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𝐀𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐏𝐚𝐫𝐭𝐢𝐫

Los secretos de Nadhera eran impactantes a ojos de los mortales.

Recordaba claramente los pequeños inventos de Asra que parecían tener vida propia dentro de la pequeña sala en su habitación. Sin embargo, no estaba preparada para lo que me encontraría aquella mañana al partir a Daus.

Había pasado la noche hecha un ovillo en el balcón intentando no oír el canto de Akai hasta el amanecer.

Meena decidió saltar de su balcón hacia el mío para hacerme compañía, ambas sufríamos, mas la presencia de la otra llegaba a aminorar el dolor.

Se nos guio a través de extraños túneles bajo el palacio al salir el sol. Algunas cortesanas acudieron somnolientas, otras parecían curiosas por lo interminables que estos parecían, mientras que Lady Yue se negaba a seguir avanzando, pues sufría de claustrofobia, y al momento de que el túnel comenzaba a estrecharse, se detuvo en seco, impidiendo que ella y su doncella avanzaran más.

Por mi parte, seguía ensimismada en mis pensamientos. Lo que Meena había revelado la noche anterior era grave, me aterraba en sobre manera ¿Qué haría para rechazar a Altair? ¿Cómo podría hacerlo?

Quizá el mejor curso de acción sería evitar que en un principio llegara a hacerlo pero ¿Cómo lograrlo? ¿Cuál sería razón suficiente para hacer pensar al príncipe y a los concejales que se equivocaban sobre mí?

Narumi me dio un empujoncito juguetón para llamar mi atención al llegar a nuestro destino. Ahí, al final del túnel, nos encontramos en medio de un bosque, sobre una plataforma alta, la cual parecía vacía.

—¿Qué es este lugar? —preguntó curiosa Narumi al observar que, además de la plataforma, justo debajo, donde esta última terminaba, había largas tiras de metal, las cuales estaban fijadas al suelo.

"Caminos de hierro". Fue lo primero que me vino a la mente al verlo.

Sin duda había visto esos caminos antes, aunque no era nada comparado con aquello. Asra me había mostrado aquellos caminos como si se tratara de un juguete, pues pequeñas líneas de metal ondeaban al rededor de una mesita siendo recorridas por un extraño carro que se movía por sí solo, de un tamaño no mayor a la palma de mi mano. El objeto se transportaba sobre ese camino haciendo una especie de "clic- clac, clic-clac", como un martilleo constante dentro de su mecanismo.

"Imagina una carreta gigante que se mueve sin caballos, ni bueyes. En cambio, está impulsada por una máquina que quema madera o carbón, produciendo un vapor poderoso que impulsa las ruedas. Es como un carro que tiene su propia fuente de energía" Había dicho Asra al mostrarme aquella curiosidad.

Me había parecido algo imposible, mas él aseguró que aquello ya existía y se utilizaba para transportar mercancías entre distritos. Sin embargo, aún no era de conocimiento público aquel avance, pues querían asegurarse de haber firmado un tratado de paz antes de darle a los demás reinos más razones para invadir Fitore.

Hecha un revoltijo de ideas y sin saber bien cómo explicar con palabras lo que sabía, tomé a Narumi del brazo alejándonos del borde de la plataforma. Madame Fontaine llegó tras mi acción indicándole a aquellas curiosas que se asomaban dentro del túnel en donde se perdían los rieles, que se alejaran también.

—Este viaje es de vital importancia, como se podrán imaginar —comenzó a hablar reuniéndonos a todas—. Por esto mismo, el príncipe Altair ha decidido habilitar uno de los transportes más importantes de Korena para nuestro uso y comodidad.

La institutriz abrió la boca para seguir explicando, más un estridente sonido impidió que las palabras siguieran resonando de su boca. El sonido se asemejaba a un rugido profundo, como si de un monstruo se tratara. Este provenía dentro del túnel por el cual se perdían los rieles frente a la plataforma. Aquello era tan fuerte que apenas podía oír mis propios pensamientos.

Segundos más tarde apareció al lado de la plataforma una enorme máquina cubierta por humo y vapor, Tenía una gran chimenea y ruedas que al frenar rechinaron estrepitosamente. Era exactamente igual a la pequeña máquina que Asra me Había mostrado, pero esta era tan gigante como una bestia de metal. Parecía algo sacado de un cuento de hadas.

Las cortesanas se comenzaron a dispersar temerosas de aquella máquina, pero mi curiosidad me hizo dar unos pasos al frente, acercándome a aquella invención sin miedo.

—Un ferrocarril a vapor — le llamó Asra acercándose a mi lado. La familia real estaba apartada de la corte con sus concejales, discutiendo algo que parecía ser importante, mas el joven al verme avanzar con curiosidad, no pudo evitar acercarse a hacerme compañía reluciendo todo su orgullo en su rostro—. Te dije que era real.

El tono juguetón de Asra sin duda me hizo olvidar la situación en la cual me encontraba.

—Nunca dudaría de la palabra de mi estrella —respondió impresionada—. ¿Lo has hecho tú?

Asra rió complacido.

—No entero, quién sabe cuánto tiempo le tomaría a una persona hacer todo esto, pero lo he diseñado y supervisado desde el ensamblaje hasta el funcionamiento —expresó con orgullo—. Es más rápido y seguro que un carruaje. Aunque por supuesto no puedo llevarme todo el crédito, las Ayras fueron una buena guía para comenzar.

—Eres impresionante... —murmuré sin controlar lo que decía—. Eh... es decir... Es impresionante.

Asra parecía divertirse con mi balbuceo que seguía y seguía como si no tuviera final.

–El vapor, las máquinas, tú... Me dejas sin aliento... Digo, esta máquina, me deja sin aliento

Pude sentir cómo la sangre se me subía a la cabeza la momento en el que una dulce carcajada fue arrancada de los labios de Asra, parecía complacido con el manojo de nervios que era junto a él.

—Hermano —le llamó Altair a lo lejos, quien seguía en compañía de sus concejales—. Necesito hablar contigo.

Pero Asra parecía despreocupado, sin tener apuro aparente en marcharse.

—Sabe, Lady Levana —comenzó a pronunciar en tono solemne con cierto reflejo de coqueteo, como intentando parecer formal ante los ojos de quienes lo esperaban, incluso aunque no pudieran escucharle—. La comitiva enviada por Perang parece estar fascinada con lo que Fitore tiene por ofrecer. Han aplazado su estadía, así que no tenemos por qué apresurarnos una vez en Courtest. Nuestro viaje será un poco más largo de lo esperado y, puede que al ser esta máquina tan rápida en llegar a Courtest, cualquiera tenga la oportunidad de colarse en el pueblo, si es que quisiera hacerlo. Sobre todo al atardecer que es cuando llegarán los preparativos para el baile de la noche siguiente. La vigilancia estará demasiado distraída para notar si alguien sale o entra del palacio.

—Oh, Alteza —comenté siguiéndole el juego hablando como si fuera la dama más venerable del lugar—. Deberíamos hacer algo al respecto, tanta seguridad con tan poca eficiencia, no vaya a ser que alguien de la corte llegue a perderse por accidente.

—Sería una pena terrible —afirmó Asra.

—Sin duda me aseguraré de cuidar por dónde camino, es mi primera vez en el palacio de Courtest, ya sabe, una llega a desorientarse en ocasiones.

—Más aún con los largos e interminables pasillos que dan hacia los jardines cerca del lago —completó la oración.

—Sobre todo los caminos del lago —afirmé—. ¿Será que habrá una salida entre estos tormentosos caminos?

—Así es, mi lady. Más le vale ser precavida pues nada podría impedir su salida si los guardias están distraídos.

—¡Ay de mí! —expresé dramáticamente provocando una risa en mi contrario.

—Asra —llamó con severidad Altair al notar que este le había ignorado.

—A las seis en punto, al atardecer —recordó Asra mientras retrocedía intentando aplazar nuestra despedida—. Por el sendero del lago.

El príncipe me dedicó un guiño antes de darse vuelta y marcharse hacia donde se encontraba su hermano.

Instintivamente alejé la mirada encontrándome con la de Meena, quien por su rostro y postura, desaprobaba lo que estaba haciendo. La morena negó la cabeza antes de ingresar a la máquina de metal que aún seguía en espera.

Las mejillas comenzaron a dolerme producto de la enorme sonrisa que se me había dibujado mientras hablaba con el príncipe ¿Cuánto tiempo había estado así? Seguro parecía una loca que no podía mantener su semblante a su lado.

—Apúrate Lev, Madame Fontaine nos ha indicado entrar —dijo señalando uno de los vagones del ferrocarril.

Tenía una puerta grande que se abría hacia el interior. Esta estaba finamente decorada con adornos de metal.

Dentro había un largo pasillo con compartimentos en ambos lados.

Aquellos compartimentos eran como pequeñas salitas de paredes de madera y dos amplios sillones, uno de cada lado del espacio.

Varias cortesanas y doncellas ya se habían instalado en ellos, dudaba que quedaran espacios disponibles sin la compañía de otra cortesana u doncella, mas intenté buscar alguno, pues no tenía ganas de enfrentar aún las miradas aterradas de mis compañeras al recordar lo sucedido el día anterior.

Narumi no se opuso a mis acciones y me siguió por el pasillo, sin embargo el único compartimento en el que pude fijarme era en el de Meena. La joven estaba sola, con el rostro mirando hacia la ventana, ni siquiera su doncella le hacía compañía.

Miré a Narumi rogándole por quedarnos con la peragní, esta suspiró frustrada mas no se resistió a mis plegarias.

Asomé mi cabeza por la entrada sin saber bien cómo saludar, por lo que simplemente di dos golpecitos con mi puño a la madera que delimitaba la entrada.

Meena agachó la cabeza al escucharnos y se limitó a decir unas cuantas palabras.

—Solo no hagan mucho ruido —expresó antes de levantarse a acomodar una pequeña maleta que parecía que había aventado con desgana en el estante superior de uno de los asientos.

Entré silenciosamente junto a mi compañera, ambas nos sentamos frente a la morena, quien seguía ocupada con la maleta.

Miré por la ventana a mi derecha, los únicos que quedaban en el andén eran Asra y Altair. El joven de ojos verdes parecía estar enfrascado en una acalorada discusión con su hermano. Altair se dedicaba únicamente a negar con la cabeza mientras Asra se alejaba furioso para abordar el vagón en el que iría la familia real.

Toqué delicadamente el cristal que nos dividía con la punta de mis dedos, antes de volverme hacia Narumi quien también se había percatado de la situación.

—¿Problemas? —preguntó como si tuviera las respuestas a todas sus preguntas.

—Cállate Aghat —espetó Meena aún dándonos la espalda.

¿Qué tanto arreglaba en esa maleta?

—Palabras fuertes para alguien que no se atreve a dar la cara —respondió la pelinegra con veneno en sus palabras.

Habían durado dos minutos sin pelear, ya era un avance.

—No te metas en lo que no te importa —rebatió la perangní—. Estoy bastante ocupada como para tener que soportar tu parloteo todo el camino.

—¡Meena! —le reprendí disgustada.

Narumi enrojeció por aquellas palabras. A nuestro alrededor las cortesanas y doncellas comenzaban a mirar curiosas, pues la resonante voz de Meena llegó a salir del compartimento con lo último dicho.

Los murmullos no tardaron en surgir a nuestro alrededor.

—Ay... Narumi, qué buena es —murmuró una.

—¿Cómo es que la soporta? Yo la mataba de una vez —se escuchó de parte de otra.

—Siempre nos grita y nos ofende —Dijeron refiriéndose a Meena.

—Pobre Naru...

—No me sorprende.

Narumi suspiró intentando apaciguar a las demás que seguían asomándose por fuera de sus compartimentos.

—Tan solo jugábamos —respondió a los murmullos con una amplia sonrisa fingida.

Sin embargo el rostro de Narumi ensombreció al ver a Madame Fontaine frente a nuestro compartimento.

De nuevo ustedes... —dijo exasperada—. Por lo menos una vez compórtense a la altura de una Lady o las dejaré en Nadhera por el resto de la semana.

No me podía arriesgar a aquella sanción, ir a Courtest significaba una vida para mí, estaba ansiosa por ver a Bóreas, estar en casa, sentirme a salvo.

Asentí efusivamente junto a mi compañera mientras Meena seguía dándonos la espalda con la excusa de su maleta.

—Lady Meena, tome asiento, estamos a punto de partir —ordenó la institutriz.

—Lo haré Madame, tan solo estoy buscando algo entre mi equipaje.

Madame Fontaine respiró profundamente antes de dejar el tema e irse sin decir más, parecía estar cansada de cuidarnos.

—Ese equipaje debe ser difícil algo difícil de lidiar... —murmuró Narumi con sarcasmo.

Le dediqué una mirada de advertencia a mi compañera quien parecía estar más enfrascada en su pelea con la morena que por mi presencia.

—Lo es —declaró Meena.

—Lo entiendo completamente, yo también lloraría por algo de equipaje mal acomodado.

La morena dejó de fingir rebuscar algo entre sus cosas para lentamente darnos la cara por fin, con una mueca de tristeza. Relucientes e hinchados ojos llorosos nos devolvieron la mirada.

Aquello me hizo chocar con la realidad en el momento en el que el ferrocarril arrancaba con una sacudida.

Aún seguía atrapada.

Aún debía huir.

Aún Altair pensaba hacer su propuesta mañana.

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