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El rey y el omnipotente

Rodimus X Ultra Magnus

Continuación de El príncipe y la muerte
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Dos figuras se alzaban ante aquel territorio valdio como perdido que era bellamente remarcado por el astro rey, cosediendo un rojo carmesí que confundía el verdadero color de ambos. El más pequeño dirigió su mirada al horizonte, en la misma dirección en la que se fueron su mentor y sus compañeros.

— Su divinidad, ¿ellos estarán bien? —preguntó el menor.

— Estoy seguro que usted sabe que están bien  —le respondió el mayor, quien miró los cielos y su afable expresión transmuto —. Pero nosotros no lo estaremos; debemos seguir —dijo el mayor quien tomó el primer paso,en aquel vasto lugar.

— Pero, ¿como vamos a llegar a tiempo a la ciudadela Autobot? —cuestionó el príncipe.

La muerte solo le extendió el servo, siendo correspondió sin ningún contratiempo; los dos se dirigieron al peñasco más cercano y descendieron poco a poco en aquella inclinación ostentada de armas y fierros oxidados y otros tipos de basura que llegaban a uno de los ríos de mercurio y helio líquido que siempre habían caracterizado a Cyberton; que ahora estaban ataviados y corrompidos por los escombros de la guerra.

Los dos se subieron en aquella canoa, compuesta de un metal áspero pero a la vez amable como lo era el mismo señor de la muerte quien la utilizaba para llevarse a los cybertronianos a su reino, en un eterno descanso. Rodimus se sentó en la parte delantera de aquel ataud en movimiento, mientras que Ultra Magnus se colocó en aquel lugar donde siempre la manejaba, en dirección opuesta a la del menor.

Y ante la calma del sendero, Rodimus permaneció mirando constantemente el lugar, lleno de matices plateados y rojizos, que indicaban que la gigantesca estrella estaba apunto de ponerse.

— ¿No cree que será mejor acampar? —propuso el joven al ver cómo cielo nocturno sustituyó los tonos rojizos por elegantes tonos azules.

— Para que nuestros enemigos nos puedan encontrar; será mejor seguir —indicó el mayor.

Quien empezó a remar para acelerar el viaje, mientras que Rodimus se limitó a tomar un fierro oxidado que se encontraba en el amplio río, atento a cualquier amenaza; pero la penumbra sólo indica que ambos se encontraban solos, solos con la noche.

— ¿Esta seguro que nos persiguen? Yo veo todo muy tranquilo —cuestionó el ex príncipe.

Pero el dios se mantuvo en silencio, analizando todo a su alrededor, los ligeros movimientos de la basura le indicaba que estaban rodeados.

— Su majestad, atrás mío; ahora —ordenó el lúgubre ser, que tomó su lanza para que le sirviese como armamento.

En la suñugente tranquilidad de aquel espacio, los dos miraron como eran apuntados por los Decepticons quienes escoltaban a nada más que a su líder y a su dios.

— Que gratificante es verlos aquí, a mis pies, ¿o me equivoco Megatron? —dijo aquel que trasmitía vivacidad y descarez, quien sólo recibió la fastidiada facción bucal del líder del todos los territorios Decepticons.

— Ahora, que ya sois míos; puedo someterlos a mi voluntad. —Entre risas el dios de la vida comenzó aproximar a su eterno Nemésis; el cual se mantuvo alto y firme, sin ninguna pizca de temor.

— Tiempo sin verte Ultra Magnus; ¿desde cuando intervenis en los asuntos de tus predilectos?

— ¿Algún problema en ello? —fue Rodimus quien le respondió con una pregunta.

El dios de la muerte miró expectanteme al joven mortal pero a la vez en sus ópticos se mostraba su preocupación, indagando las intenciones del Impohet.

— Esto no es de su incumbencia —dijo Metatron quien rechino su dentadura, ocasionado la diversión del rey Decepticon.

— Claro que lo es, esto es de mi incumbencia. —Pero antes de que el príncipe pudiera hablar, la objeciones de la divinidad se hicieron escuchar —. ¿Como osais cuestionarme? —Pero este ya había caído en la trampa.

— ¡Habrán fuego! —se alzaron los disparos ante el grito de Megatron.

Que dio la orden al ver como el señor de los muertos ascendía su lanza al enrojecido cielo; que fue testigo de como el dios dejó muertos a todos los Decepticons, excepto por su líder quien fue protegido por su dios.

Cuando Megatron y Metatron se incorporaron tanto Ultra Magnus y Rodimus apuntaban sus armas a ellos; y ante un ligero apartamiento de estas, los dos Decepticons atacaron, pero mientras que la muerte pudo obstruir el ataque de su enemigo; el noble esquivó torpemente el golpe del Lord Decepticon.

Quién aprovechó aquel movimiento para tomar el brazo donde Rodimus portaba aquello que le servía como arma, este al saber que no podía vencer a Megatron en base a la fuerza decidió dejarse caer y llevarse consigo al líder Decepticon que ante la húmeda superficie en donde se apoyaba cayó junto con el ex Autobot.

Los dos dioses que debatían en fuerza al momento de ver la caída de los dos mortales, intentaron terminar la batalla, Ultra Magnus trataba de soltarse para acudir a Rodimus, mientras que su contrincante no le permitió soltarse de la batalla.

Unos disparos los distrajeron del arduo enfrentamiento, y divisaron como el Impohet lanzaba el cuerpo de Megatron a los pies de Metatron, quien junto con el herido Lord cayeron en el río; al ver que estaba en desventaja la divinidad de la creación habló —. ¡¿Qué esperais acabad de una buena vez?! —sentenció Metatron.

— Su divinidad, ¿esta de acuerdo en dejarlos vivir? —preguntó Rodimus dejando a lado su arma, y tomando su lugar en aquella canon.

—¿De qué utilidad puede ser acabarlos? Ya lo estan, su reino está dividido; ya está perdido, no hay necesidad de derramar más energon—explicó Ultra Magnus, quien tomó su posición al lado contrario del Impohet.

Y así fue como ambas figuras partieron de aquel lugar, abandonando aquellos que estaban destinados a la extinción, a diferencia de ellos quienes volvían a tomar su sendero en los ríos de Cyberton, el joven mortal se acercó al temible dios —. ¿Puedo pedirle un favor? —preguntó el Impohet.

El joven espero una respuesta favorable, pero el frío ser se le acercó y le dijo —. ¿Cuál sería ese favor? —En un tono tranquilo pero a la vez indagador.

— ¿Si me podía concederme su protección? —preguntó rápidamente, como si temiese molestar al señor de los muertos.

— Dígame, ¿acaso eso le servirá para recuperar su trono?, ¿le dará la posibilidad de vencer a Grimlock? No, ¿verdad? —cuestionó Ultra Magnus reprimiendo a Rodimus, quien simplemente se limitó a agachar la cabeza, al ver esta reacción el dios acortó la distancia que había en ellos
—. Pero si eso lo hace sentirse mejor se la concedere —indicó el mayor quien apoyo su servo en el hombro del menor.

Este volteo la cabeza —. Se lo agradezco, muchas gracias —dijo el ex príncipe inclinando su cabeza en muestra de agradecimiento.

Los agradecimientos se acabaron cuando el impotente dios pidió que el mortal dejara aquello para enfocarse en las sombras de algunos edificios que los cubrieron de la luz de las dos lunas que tenía Cybertron, habían llegado a un parámetro en donde los ríos se suministraba para abajo de la ciudad en que habían entrado; la canoa se detuvo ante un pequeño límite entre el río y la polis.

Los dos se levantaron y continuaron a pie, transitando al abandonado lugar que dejaba en ciertos ángulos dejar caer la luz de las lunas revelando lo que esta misma ciudad ocultaba, un escenario decaído, roto, sepultado en las inmensas peleas que habían dejado escombros que eran acompañados por vidrios rotos.

Para ellos fue un largo viaje en aquel laberinto, pasaron por varias calles que dejaban entre ver un escenario alto como pequeño, no había igualdad en la entrada de la luz, hasta que divisaron la periferia de la polis, en donde por una gran distancia estaba la ciudadela Autobot, que se alzaba con grandeza y fuerza.

— ¡Mirad, ahí está! —exclamó Rodimus aliviado de casi llegar a su destino.

El dios solo se limitó en seguir al joven Impohet en aquel llano espacio para por fin llegar a donde estaban los Autobots y su infeliz líder; Grimlock.

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N/A:

Tiempo sin escribir algo, bueno espero que no les haya disgustado este one-shot, y espero que les haya gustado este ejercicio para escribir mejor.

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