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Capítulo 101: Serpiente.

Al verlo así, el entrenador puso muy mala cara, una mezcla de molestia y decepción— Cobarde —lo soltó bruscamente, haciéndolo caer al suelo.

París sólo se quedó ahí, sin levantar la cabeza. Después de todo el entrenador tenía razón, él era un cobarde.

— París...—escuchó la voz de Glenn, y pudo sentir como de pronto unas manos lo ayudaban a levantarse del suelo.

Estaba asustado, asustado de ver la mirada que le estaban dando, no, aterrado sería la palabra ‹Ellos me van a odiar también ¿No? › tembló.

— Vaya el entrenador exagero —escuchó a uno de sus compañeros decir.

— Si, entiendo que Chris sea su niño dorado, pero tratar a París así es excesivo.

‹ ¿Ah? › en ese momento, París levantó la mirada.

La mirada que sus compañeros de equipo le estaban dando no era de molestia, tampoco desprecio ni mucho menos odio.

Simpatía.

— Vamos, no te pongas así —dijo Mark, uno de los guardias ofensivos del equipo.

— Si, de seguro Christopher estará bien. Ese tipo es realmente resistente —le dio un golpecito en la espalda Johny, un ala cerrada— De seguro la próxima semana va a volver.

Por alguna razón, a estas alturas de la charla de sus compañeros, París tenía una fuertes ganas de llorar.

— ¿Quieres sentarte? —le preguntó Glenn, viendo que se encontraba algo mal.

— Si...

El entrenamiento de futbol americano se había cancelado exitosamente, sus compañeros incluso se habían despedido de él después de acompañarlo a las gradas, pero el de las porristas seguía de manera accidentada, pero seguía.

Sentado en las gradas, París tomó su celular y marcó a Jules, el único hermano de Chris que estudiaba en la academia, pero él estaba en el último año de la academia. No era cercano a él, de hecho sólo eran conocidos, pero en ciertas ocasiones él debía ser quien le llamara ya que Chris no podía...

— ¿París? ¿Por qué me llamas? —preguntó Jules, bastante confundido porque el amigo de su hermano menor le llamara, pero que él fuera quien lo llamara significaba anticipaba algo muy malo...

— Jules... Algo sucedió en el entrenamiento —sintió un nudo en la garganta. Terminar de pronunciar cada palabra era toda una lucha, pero tenía que decirle a Jules que había pasado, era su deber como amigo de Christopher.

Jules, quien hasta ese momento había estado repasando el contenido de sus últimas clases, palideció al escuchar lo que le había pasado a su hermano menor.

— Sabía que esa chica tramaba algo —apretó los dientes. París pudo escuchar como Jules dejaba su lápiz en su escritorio y bruscamente se levantaba de su silla— No tengo tiempo para esperar que me llamen, dime donde lo llevaron —pidió, poniéndose una chaqueta, listo para salir a donde fuera que llevaron a Chris.

— Creo que... fue el hospital —Jules era un chico muy serio que tenía como meta estudiar ingeniería, alejado de la política y las cámaras que seguían a su familia. Escucharlo enojado era muy raro, y, a su vez, una muy mala señal.

— Gracias por decirme esto, París —y sin más que decir, le cortó.

París miró un momento el celular con el "llamada finalizada" en la pantalla. Guardó su celular en su mochila y suspiró, cubriéndose el rostro con las manos.

‹ ¿Por qué? ›

Si sus suposiciones eran ciertas, la novia de Christopher, Bianca, no sólo era su novia...

‹Sin embargo, eso no es razón para atacar a alguien como un maldito loco›

— ¿Estás bien? —escuchó una voz a su lado de la nada, se sobresaltó un poco, pero al notar que era Aylin se relajó un poco.

¿En qué momento se había acercado tanto a él...?

— No —admitió.

No estaba bien, nada de esto estaba bien.

— Ese tipo, Aarón, tenía una manopla...—comentó Aylin, acomodándose en la tribuna.

‹ ¿Manopla? › pensó, recordando lo que había visto en la pelea ‹Entonces, eso era lo que brillaba...›

Sin embargo, estas no eran buenas noticias en lo absoluto. Si algo le habían enseñado los videojuegos y las películas era que los puños de hierro eran extremadamente peligrosos, al punto en que era ilegal en muchísimos países porque con ella podías romperle el cráneo a alguien.

Aylin pareció notar la expresión de preocupación que puso París, pues volvió a hablar— No te preocupes, ese tipo no tenía la suficiente fuerza o habilidad para dejar a Christopher herido de gravedad, de seguro se rompió los dedos por no saber usarla correctamente.

París levantó la mirada y la miró. Aylin lucía muy tranquila mientras le hablaba ¿Cómo podía estar tan tranquila? Estaba usando muletas y acababa de ver una pelea con una maldita manopla...

— ¿Qué crees que le pase? —se atrevió a preguntar, con la voz un tanto temblorosa. Sus ganas de llorar no habían desaparecido, su voz todavía temblaba un poco.

— Bueno, la próxima vez que veas a Christopher tendrá una nariz nueva...—respondió vagamente— Quizás tenga algún diente menos o incluso alguna una cicatriz...

Cicatriz.

—...—Aylin observó como de pronto el semblante de París cambiaba por completo ante la mención de la posibilidad de una cicatriz, pero no sólo fue eso lo que le llamó la atención.

— ¡¿Qué estás haciendo?! —chilló, completamente avergonzado, al ver como Aylin, sin ningún atisbo de vergüenza de pronto se le había acercado y le había apartado la camiseta por el cuello de la misma, dejando al descubierto su pecho.

Pero de pronto todo el rubor que habían adquirido sus mejillas desapareció, notando que era lo que Aylin estaba viendo esas marcas en su cuerpo.

— Esas son... cicatrices de la varicela...—repitió la mentira que le habían obligado a decir durante toda su vida.

No eran cicatrices de varicela, él ni siquiera había tenido alguna vez varicela, pero no podía decir de dónde venían, tenía que esconderlas.

— Estas mintiendo.

Esas dos simples palabras junto a la mirada que le dio le hicieron temblar.

— N-No, yo en serio-...

— Fue el monstruo, ¿Verdad? —lo interrumpió.

—...

¿Por qué?

¿Por qué su mentira no logro engañarla?

Todos le habían creído cuando les decía que eran cicatrices de la varicela, entonces ¿Por qué? ¿Por qué no podía engañarla a ella también? ¿Por qué ella no cayó en su engaño como el resto?

Sin embargo... ¿Por qué se sentía incapaz de mentirle en la cara como al resto? ¿Por qué no quería engañarla? Pero por sobre todo... ¿Por qué ahora se estaba sintiendo tan aliviado...?

No tenía ningún sentido.

Tragó duro, y no supo porque comenzó a hablar, tan sólo debía seguir engañando a todos, pero...

— Ese monstruo ya no está... Murió... ‹Por mi culpa› agregó en su mente.

— Pero sigue aquí, ¿Verdad? —con su dedo índice, tocó el lugar donde estaba su corazón.

Desvió su mirada— Si...

Todavía le atormentaba en sus pesadillas, siempre revivía todo en sus sueños, y es que a pesar de que el monstruo había muerto, él seguía temiéndole...

— Odio estas marcas, son horrendas —apretó los labios— Cada vez que las veo, me recuerdan eso... Las odio. Las cicatrices son horribles...

Aylin lo miró un momento, y luego miró al frente, donde estaban entrenando las porristas. Poco a poco el sol estaba comenzando a bajar, y entonces ella volvió a hablar— París, ¿Yo soy fea? —le preguntó de la nada, descolocándolo por completo.

— ¿Q-Qué? ¡N-No! Por supuesto que no...

Al escuchar su respuesta, Aylin suspiró, y entonces se levantó la manga izquierda de su sudadera.

Serpiente.

Gran parte de la piel del antebrazo de Aylin lucía como la piel de una serpiente, con un reloj azul brillante ocultando el lugar donde la cicatriz terminaba y la piel sana de la mano empezaba. La piel de la cicatriz era un poco más pálida que la del resto de su brazo, llena de marcas que lucían como pequeñas escamas de un leve color rosa, similar a las escamas de una serpiente.

— ¿Y ahora?

Se quedó sin palabras por un momento, sin terminar de procesar lo que había visto. Él... ¿Alguna vez había visto a Aylin usar algo que no fueran mangas largas?

Por más que lo pensó, no podía recordar nada. La única piel que Aylin había mostrado y podía recordar era la de su rostro, cuello y manos. Nunca había pensado en ello, pero ahora que veía esto...

Aylin sonrió un poco al ver la incredulidad en la mirada de París. Como si supiera que estaba pensando, ella bajó la manga de su chaqueta, volviendo a ocultar aquella cicatriz y nuevamente empezó a hablar— El mundo no necesita saber mis desgracias. El mundo no me debe nada y yo no le debo nada al mundo.

Sin embargo, en ese momento un pensamiento fugaz apareció en la mente de París ‹Quiero tocar›

Pero al notar que había pensado, París descartó de inmediato ese deseo impulsado por el morbo de aquella cicatriz que ella se había empeñado a ocultar de todos le causó.

—...—respiró profundo— ¿Cómo paso?

— Tenía 9 años. Creo que vi muchas películas porque se me ocurrió la grandiosa idea de atravesar una ventana, y... Bueno, ya viste las consecuencias —rió un poco.

Por alguna razón, sintió que Aylin estaba ocultando algo, pero decidió dejarlo pasar.

— Así que no te preocupes, no eres el único con marcas horribles en el cuerpo —comentó, desabrochando el reloj para acomodárselo y volver a colocarlo, ocultándolo nuevamente bajo su manga.

— No creo que luzca horrible —habló sin pensar.

Era cierto que era una gran cicatriz, pero... De algún modo, era fascinante.

— Estas diciendo cosas raras —declaró Aylin, riéndose un poco.

— Si, eso creo —rió él también, algo avergonzado.

Ya no tenía ganas de llorar.

— ¡Últimos minutos del entrenamiento! —escuchó decir a la entrenadora del equipo de porristas.

— Creo que es momento que me vaya —comentó Aylin, levantándose de las gradas con ayuda de sus muletas.

— ¡Espera!

No supo que fue aquello que le obligó a tomarla del hombro, impidiendo que se fuera.

Aylin volteó a verlo, dándole una mirada confusa— ¿Qué sucede?

— Yo...—dudó, tratando de encontrar las palabras que quería decirle, pero la verdad es que ni él mismo sabía, sólo... sintió la necesidad de hacerlo— Déjame ayudarte a bajar.

— No es necesario...—dijo Aylin, con cierto matiz de cansancio.

— Por favor...

Ella suspiró— Has lo que quieras —a pesar de lo frio de la respuesta, el rostro de París se iluminó.

Eran pocas gradas entre donde ellos estaban y el suelo, pero definitivamente hubiera sido difícil para Aylin bajar. Por ello, la tomó del brazo mientras ella sujetaba sus muletas con su brazo libre.

— ¿Cuánto tiempo deberás usar las muletas? —le preguntó, viendo como ella daba "saltitos" para bajar, intentando no pisar con su tobillo lastimado ‹Que tierna›

— Una semana —la cara que puso al decir eso dejaba en claro que no le gustaba la idea de tener que usar muletas por una semana. Entonces, vio la cara de París, que parecía confundido "¿Qué haces en las practicas entonces?"— La entrenadora me obligó a venir —aclaró— Supongo que lo que dijera la doctora no le bastaba y en su lugar quería ver las muletas ella misma —se quejó, claramente de mal humor.

¿Por qué la entrenadora haría algo así? Quiso decir algo más, pero alguien la interrumpió— Aylin, ¡Por aquí! —exclamó María, recibiéndola una vez bajaron de las gradas.

Entonces, Aylin soltó su brazo y se puso bien las muletas— Gracias por la ayuda, París —le sonrió antes de retirarse.

*Ba-dump* *Ba-dump* *Ba-dump* *Ba-dump*

‹Esta chica es mala para mi corazón› pensó, sintiendo como nuevamente sus latidos se descontrolaban.

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