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🐺Capítulo 12|Sangre.


CAPÍTULO 12: Sangre.

Evelin:

Joaco y yo bajamos a cenar. Al principio tuve dudas sobre en donde debía sentarme, pero Joaco me guió a la silla junto a la suya y la abrió para que tomara asiento.

Por si acaso miré a sus padres, pero ninguno de los dos me estaba prestando atención. Su madre estaba consentradísima terminando de poner los alimentos sobre la mesa y su padre se había apresurado a hacer espacio entre los platillos para poner una jarra de jugo rojo que sacó de la heladera.

Observé la bebida preguntándome si el jugo de frutilla estaba recién hecho y si me dejarían tomar un poco, pero entonces el padre de Joaco comenzó a servir llenando todos los vasos excepto dos. El suyo y el mío.

-Firu, siéntate- Joaco palpó el asiento para mí y solo entonces sus padres alzaron la cabeza y me vieron como si apenas hubiesen notado mi presencia. Pero toda mi atención estaba en su padre y en el jugo que dejaba en el medio de la mesa al alcance de todos.
-¿Firu? - llamó Joaco y tomé asiento a su lado, pero mi atención quedó fija en el jugo que ahora que lo tenía a pocos centímetros de mí podía decir con claridad que no era de frutilla pues no se parecía a nada que hubiera olido antes.

-¿Qué es? - pregunté viendo que el color también era extraño, demasiado rojo, como si un bote entero de colorante le hubiese sido arrojado.

-Es...- comenzó a decir Joaco, pero entonces dos chicas bajaron por las escaleras y aunque sabía que eran sus hermanas, no pude reconocer cual era Layla y cual era Leyla. Se vestían igual y se veían igual, excepto que una caminaba como si estuviera pateando tierra y la otra parecía modelar.

-Justo a tiempo- sonrió la madre de Joaco y todos tomaron asiento. Los miré servirse carne, una carne que parecía que se iba a levantar y salir corriendo de tan cruda que estaba.

Busqué entre los platillos, esperando encontrar algo que pudiera comer sin acabar vomitando, pero no encontré nada excepto lo que parecían ser unas milanesas, las cuales tampoco eran de mi agrado.

Joaco tomó ese plato y me sirvió dos, pero yo no pude dar un bocado, el hecho de ver a cinco personas comer carne casi cruda me hacía sentir mareada.

-Lo siento- dijo la madre de Joaco y todos alzamos la cabeza, ella me miraba a mí. -No sabía que comen ustedes y busqué en internet y aparecieron muchas milanesas- se explicó viéndose avergonzada -Pero si me dices qué te gusta lo prepararé, solo me tomarán unos minutos- sugirió viendo que ni siquiera había tocado las milanesas.

-No como carne- murmuré y más de un tenedor resonó. Al mismo tiempo cuatro pares de ojos se giraron a verme.

-¿No comes carne? - preguntó el padre de Joaco y me sentí chiquita bajo su mirada de horror.

El tipo era grande, joven, sí, y parecía de mi edad, pero su gigantesca altura y todos sus músculos no hacían nada por mostrarlo amigable. También tenía una mirada demasiado intensa para mi gusto y no se me pasaba por alto que miraba a cada miembro de su familia como si quisiera protegerlos ¿Pero de qué?

-No- susurré y entonces noté que Joaco también me miraba.

-¿Por eso hoy solo te comiste las verduras? - preguntó como si no pudiera creerlo.

Asentí con la cabeza y esperé a que el ambiente se disipara, pero nadie dejó de verme.

Ni siquiera pestañaban.

-No es raro no comer carne- murmuré, esperando que ya dejasen de verme, pero mis palabras parecieron empeorarlo.

-Sí lo es- murmuró una de las gemelas a mi lado y la otra asintió estando de acuerdo. -¿Por eso eres débil?

Mis ojos se abrieron grandes por el horror. No soy débil, no tengo un cuerpo para ser débil, aunque sí soy bajita, pero con mi peso no se me calificaría exactamente como una persona débil.

-No soy débil. - el hecho de que siguieran viéndome como si estuviera mal o loca me molestó.

-¿Y...y qué comes? - preguntó la madre de Joaco intentando disipar la tensión en el ambiente.

-Arroz, fideos, verduras, frutas, legumbres...- había una larga lista. Comía cualquier cosa que no fuera carne.

-¿Te gustaría que te preparara fideos? - preguntó ella y asentí, aunque me sentí incómoda pues todos seguían viéndome.

-Sí, gracias- susurré y para desviar la atención de mí, tomé el vaso de Joaco y me lo llevé a los labios.

Joaco me lo arrebató de las manos y el jugo cayó sobre toda la comida.

-¡No bebas eso! - gritó haciéndome sobresaltar y si antes las miradas estaban sobre mí, ahora todos nos veían a los dos.

El padre de Joaco comenzó a limpiar antes de que el jugo se cayera, pero era espeso, asquerosamente espeso y apenas había recorrido unos centímetros hasta el borde de la mesa antes de que cayera al piso.

-Lo siento- me asusté y me alejé de la mesa viendo como las hermanas me veían con odio.

-No te disculpes, solo fue un accidente- el padre de Joaco me dedicó una sonrisa y volvió a limpiar la mesa.

-Lo siento, Firu, no quise asustarte- Joaco se me acercó y me abrazó, pero yo no podía dejar de ver a las hermanas cuyos ojos por un instante se habían puesto rojos. Por miedo me acurruqué a él, dejándome abrazar y cerré mis ojos. -No tomes eso ¿Sí? - el me acarició la espalda -No es bueno para ti.

-¿Por qué?

Él dudó y sentí como la habitación se volvía repentinamente silenciosa.

Abrí los ojos y aunque mi mirada estaba en Joaco, pude sentir una vez más los ojos de todos sobre mí.

-Porque te hará enfermar.

Eso llamó mi atención.

-¿Qué es?

Él dudó y miró hacia atrás, como si estuviera preguntando y estoy segura de que recibió alguna respuesta silenciosa porque de repente dijo:

-Solo no lo bebas.

-Joaco ¿Por qué no van arriba? Los llamaré cuando la comida esté lista- su me dedicó una sonrisa cariñosa, una que parecía real -¿Te gusta el quesito? Puedo agregarle.

-Sí, gracias- murmuré sintiéndome confundida por el repentino cambio de humor y seguí a Joaco escaleras arriba.

Él cerró la puerta y me llevó a la cama, se sentó y me hizo sentar en su regazo manteniendo mi cara en su pecho y sus brazos a mi alrededor.

-De verdad lo siento, no quise gritarte. Ha sido mi culpa, debí advertirte que había cosas que no podías comer, pero lo haré de ahora en adelante. Empezando por el jugo y la carne. Te enfermarás, así que es mejor que comas lo que esté cocido...como las milanesas, aunque no comes carne así que...

-¿Por qué comen la carne así? Le faltaba mucho para estar cocinada.

Me sacudí el escalofrío. Comer carne ya es horrible para mí, pero esa carne...me da nausias de solo pensarlo.

-Nos ayuda a estar fuertes y es deliciosa, quizás en el futuro puedas disfrutarla. - No, eso no pasará. -¿Por qué no comes carne? ¿Es por tus dientes desafilados?

-¿Mis dientes desafilados?

-Sí, no tienen filo. Son ciadrados y sin punta. Me sorprende que puedas comer algo con ellos. -él empujó su dedo dentro de mi boca y lo pasó por mi paleta -¿Lo ves?

-¡Quita tu dedo de mi boca, pervertido!- le di un manotazo y él lo retiró.

-¿Pervertido? - sus mejillas se pusieron rojas -Pero no estaba tratando de que lo chupes, ni que lo lamas, solo quería demostrarte que no tienen filo, Firu.

-No puedes meter tu dedo en la boca de alguien más- lo reté y me bajé de su regazo.

-Pero no quiero meter mi dedo en la boca de alguien más, solo en la tuya.

Rodé los ojos y un gruñido seguido de un aullido retumbó en mi mente.

Sentí miedo y todo mi cuerpo se erizó.

-¿Firu?

-Está gruñendo y...me aulla.

-Mi lobo dice que si quieres puedes meter tu dedo en mi boca y así estaremos a mano.

Otros dos gruñidos se oyeron.

-También dice que si cambias de opinión, estaremos más que listos para demostrarte una vez más que no tienes filo en los dientes.

Y más gruñidos.

-¡Oh! Y nos da un consejo, espera- Joaco guardó silencio y cerró los ojos como si necesitara concentrarse -Dice que en algunos casos el no tener filo en los dientes es muy beneficioso, así que no tienes que preocuparte porque será apreciado cuando te metamos la...¡Trent! -él abrió los ojos y rugió, yo me alejé. -¡¿Cómo se te ocurre decir algo así?!

Me alejé un poco más porque la distancia entre nosotros no era suficiente y di silenciosos pasos hacia la puerta.

Se está comportando muy raro. Creo que sí está loco.

-Tai pregunta si le debe poner aderezos a los fideos- dijo el padre de Joaco, sobresaltándome.

Lo miré y pestañé.

-¿Qué?

-¿Quieres aderezos en tus...- enmudeció al ver como Joaco sacudía la cabeza y continuaba hablando solo.
-¿Está todo bien, hijo? - él se le acercó y tomó asiento a su lado.

-Yo sí- toda la cara de Joaco estaba roja.
-Pero Trent no se está portando bien.

¿Quién es Trent? - deseé preguntar, pero no me animé.

-¿Tomó el control?

Joaco sacudió la cabeza.

-Ojalá- gruñó. -Él dijo...- no pude oírlo porque se acercó al oído de su padre y le susurró el resto de la frase, pero por como las mejillas de ambos adoptaron el mismo color carmesí supe que la frase que no había acabado conmigo, ahora su padre la sabía completa.

-¿Ya hemos hablado de eso? - interrogó su padre.

-No.

-Bien, te daré la charla mañana- él se levantó y me miró -¿Y sobre el aderezo...

-Solo mayonesa, pero yo se la agregaré- respondí y él salió murmurando que la comida estaría lista en cinco minutos.

Joaco se dejó caer hacia atrás y se llevó las manos a la cara.

-¿Me crees un loco?

Sí.

-Hay muchas cosas que no entiendo de ti y tu familia.

No le diría que está loco a un loco, quien sabe qué puede hacerme.

-Todo tendrá sentido en un año, pero antes debo enamorarte- murmuró como si tuviera sentido, pero para mí solo fue una excusa. Una para que me quede durante todo este tiempo.

Volví a su lado porque mis piernas se estaban cansando de estar parada y me recosté viendo el techo.

Cinco minutos más tarde su nos llamó y bajamos a cenar. Esta vez la jarra de jugo rojo no se encontraba en la mesa, no recordaba que se hubiera caído, pero aún así ahora todos los vasos tenían agua y la carne estaba más cocida que antes, aunque seguía bastante cruda.

Tomé asiento junto a Joaco y observé la fuente con fideos que su madre había hecho. Era gigantesca, podríamos comer todos un plato de ella y aún así sobraría para otras cinco personas.

-Mamá- murmuró Joaco cuando él también vio la fuente con fideos. -Creo que hiciste de más, Firu no podrá comerse todo eso- le dijo y para mi sorpresa su madre se sirvió un plato de fideos.

-No es solo para tu compañera, desde ahora comeremos también lo que ella coma- dijo y empezó a servir fideos en los platos de todos.

Las gemelas se quedaron viendo los fideos, pero no comieron ni uno hasta que su padre los probó primero.

Joaco también probó los suyos e hizo una mueca, pero no se quejó, solo continuó comiendo y turnándose entre los fideos y la carne.

Cuando llegó mi turno y su madre me sirvió, ella me sonrió y me pasó la mayonesa.

-Cuando terminemos me darás una lista con todos los alimentos que te gusten, enviaremos a alguien a la ciudad para que los consiga- me prometió y me indicó que comiera.

Luego de eso la cena transcurrió en silencio, no me atreví a mirar los platos de los demás, me enfoqué en el mío para no tener que ver la carne cruda ni pensar en ella y me sorprendió lo fácil que se me hizo, incluso me sentí cómoda.

O así fue hasta que sentí una minúscula cantidad de líquido mojarme entre las piernas y todos alzaron sus cabezas.

Holaa, queridos lectores!

¿Cómo están?

Sin darme cuenta la historia casi llega a los 400k de lecturas, por supuesto esto se debe a que los capítulos que tengo en borrador aún guardan sus visitas y sumado las que todos los días van llegando a la historia.

Quería agradecerles por esto.

Ayer por primera vez le conté a mis compañeros de la facu que escribo y lo que escribo, algo que solo le había contado a un determinado grupo de personas, pero adivinen qué.

Les encantó, incluso me pidieron más detalles de la trama y fue increíble. No me esperaba esa reacción, me hizo volver a sentirme cómoda con lo que escribo.

Supongo que esa es la razón por la que me fue tan fácil escribir este capítulo.

Espero les haya gustado y les dejo con esta pequeña intriga.

En la semana voy a estar actualizando así que estén atentos.

Un beso!

Atte: Micaela.E.P ❤️

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