Cuatro: La bruja
Las montañas de Dark alzaba sus orgullosos picos salpicados de nieve, bien llevaba su nombre por su característica tierra negra dando una apariencia de oscuridad sin fin. Era bien conocida por ser tierra de brujas, un terreno que muchos creían maldito por sus habitantes; no obstante, la mayoría de las cosas que podían hablar de esta ciudad eran fantasías por ser una ciudad impenetrable por alguien que no fuera una bruja.
Calixia había volado sobre esas montañas muchas veces, disfrutaba de que el viento acaricie su rostro como si le diera la bienvenida en cada regreso, surcaba los cordones montañosos con la agilidad que su dragón tenía al volar, la adrenalina le llenaba el cuerpo y por eso momento ella sentía felicidad.
Cinco lunas eran las que habían pasado desde que estuvo en Dark, como futura líder de las brujas debía encargarse de lo que su abuela pidiera, Calixia volvía satisfecha con la muerte de esos diez hombres que habían intentado matar a unas pequeñas niñas con sangre de bruja que habitaban el límite de la ciudad.
Aún podía sentir la sangre que salpicó en su rostro cuando comenzó a matarlos, sentía una satisfacción plena al escuchar sus gritos de desesperación y como esos ojos imploraban piedad hasta que derramaron su último suspiro.
Matar le daba placer.
Su dragón tocó tierra dos horas después, bajó de el ante la mirada de sus otras hermanas, exigió a una de las brujas que alimentara a su dragón Sombra mientras ella iba al encuentro de la matrona para revelar su informe exitoso. La gran bruja Bleck, tenía su guarida en una de las montañas más altas de la ciudad, una cueva que la matrona misma había erigido con sus propias manos una vez el liderazgo estuvo sobre ella.
Calixia sentía una profunda devoción por su abuela, esa mujer inmortal tenía innumerables victorias en su nombre y aunque ya rallaba los doscientos años de edad, las arrugas apenas comenzaban a adornar su rostro.
—Comenzaba a pensar que no podías cumplir con lo que te pedí, dilataste mucho tu regreso— su voz de ultratumba hizo eco en el lugar, Calixia hizo una reverencia saludándola— informe.
—Sabes que me gusta disfrutar al máximo de tus pedidos, abuela— la bruja menor dejó ver sus filosos colmillos en una sonrisa maliciosa— todos muertos, como lo pediste.
—Muy bien hecho, líder— la matrona sonrió satisfecha, orgullosa de la nieta que había forjado— puedes descansar.
Calixia dio un asentimiento de cabeza a modo de saludo, descendió de la cueva ignorando a las demás brujas que cruzaban, se sentía orgullosa del respeto que adquirió con los años. En Dark solo existían hembras, los machos no eran bien vistos entre ellas, solo para tres cosas: alimentarse, procrearse y puro placer.
Solo se rompió esa regla una vez por la propia Calixia, cuando salvó la vida de quién nombró su segundo, Jungkook. Aun así, muchas de las brujas no lo aceptaban del todo y batallaba con eso a pesar del apoyo de la joven líder.
La bruja logró distinguirlo entre un círculo de guerreras que entrenaban junto a él, su melena negra ondeaba con cada movimiento aprendiendo la sagacidad en la lucha de aquellas mujeres. Calixia esperó que terminarán su entrenamiento, aprovechaba ver cómo las brujas más jóvenes avanzaban convirtiéndose en perfectas armas para matar.
—Calixia, volviste y entera— un sonriente Jungkook se acercó a ella quitando el sudor de su rostro, sus ojos negros brillaban con emoción, algo que solía faltar en Dark— ¿Viste como mejoraron? ¿Cómo te ha ido?
—Como siempre Jungkook, tuve éxito— respondió con arrogancia, ambos sonrieron compartiendo la victoria— lo estás haciendo bien, han mejorado. ¿Cómo te fue en mi ausencia?
—Ambos sabemos que mientras tú no estás la Matrona trata de que muera en cada solicitud que me hace— dijo dejando atrás el área de entrenamiento, el frío le obligó al brujo a cubrir su cuerpo con una camisa— siempre deja saber que discrepa con tu decisión de salvarme y luego de hacerme tu segundo.
—Algún día lo aceptará— Calixia aún recordaba aquella vez que ella le había dado el título a Jungkook, la Matrona le dio la paliza de su vida alegando que era su peor decisión y que lo lamentaría, cosa que hasta ahora no había sucedido— hasta ahora te estás ganando el respeto de algunas brujas, eso es bueno. Vamos a cazar más tarde, muero de hambre por un cordero.
Jungkook asintió conforme, de todos modos necesitaba liberar energía, y también un poco de diversión si la ocasión ameritaba.
Unos ojos verdes brillaban juguetones observándolos a ambos con una sonrisa pícara, Ghisell hizo una reverencia ante su líder quien esperó a que hablara.
—La matrona solicita una vez más su presencia, mi señora— la líder asintió, sin hacer esperar a su abuela fue a verla.
—Necesito que te encargues de algo— la Matrona le daba la espalda, signo de una furia quieta que abrigaba en su interior— ve al Norte, a los muelles de Picos Negros. Aukán no ha saldado su deuda y es mucho dinero, mandé tres advertencias son suficientes, mató a una de las brujas jóvenes y eso no tiene perdón— la diversión que Calixia esperaba quedaría en un segundo plano, trataría de divertirse con lo que su abuela le pedía— lleva a tu perro, que sirva de algo.
—Si abuela, haré lo que pidas— aseguró con sumisión, le otorgó una reverencia y salió en busca de Jungkook.
Le dio una explicación corta a Jungkook en cuanto lo vio, pilló sus espadas y otras armas hasta que tuvieron listo una vez más Sombra para surcar los cielos una vez más, está vez acompañada del dragón que el brujo tenía para él, Pytã.
Llegaron antes del anochecer a Picos negros, la neblina del mar acortaba un poco la visión de la ciudad cercana a los muelles, dejando a los guivernos ocultos de los habitantes. La música de la taberna se escuchaba retumbar en el pueblo acompañado por las risas de los clientes y las mujeres que trabajan allí; Calixia y Jungkook entraron al lugar ocultando sus rostros, sin llamar la atención.
Preguntaron a una de las muchachas del lugar por el gran pirata y jefe de Picos Negros, Aukán. Un hombre poderoso por ser tramposo en los negocios, y temido por ser un buen guerrero; un guiño de Jungkook hizo que la joven por fin revelara la ubicación de su patrón en su oficina.
—¡Al fin puedo ver al gran Aukán! ¿Cómo estás, amigo? No veo tu hermoso rostro desde hace un año— el hombre moreno se tensó al tener a la bruja frente a él, sus ojos verdes luego observaron a Jungkook, conocía muy bien quien era él. Arrogante, Calixia toma asiento en una de las sillas cercanas, cruzó sus piernas y remojó sus labios— mis hermanas han comentado que no han tenido la suerte de encontrarte, por lo que tuve que venir a asegurarme de ello.
—Creí que te informaron que las brujas no son recibidas ya aquí— replicó el pirata en un tono mordaz, se apoyó en el escritorio y le sonrió a Calixia— aunque contigo mi amor, siempre puedo hacer una excepción.
—Aukán, Aukán… ¿No puedes pagar una deuda y crees que cumplirás conmigo en otros ámbitos? He conocido a muchos hombres y déjame decirte… no le llegas a la mitad— la bruja sintió a Jungkook moverse mínimamente más cerca de ella, inclinó su cuerpo hacia Aukán y añadió— no me hagas enojar, no he comido nada aún y mi estómago ahora reclama cualquier cosa. Dame el dinero.
Aukán se abalanzó sobre ella, con destreza, sosteniendo con firmeza un cuchillo junto a su garganta. La risa estruendosa de Calixia resonó, alimentando aún más la furia del pirata.
—Este es tu fin, perra— murmuró con arrogancia y confianza mientras Calixia, una persona imperturbable, sonreía incluso en medio del peligro extremo. Sin embargo, ella era una bruja letal y astuta, con Jungkook a su lado.
Antes de que pudiera terminar su amenaza, sintió el golpe seco y las manos que aflojaban su cuello. Lo siguiente que vio fue la mano de Jungkook, empapada en sangre, mientras le arrancaba la garganta. Calixia le sonrió a su hermano con orgullo. Habían saqueado todo el oro del pirata y se marcharon, saldando así la deuda pendiente.
La oscuridad caía como una cortina pesada, en medio de ella ojos verdes demoníacos resaltaban, tres mujeres luchaban junto a ella. Miedo, desolación, caos, sufrimiento, dolor, muerte…
Su pecho se alzaba y descendía al ritmo de sus sueños agitados, mientras buscaba calmar su corazón acelerado. Cada sensación, cada herida, parecía tan vívida. Despojándose de las sábanas que envolvían su cuerpo, se dirigió a otra habitación, anhelando un poco de descanso.
Sin embargo, las pesadillas no la abandonaron.
Xtabay sonreía desde las sombras. Su plan avanzaba sin contratiempos y se sentía completamente satisfecha. Nada podía arruinarlo ahora.
Pytā: fuego en guaraní.
Xtabay: No es reconocida diosa como tal, pero si una entidad peligrosa y engañosa.
Sin embargo, en la historia se la considerará una diosa.
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