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4. Steve

Steve golpeó su rodilla con los dedos, una y otra vez. Podía notar cómo algunos ejecutivos y los encargados de la seguridad se quedaban mirándolo, quizás juzgándolo. No le importaba si les provocaba vergüenza o lástima, hace una semana y media que dejó de darle relevancia a esa gente que pretendía intimidarlo con sus juicios.

Aunque sería estúpido sostener que se acostumbró a las miradas y murmullos, solo que su testarudez era mayor. Se caracterizaba por ello y Tony lo sabía bien, Steve no se movería de la recepción de Stark Industries.

El soldado se quedaría sentado en la banca, aferrado a la esperanza de que Tony saldría a verlo. Porque no solo necesitaba escuchar las verdaderas razones para que lo abandonara, sino corroborar que se encontrara a salvo. Le desconcertó enterarse que regresó con su padre, que asumiría la presidencia de Stark Industries. Y no desconfiaba de su destreza para asumir esa enorme responsabilidad, solo que le preocupaba lo jodido que sería tener a Howard encima de él.

Bastaba con cerrar los ojos para recordar las cientas de noches que halló a Tony en los bares cerca de la academia, siempre lo recibía con esa dulce mirada almendrada transformada en una llena de dolor. Su mejor amigo se esforzaba por mostrarse fuerte y ajeno a los constantes desplantes de Howard, pero la verdad era que cada indiferencia del mayor por sus logras aplastaba su ilusión como hijo.

"Yo... ¿Tú crees que soy suficiente, que algún día Howard podría sentirse orgulloso -que algún podría felicitar lo poco que hago?".

"Sí, Tony. Eres más que suficiente, el mundo debería agradecerte por solo existir".

"Tonto, no juegues conmigo".

"No lo hago, estoy siendo muy serio. Cada día agradezco al mundo de ponerme en tu vida -de poder dejarme amarte, cuidarte y protegerte. Porque eres una persona asombrosa, tan noble, apasionada, leal; un luchador innato que no se detiene y tampoco permite que los otros lo hagan... Tony, Tony, tengo miles de razones para asegurarte que eres una fuerza de la naturaleza".

"¿Entonces... por qué Howard no es capaz de darme su aprobación, de quererme y sentirse orgulloso de mí?".

"Porque es un ciego muy estúpido. No hay otra explicación válida, sus ojos no son capaz de apreciarte como yo lo hago... Como todos los que te queremos lo hacemos".

"¿Puedes abrazarme?... Jamás me sueltes, Steve".

"Te lo juro, Tony. Yo no te soltaré nunca".

Steve suspiró con dificultad, tenía una fuerte presión en su pecho. Le costaba respirar, su mirada cristalizada amenazaba con romperse en llanto. "¿Por qué si mis brazos fueron tu lugar seguro, has decidido dejarme? ¿Qué pretendes con solo irte? ¿Por qué buscas herirte al permitir que Howard vuelva aparecer en tu vida?".

"¿Qué hice mal, Tony?".

El soldado necesitaba respuestas, pero especialmente volver a tener a Tony en sus brazos. Quería asegurarse de que estuviera a salvo, que nadie fuera capaz de lastimarlo -que Howard lo hiciera. Porque amaba a Tony, era de las personas más importantes en su insignificante vida. Y ese mismo amor lo hacía seguir sentado en esta recepción, sin comer o ir al baño por miedo a perder la oportunidad de toparse con él.

No se rendiría.

Tony no podía simplemente irse de su vida, no se lo permitiría. Le dio su palabra de que no lo soltaría.

No lo dejaría, Tony no podía desaparecer.

La noche cayó, Rachel -la recepcionista a cargo de despedir a Steve- titubeó en botar o no al soldado. Porque a diferencia de las otras veces, Steve ya no tendría más esperanza de encontrarse con Tony el día de mañana. Su jefe estaba por enviarlo a un vuelo sin retorno a Alemania. Es más, se le informó que Tony estaba por tomar el coche rumbo al aeropuerto.

Rachel no quería perder su trabajo, pero tampoco podría con el remordimiento. La mujer observó a Steve, notó las veces que su mirada azulada se rompía y también los sutiles intentos de limpiar las lágrimas que se le escapaban. Ni qué decir de la efímera sonrisa que ponía cada vez que creía divisar a Tony. Su corazón se compadecía por el soldado y su mente le recriminaba que interceder era lo correcto; aún más, si ella también se encontró con Tony sollozando al ver las cámaras de seguridad que cuidaban la recepción.

Rachel tomó una decisión, sus ojos se clavaron en la cámara de seguridad. Howard no dudaría en despedirla, así que debía ser consistente. Sacó la credencial que le permitía acceder a las zonas bajas de la compañía y fue hacia Steve.

El soldado estaba listo para decirle que no se iría, pero se abstuvo cuando Rachel puso su credencial en la mano.

—Está en el estacionamiento del ala derecha, no deje que se vaya. Por favor, evite que el señor Howard Stark triunfe. —Steve asintió y quiso agradecerle. Rachel no le dio oportunidad.

La mujer también corrió hacia la esquina de la recepción, apretó el botón de alarma contra incendios. Toda la compañía fue invadida por las sirenas, los protocolos se iniciaron junto con el caos -el mismo que le permitió a Steve escabullirse por dentro.

El soldado cruzaba edificio tras edificio, su corazón latía con mayor rapidez. Por primera vez en una semana y media, creía tener la oportunidad de volver a verlo -de sentirlo cerca. Su corazón se emocionaba con sola la oportunidad, su mirada volvía a amenazarlo con romperse. Pero dejaría las lágrimas cuando vuelva a tener a Tony en sus brazos, cuando verdaderamente confirme que su mundo regresó a él.

"No te dejaré ir, Tony. No importa si también debo renunciar a Shield, yo te seguiré".

Esa era la promesa que Steve había pensando tanto en decírsela cuando lo encuentre, porque estaba dispuesto a radicar en Los Ángeles -a renunciar a su mundo por el nuevo al que Tony le apostaba al querer asumir la presidencia de Stark Industries.

No lo dejaría, menos a merced de Howard.

Steve se detuvo en seco cuando divisó a Tony, una semana y media sin verlo se sintió toda una eternidad. Pero nada comparado con el preciso momento que chocaron miradas, esos ojos almendrados que adoraba tenerlos brillando por la felicidad se sorprendieron al verlo. No tardaron en volver a brillar -pero por tristeza. Steve sintió su corazón estrujarse, no permitiría que llorara -si no estaba en sus brazos. Así que, el soldado avanzó firme con el propósito de abrazarlo y no soltarlo más.

Pero Howard apareció detrás de Tony, tomó a su hijo del brazo y le susurró una amenaza que obligó a Tony avanzar.

El corazón de Steve se puso en alerta, empezó a correr. No con la suficiente rapidez, Howard logró meter a Tony al coche de un fuerte empujón. Y solo en cuestión de segundos, el coche arrancó perdiéndose ante la vista de Rogers.

Las lágrimas de Steve brotaron, pero no de la felicidad que esperaba. "¿Por qué sentía que este encuentro era el último? ¿Será por las palabras de la recepcionista Rachel o porque acaba de escuchar a Pepper avisarle a Rhodey que no regresarían a Estados Unidos por un largo tiempo?".

"Si es que alguna vez volvemos", esa fue la frase que derrumbó a Steve.

Pepper se quedó estática al tenerlo en el umbral del estacionamiento, colgó de inmediato la llamada.

Steve se acercó a ella, Happy se puso a la defensiva.

—Dile que él es mi camino a casa. Y hasta que no vuelva conmigo, yo deambularé por el mundo.

—Steve, yo... —Pepper no terminó, Steve simplemente se marchó.

Con el corazón roto.
Sin rumbo.

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