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Una sonrisa tímida apareció en mi rostro, al bajar del tren mis padres me abrazaron con fuerza. Mi padre me sonrió orgulloso, tomo mi equipaje y mi madre me dio un gran beso en la frente. Reí, los extrañaba mucho.
Mis dos hermanos me saludaron contentos, y junto a ellos James me espero con una sonrisa, una amplia destinada solo para mí.
El tiempo le favoreció mucho, el niño por el cual suspiré de pequeña se convirtió en todo un adolescente revoltoso. Su cabello rebelde, su estatura alta, su buen físico por practicar deporte y esa mirada de ensueño que enloquecía a las chicas.
Esta más guapo que la última vez, tranquila…ya no eres una niña…tranquila….a quien engañas, tienes trece.
James se aproximó y revolvió mi cabello divertido. Lo abrace con fuerza, su olor a césped me gustaba mucho, me separé un poco para verlo y jure que vi rubor en su rostro pero se alejó rápido cuando Albus apareció junto a Lily.
— ¡Albus! — me sorprendí de ver a mi mejor amigo más alto que yo — Deja de crecer, me siento tan enana.
— Dilo por ti, a comparación creo que soy la más pequeña — rio Lily al comparar las estaturas.
— Pronto van a crecer, tienen hasta los veintiuno para eso — bromeo Albus.
— Vamos cielo, debemos ir a casa, tu madre necesita descansar.
Mi mamá pronto tendría a otro hijo, un nuevo hermanito. Emocionada la mire, estaba muy bella con el embarazo y mi padre tenía tanta ilusión.
— Nos vemos — sonreí y corrí para alcanzar a mis padres.
Aún a pesar de la distancia, de estar en escuelas diferente, en navidad o vacaciones seguimos siendo buenos vecinos y amigos. El tiempo paso muy rápido, ya no era una niña de ocho años, pero James me seguía gustando, en la escuela a la cual asistía los estudiantes me trataban bien, pero ninguno llamó mi atención. Se debía a James.
Suspiré con una sonrisa al bajar del vehículo, ayude con el equipaje y mi abuela nos recibió. Casi no podía moverse mucho, pero me deslumbró su hermoso vestido amarillo con peces en color naranja y azul que portaba. Ese año su cabello tenía tonalidades verdes.
— ¡Pastelito!
— Abuela — corrí a abrazarla con fuerza.
— Pero mira nomás, que guapa te has puestos, si ese James no lo ve, te consigo novio mi niña.
— Abuela, no digas eso… — me sonroje.
— Mamá ella solo tiene trece, sigue siendo una niña — mi padre frunció su frente molesto.
Mi padre se volvio sobreprotector cuando inicio a crecerle el pecho, no era mucho pero me definía más como mujer que como niña. A mí me daba risa, ver a mi padre mirar a los demás niños feo solo porque se me quedaban viendo. Al único que no veía así era a James o Albus.
Imagino que pensaba que no me iban a hacer nada.
La mudanza termine, solo traje ropa y uno que otro libro para terminar unos pocos deberes. La Navidad me gustaba mucho, en especial por el pequeño ritual que hacía con los señores Potter.
Antes de noche buena, nos juntamos en una casa, solo para intercambiar regalos, jugar un poco, cenar y desear feliz navidad y año nuevo.
La otra parte del año nos íbamos a celebrar con nuestras familias cada uno, por esa razón tenía poco tiempo de pasar con James o Albus. Con Lily era diferente, se quedaba en casa a una pijamada y el tiempo volaba rápido.
Justo esa noche, mi amiga venía a quedarse, una tradición que se volvió nuestra cuando Albus se fue a estudiar al extranjero con James. Antes de que yo me fuera a Francia.
— Cielo, Lily ya llegó — me dijo mi madre — No hagan mucho ruido, tu abuela duerme.
— Mamá, sabes que la abuela va a venir también a la pijamada — reí al acomodar un colchón inflable.
— Si, pero ella no entiende que no está en edad para dormir hasta las dos de la mañana — rodó los ojos.
— Ya se, pero la abuela no piensa eso.
Mi abuela seguía siendo una jovencita en su corazón. Al bajar las escaleras, para recibir a Lily ya contaba con mi pijama. Una muy bonita de color celeste, blusa blanca con un enorme gatito naranja en medio. Adoraba esa pijama.
Al abrir la puerta mi mundo se fue al traste, James estaba con Lily cargando un par de bolsas con bocadillos y me vio. Quería que la tierra me tragara entera cuando James se rió tan alto que los vecinos lo escucharon al ver mi atuendo.
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