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#28_(Francisca x Krest)

— Señor Krest… — El hombre rubio estaba mudo por semejante vista. Sonrojado, aunque era difícil saber si por la vergüenza o por la excitación que tenía. Siendo probable que se trate de lo segundo por la marca en sus pantalones.

Su "Geat horn" estaba despierto.

— ¿Que hemos hablado de él “señor” Francisca?  — Corrigió. Había tomado la batuta de madera que solía utilizar en ciertos momentos. — Pensé que eran claras mis intenciones al pedirte que vinieras a mi templo. Justo muy de noche. — Inexpresivo señaló al toro con el pedazo de madera. A lo cual este no hizo más que tartamudear hasta retomar la compostura.

— Perdone. Solo que, no esperé verlo, en esas fachas. — No obstante podría considerarlo su próximo gusto culposo.

— Estoy consciente que no es lo que se considera apropiado para un Saint de mi prestigio. Pero en situaciones carnales quiero olvidarme de todo ese título, creo que hay un poquito más de libertad en esta época que en mi infancia, así que al verlo en una misión, no me desagrado tanto.

— Lo entiendo. Se ve, muy hermoso a decir verdad. Lamento haber reaccionado así. — Krest le había dicho que se quedara allí mientras iba a cambiarse, sus piernas torneadas y blancas fue lo primero que noto, decoradas con tela, un encaje bastante llamativo. Sin contar la ropa interior del mismo material.

Lo normal.

A Krest no podía dejar de parecerle tierno como Francisca no podía evitar hablarle con cierta propiedad. Con el respeto que se le va a un superior.

Dejando nuevamente la batuta en la mesa tras apagar ligeramente las velas hasta atenuar la iluminación del cuarto. Acercándose al santo de Tauro. Un suspiro tranquilo brotó de sus labios cuando las manos del griego tocaron su cintura baja, acariciando la piel que se extendía por toda esa zona, a la par que su aliento cálido chocada en su cuello, antes de besar, lentamente, disfrutando el sabor de su piel fría cada vez que se separada y se acercada al tocarlo nuevamente. Siguiendo ese patrón perezoso por un momento, terminando en el momento donde lo beso.

Tomando el rostro del toro, el santo de acuario jugo con su lengua, casi como si quisiera acariciar su boca con ella. Incómodo en primer momento, lo que a su vez delataba esa faceta sexualmente inocente en Krest, un área poco explorada a la que el toro sabía cómo guiarla a un punto cómodo entre ambos.

— Siéntate y terminate de quitar la ropa.

— Con gusto, solo pido que te dejes está ropa tan interesante. — Aún inexpresivo Krest acepto la petición.

Poniéndose de rodillas, tomo la erección de su toro en su boca. De manera simple cerro los labios, moviendo él rostro estimulando la piel en su boca. Duro pero suave a su tacto. Lamiendo sus testículos, besando el largo, y cambiando de movimientos cada cierto momento de forma que no aburriera a su compañero.

Krest no era prominente en el tamaño, haciéndole fácil ponerse encima de Francisca, rodear su cintura con sus piernas, alineando el pene de Francisca entre sus glúteos.

El toro, no desaprovechó al tomarlo de ambos glúteos, acariciando bajo el encaje de forma lasciva al momento de que la penetración se hizo. Saltando al mover la cadera golpeando sin cuartel el interior de Krest, que se dejó ser. Abrazando el cuerpo del toro, escuchándose solo sus gemidos y el obsceno resonar de sus glúteos golpeándose contra su pelvis.

— Krest... — Sentía esa necesidad de ir más rápido, de estimular su miembro hasta alcanzar al orgasmo, por lo cual, aprovechando la pose no dudo en tomar al santo de acuario en sus manos, levantarse hasta terminar tirarlo a su compañero boca abajo en la cama, saltando sobre él su miembro de un solo golpe lo volvió a penetrar, tomando su propia fuerza para golpear más y más fuerte aprovechando la posición.

La cumbre del orgasmo no tardó en llegar. Dejando a ambos hombres inmóviles por el cansancio.

Al momento de pararse para bañarse el subor y Krest cambiarse la ropa a una mucho más cómoda para dormir, fue inevitable que Francisca no mirará la ventana, dónde un santuario medio destruido apenas estaba en pie.

— ¿No sentíste nada al saber que tenías que matar a nuestros compañeros? — Francisca tuvo que preguntar, esa duda le estuvo robando desde que toda la batalla termino, e Itia junto con Gaterguard fueron derrotados, dispersando toda mariposa del Inframundo que quedaba devuelta a su lugar de origen.

— Sabrás que mi prioridad era Athena, y aún con eso, con el tiempo dejas de sentir tanto apego. En las mayorías de guerras en la que estuve o mueres como un caballero fiel o como un traidor.

— ¿Ares? Hace tiempo me mencionaste eso.

— De eso prefiero no hablar. — Francisca entendió. Volviendo su vista a la ventana, suspirando con pesadez al panorama.

— Supongo que es normal que no importe contra quién sea, cualquier batalla frente a frente puede dejar secuelas.

— La soledad puede ser tu peor amigo o enemigo en esos casos. — Mencionó por su experiencia, lo que pudiera ser un concejo a la par que una advertencia para Francisca.

— Viniendo de ti, lo tomo como consejo. — Quiso sonreír.  — Y hablando de, supongo que debo agradecerte. Por querer compartir este tiempo conmigo, los 2 sabemos que está relación es pasajera.

— Ciertamente. — Empezó allí, parándose junto al toro. — Es muy posible que cuando la batalla de esta generación termine yo me vaya por un tiempo, con Athena lo hable y quiero encontrar una forma de que el sello de Hades sea permanente.

— Eso sería un gran logro. Sabrás de sobra como me he sentido estos días.

— Ha cambiado y ha pasado mucho en menos de una noche. No te tienes afligido, hasta el Santo más mentalmente fuerte pasaría por un estado similar. Me preocupan un poco Sage y Hakurei.

— Su relación ya era lo suficientemente tensa por ser gemelos ahora... Ni que decir. Volviendo a la pregunta original, de Hakurei no haberme logrado salvar, ¿Tu hubieras acabado conmigo?

— Depende de la situación. Digamos que podría solo inmovilizarte mientras Hakurei busca devolverte a la normalidad, pero de no pasar, fácilmente lo hubiera hecho. No eres un hombre débil, de permitirme esa duda en aquel estado, pudieras haberme matado.

— Aún me lamento por lo que pude llegar a hacer. Más si me hubiera tocado pelear contra ti.

— ¿Aún piensa mucho en eso? Sabes que no tienes porque sentirte afectado.

— Puede ser, pero a raíz de eso no deja de pensar. Y ¿Sabes? Quiero que si mi destino es morir en batalla, no importa si quede solo o no, lo haga protegiendo a varios, ya casi me usaron para lastimar a mis compañeros, no deseo que pase otra vez.

— Verás que es así. Cómo sea, mejor vamos a dormir.

— ¿Necesitas que te cargue? — Irónizo. Viendolo por el rabillo del ojo, Krest le devolvió una sonrisa ligeramente pícara.

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