29 | Quedarse de palo en el momento menos oportuno es mi especialidad
Como el trozo de omelette que hay en mi tenedor, siguiendo con mis pensamientos. Otro mordisco acompañado de un pedazo de pan, nada se me ocurría.
¿Qué tenía Eros hoy en la pizzería? Me tenía preocupada.
Doy un sorbo a mi jugo, escuchando los gruñidos de Baloo en la sala y las risas de papá, esos dos juegan de forma bastante brusca.
Los ignoro y sigo con mi cena, Christopher dijo algo sobre un familiar enfermo de Eros en Boston, ¿Algún abuelo? Nunca me a hablado de sus abuelos. ¿Algún tío? Tampoco. ¿Un primo? No lo sé.
De hecho, analizando todo esto, descubro que Eros no me habla mucho de su familia, solo de los más cercanos: sus padres y sus hermanos. No sé nada de sus abuelos, o tíos, ni siquiera sé si tiene primos.
Esto solo atribuye más a mi duda de si él realmente confía en mí.
Doy otro sorbo a mi jugo que hace que lo termine, al rato me acabo mi cena. Como hoy era mi día de lavar los platos, voy a la cocina a cumplir con mi labor, así tener todo listo he irme en paz a mi habitación, así mamá no me estará reclamando nada.
Dejo mi plato con los demás sucios dentro del fregadero y abro la llave con un resoplido, fregar no es de mis deberes favoritos. Me gusta cuando escucho música, se hace llevadero, pero mi móvil y audífonos estaban en mi habitación arriba, y tampoco tenía muchos ánimos de subir y bajar las escaleras.
Desde que llegué a casa, simplemente no estaba de humor.
Apenas empezaba a enjabonar un plato cuando algo capta mi atención, la ventana de la cocina no es que era muy grande, pero sí da la suficiente visibilidad al jardín para dejarme ver a la persona que se adentra. Frunzo el ceño, tratando de reconocerlo, las luces afueras no daban una buena iluminación.
Alto, manos dentro de una chaqueta, iba con gorra, ¿Quién diantre...?
Descubro de quién se trata cuando tropieza con el aspersor de riego y empieza a saltar en un pie sujetándose el otro.
Dejo mi tarea de lavar platos para después, seco mis manos con un trapo y salgo de la cocina, papá ahora ve la televisión dándole caricias a Baloo en la cabeza, mamá debe de seguir arriba acomodando su habitación. Llego hasta la puerta y giro el pomo, del otro lado, Eros tenía la mano empuñada, apunto de tocar.
-Eros.
-Diane -aunque sonríe un poco, no es de esas sonrisas llenas de alegría que siempre me regala.
Algo aún seguía pasando con él.
Ambos solo nos quedamos de pie uno frente al otro en mi puerta de entrada, yo esperando a que dijera algo y él, pues, solo tenía esa sonrisa apretada de labios cerrados y las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta.
—¿Quieres hablar de algo? —le pregunto, lo conozco demasiado bien para saber que no podía decir una palabra.
—Sí, yo... bueno —espía hacia adentro sobre mi cabeza, luego vuelve a verme—, ¿Puedes salir un momento?
Asentí, saliendo al porche y cerrando la puerta detrás de mí. Nos sentamos uno al lado del otro en la escalinata, estirando las piernas. Él aún iba en su uniforme de Angelo's, emana un aroma a pizza; yo por mi parte tenía pinta de una vagabunda con este viejo pantalón de pijama que alguna vez fue blanco, una camiseta que me llega hasta los muslos y descalza.
Espectacular, Diane.
Escucho un resoplido por parte de Eros, luego como empieza a tamborilear sobre sus muslos, acción que suele hacer a veces cuando los silencios estaban podiendo más que él.
Volteo a verlo, él tuerce los labios y sigue con esa acción de sus manos.
—Oye —me gano su atención—, solo dime lo que me tienes que decir, Eros, sabes que puedes confiar en mí.
Es lo más irónico que he dicho, teniendo en cuenta mis nada bonitas suposiciones.
Él despide todo el aire por la boca, dejando caer sus hombros.
—Perdóname, no quería tratarte así en la pizzería, es que... no me sentía bien. Últimamente... —se mira las manos aún sobre su regazo—, no me siento muy bien —completa en un murmuro.
Y eso es bastante preocupante sabiendo como es Eros.
—¿Problemas? —tomo con delicadeza una de sus manos.
Eros ladea la cabeza sin despegar la mirada de la unión de nuestras manos, parece pensativo. He sido testigo de los varios viajes a la luna que se a dado, pero no de un estado de ensimismamiento así, es algo tan extraño. No parece ser propio de él, considero que debería ser ilegal permitir que alguien así de alegre como Eros se sienta deprimido.
—No fue una buena semana —responde al cabo de un minuto—, a habido mucho estrés en mi familia, creímos que después de la cirugía todo empezaría a ir bien, pero vemos que no, y eso es... preocupante, deprimente.
Realmente no estaba entendiendo mucho, ¿Cirugía? ¿A quien operaron?
—Ehm, Eros, quiero entender qué te pasa, pero no entiendo muy...
La puerta detrás de nosotros se abre, dándonos a ambos un susto terrible, haciendo que soltaramos nuestras manos como si quemara.
—¿Diane? —es mamá la que pregunta, nos observa a ambos de pie en en umbral—, ¿Puedes venir un momento?
Ay, no.
Le pido a Eros un momento, asintió de acuerdo y saludando con una pequeña sacudida de mano a mi mamá, acompañada también de una sonrisa, una que ella le devuelve, una muy tensa. Algo no iba a ir bien. Nos hace volver a dentro y medio cierra la puerta, la mirada seria que me dedica no me gusta mucho.
—¿Qué estás haciendo?
—Solo hablo con Eros, mamá.
—¿A esta hora de la noche?
Le doy una mirada de «¿Qué rayos?»
—Mamá, son las ocho treinta, no es muy tarde.
—Sabes que no me gustan las visitas a esta hora, Diane. Si Eros quiere venir a visitarte, perfecto, que sea en la mañana o en la tarde, pero no en la noche. Tienes bien entendido que este tipo de visitas no son de mi agrado.
Me quedo congelada nada más viendo a mi mamá sin entender un comino. Esto en lo absoluto no tiene sentido, ¡Ni una pizca, nada! Nunca me visitan en la noche, ¡Ni siquiera tengo visitas que no sean de Zharick! Ella en cambio la vienen a ver amigos del trabajo, vecinos y clientes a cualquier hora, ¿Y soy solo yo la que tiene prohibido las visitas pasadas las siete de la noche?
—Estás bromeando, ¿No?
—Diane, por favor, dile a Eros que puede venir por la mañana, no a esta hora.
Mi ceño se frunció por sí solo. No estaba bromeando, de verdad que quería que la única persona que vino a visitarme a esta hora se fuera para que «pueda venir por la mañana»
—Eso no es justo.
—Ya hablé, Diane —entonces, su mirada baja a mi ropa—. De paso que sales así, ¿Qué dirá Eros de ti? Pareces vagabunda.
Ya empezaba a molestarme.
—Vuelve adentro, no hablaré más. Y por favor, desaste de esas prendas.
Así, sin más, me dejó ahí y se fue a la sala con papá, quién le hizo un espacio en el sofá para que juntos vean la película que pasaban por la televisión.
La molestia solo creció cuando me dirigió una rápida mirada, una de «Apúrate», como si echar a mi mejor amigo fuera de la cosa más casual y no supusiera ningún problema. Hace mucho que no tenía esas actitudes insoportables he injustas conmigo.
Una parte de mí, la terca y molesta, quiso ignorar su petición y seguir hablando con Eros. La otra, la más sumisa y con miedo del regaño de su madre, solo se limitó a suspirar y volver afuera, dispuesta a complacerla.
Eros me mira apenas abro la puerta y se pone de pie, sacudiéndose los costados del pantalón.
—¿Qué pasó? ¿Todo en orden?
—Sí, todo en orden, solo que... te tienes que ir, Eros.
—¿Qué? ¿Por qué?
—A mi madre, bueno, no le gustan las visitas a esta hora. No le parecen apropiadas.
Él frunce el ceño, busca en uno de los bolsillos de su pantalón hasta sacar su móvil, me enseña la pantalla encendida, mostrándome que iban a ser las ocho cuarenta y uno.
—Es muy temprano.
—Lo sé, es absurdo, pero si no me quiero meter en un problema, tengo que volver adentro.
—Tu mamá es un poco... —le miro, divertida—, mala onda, chica salsa.
—Muy mala onda —ruedo los ojos, cansada de esto—. Puedes venir mañana, si quieres.
—Sí, tal vez... me pase por aquí.
—Tendré galletas esperando por ti.
Eso le saca una sonrisa, una sincera. Eso aminoró un poco mi molestia.
—Avísame apenas llegues a casa, ¿vale? —le señalo.
—Vale, te aviso.
Le rodeé el torso con mis brazos para darle un rápido abrazo, Eros no tarda en corresponderme, apretujandome contra su torso, haciendo que se me saliera un quejido entre risas cortas.
—Aún podemos hablar por llamada —sugerí en medio del abrazo—, aquí tienes a alguien a quien contarle tus problemas.
Me da un rápido apretujón y ese ahora clásico beso en la coronilla de mi cabeza que hizo a las pulsaciones de mi corazón acelerarse.
—Lo sé, chica salsa, gracias por siempre estar para mí —nos alejamos—. Será mejor que me vaya, no te quiero meter en un problema. Nos vemos.
—Nos vemos, Eros —sacudí la mano, despidiéndome.
No entré a casa hasta que lo ví salir de mi jardín, volví adentro y mis padres aún seguían en la sala de estar, pero mamá veía hacia la entrada con cierta inquietud. Que no me venga con esa ahora.
—Ya está, Eros ya se fue —dije con el tono más neutro posible.
Mamá se dió cuenta de eso, por lo que se acomodó en su asiento, papá nos mira sin entender lo que pasa.
—Didi, sabes que no...
—Te gustan las visitas de noche, pero al parecer son solo mis visitas. Nadie viene a verme y la única persona que se digna a hacerlo haces que la eche.
—Diane... —hay una advertencia en su voz, y eso por primera vez no me importó.
—A ti te vienen a ver a todas horas y no te molesta, a mí solo una, una persona viene por diez minutos y ya estás toda histérica pidiendo que se vaya, ¡Es muy injusto y lo sabes! ¡Siempre a sido así, siempre has sido tan... tan...!
—Diane... —segunda advertencia.
—... ¡Controladora!
—¡Vete a tu cuarto! —prácticamente me grita, levantándose.
—No te gusta que te digan la verdad, mamá, porque sabes que tengo razón, y odias que la tenga.
—¡Te he dicho que a tu cuarto, Diane Margaret Reynolds!
Fuerzo una sonrisa, sintiendo un nudo en mi garganta. Nunca he sido buena para esto de las peleas, casi siempre termino con ganas de llorar.
—Genial.
Subo las escaleras sintiendo su mirada de molestia encima, ella odia que le diga la verdad, odia que tenga la razón. Siempre a sido tan controladora en todo, y eso nunca me había molestado, era mi burbuja, todo era fácil porque solo debía de seguir órdenes. Ahora que soy más conciente de eso me molesta el hecho de que intente seguir controlando lo que intento hacer con mi vida. Han sido dieciocho años en casa, no salía con más nadie que no fuera Zharick, las mayores aventuras adolescente las tuve en la escuela, en descansos o salidas temprano.
Había formado algo que podía llamar «adolescencia» en la preparatoria, y ahora que intento tener eso de vuelta, ella quiere que siga siendo la niña de doce años dócil y fácil de tratar.
Estaba harta de ser ella, fuera de eso, ¿Quién era yo? ¿Quién es la verdadera Diane Reynolds? Vivir en una burbuja con una madre sobreprotectora no viene bueno del todo, a veces te hace daño, daño que ni tú mismo te das cuenta hasta mucho tiempo después.
Era triste la vida que había estado llevando.
En mi habitación cierro la puerta con un portazo, no me molesté en disculparme, estaba cabreada y por ahora no me importaba nada. Poco después escucho rasguños en la madera, sé que se trata de Baloo, así que doy la orden para que pase. Él entra y, como buen perrito entrenado que es, cierra la puerta con una de sus patitas traseras, causando otro ruido medio sonoro.
Se sienta en el piso sobre sus cuartos traseros, observandome con sus ojitos de distintos colores, algo en plan «¿Estás bien?» que logra que deje de cruzar los brazos.
—Ven, quiero uno de tus abrazos caninos.
Baloo se sube a la cama de un salto, viniendo a pararse sobre sus dos patas traseras en mi regazo para sostenerse de mis hombros con las delanteras, apoya su cabecita también. Lo rodeo con mis brazos, acariciándolo.
No recuerdo el momento exacto dónde Baloo aprendió este truco, tampoco hacía memoria de cuando se lo enseñé, y dudaba haberlo hecho, pero mentiría si dijera que no me agrada. Es uno de los mejores trucos que sabe hacer, tengo la sospecha de que Baloo quiere más a Eros que a mí, pero este cachorrito es mi mejor amigo, y un abrazo suyo aún si termine llena de pelo, me hace sentir mejor.
—Gracias, Baloo —digo, tomándole la cabecita con cuidado, acaricio sus orejas de frente—, eres el mejor, niño, aún si a veces no me quieras.
—¡Guau, guau! —lame mi nariz y mejillas, hasta que lo aparto entre risas.
—Ay, Baloo —limpio con mi mano mi mejilla llena de saliva canina, él jadea en mi cama, feliz de haberme animado un poco.
Salí al baño a lavarme la cara y volví a mi habitación, dónde solo me quedé escuchando música en mi móvil y jugando ese juego en línea que jugué una vez con Eros, a mitad de partida fue que llegó su mensaje anunciando que había llegado a su casa. Quería hablar un rato con él, pero la verdad, no me encontraba con el ánimo suficiente, seguramente él a de estar igual que yo.
A la hora de dormir, solo papá se pasó por mi habitación, lo cual no fue una sorpresa y lo consideré mejor.
—Descansa, Didi.
—Descansa, papá.
Y antes de irse, hizo ese clásico gesto de apuntar hacia mí y fingir dispararme, lo que respondí fingiendo también recibir la bala.
—Mañana hablamos de lo que pasó hace rato, ¿Okey?
Asentí, sabía que no tenía más opción.
—Okey, adiós.
Volví a quedar con Baloo en mi habitación.
Si soy honesta, no sé en qué momento de la noche fue que me quedé dormida, ni siquiera tenía un gramo de sueño y vine levantándome por el ruido de mi móvil a eso de las once cuarenta de la noche.
Suelto un bostezo y paso una mano por mi ojo, la luz de mi lámpara aún seguía encendida, Baloo a mis pies estaba echado panza arriba. En otra situación, habría pensado que estaba muerto, ahora ya sabía que ese animal tiene una forma particular de dormir.
Mis ojos se estaba cerrando por sí solos, cuando mi móvil volvió a sonar en mi mesita de noche.
Contesté sin ver el remitente.
—¿Qué? —digo, haciendo amago de mi fuerza de voluntad para mantenerme despierta.
—¿Estabas dormida? —pregunta la persona del otro lado.
—¿Quién me habla?
—Sí, estabas dormida.
Gruñí, molesta.
—Oiga, voy a colgar si no me dice quién demonios me despertó a esta hora de la...
—Es Eros, Diane.
Ah, Eros.
Bostecé, asintiendo.
—Vale, eres Eros, ¿Ya puedo irme a dormir?
Oigo su risa, no comprendo, ¿No me puedo volver a dormir?
—¿Puedes salir? —responde en cambio.
Eso me vuelve a confundir, mi sueño desaparece en un mínimo porcentaje para hacer que me siente en la cama, Baloo ni despertó.
—¿Salir a dónde?
—A tu pórtico, estoy aquí.
Oí mal.
—¿Cómo dices que dijiste?
Eros volvió a reírse.
—Sí, Didi, estoy en tu pórtico, si puedes salir, ven. Y trae una chaqueta, está haciendo algo de frío.
Tenía que comprobar eso, lo... lo de Eros, no que está haciendo frío.
Abandono mi calientita cama, voy por un abrigo a mi armario antes de salir de mi habitación, espié los dos lados del pasillos antes de salir de puntitas, en mi cabeza por alguna razón se empezó a reproducir esa canción de las películas antiguas, esa que sonaba de fondo cuando los criminales intentaban escapar de la prisión.
Abajo destrabé la cerradura con el mayor cuidado del mundo, si mis papás me cachaban haciendo esto me ganaría el mayor castigo del mundo. Estando la puerta abierta, pude ver a Eros nuevamente sentado en la escalinata de mi pórtico, iba con un abrigo de invierno, un gorro de lana, guantes y hasta un par de botas australianas, se nota demasiado lo poco que ese chico soporta el frío.
Después de comprobar que de verdad estaba aquí, me quedé sin palabras. Tengo una cuestión, ¡¿Qué demonios hace él a la casi media noche en mi pórtico?!
—¡¿Eros?! —exclamé en un susurro.
Voltea a verme, sonriendo.
—Hola, Diane —sorbe su nariz que empieza a tener un ligero matiz rojo.
—Pero... ¡¿Qué rayos haces aquí?! —grito otra vez en un susurro.
Vuelve a mirar al frente, sorbiendo su nariz.
—No podía dormir.
—Vale, Eros, pero uno no va a casa de su mejor amiga a la media noche porque no puede dormir.
Bueno, yo estuve tentada muchas veces, la cosa era que no quería irme a pie a esa hora, también por la evidente razón de que me ganaría el regaño de mi vida.
Resopló.
—¿Puedes salir?
—Ya estoy afuera.
—Quiero decir, que si puedes venir conmigo a un lugar, señorita restraso.
Número uno, ignoremos la ofensa porque tenía un punto a su favor, seguía medio dormida y aún mi procesamiento cerebral no estaba andando del todo bien.
Número dos, ¡¿Ir a dónde?!
Eso mismo le pregunté, con lo que me gané una mirada que parecía cansada.
—¿Confías en mí o no?
Yo en ti sí, tú en mí lo dudo.
Cómo también dudo de lo que me está proponiendo, es decir, ¡Me tengo que escapar a media noche de mi casa! ¡Escaparme!
—No lo sé, Eros... —respondo, más a su pregunta anterior que a la reciente.
—Por favor, Diane, solo será un rato. Nada malo te va a pasar, lo prometo.
Esa mirada, era una de las más sinceras que me había dedicado. Lo transparente que se mostraba en este momento y como lo demostraba en esa acción tan simple, tuve la impresión de que esto es más que un «no puedo dormir». Sí, Eros es impulsivo, muy, muy, impulsivo, pero no a tal punto de hacer algo como esto.
El llegarse a esta hora a mi casa y hacerme esa propuesta, tiene un trasfondo, algo con sus problemas, algo que quiere... compartir conmigo.
Extiende la mano enfundada en un guante hacia mí. Bajo la mirada a ella, después vuelvo a su rostro.
—¿Vamos?
-
Consejo de vida por Diane Reynolds: si la persona que les gusta les pide ir a un lugar, y tú estás conciente de que no sabes negarte a esa persona, da media vuelta y vete. Te ahorrarás muchas preocupaciones.
Ahora bien, ese consejo lo aprendí cuando ya estaba sentada en el asiento de acompañante del coche de Eros con unas botas para que mis pies con calcetines disparejos no se congelen, una chaqueta más gruesa y el mismo pijama que me daba pinta de vagabunda.
A veces soy una cosa pero tremenda, y no en el buen sentido.
No tenía idea de a dónde está conduciendo Eros, tampoco me interesaba demasiado, estaba más concentrada viendo la pantalla de su móvil. Había tenido la brillante, (¿Brillante, Diane?) Idea de dejar mi móvil en una videollamada apuntando a la puerta de mi habitación. En mi cama, cubierto por toda mi frazada está una acumulación de almohadas y peluches que da la forma exacta del menudo cuerpo que me cargo, es un poco triste que se pareciera tanto, (con lo mucho que me gusta comer y aún parezco un fideo maltratado) dudo que mis padres se pasen por mi habitación, pero mí mal genio y ansiedad pudieron más que yo.
Por mi propio bien, dejo el móvil sobre el tablero y me concentro en las calles medio vacías de la ciudad, aún habían personas andando por ahí, de seguro yendo o viniendo de fiesta, algunos autos y personas en skateboard y bicicletas, esas en su mayoría adolescentes pandilleros.
—¿Dónde vamos? —cuestiono, mirándolo.
—Pronto sabrás.
«pronto» fueron unos quince minutos después, las calles aunque despejadas, eran reconocibles, sobretodo esa maldita subida que significó un sacrificio para mí.
—¿No es peligroso ir ahí a esta hora?
—Se está llevando a cabo un festival, habrá gente, ruido y luz, así que no te preocupes.
Veo la pantalla, Baloo seguía dormitando a la orilla de mi cama, no como hace un rato que parecía medio muerto, apoyaba su cabecita de sus patitas delanteras, lo que significaba que no estaba en su sueño canino profundo.
Eros estaciona su coche en un espacio libre que encontró, desde aquí se puede ver cómo la reserva está iluminada en diferentes luces neón y se escuchaba la música alta.
—¿De qué es el festival? —ambos nos bajamos, él guardó una linterna en el bolsillo de su chaqueta.
—Universitarios, creo.
—¿Podemos pasar?
—Sí, ni nos notarán.
Entre tanta gente, ¿cómo hacerlo? Hasta nos chocamos con algunas personas y tuve un instante de pánico cuando perdí a Eros de vista, morí ahí mismo y reviví cuando envolvió su mano alrededor de mi muñeca, sacándome de la multitud que me tenía encerrada.
En silencio con la música del festival universitario de fondo subimos hasta el lugar especial de Eros, el claro. Era lindo visitarlo después de tanto tiempo.
Todo seguía igual, ningún cambio en los árboles o... rocas, ¡Eh, incluso seguían mis pisadas ahí!
Nos fuimos a sentar en una de las rocas más grandes, a lo lejos se seguía escuchando la fiesta universitaria más como un murmuro lejano. El canto de los grillos y las cigarras, el ulular de los búhos y las eventuales luciérnagas que volaban a nuestro alrededor le daban un buen ambiente a este lugar solitario, además de la bonita vista que tenía al lago, que reflaja la suave luz de luna.
De forma inconsciente, mi mano tomó el collar, desde mi cumpleaños no me lo había quitado, y eso ya era hace unas dos semanas.
—Sé que tienes muchas preguntas —Eros juega con la linterna pasándola de una mano a otra—, y que te debo varias disculpas.
—No estoy molesta, Eros, solo no lo entiendo. Me he empezado a cuestionar si de verdad... confías lo suficiente en mí.
Suspira, cabizbajo.
—Claro que confío en ti, Didi —murmura—, desde el principio has tenido mi confianza.
—¿Y entonces por qué...?
—Porque no me gusta agobiar a mis amigos con mis problemas —me interrumpe, alzando la cabeza, se queda callado unos segundos, jugando con el aire dentro de su boca—, confío en ti, de una forma tan estúpida que sé que te reirías de mí, pero es que... no lo sé, me cuesta mandar un mensaje o avisar de algo mío. Soy más de escuchar que de avisar, no, eso no tiene sentido. Mi punto es, que hay problemas que pueden más que yo, pero no pierdo la certeza de que se solucionarán, así que no me gusta preocuparlos, o preocuparte por cosas que sé que tienen una solución.
No digo nada, me mantengo expectante en mi asiento improvisado.
—Sé que han sido tres veces, y sé que te enteras por Christopher, pero no es porque no confío en ti, chica salsa, nada más no quiero que te preocupes.
—Eros, entiendo tu situación, tampoco es que yo sea muy comunicativa —asintió de acuerdo—, pero para eso estamos los... amigos —que asco de palabra—, de una forma u otra, me entero, y me preocupo más. Sienta mejor que venga de ti mismo a qué de otros. No molestas, Eros, jamás lo harás, después de todo, estamos, y estoy aquí para apoyarte siempre.
Ladea una dulce sonrisa para mí.
—Eres la mejor, Didi.
—Lo sé —nos reímos—, ¿Por qué no me cuentas sobre el viaje a Boston? Compartir las cosas que nos agobian ayuda a que sean más llevaderas.
Bota aire, que se convierte en vaho de frío.
—Creo que no te he hablado mucho de mi familia, a parte de Evie, Eames y mis padres —afirmo con un sonido de mi garganta—, bueno, yo tengo familiares en Boston, familia cercana, mis tíos y mis primos por parte paterna.
—Es decir... ¿Más Jackson's?
—Más Jackson's, chica salsa —afirma, divertido—, uno de mis primos, el hijo mayor de mi tío, fue diagnosticado hace un año con leucemia.
—Oh...
—Fue un tiempo difícil para la familia de mi tío, para ese entonces, aún no teníamos el contacto que tenemos ahora. Nuestras familias se habían distanciado por una estúpida disputa entre nuestros padres -Eros meneó la cabeza-, mi papá es terco y mi tío Nelson mucho más, así que fueron años donde por esa pelea no pudimos ver a esa parte de nuestra familia.
»Fue la primera vez que nos vimos después de cuatro años, y saber que era en esas circunstancias... bueno, no fue muy lindo que digamos. En ese momento, los tontos resentimientos y la pelea ya no estaba, éramos otra vez la familia que todos habíamos extrañado.
»Mi papá nunca lo dijo, y mi tío tampoco, pero todos notamos que estaban felices de verse otra vez, literalmente son los mejores amigos de todos, tener de vuelta a tu hermano con el que compartiste el útero y, de paso, mejor amigo de toda la vida, fue lo bueno de todo lo que pasó.
Acaricio su mano, una forma de darle tranquilidad en medio de su relato.
—Mi primo necesitaba cirugía de transplante de médula ósea para sobrevivir, ninguno dudó en hacerse la prueba, incluso Evie y Posey querían hacerla, pero eran muy pequeñas y nadie lo iba a permitir, ni siquiera mi primo.
»Eames fue el que resultó dar positivo para el transplante, eso fue a inicios de este año, la cirugía fue bien, mi hermano se recuperó más rápido de lo que todos creímos y mi primo fue en recuperación.
»Después de meses, no creímos que tendría una recaída —murmura.
Entrelazo sus dedos con los míos y doy un apretón, Eros destenza los hombros.
—El viaje de este fin de semana fue porque nos llamó mi tío, mi primo tuvo una recaída, no tan grave como para volver al cáncer, pero sí era preocupante después de estar meses más sano que antes.
»Es... un poco absurdo, no lo sé, pero es que... me da miedo perderlo, antes de Christopher, éramos él y yo, aunque él es dos años menor que yo es más maduro y aún siendo críos me salvó de perder varios dientes —se ríe, aunque esa carita triste y preocupada vuelve—, no solo perdería a mi primo, también a un gran amigo, y eso... asusta, ¿Y si eso hace que nuestras familias vuelvan a distanciarse? Nada es igual después de la pérdida de un familiar, todo se vuelve complicado, no es fácil de llevar. No quiero... perder lo que apenas recupero.
Ahora entendía su estado de humor, Eros es ese tipo de persona que le da miedo perder a los que quiere, por una u otra razón, y era comprensible, es de esos que siente la ausencia más que nadie, imagino que los últimos cuatro años distanciado de los primos que prácticamente considera como sus otros hermanos fue difícil, recuperar eso de la forma en que él lo hizo y sentir que vuelve a perder algo que tanto había estado esperando, explicaba muchísimo su comportamiento.
Eros Jackson podrá ser insoportable de vez en cuando, un nato para llamar la atención, imprudente en muchas ocasiones, sin embargo, también es alguien con un corazón que sabe querer de la forma más sincera de todas.
—Hey —le hago verme, sonrío apretando el agarre de nuestras manos—, quizá hayas escuchado mucho esto, pero créeme, todo mejorará pronto, nada malo dura para siempre, tu primo se va a recuperar, él va a estar bien, tú vas a estar bien y tu familia también lo estará. Solo es cuestión de paciencia y tiempo, Eros, lo que mal viene, pronto se va.
—Eso no lo había oído.
—Me lo acabo de inventar.
Se ríe, es una reacción honesta, no es forzada o se vuelve triste. Aprecio su risa unos segundos, no sabes el aprecio que le tienes a un sonido tan lindo como la risa de alguien cuando no lo escuchas.
—Te prometo que tarde o temprano, las cosas irán mejor.
—¿En serio lo crees?
—No lo creo, lo sé, mesero cogote golpeado.
Echa atrás un mechón despeinado.
—Gracias por... todo, chica salsa.
Aprieto su mejilla, que se sonrosa un poco.
—No hay de qué, aquí siempre, siempre voy a estar para ti.
Algo... algo pasa apenas nuestras ojos conectan, sé que no debo de verlo directo a ellos porque no puedo desviar la mirada, es como caer en un vacío gris tormentoso, el aire abandona de a poco mis pulmones con exhalaciones bajas y entrecortadas por mi nariz, paso lo último de saliva que me queda. Mis oído bloquean los sonidos externos, quedándose con los acelerados de mi corazón y sintiendo el ya tan familiar cosquilleo de mi estómago.
Eros baja la mirada un segundo y la vuelve a subir, intento moverme, pero mis músculos no reciben la orden de mi cerebro, parecen seguir las órdenes propias: quedarse quietos cuando notan que él viene acortando la muy poca distancia que había.
Siento su mano en mi caliente mejilla delinear con delicadeza mi pómulo y algunas de las pequeñas pecas, estaba llegando al nivel de nerviosismo máximo, y no eran unos nervios malos, se sentía algo parecido como las ansias de que «ese algo» por fin pasara.
—Por mucho, mucho tiempo, solo había querido hacer esto, chica salsa.
Y entonces, lo que por mucho, mucho tiempo yo también he esperado pasa. No hay interrupciones, no hay guardias de seguridad, no hay mosquitos, nada. Solo nosotros dos y la brisa fría de la noche bajo la luz débil de la luna.
Eros ajusta su mano en mi nuca y acorta la distancia, en apenas medio segundo, tenía sus labios sobre los míos, moviéndose en delicados y dulces movimientos. Era muy tierno, pero como había dicho, mis músculos se negaban a recibir órdenes de mi cerebro, cualquier orden, así que solo pude quedarme los diez segundos que duró ese beso tan tiesa como un palo.
Él es el que se termina apartando.
Parpadea, viéndome, una, dos, tres veces.
Parpadeo, viéndolo, una, dos, tres veces.
Entonces es que se colora tanto como un tomate, seguro está más rojo que yo. Se levanta de un salto, empezando a caminar de un lado a otro.
—¡Ay, Diane, perdón, perdón! Yo... no... ehm —respira agitado, se pasa las manos por el pelo—, ay, dioses, no debí hacer eso, lo siento, lo siento mucho. Es que... bueno, tú, y... y... no sé, soy... ¡Ah!
Sigue caminando de un lado a otro como un tigre encerrado, logro ponerme de pie y tomarlo por los hombros, él sigue rojísimo.
—Lo siento, lo siento, lo siento. No debí hacerlo, soy... soy imprudente y no creo que tú... que yo hiciera... —termina soltando un chillido para nada varonil.
—Ehm, ¿Ya terminaste?
—Sí, piedad, por favor —me pide con un extraño tono agudo.
Vuelvo a parpadear.
—No me mates, soy tu amigo.
Amigo... yo sentía muchísimo por ese amigo. Y... tal vez ese amigo siente mucho por mí.
Eros aún parecía temeroso de que le hiciera algo, por favor, ¿Qué le iba hacer? Yo también había esperado meses por ese beso, mi cuerpo me vino a jugar una mala pasada en el momento que pasaba, pero ahora yo volvía a tener el control.
Le pongo ambas manos en los hombros, obligandolo a doblar ligeramente las rodillas para ambos estar a la misma altura, Eros se encogía de hombros, aún asustado.
—Que no te voy a matar, tonto.
—¿Ah, no? —su voz aún es aguda.
Me reí, meneando la cabeza.
—No, Eros. Solo... haré lo que debí hacer hace un momento.
—¿Cómo que lo que debiste de...?
Se corta a sí mismo cuando soy yo quien le besa, nunca he sido una experta besadora, diría que soy bastante torpe, pero recopilé el valor suficiente para hacer esto: besar al chico que me gusta y no quedarme de palo otra vez.
Se tensa, lo noto en sus hombros bajo mis manos, no es algo que dure demasiado, se relaja y termina rodeando sus brazos alrededor de mi cintura, alzandome sin dejar de besarme, tomando el control y volviendo a dar esos movimientos delicados y dulces.
Nos alejamos por falta de aire, la sonrisa es tan inevitable, esto se siente bien. Abro los ojos, encontrándome con que Eros estaba igual que yo.
—Hola, tú.
—Hola, tú.
Se ríe, girando sobre su eje como aquel día de nuestra graduación, volviendome a besar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro