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Capítulo 34: Corte.

Con mucha paranoia, sintiendo miedo de que lo vieran con eso, Valentino hizo algo que podría ser muy estúpido o muy inteligente según como se mire.

Valentino sacó de sus cuadernos casi nuevos unas hojas, las unió y se hizo un sombrero de papel.

‹Me veo ridículo› pensó, haciendo una mueca al ver su reflejo devolviéndole la mirada.

Se veía ridículo, sí, pero ahora el chicle no se veía.

A toda prisa, mientras sostenía el sombrero de papel, fue a buscar su motocicleta para irse. La gente que transitaba por la academia y se lo topó no pudieron evitar mirar con incredulidad el sombrero de papel en su cabeza, pero... era mejor eso que vieran un chicle en su pelo.

Los guardias eran simplemente un adorno en la puerta, no impidan que te pudieras ir, sólo iban a registrar que te ibas, aunque, siguiendo con la comparación... eran adornos eran buenos persuadiendo.

El guardia lo miró raro cuando lo vio, más sorprendido por su nuevo accesorio que porque se fuera temprano.

Cuando se puso el casco, tenía miedo que se ensuciara, pero todo salió bastante bien si ignoras que vio a un tipo robarse el collar a una mujer...

Siempre que ocurría la ola de asesinatos pasaba lo mismo, la gente estaba asustada, la policía ocupada y los ladrones y demás aprovechaban.

‹Y eso que es sólo el primer asesinato... › pensó, pensando en cómo lo haría cuando fuera el segundo, momento donde todo empeoraba. No quería que le robaran su moto.

Cuando llegó a casa, no había nadie, por lo que decidió aprovechar e intentar sacar el chicle de su cabello. Buscó en internet y encontró dos métodos que supuestamente darían resultado, así que lo intentó.

Tomó aceite de oliva y con un peine intentó sacar el chicle, pero el desgraciado no salió, al contrario, se las arregló para esparcirse más.

‹Esto no funciona› pensó, viendo el peine lleno de pedazos de chicle.

Hora del plan B...

Tomó hielo e intentó congelarlo, pero el chicle no se congelaba, ni siquiera se ponía duro, lo único que pasó fue que se le enfrió la cabeza.

‹ ¿Qué carajos estaba masticando Aylin? › se cuestionó, ¿Desde cuándo el chicle era de una calidad así?

Frustrado, se sentó en la mesa de la cocina y apoyó su frente en la mesa, maldiciendo al chicle por no querer salir o ceder al menos un poco. La ansiedad lo terminó haciendo morder el chicle de nicotina, dejándole un sabor raro en la boca.

Miró su celular y suspiró.

‹Maldita sea›

El chicle y Aylin habían ganado, tuvo que ir a la peluquería y esperar su turno con un sombrero de diario puesto.

— ¿Cómo quiere su corte? —preguntó la peluquera, colocándole esa capa encima. Sentía su mirada en dirección al ya no tan grande monstruo de chicle en su cabeza.

Miró el libro de peinados y... ninguno le gustó.

— Le recomiendo este —señaló la peluquera, mostrándole un peinado.

—...—hizo una mueca al ver el mismo peinado que París usaba.

Dudó un momento, preguntándose si quería parecerse aún más a ese idiota que tenía por gemelo, pero no se le ocurría ningún otro.

‹Si a ese tipo le queda bien, a mí también debería quedarme bien...› concluyó, aceptando la sugerencia de la peluquera. Ya podría volver a su estilo normal cuando su cabello creciera.

Ese día, al llegar la tarde, ocurrieron cosas muy curiosas...

Cuando París llegó a casa y se topó con Valentino, se quedó un momento en shock, preguntándose si habían puesto un espejo en medio del pasillo.

— ¿Qué miras? —casi gruñó Valentino, notando la mirada de París.

— Nada, sólo... me sorprende que de pronto quieras parecerte a mí...—respondió este, sin entender toda la situación.

— ¡Cállate!

Otra cosa curiosa que ocurrió...

— ¿Cómo estas, hijo? —preguntó Celso, colocando su brazo alrededor de los hombros de Valentino, quien no entendió en lo absoluto la situación hasta que el fuerte olor a alcohol lo golpeó.

Si jugarán a "Busca las diferencias" con París y Valentino, encontrarían tres: Su peinado, ropa y que París era más musculoso, pero esto último era difícil de notar.

Sin el factor más obvio: peinado, el padre de ambos no fue capaz de distinguirlos, al menos no tan borracho como estaba en ese momento.

Que de pronto su padre actuara como si no fuera una decepción y una molestia para él, fue algo nuevo y hasta perturbador para Valentino.

‹Que mal padre› pensó, apartando a ese tipo borracho que ni siquiera era capaz de distinguir entre él y Paris...



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