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Capítulo 22: James y Michel

¿Qué iban a ir lento? ¿Qué diablos era lento para ellos?

Kim y Briden estaban en la terraza del patio trasero, besándose apasionadamente como si yo no estuviera haciendo mis elongaciones un poco más allá.

¿Cuánto había pasado? ¿Dos semanas?

—¡Consíganse un cuarto!

Brooklyn gritó lo que yo no había sido capaz de gritar.

—¡No te metas, Brook!

Brooklyn estaba jugando en su casa del árbol, de donde se veía todo el patio menos la piscina techada y el gimnasio que estaba conectado con la piscina. También se veían las casas de los vecinos, lo que quizás era lo que más le gustaba a la chismosa de Brooklyn.

Aún recordaba cuando esa casa era mía y de Briden. Habíamos descubierto a la vecina con su amante haciendo obesidades en su piscina que no era techada. Nunca le contamos a mamá, pero cuando ella nos contó del divorcio de la vecina, ninguno se sorprendió.

Me metí al gimnasio y comencé a hacer mi rutina de ejercicios. No tenía mucho que endurecer, apenas tenía trasero y mi cintura era tan pequeña que parecía de un esqueleto. Siempre había sido así, no tenía ningún trastorno, pero no podía alcanzar mi peso ideal jamás.

Imaginaba que mi contextura corporal se debía, en parte, a las drogas, pues cuando empecé a consumirlas había bajado aún más de peso. Cuando tomaba éxtasis me era capaz hasta de correr una maratón y solía tener sexo con alguien hasta definitivamente no poder soportar más. Quizás cuantas calorías quemaba en eso.

A pesar de que, la hierba te abría el apetito, yo podía comer tanto como Josh o Derek, quienes se comían una olla de fideos cada uno a las cinco de la mañana sin problemas.

Suponía que ahí estaba el mayor problema, yo comía poco generalmente y además de eso, consumía drogas que me hacían sudar y gastar calorías como si fuera deportista y al mismo tiempo, tenía sexo.

Yo podía ser una irresponsable, una inmadura y una estúpida; pero cuando se trataba de sexo, ni drogada podrían hacerme hacerlo sin condón.

Mamá no lo sabía, pero constantemente me hacía exámenes de sangre para asegurarme de que no tuviera nada y hasta ese momento, iba bien.

Desde que me explicaron lo que eran las ETS en clases de educación sexual, me había aterrado del sexo. Siempre le decía a mi madre que llegaría virgen al matrimonio para asegurarme de no contagiarme de nada... Eso no pasó, pero al menos aprendí a tomar las medidas necesarias.

Papá y mamá eran personas abiertas de mente. No tenían ningún prejuicio y nos habían hablado de sexualidad desde que tenía memoria. Yo sabía lo que era la menstruación cuando mis amigas aún no sabían pintar dentro de las líneas y eso me evitó un susto cuando fui al baño y vi mi ropa interior manchada de sangre a los once años.

Briden entró al gimnasio corriendo y se paró frente a mi maquina trotadora.

—¿Te quedan condones?

—¿En qué usaste los tuyos?

—Cosas...

No sabía si esas cosas significaban "inflarlos como si fueran globos" o "tener sexo con mis amiguitas de la universidad". Imaginaba que eran ambos.

—Hay una caja en mi baño... no te los lleves todos.

—Tranquila, compraré más mañana —me dio un beso en la frente y salió tan rápido como había llegado.

Luego de unos segundos me di cuenta de porqué me pedía los condones.

«¡Tendrá sexo con Kim! ¡Ahora! ¡En tu casa! ¡Y con tus condones!».

—Hijo de puta...

«Tienen la misma madre, Heather».

—Maldito puto.

«Ahí sí».

[...]

Ese era un gran día para la humanidad... bueno, no para la ex novia de James, pero sí para mí.

No me gustaba verlo tan deprimido, pero también me servía como excusa para estar más tiempo con él, aunque fuera como amigos.

Zafiro, James y yo, estábamos en una mesa a la hora del almuerzo. James no estaba comiendo, por lo que Zafiro y yo estábamos intentando subirle un poco el ánimo.

—No pensé que fuera así... —comentó con un tono decaído.

—No podías saberlo —le dijo Zafiro—. Las personas a veces actúan muy bien.

Resultó que la noviecita de James era una farsa. Tenía una relación paralela con el mejor amigo de James, de su anterior escuela, hacía casi un año.

—Tengo que distraerme. Salir y hacer algo —dijo James, de pronto—. Heather.

«Sí, quiero salir contigo».

¿Sí?

—Tu amiga... Michel. ¿Me das su número?

A alguien se le cayó un plato al suelo, rompiéndolo en pedazos, al mismo tiempo que se destrozó mi corazón.

—C-claro.

Saqué mi celular del bolsillo de mi chaqueta, disimulando mi dolor y se lo entregué con el contacto de Michel en pantalla. Él copió el número y luego me devolvió el celular.

—Muchas gracias, Heather.

Me revolvió el cabello y me dio una sonrisa agotada.

Pasé el resto del día preguntándome si Michel aceptaría la invitación. Yo no le había dicho a ella que James me interesaba, si lo hubiera hecho, ella jamás pensaría en aceptar, pero ya era tarde... prefería dejar que el destino decidiera.

Zafiro se tiró en la cama y me miró.

—Debiste decirle que tú querías salir con él.

—¿Yo? ¿Con él? —resoplé—. No sé de qué hablas.

Ella enarcó una ceja.

—Sí, claro.

Hubo un silencio, hasta que me volteé en la cama para verla.

—¿Es muy obvio?

—¿Cuántas veces volteas tu cabeza a verlo en clases?

Lo pensé. No tenía idea, pero debían ser muchas.

—Eso ya no importa —dije con un suspiro.

Zafiro no dijo nada, solo se volteó, quedando con la mirada puesta en el techo.

[...]

Michel había aceptado la propuesta de James y ahora yo tenía que ayudar a mi compañero para que lograra agradarle a mi mejor amiga.

Zafiro y yo habíamos llegado recién al cuarto de James, el cual compartía con un chico de otro salón. Por suerte, en ese momento no estaba, así que podíamos hablar con libertad.

—¿Entonces es una cita? —preguntó Zafiro.

—Algo así... —él nos miró con una sonrisa—. Ya que todos somos amigos, ella nos invitó a su casa... a todos. También a Eiden.

Yo no entendía que pasaba.

—Pero tú querías salir con ella...

—Primero debemos conocernos mejor, ¿no? —dijo buscando ropa en su armario—. Acabo de salir de una relación de años, no me presiones.

—Grandioso... —dijo Zafiro convencida—. Supongo que irán los otros amigos de Heather.

—Claro. Todos.

Eso yo ya lo suponía. Si invitaba a Eiden y a Zafiro, debió invitar a los demás.

—¿Qué cosas le gustan a Michel? —James se volteó a mirarme.

—Bueno... Le gusta el chocolate blanco, es alérgica a los champiñones, fuma cigarros mentolados, le gusta el fútbol y ama los pantalones. Nunca en mi vida la he visto con falda o vestido, ni siquiera en la escuela.

—No quiero sonar como una idiota que cree en los estereotipos —dijo Zafiro—. ¿Pero segura de que no es lesbiana de closet?

—No, es bisexual. Igual que Josh.

—Ah, pues si tiene algo de sentido.

—¿Quién le dirá a Eiden? —preguntó James.

Ambos me miraron.

—¿Yo por qué?

—Pareces llevarte bien con él —el tono de voz que uso Zafiro me dejó en claro que eso tenía un doble sentido.

—Oye, los rubios no se suelen gustar entre rubios.

Ambos pusieron expresiones de confusión.

—Es cierto.

—Lo que tú digas —Zafiro volvió a mirar a James—. ¿Y cuando es todo esto?

—El viernes, después de que salgamos. Podemos irnos todos juntos.

—Increíble.

Yo fingí una sonrisa.

«Sí, increíble», pensé con claro sarcasmo. 

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