CAPÍTULO 12
Emma.
—Hola nena. — dice con una sonrisa que muestra sus dientes perfectos.
Está irresistible como siempre, no lleva el traje de esta mañana ahora viste uno azul oscuro. ¿Es que nunca se cansa de usar traje? Tampoco voy a quejarme de eso, la vista es caliente.
—¿Otra vez vas a dejarme en la entrada?
Salgo de mi aturdimiento y me doy cuenta que estoy en pijamas frente a él. Mira el rollo de canela en mi mano y tuerce el gesto de su boca como aguantando una burla.
—No— me río —Yo estoy en pantalones cortos y no quiero salir así a la calle— cierro la boca de golpe porque no sé qué decir, me acaba de dejar en blanco.
Se recarga en el lumbral de la puerta con un gesto totalmente despreocupado recordándome que estoy jugando con fuego estando cerca de él.
—Quería llevarte a cenar para que tengamos la conversación que dejamos pendiente está mañana. — miro mi atuendo y luego lo miro otra vez. —Descuida, acepto tus términos Emma y si quieres tenerla en pijamas no voy a protestar. — me giña un ojo.
—Creo que voy a cambiarme antes que la gente de afuera me vea las bragas. — sus cejas se alzan y yo me muerdo la mejilla por dentro.
—Bueno, Hola, soy Coraline— dice la voz de mi rubia favorita a mi espalda salvándome de esta incomoda recepción.
Él le da una inclinación de cabeza educada sin despegar específicamente los ojos de mí. — Buenas noches Coraline.
—¿Por qué no pasas y esperas en la sala mientras Emma se arregla? — le ofrece —A menos que quieras que te cierren la puerta en la cara.
Se hace a un lado para dejarlo pasar y él ni siquiera lo piensa antes de entrar.
—Solo tomará unos minutos— le digo dejando mi bocadillo en la mesa.
—Siéntete como en casa, claro, veinte millones de dólares más barata, pero igual de acogedora— Cora le da una sonrisa —Tienes rollitos de canela frente a ti y no es por presumir, pero soy una cocinera muy buena, casi tan buena como los cocineros que debes tener — le dice y un segundo después la arrastro por el pasillo hasta mi habitación para que deje de hablar con él.
No veo la expresión que él pone ni tampoco si le responde. Cierro la puerta detrás de nosotras y me acerco a beber un vaso de agua que está sobre la cómoda.
—El hombre impone— dice ella sorprendida.
—Deberías verlo en la oficina.
Aquí no se está portando la ni la mitad de intimidante que es cuando está en su papel de ejecutivo. No es fácil de ignorar esa aura de control.
El sentimiento de moralidad rota comienza a aparecer mientras camino a mi guardarropa, aunque trate de ignorar la indecencia de estar caliente por mi jefe omitiendo el hecho de los besos en la oficina y en mi apartamento, no puedo dejar ir mi moral fácilmente.
Quiero ser una buena publicista, crearme mi propio camino en mi carrera y los chismorreos de la gente me ponen molesta, si ya los publicistas de mi jefe me odian, si alguien se llegara a enterar de esto sería peor.
Follando para ascender.
—Lo estás haciendo de nuevo ¿Cierto? — pregunta Cora a mi espalda.
—¿Haciendo qué? — frunzo el ceño regresando poco a poco a la realidad y debatiéndome si ir a cenar con él es una buena idea después de todo.
—Estás sobre pensando las cosas respecto a Alexander Roe y el hecho que es el dueño de la empresa dónde trabajas.
—¿No debería hacerlo? Sé que no soy una arribista que busca follárselo para ascender de puesto, pero eso no cambia que mi moral laboral se vea entre dicho.
Ya sé que dije que quería una noche con él y lo sigo haciendo, pero hay una alarma en mi cabeza resonando muy fuerte que me dice que eso no es algo prudente. Que esto no debería ocurrir.
—No debería salir con él Cora, estoy siendo ridículamente estúpida, vine a Londres a forjarme una nueva vida y ¿En qué parte estoy exactamente dónde me meto con el dueño de la empresa?
—Punto numero uno— me quita el vestido de las manos y me hace mirarla —No te has metido con él todavía.
—Casi me folla en su oficina hoy en la mañana.
—¿Qué?
—Lo que oíste— comienzo a caminar por la habitación de un lado a otro —Nos besamos y casi me la mete sobre su escritorio. Hay una terrible atracción sexual entre ambos desde hace días y creo que hoy estuvo a punto de romperse.
—¿Te gusta?
Bufo, esa no es la mejor definición de lo que me provoca este hombre. —Esto está mal— respiro hondo —Dile que... que me dio un dolor de cabeza... que vomité y me desmayé otra vez— me siento sobre la cama —No sé, lo que quieras, esto no debe suceder, no... puedo pecar de esta forma.
Aunque no soy especialmente religiosa, me refiero a los pecados morales de los que rara vez presto atención.
—No seas absurda sexy, ¿Crees que se va a tragar ese cuento? Y sigo sin entender por qué lo haces. — se sienta en la cama —Estabas radiante cuando leíste su nota y ahora parece como si quisieras arrastrarte bajo la cama para esconderte de él.
—Estoy caliente Cora y quiero que él me lo quite — lanzo un sonido de frustración —Pero no por calentura voy a perder mi trabajo.
—Quién dice que vas a perder tu trabajo— me levanto y me coloco el maldito vestido enojada por estar cediendo a los deseos de mi cuerpo.
—Oh, créeme que eso es lo que siempre sucede, siempre la empleada que se folla termina desempleada. — me pongo los tacones, impaciente —Con mucho esfuerzo cseguí este increíble empleo en una de las cadenas hoteleras más grandes de Europa, ¿Y voy a perderlo por acostarme con el dueño?
—Esa pregunta debes respondértela tú.
Me miro al espejo de cuerpo completo y sobre paso mis opciones llegando a una conclusión que me podría arrastrar al infierno por el pecado de caer en tentación con Alexander Roe.
¿Quién no quiere un poco de pecado? Al final todos vamos a quemarnos y no habrá quién nos ayudé, a mí nadie me ayudó después de Seth, tuve que levantarme sola.
A veces necesitamos quemarnos un poco más para ver de lo que estamos hechos.
—Voy a hacerlo.
Cora sonríe de lado a lado. —Entonces es mejor no hacerlo esperar, yo le haré compañía mientras tanto— sale por la puerta dejándome sola.
Me aplico labial poco a poco reacomodando mi cabello de forma que caiga en ondas y quince minutos después estoy lista y cuando entro a la sala sus ojos verdes se pasean por mí cuerpo lascivamente.
Yo hago lo propio disfrutando de lo que veo y sin inmutarme o sentir vergüenza de lo que hago.
Me siento más segura en este vestido negro que me queda unos centímetros arriba de los muslos. Tiene un corte en uve sobre el pecho donde dos puntas sobre salen dejando ver los bordes de mis pechos, es simplemente seductor como me siento.
Decidí que, si voy a dejar que los dos nos bajemos el deseo sexual que nos tenemos y acabemos con las ganas de follarnos, lo haré a mi manera y no voy a acobardarme ante él.
—Estoy lista.
Da un asentimiento de cabeza aun sin mostrar ninguna expresión, siendo un hombre severo y dificil. —¿Nos vamos? — me señala la puerta.
—Claro.
Lo evito y paso delante de él sin inmutarme en absoluto. Bajamos en un silencio curiosamente cómodo teniendo en cuenta que la tensión sexual podría romperse en cualquier momento.
Frente a mi edificio hay un auto negro de lujo. El mismo hombre que me ayudó con los tipos de Downing Street y al que le calculo más de cuarenta años, baja de la parte delantera y se acerca a la puerta trasera.
—Él es Ethan, ya lo conoces. — dice Alexander a mi espalda.
El hombre me da una inclinación mientras abre la puerta. —Buenas noches señorita Brown.
Ni siquiera me sorprende que sepa mi nombre. Desde que conocí a Alexander Roe las cosas graduales pasaron a segundo término, cómo saber dónde vivo y mi nombre.
—Hola— le regalo una sonrisa amable y entro.
La última vez que estuve en este auto la presión me carcomía entera, pero ahora que las circunstancias han cambiado me siento un poco más confiada. Tomo una respiración profunda mientras Alexander entra a mi lado.
Ethan sube al lado del conductor y me apresuro a colocarme el cinturón de seguridad en cuanto el auto se pone en marcha, pero unas manos masculinas me interrumpen.
—Déjame ayudarte.
Su voz baja a un tono más grave y su aliento me hace cosquillas en la piel de mi cuello que está desnuda cuando se inclina y tortuosamente lento me lo coloca.
Lo está haciendo de nuevo. Trata de seducirme.
Su fragancia mentolada a la que aún no me he acostumbrado me golpea de nuevo y tiene ese efecto en mi cuerpo traicionero, me pone su hombría.
Se aleja y nuestros ojos quedan a la misma altura. Nos miramos fijamente, su mano aún está en la cinta, peligrosamente cerca de mi vientre y a centímetros de mi monte delicado tanto que puedo sentir el calor de su piel.
—Gracias— mi voz suena igual de grave que la suya.
Asiente y le da una mirada rápida a mi boca mientras se aleja. Su mano se desliza lentamente y vuelve a su regazo.
Ese pequeño gesto ya subió la temperatura dentro del auto y estoy muy segura que no será ni la mitad de intenso de lo que está por venir.
Nos quedamos en silencio otra vez mientras el auto atraviesa la ciudad en una dirección conocida. Analizo la ruta y confirmo que vamos a The Grape vine. Al menos es un lugar conocido para que pueda mantenerme firme y serena.
Su chofer estaciona el auto a la entrada y rápidamente nos abre la puerta. Alexander me ofrece la mano para ayudarme a salir y me debato unos segundos antes de tomarla.
Un hormigueo recorre mis dedos y me apresuro a soltarlo. Me da una mirada curiosa como sui supiera algo que yo no y entramos al lugar.
Con solo verlo el hombre a la entrada se endereza la espalda. —Adelante Señor Roe, su mesa está lista.
Avanzamos detrás de él. El lugar está como la última vez, totalmente impecable y con gente elegante por todos lados. Nos acerca a una mesa en uno de los extremos donde la luz no pega directamente. Todo se siente igual a esa noche, solo que está vez estamos solos sin mi jefe.
Rápidamente llega un mesero con un vino de buena cosecha y lo descorcha. Sirve nuestras copas y se va.
La mirada de Alexander no ha hecho más que aumentar de intensidad y sigue en silencio. No sé si pretende ponerme nerviosa, pero no se lo voy a poner fácil. Le doy un trago a mi copa y sus ojos siguen el movimiento fijamente.
Como de costumbre atrapo las gotas que quedan a mis labios. Acariciando con especial atención la carne de mi labio inferior... como puedo acariciar otras cosas más.
—Emma no hagas que mande a la borda nuestra cena tan rápido. — gruñe.
Lo miro con el ceño fruncido fingiendo no entender y enderezo la espalda. Después de unos segundos de silencio tomo la iniciativa de iniciar la conversación ya que él no parece tener intenciones de hacerlo.
—Dijo que teníamos una conversación pendiente, así que lo escucho señor Roe. — lo provoco un poco.
Entrecierra los ojos y se inclina un poco sobre la mesa. —Emma — me advierte.
—¿Sí?
—Puedo vaciar todo el lugar para hacerte decir mi nombre de una forma completamente irracional.
Sé que puede hacerlo, es millonario y uno de los empresarios más poderosos de Londres, pero siento fenomenal está noche y me apetece molestarlo. Sigo con mi provocación.
—Es un lugar público. No serías capaz.
Mi mira con una ceja alzada, está casi echando humo. Me muerdo el labio inferior aguantando mi risa y entonces entiende mi juego. Sonríe completamente dejándome deslumbrada con esa sonrisa seductora.
—Más tarde enfrentará las consecuencias de eso señorita Brown.
No es una buena amenaza, no cuando lo dice en tono bajo y completamente sexual.
—Ya lo veremos.
Suelta una risa corta ronca que se siente forzada, pero no evita que me estremezca con la delicada piel de mi espalda. Desde que apareció en mi puerta no me ha tocado en absoluto y eso me ha dejado un poco aturdida, aunque tampoco esperaba que lo hiciera.
—Te voy a follar.
Miro a nuestro alrededor comprobando que nadie lo haya escuchado. La excitación crece dentro de mí pegada a la maldita moral que no se queda callada ni un sólo segundo en mi cabeza.
—¿Cuáles son exactamente las condiciones las condiciones? — me le adelanto, si le tengo ganas, pero también le tengo ganas a mi trabajo. Amo lo que hago y no lo voy a poner entre dicho sólo por una noche... o varias. —Me refiero a la condición de mi trabajo.
Me estudia por un momento antes de responder. —¿Tú trabajo?
—Te tengo ganas, pero no soy estúpida, quiero una garantía que me diga que no voy a perder mi trabajo.
—Podemos llegar a un acuerdo.
Mi alarma se enciende un momento. Estamos en un lugar público, no parece ser el lugar perfecto para una conversación de este tipo. Miro por el rabillo del ojo y veo que las personas a nuestro alrededor están en su propio asunto. Vuelvo a centrar mi atención en él.
—Me parece perfecto.
—Las condiciones son simples para mí — continua —Te estoy ofreciendo un acuerdo sexual casual, no que te cases conmigo — su mirada cambia cuando me ve fruncir el ceño. —Las ganas no se me van a apagar, así como así, ni a ti tampoco y me importa una mierda algo sobre la moral.
La tensión en mis hombros se desvanece un poco, pero otro tipo de tensión se instala entre mis piernas viendo la amenaza clara en sus ojos. —Inmoral. — arqueo la espalda bebiendo un trago de mi vino y veo como mira el borde de mis pechos.
Me reclino para que el vestido rebote un poco y baja la mano seguramente para agarrarse la polla. La tensión sexual corta entre los dos. Tiene razón las ganas no se nos van a apagar así por qué sí.
—Entonces, sólo es sexo duro a diferencia de cualquier trato en la oficina y mi trabajo no sé verá involucrado.
—Sexo duro es el que te voy a dar— se inclina sobre la mesa. —Has sido tan obstinada y me has llevado la contraria tantas veces poniéndome la polla dura, que lo único en lo que puedo pensar en este momento es demostrarte quien tiene el control y quiero castigarte por no decir mi nombre.
Trago con fuerza por la forma tan cruda en la que dijo todo y me concentro en la última parte. Me mira en silencio desde el otro lado. —¿Qué pasa con la empresa? ¿No te da miedo que haga de esto un escándalo para provecharme y conseguir algo más? Como tu dijiste en tu empresa no se consiguen las cosas follando.
Niega con la cabeza. —Tienes una moral muy marcada.
—Todo el mundo la tiene.
—Yo no— tiene un punto.
Suelto una risa corta. —Entonces como funciona esto, ¿Me vas a hacer firmar un acuerdo de confidencialidad para que nadie sepa que me estás follando? — pregunto algo ridículo que se me viene a la cabeza.
—Me estás tocando las bolas.
—Perdona por estar asegurando mi integridad laboral. — ladeo la cabeza dejando al descubierto mi cuello —Eres el dueño del lugar donde trabajo.
—Esto no va a inferir en tu trabajo de ninguna manera, lo mantendremos en secreto. — dice serio y un tanto irritado de que le esté dando largas. —Yo no mezclo los negocios con el placer. Además, los dos somos adultos y fuera de Hilton &Roe, tu solo eres Emma y yo solo soy Alexander, sin títulos ni nada que se interponga en nuestro camino.
Lo dice como si eso fuera suficiente y lo es por ahora, me gusta eso de mantenerlo en secreto. en parte tiene razón y Cora dijo que me dejara llevar. Me muerdo el labio inferior con fuerza, está bien, puedo olvidarme de esos prejuicios, pero falta una cosa más, la que más me irrita.
La pelirroja.
—No me va meterme con hombres comprometidos.
Su ceño se frunce. —Yo no tengo ningún compromiso.
Arqueo una ceja desafiándolo a mentirme. —La pelirroja. — le refresco la memoria.
Su gesto se endurece y se pone a la defensiva. Acabo de dar justo en el punto que lo tensó, esto debe ser importante. Veamos qué es lo que dice sobre ella, le tendré ganas, pero no voy a ser su follada de infiel.
—¿Qué pasa con Alesha?
No puede hacerse el ingenuo, la primera vez que entré a su oficina él estaba en un encuentro casual con esa mujer, el mismo me lo confirmo la otra noche en el bar. Lo miro fijamente, pero se mantiene implacable y en silencio.
—Alesha no te incumbe— dice borde — Lo que debes saber es que no soy un hombre que tenga compromisos. La exclusividad siempre me ha gustado, incluso si sólo es sexo, y será parte del trato que formemos. No me gusta compartir a mis amantes.
Amante. — A mí tampoco me gusta compartir a mis amantes.
—Tenemos un punto en común— me recorre con la mirada cargada de deseo.
Levanto mi mirada a la suya. Su mirada verde es muy intensa. Abro la boca y lo veo inclinarse un poco para oírme.
—Acepto.
—Una decisión muy acertada. — sonríe completamente.
Toma la botella de vino y llena mi copa, después hace los mismo con la suya.
—Salud, señorita Brown. — levanta su copa a la mía.
Su mirada se intensifica mientras me observa desde el otro lado de la mesa. Se muerde el labio mientras le da un recorrido lento a mi cuerpo.
El aire se carga de una corriente caliente y nos envuelve a ambos. El juego perverso que dejamos pendiente en su oficina, acaba de empezar.
Esta vez ya no hay restricciones, todo nos va a llevar a un solo camino. Pero no voy a ponérselo fácil, él no sabe qué soy tan buena jugadora como él y antes que use sus tácticas de seducción, voy a usar las mías para hacerlo perder la cabeza.
Yo lo voy a hacerlo caer primero.
Levanto mi copa justo como él lo hizo. —Salud, señor Roe.
Tomo un trago de mi copa y le regalo la misma mirada que él me dio hace unos segundos. Casi no puedo concentrarme en la forma en la que su traje se aprieta deliciosamente en sus músculos.
Como si hubiera esperado que nuestra conversación terminara uno de los meseros se acerca a nosotros y nos trae la carta.
Repaso el menú, pero siento su mirada clavada en mí. Levanto los ojos y lo atrapo viéndome.
—No es necesario que vea la carta— le dice al mesero sin dejar de mirarme. —Ya sé que es lo que quiero.
Un hormigueo recorre mi cuerpo, pero no aparto la mirada. El mesero toma nuestra orden y se va dejándonos solos otra vez.
Disfruto del vino unos segundos y espero que hable, pero queda en silencio, de hecho, se ha mantenido curiosamente callado toda la noche a excepción de nuestra conversación sobre el acuerdo. ¿Qué es lo que pretende?
—El vino está delicioso señor Roe.
Lo digo para llamar su atención y funciona. Inmediatamente su gesto se endurece. Estoy tentando mi suerte, pero me gusta este juego.
—Aclaremos algo Emma— se inclina hacia mí —La próxima vez que no uses mi nombre voy a inclinarte sobre la mesa y te voy a follar duro para que digas mi puto nombre.
Aprieto las piernas debajo de la mesa. La humedad de mis bragas se roza la piel recién depilada de mi pubis sacándome un jadeo. — Estás muy seguro de que voy a gritar.
—¿Me estás retando?
Antes que pueda responderle el mesero regresa con nuestros platos y me permito respirar un poco. Pincho uno de los vegetales de mi plato y me lo llevo a la boca. Él hace lo mismo y por unos minutos comemos en silencio, pero las miradas lascivas nunca dejan de aparecer.
—Me encanta como te ves en ese vestido, pero ¿Sabes que será mejor?
Su halago me toma por sorpresa y mi curiosidad sale.
—¿Qué?
—Quitártelo. — responde con en voz baja.
Soy muy consiente que la temperatura en el lugar ha aumentado con esa sola palabra. Sonríe abiertamente como si supiera el efecto que provocó en mí y centra la atención en su plato.
—Hace unos minutos no respondiste a mi pregunta— dice finalmente. —¿Me estabas retando?
Lo miro fijamente y bajo la mirada fingiendo concentrarme en mi plato, aunque estoy a punto de detonar una bomba. Ay, se va a poner frenético cuando me escuche. Oculto mi risa lo mejor que puedo y le respondo como si nada.
—Piense lo que quiera. — levanto la mirada y lo miro directamente a esos pozos verdes. —Señor Roe. — remarco la ultima palabra con descaro.
Su mano se queda a medio camino y casi no puedo contener la risa que amenaza con salir de mi garganta.
Oh si Alexander, yo también se jugar. Estoy disfrutando de esto, pero mí sonrisa desaparece cuando se levanta inmediatamente y camina hacia mi lado de la mesa.
—Te lo advertí, tentaste tu suerte.
Abro los ojos todo lo que puedo mirando a dos personas de la mesa continua mirarnos fijamente. No va enserio, el lugar está lleno de personas. Se detiene a mi lado y lo miro con cautela.
—¿Qué haces?
Ignora por completo mi pregunta y se inclina hasta que nuestros rostros quedan a la misma altura. Debería a prender que no se anda con juegos.
—Tienes dos opciones nena— su aliento me golpea la cara por lo cerca que estamos — Te disculpas y te follo en cuanto salgamos de aquí o no lo haces, saco a la maldita gente del restaurante y te follo sobre esta mesa justo ahora hasta machacarte el coño. Tú decides.
Lo miro atónita y con la piel ardiendo. Las dos opciones incluyen lo mismo solo que en tiempos diferentes. Su rostro está implacable, no se mueve ni un solo centímetro, está hablando enserio.
Es capaz de cumplir la segunda opción sin pensarlo y con esta gente imprudente a nuestro alrededor convirtiéndonos en el centro de atención me pongo molesta.
—La primera. — respondo
—Cobarde— su mano sube y recoge la humedad de mi boca.
Nuestras bocas quedan a escasos centímetros y ya no aguanto más. Inclino la cabeza, pero se aparta. — Levántate. Nos vamos.
Me ofrece la mano y lo hago. Tomo mis cosas e inmediatamente coloca la mano que tiene libre en mi espalda y me conduce fuera del restaurante, pero un hombre de cabello gris con porte de ser el gerente se pone en nuestro camino.
—Señor Roe es un placer tenerlo aquí está noche.
—Pon todo a mi cuenta. — lo corta antes que pueda decir más y lo esquivamos.
Ha sido la cena más larga de mi vida y eso que apenas tocamos nuestros platos.
Pasamos por el largo pasillo escarlata que da directo a la salida y con un movimiento rápido me acorrala frente a uno de las columnas de mármol dorado. Coloca ambas manos al lado de mi cabeza y se inclina hasta que nuestras bocas quedan a escasos milímetros, pero aun así no me toca.
—Me muero por besarte, pero si lo hago, aquí mismo te meto la polla.
Su aliento choca contra mí y me embriaga. Quiero que lo haga, me importa muy poco donde estemos. —Bésame.
—Nena no me tientes.
—¿Puedo conocer tu casa? — pido con curiosidad.
Entre su voz ronca y los juegos pierdo la poca cordura que me queda alcanzo a besarlo, pero antes que pueda hacer algo más se aparta inmediatamente dejándome aturdida y necesitada.
Pasamos por la enorme puerta y lo sigo fuera. El auto de lujo está frente a nosotros y Ethan ya tiene la puerta abierta. Vaya, eso no se compara a la vez que tuve que ir por mi Mazda yo misma. Ambos entramos.
—A mi casa— le ordena en cuanto sube.
Ethan se sumerge en el tráfico de Londres y me mantengo en mi lado. La tensión sexual se siente en el aire tanto que podría cortarla con un cuchillo.
Veo a través de la ventana sumergida en mis pensamientos, pero la sensación de ser observada me llega de repente. Por el rabillo del ojo veo a Alexander observarme desde su lugar.
Un enorme edificio cubierto de cristal oscuro se alza frente a nosotros. Me trago mi expresión de sorpresa y muy en el fondo espero que el auto no se detenga ahí, pero lo hace. Ethan entra por un estacionamiento subterráneo donde hay lámparas encendidas que ilumina el lugar perfectamente.
En ese momento soy consciente de la camioneta negra que nos sigue desde que dejamos el restaurante.
El auto se detiene unos segundos después y Ethan aprieta un botón en un lado del auto.
—El señor Roe acaba de llegar.
Después de decir eso se baja y nos abre la puerta. De repente me siento aturdida y abrumada al mismo tiempo, no había sido consciente de todo lo que rodea a Alexander. Hay un grupo de camionetas negras similares a la nuestra.
Unos hombres me miran a lo lejos, me siento muy vigilada y muy observada.
—Vamos— la bestia de los ojos verdes me guía piso arriba del estacionamiento subterráneo del edifico a través del ascensor.
Nadie entra a excepción de nosotros dos. Aprieta el ultimo botón y en cuanto las puertas se cierran se gira hacia mí rápidamente y la anterior tensión regresa con más fuerza que antes.
Le toma dos pasos estar frente a mí y me vuelve a acorralar justo como lo hizo en el pasillo del restaurante.
Baja la cabeza y cierro los ojos esperando que esa explosión de placer se desate cuando me bese, pero tiene planes distintos y su boca va directamente a mi cuello.
Contengo la respiración mientras deposita suaves besos por la zona, pero en un movimiento bien calculado su lengua se une a su tarea chupando esa piel sensible. Su mano se desliza apretando mis glúteos y vuelve a subir
Suelto unos gimoteos entrecortados metiendo mi mano en su cabeza para retenerlo y sus movimientos aumentan de intensidad.
Los dejos largos tocan el borde del vestido sobre mi pecho y lo mete dentro por encima del encaje e mi sujetador. Lo miro jadeando por un poco de maldito aire en mis pulmones.
—Tan perfectos— dice con la cara aun escondida en mi cuello y los amasa. —Llevo demasiado tiempo queriendo probarlos. — ahogo un jadeo y el sigue torturándome con sus caricias. —Les voy a meter mi polla— sube la lengua desde mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja.
Lo atrapa con sus dientes y lo desliza suavemente. Mi temperatura corporal está en su límite, pero él todavía no me ha besado y realmente deseo que lo haga.
Llevo mi mano y la enredo en su cabello instándolo a subirla, cuando lo hace me inclino, pero se aparta y me impide el contacto por el que me muero tan desesperadamente.
—Pídemelo— su voz está ronca.
Otra vez quiere que se lo pida y no entiendo por qué, pero esta vez no lo pienso.
—Bésame.
Su boca baja inmediatamente a la mía y la tensión finalmente se rompe. Ambos soltamos un gemido sonoro que retumba en las cuatro paredes del ascensor. Me besa con demasiada intensidad que me cuesta llevarle el ritmo, pero pronto nuestras bocas se acoplan.
Su boca se abre y soy yo la que va en busca de su lengua. Su cuerpo se aprieta contra el mío y su erección se golpea contra mi vientre. Mis manos curiosas bajan por su pecho hasta que la encuentran.
—Tócala. — gruñe.
Trago con fuerza y tomo el pedazo de carne caliente con una de mis manos sobre la tela de su pantalón. Joder. Es grande y de buen grosor, siento como palpita en mi mano cada vez que subo y bajo.
Aprieto mi agarre y él hace un sonido bajo en su garganta que me hace apretar las piernas, pero aun así continuo con mis movimientos indecentes.
Vuelve a gruñir y aprieta la pelvis contra mi mano. Eso es lo que yo le provoco. También le pongo.
—Te voy a joder putamente duro— gruñe y baja la boca a la mía otra vez. —Pero primero voy a probar ese coño que te estás tocando.
Sus manos van a mis piernas y sube suavemente la tela de mi vestido hasta la mitad de mis muslos.
Después levanta una de mis piernas y la coloca detrás de su cadera. Suelto un gemido cuando su erección queda encajada firmemente contra mi pelvis pegando mis bragas mojadas a mi coño. Esta duro.
Se restriega contra mí una y luego otra vez y echo la cabeza atrás jadeando. Suplico del gusto, es demasiado bueno que me importa una mierda la moral. Se siente tan increíble y las ganas que me ha provocado desde hace días están perfectamente justificadas.
Se restriega otra vez rozándome con la hebilla de su cinturón el clítoris y mis terminaciones nerviosas se aprietan.
Toda la tensión del día combinada con el estrés de la oficina y la del restaurante se acumula en mi pequeño clítoris hinchado y me preparo para córreme deliciosamente sintiendo su miembro duro a través de la tela de su pantalón.
—No te corras Emma, no todavía. — me detiene.
Disminuye la velocidad, pero la ardiente punzada crece en mi entrepierna haciendo que me arda y no puedo detenerme ni, aunque quisiera.
—Necesito hacerlo, por favor— jadeo con voz ronca y acompaño el movimiento de su cadera con el mío temiendo que se detenga.
Pero no lo hace, en su lugar me aprieta los glúteos para encajarme perfectamente y aumenta la velocidad. Suelto un sonido de satisfacción muy fuerte.
—¡Así Alexander! — llevo mis manos a mis pechos para acariciármelos aumentando mi placer.
Apaga mis jadeos con su boca. La presión está a punto de estallar — Pequeña seductora— gruñe antes de mover la cadera otra vez.
Me agarro a su cuello y echo la cabeza hacia atrás, pero antes que pueda correrme las puertas se abren como si no pudieran soportar la temperatura dentro por más tiempo y llegamos a un piso lujoso.
Lentamente se detiene dejándome colgada otra vez poniendo una tensión insoportable entre mis piernas. Casi grito de la frustación o casi me froto yo misma para autocomplacerme, pero le pedi que me trajera a su casa y aquí estamos.
Desenreda mi pierna de su cintura mirándome fijamente. Lo miro mal, no tengo humor para seguir fingiendo que no quiero tener un buen orgasmo. ¿Siempre me va a dejar colgada antes de correrme?
—Ven— me guía a entrar.
Camino siguiendo mi instinto de curiosidad. El diseño del lugar es en tonos neutros, apenas iluminado por el pasillo. Me quedo sorprendida de lo que veo, el lugar es muy grande casi como una casa común a las afueras de la ciudad.
Pero no tengo más tiempo de analizar lo que tengo delante de mis ojos porque en un segundo tengo a Alexander frente a mí. Su mirada se oscurece mientras repasa mi vestido mal colocado sobre mis pechos.
—¿Estás lista para caer en tentación nena? — su voz se vuelve un susurro ronco —Está noche no tendrás una manzana en la boca, pero si voy a alimentarte.
Sus palabras me regresan a la excitación anterior, pero no me acobardo, esto es lo que he estado esperando desde comenzó con sus juegos de seducción.
—Estoy lista.
Asiente. —Ponte de rodillas.
¡Hola sexys!
Esto se puso intenso.
¡Los amo tres millones!
-Karla
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro