Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

— ¿Si me niego vas a seguir fastidiándome? —

— No, no te molestaré más, aceptaré el no —

Entonces, él aceptó.

Sospechoso. Incluso aunque diese vueltas en su cama, intentaba imitar el revoltijo de sus pensamientos llevándolo de acá para allá, no tenía una respuesta concreta. Nathaniel no le rechazó. Consiguió una no cita, una salida de no amigos, una reunión de no compañeros.

Las mismas canciones se repetían desde su computador, sonando de lejos, pese a estar irremediablemente cerca de su laptop. Con sus piernas apoyadas sobre la pared, su torso descansaba entre la suavidad de sus sábanas, sobre las que casi acababa dormido, pensar demasiado le tenía somnoliento y un poco hambriento. Cuando la estruendosa tonada de su celular resonó, alertándole de la hora en la que programó una alarma, gateó hasta el mueble, corroborando la frívola mirada de odio de Cheshire hacia él por interrumpir sus dulces sueños.

Milagrosamente, de todos los regalos, su cama era la única adquisición que el felino usaba religiosamente.

Estornudó escandalosamente, goteando mucosa desde uno de sus orificios nasales. El mundo se regía bajo el balance de la buena y la mala suerte. Tendría una salida con su crush, en contraparte, la gripe finalmente se había desarrollado. Al relamer sus labios sus sospechas se despejaron, ardía de fiebre.

Todos los infames consejos que consiguió de Cherrie para actuar decentemente durante una salida, ahora no era más que un chat de textos borrosos ante sus ojos. Sus lentes se deslizaron por el puente de su nariz, avergonzado de admitir su poca condición de salir, su terquedad le hizo entender que esa sería posiblemente su única oportunidad.

Bajó la mirada inquisidora de Cheshire se vistió con ropas abrigadoras, se atiborró de pastillas automedicadas y escondió la mitad de su rostro tras un barbijo.

Esperó en el sillón de la sala de estar, atorado en un fuerte de almohadas hecho por su propio esfuerzo, escuchando la repetición de un capítulo de anime semanal que le gustó, se mensajeó con su madre, asegurándose de recordarle que Roy se quedaría a dormir en casa de su tía. Respetando sus palabras, siquiera les mencionó a sus padres de su no cita. Ir y volver, nadie notaría su ausencia porque ellos estaban haciendo turnos dobles en el restaurante.

Nathaniel llegó puntual por él. Aiden brincó un poco al escuchar las bocinas del auto. Su alborotado corazón nunca oyó a su mente, pese a sus múltiples intentos de hacerle entrar en razón. El exterior era frívolo, el viento parecía partir las copas de los árboles, rugiendo con altivez, sacudía las agallas del más valiente. Otra de esas noches escalofriantemente en penumbras, plagadas de nubes negras, las que impedían siquiera admirar las estrellas.

Aiden corrió hacia el auto de Nathan, temblando por culpa de la fiebre, sus sentimientos o el clima, ya no podía entender el porqué de su tiritar. La calefacción le arrancó un suspiro que quedó atrapado en la mascarilla.

— Buenas noches, no cita de la noche... Digo, siquiera estoy con alguien — balbuceó, ocultando su rostro bajo la capucha afelpada de su chaqueta, ignorando la comezón en su mejilla por el pelaje ficticio muy cerca de su cara. Su vista se había entorpecido durante el camino, porque olvidó quitarse los lentes — Quisiera preguntar antes de irnos, ¿por qué aceptaste? Estuve pensándolo, quemándome un par de neuronas, consultando a desconocidos en foros de internet y solo hay una conclusión... ¿Por qué me quieres robar los riñones? —

Nathan, quien hasta ese momento tenía el saludo de educación atrapado en la garganta. prefirió avanzar, casi queriendo acostumbrarse a los constantes disparates de Aiden.

— Ponte el cinturón — señaló al costado del chico, evitando preguntar el por qué la casa del chico solía estar en penumbras.

— Sí, señor — Aunque tenso, se acomodó en el asiento. Bajó la capucha de su cabeza y con torpeza limpió el cristal de sus lentes con su sudadera. Nervioso, le miraba de reojo, esperando encontrar su propia voz y ordenar sus ideas — Lo de los riñones era broma, en verdad quisiera saber... —

— Capricho — Le interrumpió, evadiendo el torbellino de palabras — Acepté por capricho, realmente no obtengo ningún beneficio de salir contigo —

— ¿Capricho? — Asintió, repitiendo el motivo — Con que un capricho, un capricho — se deslizó por el asiento junto al ritmo de su suspiro, siendo inmediato el alivio de sus hombros — ¡Un capricho! Y yo preocupado creyendo que te cambiaron los alienígenas, te implantaron un chip controla mentes, o cambiaste de cuerpo con alguien que secretamente está enamorado de mí. ¡Vaya tonto fui! —

— Sigues siendo un tonto, uno con mucha imaginación —

Aiden solo renegó meciendo su cabeza de lado a lado, sintonizando alguna estación, olvidando un instante el motivo de su sonrojo. Las ataduras del cinturón de seguridad ajustando su cuerpo ya no eran dolorosas, el tiempo y la medicina estaban haciendo su efecto de ayudar a su sistema a recuperarse por su cuenta. Las tonadas de las estaciones de radio se perdían por la interferencia, plasmando una mueca en los labios de Aiden, quien no dudó en pulsar botones hasta conectar su celular al auto de Nathaniel, confiado al no recibir una negativa de su parte.

— Lo estuve pensando junto a Cheshire, él es bueno escuchando — murmuró, con su rostro levemente iluminado por el brillo de la pantalla de su móvil, pasando entre canciones, eligiendo la adecuada a su sentir — Te agrado, muy en el fondo, te doy menos repelús que los demás —

Pese a la ardua labor de Aiden por elegir Barbie girl de Aqua para ambientar su viaje, Nathaniel no tardó en bajarle el volumen a la canción, interesado en aquellos despropósitos del chico a su lado, admirando las calles a través de la ventana.

— Oh, ¿y cómo llegaste a esa conclusión?, ¿por un capricho? — Prácticamente se burlaba de él, por el tono socarrón de sus preguntas, mirando por instantes a Aiden desde el rabillo del ojo.

No había silencio, desde los altavoces resonaba la alegre melodía de la canción, el viento agitando los cimientos y la pequeña llovizna provocaban un ruido incesante, evidentemente molesto, porque la respuesta de Aiden tardaba en alcanzar sus oídos, alargando una sensación que no supo reconocer. Exasperación por aquellas pausas.

— Aceptaste verte conmigo, dijiste que fue por capricho, pero pudiste retractarte... En cambio, apareciste puntualmente a recogerme — zarandeó su dedo índice de lado a lado, sonriendo juguetón como si cumpliese una travesura.

Nathaniel estuvo por reírse en su cara. La luz del semáforo en rojo alumbró el vidrio, penetrando el interior del auto, aflorando un ambiente mucho más apesadumbrado, tenso. Era una guerra, ganaba el que lograra fastidiar primero al otro.

— ¿Realmente crees que soy sincero?, ¿que no tengo intenciones ocultas? — Su voz se había notado ronca, jactándose de la ingenuidad del contrario, renegó entre dientes.

— Menos diez puntos por mentiroso — resaltó con su dedo, deslizándolo por la pantalla para subirle el volumen a su canción — A Rose no le gustan las mentiras. A nadie le gustan las mentiras, excepto a los mentirosos — burlándose de él, con una sonrisa ladina y la mirada fija, se exaltó cuando la mano de Nathaniel se posó sobre su muñeca.

Notando la sacudida por el contacto, volvió a empujar — Quizá debería dejarte aquí tirado —

— ¡Las dos manos al volante! — pidió alejando su mano de aquel áspero tacto, anclando su mente a la letra de la siguiente canción, evitando pensar en las diferencias de sus tamaños... Nathaniel podía cubrir su muñeca completamente — ¿Abandonarme aquí? No gracias, moriría de un infarto, el solo roce de una hoja podría matarme del susto. Si muero por tu culpa, te perseguiré toda tu vida para vengarme —

— ¿Vas a jalarme las sábanas por las noches? — Inquirió al rodar los ojos — Que miedo — su voz no iba acorde a su mensaje, fue monótona, tan contradictoriamente divertida, considerando que desde los altavoces sonaba una canción de Pink, So what.

El viaje prosiguió sin mayores intercambios de palabras, principalmente porque Aiden se había agotado, pasó el resto del tiempo recostado en su asiento, tarareando las canciones que elegía, lamentando la falta de caramelos de sabor a limón medicinales, el ardor en su garganta solo se acrecentó, cada paso de saliva se sentía como una lija raspando su tracto.

Él fue el primero en bajar del auto, apenas Nathaniel apagó el motor, tras estacionarse en un espacio cercano a la puerta del restaurante. Un tanto apartado de la ciudad despierta en la noche, llena de bares y discotecas, los más embriagados solían recorrer las solitarias noches, alejándose de la vida de las luces y los vicios, para abordar algunas cadenas de restaurantes que operaban hasta dos horas antes de la llegada del sol.

Escondido tras la larga fila de locales, existiendo al límite de un gran campo rodeado de árboles, con su propio parqueo para consumidores, se alzaba una hamburguesería de aspecto rústico, de piedras de ladrillo sosteniendo los ventanales. Aiden casi cae al levantar mal el pie al subir por las escaleras, con una mano se sujetó con mayor fuerza del frío barandal, y con la otra se aferró a la espalda de Nathaniel, riendo del susto, la mayoría de sus sonidos fueron silenciados por la mascarilla.

— Mira por dónde pisas, no pienso llevarte de la mano... o cargado en brazos — Nathan le regañó, dándole solo un par de segundos para recuperar el equilibrio, percibiendo el peso del contrario sobre el suyo.

— Solo está resbaloso — Aidan murmuró al bajar el barbijo hasta su mentón, suspirando de alivio por no caerse, notando el vaho emerger desde sus palabras, creando particulares formas sin sentido. Soltó al chico, tirando con sus dedos sus algo pañosos lentes hacia atrás, por miedo a que continuaran deslizándose — Ya soy un niño grande, papá... No necesito que tomes mi mano — se burló, siguiendo el mismo camino de las pisadas de su acompañante.

El calor del interior terminó por ensuciar el cristal de sus redondos anteojos, Aiden solo pudo mofarse de su mala suerte, cargando sus lentes en la mano. La sonrisa fingida de una muchachita de sus edades les saludó tras la puerta, quien les guío a una de las mesas más recónditas del sitio, por petición del propio Aiden.

Todo su alrededor parecía estar bajo un filtro naranja, producto de las luces cayendo desde bombillas en el techo. Las mesas y las incrustaciones de madera en las paredes ayudaban a potenciar aquella sensación de cercanía, y felicidad. Reinando un ambiente de silencio y calidez, Aiden se permitió percibirse a sí mismo en los grandes espejos frontales, perdiéndose en algunas figuras que los consumidores hicieron en los pañosos vidrios, apenas pudo ver su rostro ligeramente sonrojado, viéndose obligado a ocultarse de nuevo tras la mascarilla.

— Estaré cerca, tomen su tiempo para ver el menú — Ofreció la muchacha, extendiendo la carta de la casa, con la sonrisa prácticamente tatuada en su rostro. Aiden no dudaba en que estaría contando los minutos para terminar su turno.

— Dos hamburguesas con doble carne y dos malteadas de chocolate, por favor — Nathan respondió al dejar su chaqueta sobre el banquillo pegado en la pared, antes de sentarse en el de al lado.

La chica, un tanto pasmada por la rapidez de Nathan, asintió atontada, buscando alguna confirmación en Aiden, quien batallaba por subirse a su propio banquillo, quejándose entre dientes por lo poco que pensaban en personas no exageradamente altas. La mirada café de Bianca, según decía el gafete de la pelinegra, llamó la atención de Aiden, apenas éste celebró acomodarse en su asiento.

— ¿Qué? ¡Oh! Sí, hamburguesas y malteadas estarían bien, Bianca. Gracias por atendernos — Él también rechazó darle alguna ojeada al menú del local. Aún aferrado a todas las capas de tela, el frío del exterior le perseguía, la medicina no le estaba ayudando, posiblemente como castigo por no cancelar y quedarse a descansar bajo la comodidad de sus colchas — Me sorprende que sepas decir "por favor". Mi concepto sobre ti ha cambiado... ¡Un cero punto cinco por ciento! —

— ¿Tu concepto sobre mí es que soy un bruto sin modales? — Cuestionó. Apoyó su barbilla sobre su puño cerrado, mirando desde arriba a Aiden.

Aiden, quien había olvidado sus lentes sobre la mesa, recostaba su propia mejilla sobre el filo del mueble, completamente encorvado, con un brazo estirado sobre llana superficie y el otro colgando entre sus piernas. Desde su posición el rostro de Nathan se notaba mucho más oscurecido, sus orbes irradian luz propia, un tono enigmático.

— Culpa a mi ignorancia. Solo conozco lo que eres según otras personas — su voz se notaba atrofiada por la posición de su cabeza, de semblante perezoso, simplemente mantenía el contacto visual con Nathan — Nunca he podido formar mi propio criterio —

— Si no me conoces — su expresión era de completo aburrimiento — ¿Cómo puedes decir que te gusto? —

— Tu cara — Aiden respondió sin titubeos, sentándose correctamente, poniéndose sus lentes — Me gusta tu apariencia física, como a todos los demás —

— Solo eres otro superficial, vaya sorpresa — Se encorvó, apoyándose sobre la mesa para acercarse a Aiden, sujetándole firmemente de la barbilla — ¿Si te doy un beso desaparecerías? —

Aiden no respiró, por miedo a inhalar las exhalaciones de Nathan, se quedó paralizado, ojeando sus labios entreabiertos, con el retumbar de sus palpitaciones en su garganta, olvidó el sonido de su propia voz al ahogarse en pensamientos, entró en pánico al notar el desliz de sus anteojos por su nariz. Su crush le observaba con tanto detenimiento, clavando una lúgubre mirada, juzgándolo.

— Tentador — susurró, consciente del sufrimiento por un enamoramiento unilateral, mortificándose por su propia decisión, prefirió dejar escurrir su oportunidad de las manos — pero debo rechazarlo. Soy un chico romántico, sueño con un primer beso mágico, no en medio de una hamburguesería visitada por borrachos, llámame iluso —

Nathan simplemente le soltó, dejándole a Aiden la opción de alejarse por su propia cuenta — Yo solo te llamaría un idiota e infantil. Los cuentos de hadas no existen, espero sepas que Santa Claus no existe —

— Auch — arrugó la nariz, sostuvo su pecho con su mano, negando decepcionado, espetó en tono de fingida aflicción — Espero seas consciente con tus palabras, vi Peter Pan, acabas de matar un hada —

— Infantil — Resopló al cruzarse de brazos. Nathan pensaba que esa conversación ni siquiera tenía sentido, por eso volvió a dirigir la conversación hacia donde quería — ¿Cómo es posible que seas amigo de Rosemary? —

— Yo tengo preguntas similares — Alardeó al reposar sus codos sobre la mesa, entrelazó los dedos y le miró por encima de sus lentes al bajar levemente la cabeza — ¿Por qué un chico con vasta experiencia en chicas, fue a pedirme ayuda? —

— Me rechazaron. Rosemary me mandó a la mierda por mujeriego — se encogió de hombros, sin darle suficiente énfasis a sus emociones. Simplemente contestó con sinceridad por puro impulso, lamentándolo en el mismo instante en que abrió su boca, porque la mirada de pena y las palmadas en su hombro de parte de Aiden, le dieron un tic en el ojo — Para, no hagas como que te compadeces de mí —

— Mi consejo de la noche: No seas mujeriego, espero haberte ayudado — Alzó su pulgar, orgulloso de su recomendación. Siendo que perdió el hilo de la plática por el aroma de las papas fritas revoloteando alrededor de Bianca — Te rechazaron, igual que a mí, pero no es tiempo de lamentos, esto podría ser el inicio de una bonita amistad, ya tenemos algo en común —

— Gracias — se dirigió a la chica, a la que ayudó, al tomar su plato desde sus manos, acomodándolo frente a él — ¿Nunca te tomas nada en serio? Lamento decírtelo, ser bufón ya no es un trabajo, llegas un par de siglos tarde —

— Y tú un gruñón que nunca se ríe — se defendió — El sentido del humor es importante, Nate — le señaló con una papa frita, cuya punta estaba embarrada de salsa de tomate — De cualquier forma, soy un alma caritativa y agradecida, según la opinión de un experto, es decir, yo — tomó su hamburguesa con sus manos asegurándose que ningún ingrediente se saliese — Rose debió tomar tu confesión como una broma, si juegas bien, podrías tener una oportunidad —

Aiden escuchó una risilla irónica, fresca y encantadora, aunque tristemente corta. Quizá no era la carcajada escandalosa que esperaba, pero sí era una pequeña curvatura de sus labios. Nathan había sonreído, escuetamente. Cargando una sensación de tranquilidad en el ambiente.

— ¿No que no ibas a ayudarme? —

Pese a estar embobado en esa mueca, con los labios temblorosos y la sensación del calor aumentando en sus mofletes, agradeció no acabar tartamudeando — Hoy estoy dadivoso —

Quizá su no cita no era tan mala... Si no fuese porque despertó al día siguiente en una habitación desconocida. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro