
Capítulo 4 Un vistazo al futuro
Dieciocho años atrás, cuando William había llegado a la Ciudad Sombría, su madre lo había llevado al castillo Lockhart y allí habían hablado y lo había ayudado a amoldarse al ambiente de la ciudad. Él había rechazado estar allí. Una energía negativa poblaba cada parte del lugar y eso lo hacía sentirse peor de lo que ya estaba.
Ahora que había regresado, las sensaciones eran similares, sólo que ahora se sentía más fuerte psíquicamente.
—¿Por qué vinimos acá, madre? No me gusta este lugar.
—Lo sé, cariño. Pero la energía de aquí se debe a que los elementales están cada vez más inestables y el agua de la fuente se va contaminando. Hace unos años, vine con Federico y le mostré cambios en la fuente y ambos nos dimos cuenta que el hechicero ya había llegado —contó entrando en el Hall y al momento de hacerlo, las puertas se cerraron.
El ambiente era denso y caliente. Las estatuas de gárgolas lucían espeluznantes, las alfombras rojas maltrechas y los cuadros de antiguos hechiceros de la dinastía Lockhart parecían estar vivos y observar cada paso que daban.
—Eso del hechicero primordial generó discordia y caos en el pasado. Deberíamos dejar eso de lado ¿Qué pasa si no nace o si lo hizo y murió?
Adele negó con la cabeza y tomó fuerte de la mano a su hijo. Tenía una túnica oscura con capucha y William detestaba que se vista así, con la ropa antigua de los hechiceros.
Él tenía un jean desgastado y camisa roja, con el cabello debajo de los hombros y los rizos algo deformados.
—Ya ha nacido y te lo mostraré.
Entraron a la habitación en donde estaba la fuente con el agua turquesa y la estatua del hechicero alzando la mano y mirando a una esfera. William recordó que al llegar allí años atrás, su madre lo hizo lavarse el rostro con el agua y eso le provocó vómito. Algo común que les sucedía a los hechiceros. Desde ese día no había vuelto allí.
—Revélanos la verdad —murmuró Adele introduciendo las manos y pasándoselo por el rostro—. Aquí estamos los descendientes de James Lockhart, el fundador, el primero de todos. Muéstranos el futuro.
William se encogió de hombros y sintió que sus manos quemaban, que su elemental se activaba y entonces, sabiendo qué hacer, introdujo las manos en la fuente e hizo lo mismo que su madre, diciendo:
—Enséñanos un fragmento del futuro.
Los ojos de la estatua se abrieron y la esfera resplandeció y arriba se formó un espacio de estrellas y las imágenes surgieron: Un hechicero con una túnica similar a la de Adele, con máscara plateada con ribetes. Varios hechiceros vestidos similar detrás de rodillas. Una magia inmensa capaz de equilibrar o destruir todo y la sensación de dolor y venganza, que dejaba un sabor amargo. Las imágenes desaparecieron y la estatua cerró los ojos.
Una energía los apartó a ambos de la fuente.
—Entonces, es real —logró decir William ayudando a su madre a levantarse.
—Lo es y también que el futuro será difícil. William, yo estoy segura de que...
—Imposible, madre y no quiero hablar ya de ello. Además si el hechicero aparece, seguro será en la Ciudad de Sentimientos y Alexei lo sabrá. Nosotros no tenemos nada que ver.
—William, no quieres ver la verdad. Tú engendraste al hechicero ¿Cuándo lo comprenderás?
—Es mentira, madre y si lo fuera, no querría ese futuro espantoso para mi hijo ¿Acaso no sentiste esas emociones? Hay algo oscuro en ese hechicero.
—Lo sé. Pero negarlo no te llevará a nada. Vamos, ya es muy tarde.
Comenzó a alejarse y William miró por última vez la fuente, sintiendo aún las sensaciones terribles del dolor y la venganza.
Gabrielle lloraba en el pecho de su padre y él le acariciaba el cabello. Federico no entendía el porqué de su llanto, había cosas que aún le costaba en su relación de padre e hija y a veces dudaba si estaba haciendo lo mejor con ella, si se sentía protegida y amada, porque eso deseo darle el día en que la adoptó, amor y protección.
—Marie no me quiere, yo pensé —el llanto no la dejaba completar la frase y se aferraba más al pecho de él.
—A veces el amor nos juega una mala pasada. Sé que la amás, siempre fuiste muy unida a ella, pero que uno ame con fervor, no siempre quiere decir que sea correspondido.
Gabrielle levantó la cabeza y lo miró con admiración y dulzura, una mezcla que se reflejó en sus ojos verdes vidriosos. La misma que Federico vio cuando era pequeña en el orfanato.
—¿Debo olvidarla?
—Debes comenzar a desprenderte de ese sentimiento. Claro que dolerá. Me dirás, tú no pasaste esto, no tienes idea. Yo pasé por otros duelos y perdí realmente a mi amada y no sólo a ella, sino al hijo que venía en camino.
La voz se le quebró y los ojos se le llenaron de tristeza, pero era leve y aunque hayan pasado años, aún le dolía en el fondo, aún le ardía la herida emocional.
—Marie se unirá almicamente a Vincent, eso no está bien ¿Verdad?
—Es una decisión apresurada. Pero no está en nosotros modificarla —levantó su mentón y le dijo—. Gabriele, hija, recuerda que eres una Valenti, no importa los lazos sanguíneos, sino tu fortaleza y tienes más fuerza que cualquier Valenti. Eres joven y sé que saldrás de esto.
Gabrielle se limpió las lágrimas y suspiró. Sabía que no podía mitigar del todo la angustia, pero al menos podía rebajarla. También sabía, que su padre la amaba y la había educado para algo más, no para estar llorando por una chica que no le correspondía.
Se incorporó y sintió que su padre se paraba también. Le vinieron otras cosas a la mente, los sueños, las pequeñas imágenes difusas que aparecían a veces sin explicación.
—Tus padres, no te he contado mucho sobre ellos, porque sé muy poco, pero eran rebeldes. Fueron exiliados luego de la Guerra de la Hecatombe, la de los alquimistas y lords y ladys del tiempo. Colaboraron en el bando enemigo, si se puede llamar así. Al parecer los alquimistas le pagaron por ello. Supe que fueron castigados al llegar aquí y los asesinaron. Tú eras apenas una bebé, pero tu madre...
Gabrielle sabía qué diría, pero quería oírlo, quería saber si lo que le estaba pasando, tenía alguna explicación.
—¿Lo era? Necesito saberlo.
—Así dicen, era pitonisa, pero muy reciente y no estaba entrenada. Ella mencionó que podía ayudar, pero las órdenes vinieron del aquelarre de ese tiempo, uno no formado aún por el Supremo Alexei y no importó nada, la mataron. Tu padre intervino, porque al menos querían que tengan piedad por ti y corrió la misma suerte.
—Padre yo...Ya sabía algo de eso, no todo, pero algo sabía y quería decirte que...—Las palabras de pronto se le ahogaron y no pudo formular nada.
—¿Sabes qué significa que una pitonisa aparezca? —se acercó a la ventana, la abrió y dejó que el aire recorriera la habitación.
Gabrielle parpadeó y miró como el viento fue recorriendo todo, en especial las macetas con diferentes tipos de flores.
—La venida de un cambio en la magia elemental. ¿Pero qué cambio puede haber?
—Hace unos años fui al castillo Lockhart con Adele, me llevó a la fuente y vimos visiones y tal vez, el momento al fin se acerque. El hechicero primordial ha nacido, pero no sabemos quién es, pero que tus visiones vayan apareciendo, es una señal de ello.
—Tengo miedo —sollozó al decirlo y corrió hasta él llorando.
El ambiente comenzó a oler a tierra mojada, algo común en un hechicero de tierra al llorar.
—Lo sé, encontraremos a alguien que te entrene, pero quiero que sepas que siempre estaré para ti —le limpió las lágrimas y la llevó a su pecho.
El crepúsculo había llegado a la Ciudad de Sentimientos y el cielo estaba naranja y rosado, colores particulares que significaban que los elementales tierra y aire estaban en armonía.
Dimitri se quedó mirando al cielo desde el jardín de rosas azules, con los ojos cerrados, sintiendo el viento hacer contacto con su piel. Desde que había comenzado a manipular el aire, las cosas habían mejorado. Rendía mejor en sus clases y estaba encontrando un sentido. Ocultar el manejo del elemental lo había estado obstaculizando, pero ahora, se sentía libre. Aunque luego de la conversación con su tío sobre su madre, había vuelto a estar callado y aislado.
El viento le desordenó el cabello y al abrir los ojos, se encontró con Aidan.
—Tío, Aidan qué gusto verte. Hace días que no nos vemos.
—Es que he estado ocupado con las clases a los hechiceros de tierra y luego he ido a visitar a mi hermana y padres —contó el joven de cabello platinado y piel más blanca que la de Dimitri.
Aidan vestía un sobretodo azul y llevaba en sus manos un libro, uno que Dimitri conocía muy bien.
—Quería comentarte algo. No, no es sobre tu madre o los hechiceros rebeldes, sino sobre historia.
—Ah... me aburre la historia y no soy bueno en esa materia —protestó estirándose.
Aidan le dio una palmada en el hombro y sonrió.
—Sé que te gustan las historias misteriosas y tal vez esta te guste. Ven —dijo indicando que se sentaran en las sillas blancas del juego del jardín.
Traspasaron la parte en donde había rosas azules, el lugar preferido de él y recordó cuando vio allí a Alexei.
—¿Es sobre hechiceros que asustan a los de la Ciudad de Almas? De esos me gustan.
—No, es sobre el hechicero primordial.
—Ah, ese que aparece ante ciertos eventos y es el descendiente de James Lockhart —dijo imitando una voz seria y estirándose en la silla—. Eso no es misterioso.
—Lo es. Fue quitado de la historia por Sabrina, la anterior suprema. No se sabe bien por qué. La historia narra que vivía en un castillo y manipulaba todos los elementales y mantenía en equilibrio a toda la magia elemental, claro que su final fue trágico.
Dimitri se había sentado en el pasto cruzando las piernas, al frente de su tío y jugueteaba con un diente de león.
—Los libros no especifican ese final trágico, pero creo que algunos dicen que su alma vaga en ese castillo ¿No es el que está en la Ciudad Sombría? Uff, esa ciudad me da escalofríos ¿Te imaginas el castillo? Debe ser de terror y deben haber hechiceros que usan magia oscura —dijo moviendo los dedos y con tono tenebroso.
Aidan largó una carcajada y le desordenó el cabello.
—No sé si sea tan así, pero ¿Tu crees que existe un hechicero primordial?
—No y la verdad no me interesa.
—Quizás te interese saber que James Lockhart tenía un amuleto en especial, uno que sólo su descendencia guardaba, pero que ahora lo tenemos nosotros.
Dimitri se incorporó emocionado y se acercó a su tío, tomó el libro y miró el dibujo de una piedra en forma Hexagonal con varias piedras pequeñas en su interior.
—Woo, es increíble ¿Dónde lo tienen?
Alexei le tocó el hombro y él volteó asustado.
—La Reina Bianka me lo ha dado hace unos días.
—Por eso quería contarte un poco sobre ese hechicero —mencionó Aidan acercándose a Alexei.
—No lo entiendo.
—Porque queremos que tú tengas el amuleto. Porque manipulas dos elementales —agregó Alexei con tono serio.
La noche comenzó a llegar y el aire de lluvia comenzó a rondar por el jardín. Dimitri sintió ese cambio en forma de escalofríos por todo el cuerpo.
Alexei se acercó y sacó del bolsillo de su camisa, el amuleto que colgaba de un cordón dorado y se lo puso a su sobrino.
El joven hechicero sintió que todo encajaba por un instante, que todo estaba bien, que nada sobraba ni faltaba. Respiró fuerte y entrecerró los ojos. Pequeños chispazos de fuego aparecieron en sus dedos, luego la frescura del aire, la tierra al sentir aún las semillas del diente de león que sostenía y finalmente unas gotas de lluvia rozaron sus mejillas. Abrió los ojos y miró el amuleto que descansaba en su cuello.
—Es extraño, es como si todo por un instante hubiera estado completo, equilibrado —susurró con algo de miedo.
Alexei lo abrazó de pronto y unas pequeñas lágrimas aparecieron, pero se las limpió.
Aidan miró al cielo y sintió un leve cambio en la tierra.
—No lo muestres a nadie, sobrino, cuídalo con tu vida ¿Me lo prometes? Ya eres grande, no es para que andes fanfarroneando.
—Te lo prometo, tío.
—Bueno, no nos pongamos tan serios ¿Qué les parece si comemos unas hamburguesas y jugamos a algo? Esta lluvia parece que será fuerte —propuso Aidan rompiendo el ambiente denso.
—Hamburguesas, hace muchísimo que no las comemos ¡Vamos, vamos! —gritó Dimitri adelantándose y olvidando por un momento el amuleto.
—Cierra las cortinas —murmuró Victor desde el sillón del estudio de su hermano Federico—. Me incomoda la luz.
—Cierto que tienes esos dramas. ¿Para qué me has llamado? —Cerró las cortinas, prendió las lámparas, se sentó en su sillón dorado y comenzó a moverse.
—Vine a invitarte. Vincent se unirá en unos meses a Marie.
—Es la decisión más estúpida que has tomado, hermanito — se dobló los dedos de su mano izquierda y se los miró con atención—. No entiendo cuál es el objetivo de esa absurda unión.
—Siempre tan baja vibra. Marie es una excelente hechicera y mi hijo también, sus elementales estarán unidos.
—Sus elementales estarán unidos. Ja. Buen chiste, ambos sabemos que ella posiblemente es líder de los rebeldes Áureos y te conviene que esté de tu lado. Sabemos el objetivo de esos rebeldes.
Victor apoyó ambos brazos en la mesa, desordenando los papeles de allí y entrecruzó sus manos, mirándolo con expresión sombría.
—Muy bien, hermano, muy bien, sabía que te darías cuenta de mis verdaderas intenciones.
—¿Qué harás cuando aparezca el hechicero primordial? ¿Te has puesto a pensar en eso, en la vida de mi sobrino?
—Lo eliminaremos, será un obstáculo para el objetivo de Vincent.
—No puedo creer que quieras derrocar a Alexei.
—¿Acaso tú no, o debo recordarte de quién es hijo?
Federico se incorporó y abrió de pronto las cortinas dejando entrar la luz que molestó a Victor y lanzó un insulto.
—Me gustaría a mí hacerlo, pero primero está Maëlis, el tal Dimitri. Hay que destruir todo de raíz.
—Mi hermano está despertando. Los Valenti regresarán y toda la Ciudad de Sentimientos será nuestra. Ahora, cierra las ventanas, por favor.
—Victor. No soy estúpido, soy el primero que desea regresar, pero... —por un momento se le cruzó la idea de contar lo que Adele le había mostrado, pero se resistió y apretó el puño—. Ojalá las cosas no fueran así, tan extremistas, pero es lo que me queda, porque conmigo fueron así, no tuvieron ninguna compasión, entonces ¿Por qué habría yo de tenerla?
Cerró las ventanas y sintió que su hermano se acercaba y lo abrazó.
—Se hará justicia, ya verás.
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