.
—No lo es.- volvió a decir aquella voz, con tono pillo.— Además es solo un roce de dedos. Venga. Tranquilo. Solo quedará, entre tu, el bello durmiente y yo.
El libero tragó saliva y sacando su mano de la prisión de cuerpos, la guió hasta los labios del menor.
Sus dedos temblaban como nunca los había visto. Cerró su puño y lo volvió a abrir sin conseguir detener el temblor. Sin embargo, no se detuvo.
Con el dedo corazón tocó el labio inferior. Era mullidito, como esponjoso. Se atrevió a tocar el labio superior con el indice sintiendo la misma textura. La misma suavidad. Volviendo a tragar saliva, deslizó cuatro de sus cinco dedos por la suave mejilla de Kageyama dejando solo su pulgar peligrosamente cerca de los labios del otro. Movió su dedo por la suave piel, lentamente y sin ejercer mucha presión, escuchando un suspiro bajo y pequeño, salir de ellos.
Aquello, aunque no lo admitiese, le fascinó.
Se acercó más -si es que aquello era posible dada su cercanía- sintiendo que el pequeño espacio que los separaba, en realidad eran metros los que impedía estar a gusto.
Pero sin duda, fue un error aquello.
Su pierna, la cual no sabia que era apresada por las contrarias, acabó rozando la entrepierna del menor sacándole un pequeño gemido que le heló por completo.
—Oh~... Es una reacción interesante.
Sus ojitos estaban como platos y su garganta inexplicablemente seca.
Oh, joder. ¿Aquello era de Kageyama?
Estaba duro como una jodida piedra y era mucho más grande que él. ¿Shouyo sabia de tal... cosa?
No, no. No era momento para pensar en tamaños.
La cosa aquí era... La cosa. Era normal tener erecciones mañaneras para chicos vigorosos como ellos. ¡Pero es que eso no era una simple erección! Era LA erección.
—Venga. Mueve la pierna.- susurraba en su oído.— Aquel sonido fue... Exquisito.
—Estas cosas no son normales. No están bien.
—Nosotros no somos normales. Si lo fuéramos, no estaríamos aquí. Y como no lo somos...- insistió.— Mueve de nuevo tu pierna.
Sin querer hacerlo, movió su pierna al frente sintiendo la dureza encima de ella y como un gemido bajo volvía a salir de los labios de ojiazul.
—Eso es... Ahora solo déjate llevar.
Como si estuviera siendo controlado, su pierna se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás una y otra vez. De forma suave y lenta, escuchando como aquellos sonidos salían de la boca entre abierta de Kageyama, donde tenia todavía su dedo pulgar.
Sentía la piel caliente del contrario y con sus dientes apretando con fuerza su dedo pulgar.
Los brazos alrededor de su cintura se apretaron con fuerza acercándole incluso más sintiendo como eran ahora las caderas del menor las que se movían solas sobre su pierna.
Su respiración agitada y sus bajos gemidos que se camuflaban entre gruñidos y suspiros. Su dedo pulgar seguía siendo mordisqueado inconscientemente por la boca contraria. Y su maldita temperatura aumentando porque de repente, se sentía excitado.
¿Como demonios Kageyama no se despertaba con lo que hacia?
Se restregaba con fuerza contra su pierna y podía ver como los dedos del menor se quedarían marcados en su piel aún si estaban por encima de su ropa.
Un temblor y un gruñido algo grave, le hicieron saber a Noya que Kageyama había llegado al orgasmo.
Suspiraba dejando salir su caliente aliento directamente en su cuello. Y la dura erección que hacia presión en su pierna, ahora era solo un pene flácido pringado en semen.
¿Acaso Kageyama seria así de intenso en el sexo cuando estuviese en sus cinco sentidos?
No, no.
¿Por qué pensaba siquiera algo como eso?
Sintió como Kageyama se movía y aquello le dio la idea de que podría despertar. Que lo viese así de cerca y con la ropa interior sucia le alteró demasiado pudiendo confundir las cosas al menor. Aunque no había nada que confundir cuando en realidad habían pasado.
Se apartó de golpe dándole la espalda y se tapó con las sábanas del futón hasta la cabeza para cubrir el increíble sonrojo que pintaba sus mejillas e intentando desaparecer. Avergonzado y excitado por parte iguales.
Y se regañaba por sentir la segunda cuando el es normal.
Quejido típicos al despertar y el silbido de las sabanas siendo retiradas llegaron a sus oídos aún si estos estaban tapados por las sábanas.
—Oh, mierda...- lo escuchó maldecir.— Se ensuciaron otra vez.
¿O... tra vez? Habia dicho... ¿otra vez?
¿Habia ensuciado su ropa interior, otra vez?
¡A él no le pasaba eso! ¡Su pequeño amigo se quedaba despierto y ya!
—Maldición.- chasqueó la lengua.— Debería de sacármelo de la cabeza.
Oh. Por. Dios. Kageyama estaba enamorado de alguien, o le gustaba alguien.
Y era ese mismo chico el que le hacia manchar su ropa interior.
No iba a admitir que le dolía, porque aquello no debía importarle.
—¿Qué te pasa?- ¿se lo decía Kageyama a sí mismo, o a él, escondido en el futón?— Miya-san ya me lo dijo y yo aquí... Teniendo sueños húmedos como un entupido.
¡Ay mi madre!
¡Que Kageyama seguía enamorado de Shouyo!
Pero... ¿Por qué saber aquello dolía como un balonazo en la cara? Sentía algo dentro suyo romperse en mil pedacitos super chiquitos dejándole devastado.
Él no podía sentir eso.
No por Kageyama.
Él es normal.
—Sigue engañándote.
Escuchó como revolvía algo, probablemente en su bolso, y como caminaba hasta salir de aquella clase donde habían dormido dejándole solo y con su cabeza a punto de explotar porque ni él sabia lo que pasaba dentro de ella.
Hinata se colocaba bien su bolso en su hombro viendo a lo lejos a su chico mirar la calle a cada lado a la espera de que Osamu se apareciera para ir juntos a Miyagi.
Cuando acabó su llamada con Kita, no dijo ni una sola palabra y se metió de una dentro del futón dejando un ambiente algo tenso que nadie se atrevía romper.
Ni si quiera se giró a mirarle cuando se acostó en su propio futón al lado del rubio. Y aquello dolía.
Algo muy malo tuvo que pasar para que el rubio se comportase de aquella manera tan retraída y que ni siquiera contase con él para ayudarle, dolía mucho más.
Es como si le dijese sin palabras que no confiaba en él.
Cuando bajaron a desayunar ni siquiera se sentó con él y en la mesa lejana, solo lo veía juguetear con la comida sin animo alguno.
—Puedo suponer que hay algo entre tu y Atsumu-san por la preocupación que brilla en tus ojos, Shouyo.- le dijo Kenma comiendo con una mientras que con la otra jugaba con si teléfono.
—Salimos juntos.- respondió mirando cada movimiento de su chico por si tenia que socorrerlo en caso de emergencia; ignorando si alguien más escuchaba su conversación.
—Y también puedo suponer que habéis ido mucho más allá por la palabras de Kageyama.
—Bueno si... Pero él dice que cuando sea mi momento, lo hará bonito y especial.
Kenma lo miró de reojo y asintió.
Aunque sabía que no le miraba por estar pendiente de Atsumu que parecía un muerto en vida al tener aquellas enormes y feas ojeras bajo sus ojos y aquellos pelos parecidos a los de un nido de un pájaro.
—Parece un buen tipo.- dijo el teñido.
—Lo es.- afirmó.
Y allí había acabado la conversación de ambos, porque nada más ver que Atsumu se levantaba, enseguida él también lo hizo como si tuviese un muelle en el trasero que lo impulsaba fuera de la silla.
Suspiró y con decisión, se acercó a Atsumu que seguía mirando a ambos lados de la calle.
—Atsumu.
Llamar su nombre completo era raro en su boca. Siempre le decía Tsumu porque le parecía más bonito, e incluso el mayor decía que se oía tierno salir su nombre acortado por sus labios.
El rubio dio un bote al ser llamado, y al girarse se sintió como la basura misma al ver la carita de Shouyo totalmente preocupada porque no había dicho nada de lo que le preocupaba.
—Estás... ¿E-estás bien?
Se sintió muchísimo peor oírle hablar de aquella manera estrangulada.
Como quisiera darle un abrazo y un beso sin importarle nada. Pero no estaban solos y no sabía como algunos podrían reaccionar.
—N-no...- le susurró la verdad.
—¿La compartirías conmigo?
Atsumu volvió a mirar a los lados de la calle sin rastro de su hermano y volvió a centrarse en Shouyo.
—Kita-san me dijo que mi hermano ha sido golpeado.
La respiración de Hinata se atascó en su garganta.
—Ha faltado a la escuela y...- cerró los ojos reteniendo las lágrimas.— Suna le dijo a Kita-san, que los golpes podrían ser culpa de... Ese hombre.
El pelinaranja se llevó las manos a la boca reteniendo un jadeo.
—Conociendo a mi hermano, seguro que ni se ha quejado. Se lo guarda todo el muy imbécil.
—Tu también guardas tus cosas, Tsumu.
—Pero el abuso no es algo que uno deba callar Shouyo.- susurró.— Solo consigues que tu maltratador se aproveche.
Sin poder darle el abrazo que quiere, Hinata le agarra con fuerza la mano, y se interpone entre estas para que no sea vista por nadie mientras esperan a que el gemelo menor aparezca.
Fueron los cinco minutos más largos de la vida de Atsumu.
Vio a su hermano caminando de forma tranquila hacia ellos e intentó sonreirle. No de forma burlesca, sino de forma cálida. Que supiese que estaba a salvo.
Al tenerlo al frente, quiso llorar. Y puede que su hermano lo notase.
Osamu estaba ligeramente más delgado y su color de piel, ya no tenia ese tono como caramelo como la suya. Sino que se encontraba algo más pálida.
—Hola.- saludo Atsumu.
—Hola.- devolvió el saludo el contrario.
—Te echaba de menos.
—Yo no.- bromeó.— Eres como un dolor en el trasero.
Los dos rieron y a Atsumu le hizo recordar, que lo mismo le había dicho a Hiroki sobre Osamu el día anterior.
—¿Como estás?- se aventuró a preguntar.
—Bien. Aunque los entrenamientos son algo pesados.
Ah... Le estaba mintiendo.
Alzó lentamente su mano, notando el leve temblor que vio en su gemelo, y la llevó hacia el costado izquierdo donde la noche anterior le había dado una horrible punzada sin saber porqué.
Apretó con fuerza escuchando un quejido de dolor salir de los labios de sus hermano, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Se había querido convencer durante toda la noche y lo que llevaba de mañana, que su hermano estaba bien y no estaba golpeado.
Soltó la mano de Shouyo y se acercó hasta su hermano levantando la camiseta con algo de fuerza porque el contrario ponía resistencia; viendo el horrible moretón que había en el costado izquierdo.
Tenia un tono verdoso, pero también violáceo y amarillento. Sentía ganas de vomitar.
Podía ver como los restos de otro moretón a la altura del estómago empezaba a desaparecer y seguro que aunque no los viese, habían más bañando el cuerpo de su hermano.
Alzó sus ojos anegados en lágrimas dejando su vista borrosa. Sabía que su hermano estaba igual.
Podía sentirlo en su pecho. Ahora lo hacia.
—¿Por qué no dijiste nada...?
—No podía... No quería preocuparte. Ni a mamá.
—E-eso es peor.
—L-lo siento- le dijo con voz quebrada.
—T-tu no tienes la culpa.
Con cuidado, Atsumu le abrazó con fuerza, y Osamu le devolvió el abrazo con la misma intensidad sintiendo que podía respirar de nuevo.
Hinata solo los podía ver desde su lugar con dolor y con alivio, de que gracias al enorme muro a unos metros de ellos, cubría a los gemelos del resto de personas.
Hoy... Soy un día más vieja. ¡Es mi cumpleañooos! 🎉🎉 ¿Hay alguien mayor? ¿Con mi misma edad? ¿Menor? Cumplo 21 🌚
¿Se acuerdan que dije que en el capitulo anterior esto quizás se estaba acabando? Vale, pues olvídenlo. Porque como bien dije, cada que escribo esto evolucionan como los Pokemon. Así que dudo que esto se acabe pronto...
Decir que en un principio no quería poner a Osamu de la manera en que lo puse. Pero como justo cuando iba a dormir, se me ocurrió y pues lo puse.
Como spoiler, les diré que obviamente Osamu saldrá del infierno que está y se irá junto a Atsumu.
También, respecto a Noya y su negación hacia lo que siente por Kageyama, quisiera recalcar lo que dice sobre que 'él es normal'. Lo dice en presente, por lo que aun le cuesta aceptarlo.
Espero que les haya gustado el capitulo.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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