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12. Secretos revelados

Capítulo 12:

Secretos revelados.

«🔸»

La resplandeciente luz del sol filtraba a través de mi ventana, interrumpiendo mi preciado sueño y obligándome a despertar con un leve enfado. El día anterior había sido increíble, y mi subconsciente se había quedado hasta la madrugada procesando todo lo vivido con Tomás: la confesión, nuestro pasado y, sobre todo, nuestro beso. Ese maravilloso beso. Por eso, no había logrado dormir lo suficiente y me despertaba como un verdadero ogro.

Pero no estaré como un ogro, porque hoy tenía planeado contarle a Cris y Anna todo lo que había sucedido el día anterior con Tomás. Además, sería un día maravilloso, ya que mis grandiosos amigos me hablarían de su relación, y yo tendría la oportunidad de decirles: "Se los dije". Esa idea me mantenía aferrada a mi última energía, impidiendo que me convirtiera por completo en un ogro, a pesar de que eso significara haber perdido en la apuesta con Carlos.

Me levanté y me arreglé un poco; Tomás estaría por aquí también. Lo había descubierto ayer, mientras hablaba con mamá y Nicki. Al parecer, le había dicho que vendría a almorzar con nosotros, al igual que mis queridos amigos.

—¡Buenos días! —saludé con alegría mientras bajaba las escaleras.

A lo lejos, vi a mamá entrando a la cocina y a Nicolás en el sofá, absorto en un videojuego.

—¿Y tú? —preguntó Nicolás, sin apartar la vista de la pantalla—. ¿Desde cuándo te levantas sin querer asesinar a alguien?

—Siempre hay una primera vez, ¿no? Hoy es mi primera vez levantándome feliz.

Finalmente, Nicolás pausó el juego y me miró con expresión de incredulidad.

—Necesito que esto sea una broma. ¿Cómo es posible que esto ocurra? —dijo, claramente confundido.

—No es una broma, es la pura realidad.

Sin dejar que continuara con sus dudas, me dirigí a la cocina y le di un beso a mi madre.

—¿Cómo estás hoy? —le pregunté, mostrando mis dientes en una amplia sonrisa, gracias a los brackets que me pusieron de pequeña.

—Siempre preguntas eso por la tarde o por la noche. Jamás lo haces cuando te despiertas.

Me miró con cierta rareza, como si fuera un bicho raro.

—Tampoco exageres, mami —dije, restándole importancia.

—Esto es bueno, ya que pronto llegarán tus revoltosos amigos —sonrió mi madre.

Ahora entendía su buen humor.

—Así que vendrán tus hijos de otro vientre.

Mi madre se rió, disfrutando de ese tipo de comentarios que siempre le hacíamos con Nicki.

—Nicki dijo exactamente lo mismo.

Justo en ese momento, alguien tocó el timbre. ¿Sería Cris? Necesitaba contarle todo, junto a Anna. O quizás Aksel, quien podría darme un consejo sobre su relación con mi mejor amigo. Tal vez fuera... ¿Tomás? Necesitaba verlo otra vez. Aunque también podría ser el engreído de Carlos, ya que mi madre había invitado a todos los revoltosos a casa.

Me quedé esperando alguna voz mientras me servía un poco de café, pero en la casa reinaba un silencio absoluto. Ni siquiera se escuchaban las respiraciones.

Observé a mi madre, quien me miraba con una expresión de "¿Cuál de todos los revoltosos, excepto Aksel, será?".

De repente, su cara cambió al ver a la persona que se acercaba. Desde el umbral de la cocina, se podía ver la sala y, cuando me devolvió la mirada, su expresión era pura fascinación.

—¡Sorpresa! —exclamó Anna, sonriendo mientras se acercaba para abrazarme.

—¿Cuándo llegaste? ¿A qué hora? ¿En qué momento? —me quedé paralizada, abrazándola y con mil preguntas dando vueltas en mi cabeza.

—¡Oye, oye! Había olvidado que tengo una mejor amiga muy preguntona —se separó para mirarme con una mueca divertida—. Pareces espantada. Sabía que era una bruja, pero no de ese tipo.

—Solo del tipo que critica, una linda princesa bruja —bromee, aún sorprendida.

—Esa soy yo, y también lo eres tú.

En ese momento, mi madre aprovechó para envolver a Anna en un tierno y fuerte abrazo. Siempre decía que los amigos de sus hijos eran como sus propios hijos. Lo mejor sería cuando llegaran Chris y Tomás, pues nuestros mejores amigos solían competir por el título de "el mejor de los mejores amigos" y "el más querido por mi madre". Esa competencia no la había visto en mucho tiempo, y deseaba volver a presenciarla.

Cuando nos sentamos en el sofá a conversar, llegaron Cris, Aksel y Tomás. Los tres tenían caras realmente chistosas, como si se hubieran encontrado en la puerta. Apostaba que Cris y Aksel habían llegado juntos.

Cris parecía estar en trance, confundido entre la sorpresa, la felicidad y las lágrimas. Aksel, en shock, no mostraba prácticamente ninguna emoción. Tomás tenía los ojos muy abiertos, asombrado; por un instante, lo vi mirar a Nicolás como si compartieran un secreto, pero rápidamente sonrió al verme.

Justo cuando iba a acercarme a Tomás, Carlos apareció como un torbellino.

—¿Cómo fue que llegaron todos tan rápido?

—Fuiste el último —dijo Cris.

—Solo porque estamos en casa de Sofía. Si no, ella habría sido la última.

—¿Yo qué? ¿Y qué hay hoy que todos llegaron?

—¡Dios mío! Después de mucho tiempo, estamos todos reunidos —dijo mi madre con voz melosa. Ella estaba entusiasmada—. Yo les mandé invitaciones para almorzar. También se las envié a Anna, pero no creía que llegaría.

Me encantaba cómo mi madre veía a nuestros amigos, como si fueran parte de su propia familia.

—¿Anna? —Carlos pareció darse cuenta de que ella estaba allí y se acercó con los brazos abiertos—. ¡Anna! ¿Por qué no me dijiste que te recogiera?

—Si no me lo dijo a mí, menos te lo diría a ti —lo señalé.

—Tú eres su mejor amiga; yo soy su hermano. Así que yo gano —replicó Carlos, como un niño pequeño.

Ellos eran muy amigos y siempre se habían querido como hermanos.

—Yo podría ser su hermana también, entonces.

—No, tú te declaraste la mejor amiga. En cambio, yo, en vez de usar "mejor amigo", consideré "hermano". Ya no puedes retractarte.

—Eso vendría a ser lo mismo —me crucé de brazos.

—En ese caso, yo también soy el mejor amigo y también podría ser como un hermano, ¿no creen? —dijo Cris con firmeza.

—Chicos, en realidad, ninguno tiene filiación sanguínea con Anna, así que, si alguien tiene el título de mejor amigo/hermano, serían los tres por igual —intervino Nicki, usando su tono universitario y estudiante de medicina.

—Si quieren ganar con eso, no podrán superarme en el hecho de que soy el favorito de mamá —se acercó a ella con una mueca.

—No es tu mamá —le respondí, más por juego que por otra cosa.

—Mamá, no les ocultes que yo soy tu favorito —le dijo directamente a mi madre.

—No, mi cielo.

—¡Ya ves! Ja ja —dije burlonamente a Carlos.

Él rodó los ojos con fastidio y cuando estaba a punto de responder, Cris habló de nuevo.

—Pero dejen que termine, es el momento en que me nombra como su favorito.

Carlos y yo lo miramos ofendidos.

—Déjenme terminar. Todos son mis favoritos —concluyó mi madre.

—Eso no es posible. Yo soy tu favorita.

—Todos, mi niña celosa —mi madre me tomó de las mejillas en un gesto cariñoso—. Ahora siéntense, que el almuerzo estará listo en un par de horas y dejen de pelearse, revoltosos.

Cris se nos unio a Ana y a mí que permanecimos sentados en el sofá, mientras Aksel y Carlos corrían tras mamá para ayudarla a bajar unas cosas. Nicolás y Tomás desaparecieron, alegando que necesitaban revisar unos informes de la universidad.

—¿Y bien? ¿Qué eran esas miraditas? —preguntó Ana, dirigiéndose a nosotros.

No estaba segura si la pregunta era para mí o para Cris, así que observé a ambos.

—Nada. Solo somos amigos —respondió Cris, y suspiré aliviada al darme cuenta de que la pregunta no era para mí. Sin embargo, no podía ocultar más lo que estaba sucediendo con Tomás, ni lo que habíamos descubierto.

—Chicos, hay algo que quiero contarles —interrumpí su conversación.

—¿Qué pasa? —preguntó Ana, mostrando interés.

Ambos se pusieron atentos.

—Ayer Tomás y yo nos dimos un beso —dije, esperando ansiosa su reacción.

—¡Oh, por Dios! —exclamó Ana, sorprendida.

—¡Por fin! —dijo Cris, aplaudiendo con alegría.

—shh— calmé a ambos, ya que mi madre se encontraba en la cocina—. Al parecer, yo también le gustaba desde antes...

De repente, ambos compartieron miradas cuestionables.

—¿A qué te refieres? —preguntó Ana.

—Tomás dice que le gustaba, pero había recibido un mensaje mío en el que le decía que me gustaba Dany —respondí, sintiendo que la tensión aumentaba.

—¿Por qué le escribiste eso si él era el que te gustaba?

—¡Porque nunca le escribí tal cosa! —protesté.

—¿Dices que alguien tomó tu móvil y le escribió eso haciéndose pasar por ti? —preguntó Cris, pensativo.

—¡Exacto! Todo esto está muy raro.

Mi mirada se centró en Cris, pues él había encontrado mi móvil ese día.

—¿Viste a alguien cerca de mi móvil cuando me lo entregaste? —le pregunté.

Me miró extrañado, sin entender.

—Recuerda que tú encontraste el móvil en la mesa y me lo entregaste —le recordé.

Pude ver que empezaba a entender.

—La única persona que estaba cerca era Dany —dijo, restándole importancia. Pero luego me miró fijamente—. ¿Crees que él tuvo algo que ver con ese mensaje?

—Yo... no lo sé. Además, el día que Tomás y Nicolás volvieron y les había organizado una bienvenida, me llegó un mensaje doloroso. Ayer, Tomás me dijo que él nunca había mandado ese mensaje.

—Yo creo que sí, nunca me he fiado de él. A veces es muy manipulador.

—¿De qué hablas, Ana? —interrumpí sintiendo un nudo en el estómago.

—¡Oye! —Cris le dio un leve empujón.

—Ya es momento de decirle, Cris —replicó Ana, con determinación.

Ambos intercambiaron miradas intensas, y yo me sentía cada vez más perdida.

—A ver, Sofía, ¿no sientes que le debes algo a Dany porque está contigo en tus momentos difíciles? ¿No dices que Tomás te lastimó con un mensaje justo el día que dejaste de esperar por él, y, casualmente, Dany se te acercó y te ayudó en ese proceso? Wow, le cayó como anillo al dedo esa situación.

—¿Qué insinúas? —pregunté, sintiendo que se me hacía un nudo en el estómago.

—Es muy obvio, Sofía. Dany siempre te ha dicho que va a estar para ti. Muchas veces hasta nos ha dejado de lado, haciéndote creer que solo puedes confiar en él. Sabemos todo esto, pero nunca te lo hemos dicho porque no teníamos pruebas concretas.

—Además, eres tú la que tenía que darse cuenta sola —intervino Cris—. Una persona llega a aceptar las cosas solo una vez que las descubre por sí misma, no porque el resto se lo diga.

Cris prácticamente le echó en cara esto a Ana.

—¡Yo sé! Pero ya no puedo más. No quiero que ella siga sintiendo lástima o que crea que le debe algo a alguien que estuvo según ella en sus peores momentos —Ana le explicaba a Cris como si yo no estuviera presente. Luego, me drijio nuevamente la mirada—. Sabemos que indirectamente te echa en cara lo que ha hecho por ti. Te hace creer que lo necesitas cuando, en realidad, no necesitas a nadie: ni a él, ni a Tomás, ni a nosotros. Tú has podido con todo, sola. Él no te merece, nunca te mereció.

Sus palabras resonaban en mi mente, recordándome lo que me había dicho Nicolás. ¿Cómo era posible que incluso él, que apenas conocía a Dany, se hubiera dado cuenta de esto y yo no?

Ana tomó mi mano, y con la voz entrecortada, me dijo con firmeza:

—No le debes nada a nadie. Solo quiero que seas feliz. Sé que no lo eres; deja de ocultar cosas. Las personas que no están tendrán sus motivos, pero tienes a quienes te adoran y que, si no te dicen nada, es para que no te sientas presionada. Pero me cansé de quedarme callada. Te quiero mucho y me duele ver que tu mirada ha perdido el brillo.

Me mordí el labio inferior, tratando de contener lo que sus palabras me hacían sentir. Sin embargo, pequeñas gotas de tristeza comenzaron a resbalar por mis mejillas. Ana y Cris, sin pensarlo dos veces, me dieron un reconfortante abrazo. Lloré todo lo que había acumulado en brazos de mis mejores amigos, las personas con las que debería haberme desahogado desde un inicio.

Recordé a mi padre, quien había desaparecido de mi vida de un momento a otro tras la separación, por las peleas entre mis padres, por la falta que me hacía mi hermano, la pena que me daba arruinar los momentos con mis amigos por mis problemas personales, y sobre todo, por no saber expresar mis sentimientos. Tenían razón: Ana, Cris, Aksel, Tomás, Nicolás y Carlos tenían razón respecto a Dany. Hasta Carlos tenía razón en lo que me dijo en el entrenamiento. No había olvidado a Tomás; al contrario, mis sentimientos se habían intensificado con su regreso.

Siempre sentía que, si perdía la amistad de Dany, no tendría a quién contarle. Temía fallarle a la persona que había estado a mi lado. Aún sentía que le había fallado. Se que mis amigos estaban siempre, pero no quería incomodar con temas personales. En cambio, Dany sabía lo que pasaba porque se enteraba en su momento y no me exigía o veía como explicar las cosas, ya que muchas veces estaba enterado justo en el momento que pasaba, y es por eso que sabía cuando me encontraba en momentos malos y no hacía tantas preguntas porque sabía que no las respondería.

De pronto, las palabras de Aksel resonaron nuevamente en mi mente:

"—Mira, Sofí, se puede llegar a confundir querer con amar, pero jamás puedes confundir agradecimiento con amor. Deja de engañarte con Dany."

Él no se refería a Tomás, sino a Dany, y tenía toda la razón. Era yo la que estaba malinterpretando las cosas. No podía seguir exigiéndome sentir algo similar al amor cuando, en realidad, lo que sentía era agradecimiento. Sentía la necesidad de agradecerle por todo el tiempo que estuvo a mi lado, apoyándome y haciéndome sentir bien.

Sabía que algunos decían que podría ser por una cuestión de manipulación, pero tampoco podía dejar de lado que había sido un gran amigo en su momento. Después de todo, él nunca me obligó a nada; era yo quien intentaba verlo con otros ojos, aunque nunca logré verlo del mismo modo en que veía a Tomás. Eso me enfadaba aún más, alimentando un rencor creciente cada día que pasaba, mientras me aferraba a quien creía que me daba estabilidad. Ahora, me daba cuenta de que en realidad no era más que agradecimiento.

Es en ese momento en que dejan de abrazarme, volviendo a su postura inicial, es cuando logro distinguir a Aksel a una gran distancia, riéndose con Carlos mientras siguen ayudando a mamá.

—Cris...

—¿Mmh?

Me doy cuenta de que me quedo observando un poco más de lo previsto a estas dos personas, ya que Cris carraspea, haciendo que devuelva mi mirada hacia donde se encontraba ahora parado, observando un retrato del pequeño estante al lado de la televisión.

—¿Qué pasa? —me pregunta con confusión.

Anna nos observa sin entender nada. Nadie entendía nada, ni siquiera yo, aunque necesitaba preguntarle esto.

—¿Tú y Aksel tienen algo?

Rápidamente, las mejillas de mi mejor amigo se ponen rojas. Estaba avergonzado.

Devolvió el retrato a la estantería. Eran dos niños muy sonrientes: Nicolás y yo de pequeños en un saltarín.

—¿Por qué dices eso?

—¿Entonces sí tienen algo? —volví a hacerle la pregunta.

Él arrugó la frente, negando con la cabeza.

—No, aún no hemos hablado sobre ese asunto. No les niego que a veces siento que nos seguimos el juego, tonteamos y esas cosas... Pero no tenemos nada. Ninguno ha intentado dar el siguiente paso.

—¿No se han besado? —pregunto con interés.

No era que quería obligarlo a contarnos, sino que necesitaba saber si eso que me había dicho Dany también era mentira. Anna y Cris dijeron que Dany muchas veces intentaba alejarme de ellos. ¿Podría ser esta una de esas formas tan raras de manipulación de la que mis mejores amigos se habían dado cuenta?

—Claro que no, te aseguro que ustedes ya lo sabrían —demanda, tapándose la cara con ambas manos.

—Disculpa, era una duda —reí con nerviosismo.

Confirmaba la sospecha. Dany me había engañado respecto a ese tema. ¿Será que Aksel tampoco le había contado sobre el mensaje de Tomás y fue él quien lo vio por su propia cuenta? Pero entonces eso confirmaría que podría llegar a ser uno de los sospechosos en haber enviado aquel mensaje. Yo que recuerde, ese día no me despegue del celular y Aksel siempre cumple sus promesas, mucho más si al día siguiente le hice juntar los meñiques haciendo el pinky promise, aprovechando que había llegado de visita para ver que esté bien con mi decepción amorosa.

—¿Y bien? Ya que estamos hablando sobre estos temas, ¿tendrás algo que contarnos? —Cris observa con intensidad a Anna.

Mi mejor amiga solo niega riendo.

—Claro que no, ustedes están teniendo más vida amorosa que yo.

—No te creo —respondimos Cris y yo al mismo tiempo, haciendo que Anna ruede los ojos.

—Pues no me crean.

En ese momento recuerdo lo que me había dicho Tomás sobre Bard.

—¿A qué no sabes quién está por aquí?

—¿Quién? —responde Cris con rapidez.

—Le pregunté a Anna, shh.

—Pero dilo de una vez —rogó Cris.

Anna solo me observaba expectante por la respuesta.

—Bard... Está aquí, Anna. Dicen que ha venido para realizar unas prácticas.

—¿Cómo? ¿Aquí, aquí? —estaba completamente sorprendida.

—Así es. Aquí, aquí.

—Deberíamos invitarlo a salir —dice Cris.

—Claro —fue lo único que dijo Anna, para después volverse un silencio raro.

Ella estaba pensativa, hasta parecía estar en las nubes. Con Cris intercambiamos una mirada interrogativa, pero ninguno sabía nada. Estábamos evaluando su raro comportamiento cuando mamá nos llamó.

—¡Cris, Sofía, Anna! —gritó mi madre.

Y como si fuera poco, alzó aún más la voz al llamar a mi hermano y a Tomás, que se encontraban en el segundo piso.

—¡Nicki, Tomás! —hizo una pequeña pausa para tomar una pequeña respiración antes de volver a gritar con más potencia— ¡Bajen ya!

—¡Ya vamos! —gritó Nicolás desde su habitación.

Noté que todos nos reímos de aquella situación, excepto Anna, quien se encontraba perdida entre sus pensamientos. Cris y yo volvimos a observarnos intrigados por este comportamiento tan inusual en ella.

Después de todo, Bard siempre fue un buen amigo, nunca le hizo nada a Anna y era un buen compañero de charlas y burlas. Claro que solo lo veíamos en vacaciones, pero eso no imposibilitó que le hayamos agarrado un gran cariño, mucho más cuando estuvo con Anna y salía para todas partes con nosotros. Igual, Bard y Anna se veían más como grandes amigos que como una pareja, aun cuando estos estaban saliendo.

«¿Habrá algo que nuestra mejor amiga no nos ha contado?» La intriga me mataba, y sobre todo el que no nos diga nada.

Ayudamos a mamá a llevar los platos y los cubiertos con Cris, mientras que Aksel y Carlos estaban limpiando la mesa. Tomás y Nicki fueron a comprar dos gaseosas para que acompañen al almuerzo.

Cuando por fin nos sentamos y las gaseosas estaban servidas en cada vaso, comenzamos a comer.

—La comida está deliciosa —alardeó Carlos mientras se saboreaba.

Mi madre había hecho tallarines rojos.

—Así es —asintió Aksel.

—Los mejores tallarines del mundo —intervino Cris.

Anna solo asentía con una sonrisa hacia mi madre.

—Bueno, mi madre también prepara unos buenos tallarines, pero sin duda que los de usted también son mis favoritos —admitió Tomás mientras se limpiaba la boca con una servilleta.

—De ambas son muy buenos —mencionó Nicki en un susurro hacia su mejor amigo, ya que él a veces iba a comer a la casa de Tomás.

Yo, por mi parte, no podía ni hablar, ya que tenía la boca llena de tallarines. Estaba delicioso, o como se diría en Italia: "delizioso".

—Me alegra que les guste, mis niños.

Luego ayudamos a limpiar la mesa y a lavar los servicios mientras reíamos y charlábamos con mi madre.

—¿Podemos hablar? —susurra Tomás, para que solo yo logre oírlo.

Asentí ante su petición y me dirigí al segundo piso en busca de algo. Él, por su parte, llegó después de unos minutos.

Tocó la puerta de mi habitación y me dirigí rápidamente a abrirla.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

Sin previo aviso, él simplemente me besó. Era como una caricia en mis labios; sus labios eran suaves y necesitados de más, así que le di más. Esta vez era yo la que tenía el control; lo tomé del cabello, pegando nuestros labios con total intensidad. El beso que había empezado siendo tranquilo y suave, terminó teniendo profundidad y pasión.

—Me gustas mucho, siempre me has gustado —confesó al apenas separarnos.

—¿De verdad?

Él asintió, sin despegar la vista de mis labios.

—¿Qué quieres de mí? —le pregunté, perdida en su mirada. Era tan intensa y sensual al mismo tiempo.

—Todo, lo quiero todo de ti. Paso tanto tiempo y sigo sintiendo lo mismo que cuando éramos niños. Siempre me gustaste, Sof.

Me encanta que me diga Sof; ahora que diga "me gustas" al lado de ese mote, me fascinaba.

—¿En qué momento te diste cuenta de eso?

—¿Recuerdas cuando me ayudaste a realizar un dibujo de pintura? Éramos unos niños; apenas tenías 6 y yo 8. Pero creo que en ese momento entendí que eras especial para mí. Creí que te quería como a un familiar, pero no. Esto —se señala a él y luego a mí—, esta conexión es especial. Lo que sentía por ti era algo más que una sola amistad o un simple cariño. Luego me alejé para dejar de sentir eso; además, estaba confundido, apenas era un niño y tú eras la hermana de mi mejor amigo. Luego, cuando veía a tus amigos, sentía celos y cada vez comprendía más mis sentimientos hacia ti. Renuncié a eso cuando creí que realmente otra persona te hacía feliz, pero no puedo renunciar a lo que siento. No puedo simplemente apagar mis sentimientos, cuando están vivos hace muchos años. Ya no quiero eso.

Estaba realmente en shock con todo esto; si bien es cierto creí que yo no le gustaba todo este tiempo, ¿y ahora me decía que fue el primero en enamorarse del otro? Esto era demasiado lindo como para ser totalmente cierto.

—Lo dudas, ¿verdad? —preguntó ante mi silencio.

Asentí, siendo totalmente sincera.

—Tomás... Yo...

—Shh —puso su dedo índice en mis labios, para quedarme en silencio; luego sacó una cajita de su bolsillo delantero de sus vaqueros. Abrió la pequeña caja, dejándome ver en su interior un hermoso collar con un mini corazón con piedras brillantes a su alrededor— te entrego mi corazón. ¿Lo aceptas?

Asentí sin siquiera pensarlo. Él se me estaba confesando.

—S-si —tartamudeé, sin antes agarrar fuerzas para darle una respuesta con firmeza—. Lo acepto.

—Quiero que sepas lo que significas para mí —dijo, su voz suave y sincera. Mis mejillas se sonrojaron mientras él tomaba el collar y se acercaba un poco más. Sentí un escalofrío recorrerme cuando sus dedos rozaron mi piel ni bien colocó mi cabello a un costado al colocar el collar alrededor de mi cuello.

Era un gesto tan simple, pero en ese momento, el mundo se detuvo. Le ayudé agarrando mi cabello hacia un costado, mientras sus manos se movían con cuidado. Un torrente de pensamientos invadió mi mente. Recordé cada momento a su lado. Este collar era más que solo un accesorio; era su corazón, su confesión de amor. Era un símbolo de nuestro amor y de lo que habíamos pasado.

—Eres importante para mí —continuó, mientras aseguraba el cierre. Su mirada nunca se apartó de la mía, llena de sinceridad y ternura.

En ese instante, sentí que el tiempo se desvanecía. No había nada más que el ambiente de amor que se había creado con nuestras miradas fijas y llenas de sinceridad, pero era necesario hacerle la pregunta.

—¿Ahora somos...? —interrogué.

Quería saber exactamente qué éramos. Ya sé que en pleno siglo XXI eso ya ni importa, pero a mí sí me importaba. Imagínense que luego haga algo y yo no podría decirle nada, ya que no teníamos una "etiqueta" pactada. Necesito que las cosas sean claras y no como lo de Dany.

—Enamorados, pensé que había quedado claro. Pero como no es así, tendré que darte otro beso.

Cuando sus labios finalmente encontraron los míos, fue como si el mundo se paralizara. Este beso, a diferencia de cuando entró a la habitación, era suave y cálido, un roce que encendió una chispa en mi interior. Sus labios se movían con una delicadeza que me hizo sentir en casa. En ese momento, supe que no solo llevaba un collar, sino también el corazón de alguien que me amaba profundamente. Y, por primera vez, sentí que tanto enojo que nos guardábamos no era más que el amor incomprendido que nos teníamos. Ambos tratábamos de olvidarnos del otro y, al no conseguirlo, nos enfadábamos, sin saber que solo nos queríamos cada vez más.

—Creo que aún no me ha quedado claro —bromeé cuando nuevamente nos separamos.

—Eso significa que tendré que darte muchos más besos hasta que se te quede claro.

—Estoy dispuesta a aceptarlos.

Antes de que sus labios vuelvan a tocar los míos, alguien tocó la puerta de mi habitación.

Ambos nos miramos con nerviosismo, pues nadie sabía nada. Con todo esto, me había olvidado de mi hermano, ¿reaccionaría mal? Después de todo, él es su mejor amigo y yo soy su hermana.

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