𝐔𝐧𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐚 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐍𝐨𝐬𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬
La princesa Navani nos formó en una hilera, detrás de ella se podía observar cómo había algunas armas dispuestas para ser tomadas. La curiosa y confusa mirada de las ladies se posó en la princesa, quien comenzó a explicar de qué trataba todo eso.
—Imagino que ya sabrán que todas ustedes en mayor o menor medida tienen las habilidades de un encantador, y como tal, soy consciente de que todas ustedes necesitan un objeto para canalizar su poder y poder realizar mejor sus encantamientos. Aprovecharemos esta cualidad para combinarla con defensa personal y así obtener una ventaja si nos llegamos a encontrar en medio de un ataque.
Todas permanecíamos en silencio mientras Navani caminaba frente a nosotras mirándonos a los ojos una por una, realmente comenzaba a pensar que lucíamos como soldados.
La princesa tomó de entre las armas lo que parecía ser una enorme joya ovalada de aspecto claro, casi transparente, la mostró ante nosotras y prosiguió.
—Este es un medidor de éter -aseguró al momento en el que los ojos de mis compañeras se abrían como platos—. Cada una deberá sostenerlo entre sus manos, cuando la joya en la punta de la varita se ilumine indicará su capacidad de crecimiento y poder, entre más brillante sea, más alto es su dominio sobre el éter, así de simple.
Miré nerviosa a mi alrededor, estaba en problemas, si era cierto lo que la princesa decía, esa cosa podría iluminarse con intensidad en cuanto la tocara, o incluso actuar de manera extraña. Los bendecidos no poseemos límites para controlar el éter a nuestro alrededor, incluso desafiando a la vida y la muerte ¿Qué pasaría entonces cuando sostuviera la gema?
-Esto nos servirá para saber nuestros puntos fuertes y débiles, así mismo, después de medir su éter podrán elegir un arma -siguió explicando la princesa-. Como podrán notar, yo no tengo ningún poder sobre el éter, por ello esta joya carece de luz, aunque eso no significa que pueda defenderme mejor que cualquier encantador en batalla. Recuerden que la luz de esta joya no define su destino, solo nos indica las herramientas que tenemos para trabajar.
Aquellas últimas palabras parecían estar destinadas a evitar las comparaciones entre nosotras conforme lo que aquella joya dictara. Tragué saliva nerviosa, las piernas comenzaban a temblarme y el corazón no dejaba de latir desesperado, debía encontrar una manera de evitar tocar aquel artefacto pronto.
—Lady Daphne ¿Nos haría los honores? —indicó Navani a la cortesana quien con un caminar algo inseguro, se acercó a la princesa.
Observé a mis costados sintiendo como el tiempo se acababa, era la quinta en la fila. Daphne sostuvo el artefacto entre sus manos observando sorprendida cómo un hermoso e intenso brillo iluminaba la gema. Navani sonrió orgullosa mientras la cortesana parecía emocionada por lo que estaba ante sus ojos.
Las demás suspiraron de emoción ante el acontecimiento mientras yo observaba con terror reflejado en mi rostro. A mis costados se encontraban Naisha y Dilaila, quienes no despegaban la mirada de nuestra compañera al momento en el que regresaba la joya a la princesa.
—Curioso lo que pasaría si una bendecida toma la gema ¿No te parece? —Escuché a Akai hablar materializándose detrás de mí.
Su frío toque en mis hombros me hizo dar un saltito del susto mientas ella sonreía juguetonamente.
—¿Acaso la muerte ha venido a jugar con su sierva? —murmuré lo suficientemente bajo intentando que mis compañeras no me escucharan, pues a sus ojos estaría hablando sola.
—¿Jugar? —gruñó Kanei, el lobo que siempre acompañaba a Akai—. Estoy ansioso por jugar.
Akai miró con severidad al lobo quien parecía estar rondando a mi alrededor, como el cazador a su presa.
—No es momento de juegos, mi querido lobo -respondió la doncella con dulzura—. Nuestra pequeña rosa está en problemas, y no puedo esperar por ver qué pasará.
—Llevo años siguiéndote en silencio, tengo hambre y no me has dejado cazar en un buen tiempo, esta parece una buena presa.
Los ojos inyectados en sangre del lobo se clavaron en mi garganta. Inevitablemente las imágenes de mil muertes violentas pasaron ante mis ojos, mi cuerpo entero estaba listo para huir presa del pánico y desesperación y o hubiera hecho instintivamente si no fuera por Akai, quien me mantenía atrapada en mi lugar.
—Primero debemos observar —insistió la doncella—. Nuestra humana favorita tendrá que averiguar cómo evitar este destino fatal.
—Ningún bendecido ha escapado de mis garras —gruñó Kanei molesto—. Incluso aquel que podía ocultarse acumulando todo su éter en un objeto. Recuerdo cómo corrió al bosque intentando huir de mí...
—Silencio querido lobo —ordenó Akai, mas el lobo ya estaba completamente perdido recordando aquello que tanto añoraba.
—Jugué con él un rato, disfrutando su respiración agitada, el terror descontrolado que corría a través de sus venas y el hedor a desesperación profunda que emanaba... Ah... ese aroma que tanto me gusta —Tal parecía que, por aquella remembranza, la criatura comenzaba a salivar como un león hambriento frente a un pedazo de carne—. Los humanos son divertidos, parecen tener todo bajo control, pero sus emociones los dominan, una vez que algo les sobrepasa no pueden controlar ni sus propios poderes...
—¡Kanei basta! —exclamó Akai, sin embargo, el lobo ya me había dado una solución a mis problemas.
—Ocultarlo... —repetí asombrada observando mis manos.
Nunca había pensado en ello, ni siquiera sabía que era algo posible para un bendecido, y mucho menos tenía idea de cómo lograrlo.
—Disfrutarás de la cacería tanto como yo —aseveró el lobo mirándome a los ojos.
Akai suspiró con pesadez y dijo una sola frase antes de desvanecerse
—El tiempo se acaba —Mencionó sin más.
Kanei desapareció junto con ella mientras asentía a las palabras de su compañera.
Fruncí el ceño al no poder comprender las últimas palabras de ambos, aterrada por las escenas de muerte que había presenciado gracias a la mirada del lobo y con mis compañeras cada vez más asombradas a mi alrededor.
Era el turno de Naisha, quien antes de pasar al frente me dio una mirada curiosa, parecía que había escuchado las pocas palabras que había pronunciado.
Le sonreí con inocencia, prefería que comenzara a pensar que estaba loca a descubrir mi secreto, después de todo, estaba acostumbrada a que las personas me trataran de esa manera.
La gema se iluminó para Naisha dejándonos claro que era una de las más talentosas del grupo pues el intenso brillo que emanaba sobrepasaba al de las cortesanas anteriores.
Las ladies comenzaron a alentarle con halagos y vítores como si de ganar un premio se tratara.
Me apresuré a concentrarme en mi propio éter, sospechaba que el broche de bóreas podría servir como un almacén, aunque temía fuera demasiado pequeño para anular toda mi magia.
Cerré los ojos, respiré profundo y poco a poco visualicé cómo aquella sagrada sustancia se drenaba de mi cuerpo para ir a parar al broche. Cierto cosquilleo recorrió mis brazos indicando que estaba funcionando.
—Lady Levana —me llamó Navani interrumpiendo aquel proceso.
Mi pulso comenzó a agitarse nuevamente producto de los nervios y las palabras del lobo resonaron en mi cabeza. "Una vez que algo les sobrepasa no pueden controlar ni sus propios poderes"
Eso debió ser lo que delató a aquel hombre, quien seguramente, no pudo mantenerse en calma revelando a todos su poder, revelando ser un bendecido.
Obligarme a calmar mis emociones solo lograba alterarme más mientras avanzaba hacia la princesa como un animal a punto de entrar al matadero. La princesa sonrió con ternura en mi presencia, seguramente tenía la apariencia de un borrego observando de cerca las fauces del lobo.
Nuevamente intenté drenar lo que quedaba de mi energía en un desesperado acto de evitarlo inminente. El cosquilleo no apareció, en su lugar, las lágrimas amenazaban con brotar de mis ojos acompañadas de un nudo en la garganta que no me dejaba ni respirar.
Mis pálidas y temblorosas manos recibieron la gema de la princesa. Instantáneamente un brillo cegador se hizo presente provocando que todos cerráramos los ojos instintivamente.
Alejé aquel artefacto de mi pecho sosteniéndole lo más lejos posible antes de abrir nuevamente los ojos con terror a lo que podría encontrar.
Para mi sorpresa, la joya permanecía apenas iluminada, como una vela a punto de extinguirse, su brillo difícilmente era visible a plena luz del sol. Mis compañeras observaban confundidas ante aquel cambio de luminosidad tan evidente mientras que la princesa intentaba descifrar qué había pasado.
—Debe haber un error... Permítame lady Levana —murmuró antes de tomar la joya entre sus manos.
El brillo del artefacto desapareció en manos de Navani, quien nuevamente volvió a posar delicadamente el medidor entre mis manos. Sin embargo, esta vez a diferencia de lo que cualquiera esperaría, la joya se mantuvo con su leve brillo, sin ninguna explosión de luz cegadora.
No pude evitar una leve sonrisa que amenazaba por reflejarse en mis labios al momento en el que Navani retiraba nuevamente el artefacto, lo había logrado.
—No es nada de qué preocuparse —murmuró la princesa para mí—. Estoy segura de que serás tan hábil como tus compañeras, así como yo misma lo he logrado.
Asentí a sus palabras antes de incorporarme a mis compañeras.
—Gracias, querido lobo... —murmuré para Kanei, quien aunque no le viera físicamente, sabía que estaba ahí observándome junto a Akai.
Las demás Ladies pasaron sin problema alguno ante el medidor de éter, sin embargo, la última de ellas; Lady Meena, provocó algo inesperado por todas, pues al tomar la joya entre sus manos esta se iluminó tanto como el sol, dejando a más de una boquiabierta.
Reconocí al instante la mirada de terror en el rostro de Meena y me vi reflejada en ella. Fue en ese momento en el que comprendí su comportamiento, pues al igual que yo, ella era una bendecida.
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