Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9. Carry On My Wayward Son (Kansas)

Las calles vacías hacían que el viaje por la ciudad se sintiera irreal.

Como en esas películas post apocalípticas donde todo el mundo había muerto y solo quedaban dos personas rodeadas de edificios desiertos con un filtro de imagen en tonos o muy cálidos (al punto de parecer amarillos) o uno muy azul (al punto de parecer sacado de alguna película producida durante la Guerra Fría).

A través de mis ojos, el filtro de la noche era rojizo por mis gafas de sol redondas que no paraban de resbalarse por el tabique de mi nariz, pero que me daban cierto flow.

El flow de no parecer un zombie por no haber dormido desde las nueve de la mañana.

—Puedes poner algo de música si quieres —ofreció Charlie sin quitar la mirada del camino—. Pondría algo yo, pero me da la sensación de que te burlarás de mi pésimo gusto o dirás que es basura comercial.

Le di una mirada, topándome con su atractivo perfil en tonos rojos y que era iluminado por las luces exteriores.

Luego de ese comentario, sobre encontrarme interesante, siguió comiendo en silencio como si nada hubiese pasado. Eso me hacía pensar dos cosas: lo estaba haciendo para molestarme o simplemente era el virgo más estereotipado del mundo y era muy reservado con sus sentimientos.

—Ningún gusto es pésimo, solo distinto —murmuré mientras sacaba el teléfono de mi bolsillo—. A menos que sea música clásica, no quiero quedarme dormido a mitad del camino.

—A ver, pon algo primero y yo hablo de mis gustos.

Las comisuras de sus labios se elevaron y ni siquiera noté que las mías hicieron lo mismo hasta que elevé la mirada al retrovisor para buscar el cable auxiliar y me topé con la torpe sonrisa de un torpe chico.

Rodé los ojos y conecté mi teléfono, buscando la playlist de Nightowl. Sonreí al ver el título que seguía en cola y le di play con todas las ganas del mundo.

El coral de Carry On My Wayward Son empezó a sonar por el pequeño estéreo del Beetle y los dedos de Charlie empezaron a moverse sobre el volante del auto. De alguna manera sentí que la canción encajaba directamente con nuestra caricaturesca situación.

Dos descarriados en el largo camino hacia la nada.

—¿Algo de especial con esta canción? —curioseó el chico.

—¿Por qué preguntas?

Me dio una mirada de reojo, poniéndole total atención a mis inquietos dedos sobre la guantera que intentaban seguir los acordes de la guitarra.

—Pareces muy emocionado —observó con curiosidad.

—Mi papá es fan de la banda Kansas y del rock en general —respondí, apoyando el codo en la ventana abierta del auto—. No había día en la que su música no sonara en algún rincón de la casa y cuando le dije que quería aprender a tocar la guitarra insistió en que esa fuera la primera canción que aprendiera.

—Rockero desde la cuna entonces —murmuró con tono divertido—. El venir de una familia de bailarines de ballet hace que mi primera memoria de una canción haya sido la danza del hada de azúcar del Cascanueces.

—¿Cuán larga es la línea de bailarines? —curioseé, sintiéndome intrigado por aquel virgo.

—Dos generaciones de Méndez, dos generaciones de Calle y contando —contestó, casi desbordando orgullo en cada sílaba—. Si no terminaba siendo bailarín, prácticamente me iban a desheredar y despojar de mis dos apellidos.  

—No suena muy bonito ser obligado a eso —señalé, recordando un poco lo estrictos que eran los padres de Loretta.

No le había interesado el ballet al inicio, pero sus padres fueron tan insistentes que finalmente terminó yendo obligada hasta que se dio cuenta de lo buena que era y empezó a ser muy competitiva con las otras bailarinas de la pequeña escuela del pueblo.

Especialmente con Maeve, principalmente con Maeve.

Maeve era su razón para levantarse a ensayar todas las mañanas, durante las tardes e incluso los fines de semana sin importar los juanetes o las uñas perdidas en el camino.

—No me obligaron en realidad —confesó con sinceridad—. Desde niño quise ser bailarín. Como Carlos Acosta, Arthur Mitchell y Rudolf Nuréyev... me ponía a ver sus coreografías por horas hasta memorizarla y luego la ensayaba con ayuda de mis padres.

—¿Y este sería tu primer papel como bailarín principal dentro de la compañía?

—No solo eso. —Una sonrisa brotó de sus labios—. Sería el primero de mi familia en hacer del príncipe Sigfrido en El Lago de los Cisnes, también el primer bailarín negro en hacer ese papel dentro de la compañía...

—Suena a mucha presión. 

—Es mucha presión, pero del tipo que me gusta. —Apretó el agarre sobre el volante—. Del tipo que me hace esforzarme cada mañana, practicar hasta tarde y dar lo mejor de mí.

Pasión, eso fue lo que detecté en su tono de voz.

Una similar a la que yo sentía cuando sostenía mi guitarra y estaba parado sobre el escenario, justo antes de iniciar la presentación. 

Teníamos más cosas en común aparte de ser ex novios de Loretta.

—Típico de virgo.

Charlie rodó los ojos, pero la sonrisa no se apartó de su rostro y por alguna razón me sentí aliviado por ello.

No quería dejar de ver esa sonrisa.

—A ver, nos alejamos un poco del tema... ¿Entonces no eres de esos rockeros criticones?

—Cada quien debería ser libre de escuchar su propia música, no puedes obligar a nadie a que le guste lo que te gusta. —Pasé una mano por mi cabello—. Aunque si le hubieras hecho esa pregunta a mi padre, te hubieras tragado un discurso de una hora sobre cómo los tiempos de antes eran mejores que los de ahora.

—Creo que entiendo ese punto —Charlie tomó una curva de la manera más suave posible—. En un par de años nosotros estaremos diciendo que nuestros tiempos eran mejores, hablaremos de lo excelente que era Taylor Swift y que ya no hacen artistas que te hagan dos álbumes de diecisiete canciones en un solo año.

Lo que faltaba, Taylor Swift stan.

¿Por qué el universo me había hecho cruzar caminos con un hombre tan perfecto?

—Hay un artista para cada época —opiné, pensando un poco en ella—. Ella es la nuestra, dentro de un par de años una nueva generación tendrá a otra y así es la vida. La vida del artista, hijos descarriados de la sociedad.

Charlie se quedó en silencio, pero esta vez no había un silencio extraño entre ambos. Era simplemente un silencio para ordenar nuestras ideas antes de retomar la conversación y me sentí tan raro porque no recordaba haberme sentido así de cómodo con alguien en muchos años.

Ni siquiera con Loretta.

—¿Y... —Sus dedos tamborilearon sobre el volante— qué hay de ti?

—¿Qué hay de mí?

—Sí, Winnie. —Me miró de reojo—. ¿Qué tipo de artista aspiras a ser?

Sé que debí concentrarme en aquella transcendental pregunta que cada artista se hacía al pararse sobre un escenario, pero escuchar mi apodo brotar de sus labios se llevó toda mi atención.

No lo había dicho de forma burlona o graciosa, sino con un cálido cariño. Del tipo que si te lo decían cerca del oído terminaría erizando toda tu piel y provocando un abrumador cosquilleo.

—Espera... ¿Cuándo te di el permiso de llamarme Winnie?

Charlie pareció darse cuenta de lo que había dicho y fijó su mirada en el camino.

—Lo siento, es que me gustó ese apodo —señaló, moviendo los dedos de manera nerviosa sobre el volante—. Winslow suena muy señorial, como un nombre que escucharías en el mundo de Orgullo y Prejuicio. En cambio, Winnie es...

—Patético.

—No es patético —respondió casi de inmediato—. Te va.

—¿Me va? —pregunté, sintiendo como el ambiente dentro del auto cambió de golpe.

Fue como una onda de calidez instantánea. No de esa artificial que te sofoca, sino de una tan suave como el sonido de una guitarra acústica tocando alguna canción nostálgica.

—Sí. —Noté cierto tono extraño, fuera de su típica serenidad—. Porque eres lindo.

Lindo.

Charlie pareció removerse de manera nerviosa en su asiento y podía que me observaba por el rabillo del ojo en espera de mi reacción. Lo cierto fue que me quedé sin saber qué decir, tal vez porque no estaba seguro de cómo sentirme al respecto.

Winnie era el apodo que Loretta me había puesto porque tampoco sentía que mi nombre me pegara mucho. Era algo tan personal entre ambos que no dejaba que nadie más lo hiciera.

Con Charlie era diferente.

No estaba seguro si había sido por la madrugada, por el frío, por la lectura de cartas de Nellie o por el simple hecho de que era condenadamente atractivo. Aquel chico me había agarrado con la guardia baja y se había colado sin siquiera pedir permiso dentro de mi pecho.

Solté un suspiro, llegando a la conclusión de que lo mejor sería dejar que las cosas fluyeran por el resto de la madrugada hasta que llegara el momento de separarnos y allí decidirme entre pedirle su número o no. 

Tampoco es como si esperara que algo pasara en un par de horas.  

—Sí —contesté después de unos segundos—. Puedes llamarme Winnie.

Una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

—Y yo puedo ser el Nightowl, el ave nocturna como en tu playlist —dijo, refiriéndose al título que salía en la pantalla del teléfono—. Winnie and the Nightowl.

—Winslow and the Nightowl —repetí un tanto pensativo. Me recordaba a esas viejas series con dúos de detectives resolviendo crímenes por la ciudad—. No suena nada mal ¿sabes?

—¿Y qué hay de Faiza and the Vipers? —preguntó con curiosidad—. Porque te digo desde ya que ni siquiera se tocar una flauta dulce.

—Esa es una larga historia, Nightowl.

—Y esta es una larga noche, Winnie.

Charlie tenía razón, aún nos faltaban más ochocientos dólares para poder pagar la fianza de Loretta.

Y por lo general en noches como esas se formaban las historias más maravillosas. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro