30. Entre la vida y la muerte
/LUCYBELL FULLER/
Tyler no vendría. Bueno, al menos no lo suficientemente rápido como para poder hacer algo —con hacer algo, se refería exclusivamente a no recoger su cadáver— y si llegaba, estaba convencida que ella ya no estaría consciente —viva— como para contarla.
Así que estaba sola. Sola, completamente sola y en la soledad más evidente.
No era ninguna tonta. Sabía cómo el mundo trabajaba y a pesar de haber estado siempre protegida o acompañada por alguien, eso no significaba que no sabía defenderse. Este hombre no planeaba abusar de ella —había sido una de las posibilidades—, no. Planeaba matarla. Y el frío metal que se incrustaría por varias ocasiones en su piel era fiel testigo de ello.
Maldición. Primero se condenaría antes de dejarle el paso a este imbécil. ¿No decían que todo hombre tenía su precio? Quizás, él sería no más que un peón. Siempre había un rey, —uno que no podía comprarse— pero si éste hombre fuera un peón, quizás...
Juntando toda su fuerza de voluntad, logró mascullar las palabras, lo suficiente entendibles como para poder ser comprendidas.
—¿Hay a..algo que... quiera-s-s?— Cada palabra — si se le podía considerar a eso una frase, o un conjunto de palabras— parecía demostrar sus sentimientos, estaba absolutamente desesperada.
Sintió la tensión del hombre. Lo sintió como si fuera propia. Como si, de alguna manera tonta y retorcida, estuviera conectada de una forma grotesca, con aquel espanto de persona, que había conseguido doblegarla con tanta facilidad.
Por un momento, se creyó triunfadora. Había encontrado el punto débil en aquel hombre. Sí, bien, planeaba explotarlo.
Nótese, la palabra clave en la frase anterior es por un momento.
Un conjunto de frases que ahora no tenían sentido, no al menos para ella, fue acompañada por una serie de esas sonoras carcajadas fueron liberadas por el sujeto; destrozando los retazos de esperanza que se había formado Lucybell por breves instantes.
—¿Me quieres comprar, perra?— Aunque varias veces la habían llamado tan o más insultantes como aquella manera, no podía evitar estremecerse por la humillación.
Y más humillación sintió, cuándo el desconocido la agarró por su cabellera, obligándola a mirar en su dirección. Pronto, sintió la acompasada respiración del mismo, en la cercanía de su oído.
Recordando aún su pregunta, ella se limitó a permanecer en silencio. No sabía qué respuesta era la más apropiada. Bien sabía que el contestar mal le podría traer graves problemas.
Pero para su momentáneo alivio—y su posterior espanto— él pareció contestarse a su propia pregunta.
—¿Qué pasaría si te digo...— Ella escuchó atenta cada una de sus palabras. –...que quiero follarte?—
Una pesada rigidez se tomó su cuerpo, para dar paso a un renovado pánico. No. La tortura del cuchillo no había bastado para este degenerado. Las múltiples heridas que ahora teñían su piel y su ropa de rojo carmín, no le habían bastado.
¡No! ¡No, eso nunca!
Él ya le había quitado todo, ¿también planeaba quitarle su dignidad? ¿Planeaba quitarle aquel regalo que con tanto amor había guardado para su futuro esposo? ¿Planeaba quitarle hasta la última onza de su humanidad? ¿Planeaba denigrarla, como si fuera una bestia de la selva, o una esclava; describiendo lo que debería ser hecho en amor, como una burda pasión, llamada 'follar'?
¡No! ¡No, eso nunca! Quiso gritar a los cuatro vientos.
Pronto, el pavor inicial se convirtió en una ciega cólera, que la colmó hasta el extremo. Evitando cualquiera de las rudas respuestas que tenía en la mente para espetarle a aquel bastardo, se concentró en cavilar sus acciones.
Lo analizó desde un lado más calculador, de lo que haría una mujer experimentada en el arte amatorio, dejando a un lado el importante detalle de su virginidad. ¿Valdría la pena, revolcarse en este hediondo lugar, con un tipo que lo único que le provocaba eran náuseas, por preservar la vida? ¿No aquellos minutos que les tomaría el follar, le otorgaban también valiosos minutos para que Tyler la encontrara?
Pero, ¿qué sería lo que encontraría Tyler?
Aquella misma duda la paralizó. ¿Y si él la encontraba en la horripilante situación de haber tocado fondo, tanto que una violación no sería necesaria? Oh, Dios. Aquello sobrepasaba sus límites de supervivencia.
Preferiría morir antes de ofrecerle a Tyler, su amado Tyler, la oportunidad que la rebajara de su sitio. ¿Qué clase de perra inescrupulosa, se había convertido, para siquiera dudar?
Pero, aún olvidándose del detalle del sexo. Tenía que llevarlo más allá. Si después de todo, aquel hombre sólo deseaba hacerse de su cuerpo, por qué en todos los infiernos, no lo había hecho mientras estaba inconsciente. ¿Por qué si aquellas habían sido sus burdas intenciones, por qué no se había decidido desde un principio? ¿Por qué esperar ver su horror y su asco?
Un momento de lucidez la llenó en su interior, y consiguió sacudirla con violencia.
Aún incluso cuándo no podía ver su cara, pudo percibir que la frase propiamente dicha y por sí misma, no tenía peso o valor alguno. ¿Le había dicho todo aquello en broma—una verdaderamente retorcida?—¿Lo había hecho para ponerla a prueba?
Lucybell le envió una mirada cargada de odio y desconfianza.
Cuándo el silencio se hizo, y ninguno de los dos se movía, Lucybell volvió a escuchar la interrupción del mismo, no sin antes estremecerse.
Acechándola, se acercó más a ella. —Lo consideraste por un momento, ¿cierto?— Obviamente el bastardo sabía bien cómo su mente estaba trabajando, y por eso, lo odió más que a nadie en el mundo.
Volvió a sentir lo frío del metal, rozando con placer doloroso la base de su cuello. No tardó mucho aquella gélida presión en convertirse en una más soportable, para de improviso, transformarse en una que le provocaba un intenso y agudo dolor.
Pudo sentir con claridad como el filo atravesaba su piel, e inmediatamente una reciente humedad comenzó a brotar de la herida. Con lenta agonía, aquella misma humedad le recordó con claridad cuánta sangre había perdido, y cuánta más continuaría perdiendo hasta que llegará al punto sin retorno.
Morir. ¿Cuán cerca estaba de hacerlo? ¿Hasta cuándo su cuerpo podría aguantar la pérdida del precioso líquido? Y más que nada, ¿cuánta cordura aún le quedaba?
/RYDHIAN WOODS/
Rydhian sonrió con placer. Si bien podía recordar a Ailani y a su propia niñez y pre-adolescencia, siempre lo había hecho como si de una amiga y sólo una amiga se trataba. Nunca antes, en su poca visionaria mente infantil se le había ocurrido verla como algo más.
Si bien el dinero nunca le había llamado la atención —su familia era tan o más rica que la de los Kein—, desde que Lucybell le había hecho pensar con todas sus tonterías, bien sus padres podía desheredarlo. Dudaba muchísimo que los Woods —qué tradicionalistas eran— aceptaran la homosexualidad, mucho menos proviniendo de su único heredero. Primero, habrían de preferir donar cada centavo a diversas fundaciones. El anhelo más grande de su madre era ser abuela. Si su plan funcionaba, aquella posibilidad ya no era tan remota.
Él nunca jugaba sobre terrero inseguro, pero todo debía mantenerse oculto hasta que las cosas con Ailani cuadraran.
Recordando cómo la oportunidad de una tapadera excelente se le había escapado de las manos, se remontó a aquella ocasión de su compromiso con la rubia. Había sido una solución perfecta. Aún podía permanecer con Jeremy —sobrevaloraba demasiado la ingenuidad de Ailani—, tendría asegurada su herencia y sería feliz. El matrimonio con ella habría sido lo mejor. Aún recordaba con amargo resentimiento cómo Ailani lo había dejado colgado prácticamente en el mismísimo altar, y aunque aquello le había provocado una furia intensa, se había tragado todo aquel coraje, alegando que ella tenía miedo y que debía convencerla.
Pero cuando Lucybell continuaba presionándole, Lucius comenzaba a mirarlo con extrañeza, Tyler con desconfianza y Jeremy quejándose, había decidido tomar las cartas para comenzar su propio juego.
Lucybell había sido una "pantalla" para engañar a todos, incluso a la misma Ailani. Talvez, desde un principio, debía haber usado a la misma heredera Kein. Le hubiera caído como anillo al dedo. Pero, maldición, había sido lo suficientemente compasivo como para ignorarla lo suficiente como para desalentarla. Sus sentimientos se habían interpuesto, porque Ailani en realidad era una criatura a la que simplemente dolía manipular, pero aquellos tontos sentimientos no volverían a meterse en su camino a la victoria. De hecho, de haberse ahorrado tanta cursilería, la ejecución de Lucybell sería innecesaria. Encogiéndose de hombros, se dijo a sí mismo que aquello ya no tenía importancia.
Especialmente no cuando Lucybell Fuller ya estaba en camino al paraíso. O quizás al infierno, pero eso ya no era de su incumbencia.
/TYLER KEIN/
Tyler juraba estar al borde de las lágrimas, bien sabía que no era muy masculino, pero aquello no podía tener menos valor que ahora. Estaba a punto de desgarrarse el cuero cabelludo, rebanándose los sesos en la angustia de no hallar la localización desde donde Lucy había llamado.
—¿Cuánto falta?— Preguntó por centésima vez. Parecía un niño que se hubiera embarcado por primera vez de viaje.
El chofer ya ni caso le hizo, y sólo se limitó a concentrarse en el camino.
Tyler sólo se volvió a sumir en sus cavilaciones.
Lucybell había sonado dolorida, pero no tan en pánico. Asustada sí, pero no aterrorizada. Había podido hablar con él, lo cual demostraba que se encontraba sola. Quizás, no estuviera en tan inminente peligro, pensó para sí, sintiéndose ligeramente más calmado.
Pero su alivio fue total, cuándo la camioneta redujo su velocidad, y al levantar la cabeza, observó con estupor un gran almacén que se hallaba en este lugar, tan olvidado y alejado de la civilización.
—Lucy...
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