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ⅰ.Who understands parents?

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Capítulo uno| Quien entiende a los padres?

Ser una Hammond tenía sus ventajas, aunque también sus sombras. Mi bisabuelo fue el visionario detrás del primer parque jurásico, un proyecto que terminó en tragedia antes siquiera de abrir sus puertas al público. ¿Qué pasó con los dinosaurios? Fácil: los contactos de mi abuelo en esta generación decidieron resucitar la idea, construyendo un nuevo parque que, según ellos, ahora sí sería completamente seguro. Solo un ingenuo o alguien con tendencias suicidas les creería. Yo, por supuesto, no era una de esas personas. Un lugar lleno de dinosaurios solo podía significar una cosa: una muerte asegurada en cuestión de minutos.

Mis padres lo sabían, o al menos mi madre lo tenía muy claro. Ella había sobrevivido a ese horror cuando era apenas una niña. Al enterarse de los nuevos planes, intentó detenerlos, pero no logró mucho. Incluso llegaron a ofrecerle un recorrido exclusivo con pasajes VIP para ella y para nosotros. Por supuesto, se negó rotundamente, aunque mi padre parecía un poco más intrigado por la idea.

En cuanto a mí, preferí no opinar. De nada servía; mi voz nunca era escuchada en temas como este. Opté por mantenerme al margen, enfocándome en mis propios asuntos: hacerles la vida imposible a mis profesores y, por supuesto, aprobar mis estudios. Mi única preocupación real era pasar de año y no tener que repetir la preparatoria. Todo lo demás, incluidos los dinosaurios, podía esperar.

"O eso tu creías".

Cuando llegué de la escuela, me encontré a mis padres, sentados en el sofá terminando una conversación a lo que yo era completamente ajena. Oh, no, supongo que ya se enteraron de lo que le hice al laboratorio de química, pero no fue mi culpa, cómo iba a saber que mi volcán explotaría antes de tiempo, fui castiga injustamente.

"Hay que hacer un sindicato". 

—Sarah...

—¡Soy inocente, lo juro! —interrumpí a mi madre, acercándome a ellos con un suspiro—. Mi volcán reaccionó antes de tiempo, no quise explotar el laboratorio.

—¿¡Explotaste el laboratorio?! —Lex me miró con los ojos desorbitados mientras mi padre contenía la risa—. ¡No te rías, Michael!

Ok, ahora sí estoy en problemas. Sonreí nerviosa, retrocediendo un poco al sentir la mirada fulminante de mi madre sobre mí. Mi padre se recompuso rápidamente, aclaró su garganta y ajustó su traje.

—Sarah, estás castigada por una semana.

—¡Michael!.

—¿¡Pues cuántas semanas quieres que la castigue, mujer?!.

—¡Un castigo no es suficiente!.

—¡No voy a pegarle a mi hija!.

—¡Nadie está hablando de eso, Michael!.

Suspiré y me dejé caer en el borde del sillón, esperando a que terminaran de discutir. Normalmente lo hacían por mi culpa o por temas de trabajo, aunque la mayoría de las veces era lo segundo. Sin embargo, eso no evitaba que me sintiera culpable. No es que quisiera ser una mala hija a propósito, solo trataba de ganarme un poco de su atención.

Después de todo, nunca tenían tiempo para mí por estar siempre ocupados con el trabajo. Jamás pasamos una Navidad juntos, nunca celebramos el Año Nuevo. Todas esas festividades las pasaba sola en casa. Tampoco tenía amigos con quienes compartir esos momentos; algunos solo se acercaban por mi apellido o por quiénes eran mis padres.

—Tal vez debamos aceptar la invitación al parque.

—¡Lex!.

—¡Mamá!.

Ambos miramos a mi madre como si le hubiera crecido otra cabeza. La mujer que había pasado tanto tiempo tratando de evitar la apertura de ese parque, que había mantenido a nuestra familia alejada de él, nos estaba sugiriendo que aceptáramos la invitación. Al principio, pensé que sería mi padre quien hubiera lanzado esa idea descabellada.

—Genial, pasaremos las vacaciones en familia rodeados de horribles dinosaurios que probablemente nos devoren—solté, dejando caer mi cabeza en el puño de mi mano. Sin embargo, la idea de unas vacaciones familiares no sonaba tan mal, a pesar de todo.

Mi madre me observó durante unos segundos, tragó en seco y suspiró.

—No iremos nosotros, Sarah, solo tú.

Mi corazón dio un vuelco. ¿Solo yo? La idea de estar sola en un parque lleno de dinosaurios era, por un lado, emocionante, pero también aterradora.

—¿Qué quieres decir con "solo tú"?—pregunté, tratando de procesar la noticia.

—Tu padre y yo tenemos... compromisos—respondió, evitando mi mirada. Mi padre en cambio seguía en su estado de Shock sin poder dejar de mirarla

—¿Compromisos? ¿Cómo los que te han mantenido alejada de ese lugar durante años?—repliqué, sintiendo que la frustración se apoderaba de mí.

—Exactamente—dijo, firme—. Pero tú eres lo suficientemente mayor como para cuidarte por tu cuenta. Ve esto como un castigo por tus actitudes.

No les respondí. Simplemente me levanté y me dirigí a mi habitación, ignorando los llamados de mis padres. Una vez dentro, cerré la puerta y me dejé caer sobre la cama, abrazando mi almohada con fuerza. Vaya forma de deshacerse de mí: enviándome a un parque de dinosaurios mientras ellos asistían a todo tipo de fiestas y galas, apareciendo en los titulares de periódicos y revistas.

La almohada se empapó con mis lágrimas mientras pensaba en lo injusto que era todo. ¿Por qué tenía que ser siempre así? Ellos se sumergían en su mundo de glamour y yo quedaba relegada a un segundo plano, como si fuera un accesorio en sus vidas.

Miré por la ventana, observando cómo el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. La belleza del atardecer me hizo sentir un poco más tranquila, pero la tristeza seguía acechando en mi interior.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Lo primero que uno suele empacar para un viaje son los elementos esenciales, algo así como un kit de supervivencia. Yo, en cambio, lo primero que empaqué fueron mis libros. No eran demasiados, apenas unos diez o quince. La mayoría ya los había releído, pero algunos aún esperaban a ser abiertos por primera vez. No sabía cuánto tiempo estaría en aquel lugar, pero, sinceramente, prefería la idea de encerrarme en el hotel y sumergirme en esas páginas.

Mi madre irrumpió de repente en la habitación, cargando un montón de prendas de ropa. Fruncí el ceño al verla entrar.

—Según el clima de allá, hará demasiado calor —comentó mientras colocaba la ropa en una maleta aparte—. Tu hermana tenía algunas prendas que ya no le quedaban, así que te las regaló —añadió, soltando un suspiro.

Asentí sin decir nada y desvié la mirada. Me giré para seguir organizando mis libros. Mi mente, sin querer, se llenó de recuerdos de mi hermana mayor, Katherine. Ella se había mudado hace dos años para continuar sus estudios en Nueva Zelanda. Al principio hablábamos todos los días, pero con el tiempo se volvió distante. Ahora apenas me llamaba, y las visitas eran cada vez más escasas.

—Apresúrate o perderás el avión —dijo mi madre sin siquiera mirarme—. Y por favor, no empaques tantos libros —agregó antes de desaparecer por el pasillo.

Ignoré su consejo. Intenté cerrar mi maleta, pero parecía que tenía vida propia y se negaba a cooperar. Pasé diez minutos peleando con ella, incluso sentándome encima y dando pequeños saltos para forzarla. Solté un quejido frustrado cuando, en mi último intento, terminé cayendo de la cama.

Fue justo en ese momento cuando mi padre entró en mi habitación. Me miró incrédulo, con una mezcla de diversión y exasperación en el rostro.

—Ok, déjame ayudarte —dijo, extendiéndome una mano para levantarme primero.

Lo que siguió fueron otros diez minutos de esfuerzo conjunto. Ambos estábamos encima de la maleta, empujando, apretando y rogando en silencio que cerrara de una vez. Finalmente, logramos nuestra hazaña. Mi padre y yo suspiramos al unísono, triunfantes, y chocamos las manos como si hubiéramos conquistado una montaña.

—Recuérdame no comprarte más libros —dijo, con la respiración entrecortada mientras se ponía de pie.

—Lo intentaré, pero no prometo nada —respondí con una pequeña risa, bajando la maleta al suelo.

—¿Algo te frustra? —preguntó, cruzándose de brazos con curiosidad.

Suspiré y rodé los ojos antes de responder.

—Oh, ya sabes, lo típico... Lex Hammond, la mismísima directora, me está enviando a un parque lleno de dinosaurios donde, obviamente, algo saldrá mal. —El sarcasmo goteaba de cada palabra.

Mi padre soltó una carcajada, pero luego me miró con seriedad fingida.

—Bueno, en ese caso, no olvides correr en línea recta si algo te persigue. Nada de trucos de película, ¿entendido? —Me guiñó un ojo, y ambos reímos.

Con la maleta lista, bajamos al auto. Mientras mi madre repasaba una interminable lista de "cosas que debes recordar", y mi padre trataba de calmarla, yo me sumergí en mi mundo. El avión aún estaba lejos, pero mi mente ya estaba volando hacia el destino: un lugar lleno de promesas, incertidumbre y, quizás, aventuras inesperadas.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Cuando llegamos al aeropuerto, mamá no dejó de bombardearme con instrucciones, como si fuera la primera vez que salía de casa.

—Recuerda llamarme cada diez minutos —insistió por enésima vez, ajustándome la chaqueta que llevaba puesta—. Y si pasa algo, lo que sea, usa el celular. Para eso lo tienes.

Asentí mecánicamente, repitiendo el guion sin prestar demasiada atención. Ya conocía cada palabra de memoria, pero para ella era como si de mi supervivencia dependiera asegurarse de que lo escuchara otra vez.

Mientras mi mamá seguía hablando, me acerqué al maletero del auto y empecé a sacar mi equipaje.

—Te lo digo en serio, Sarah. No te distraigas con nada. Mantente siempre alerta. Ese lugar es... bueno, ya sabes. —Su tono cambió a uno más nervioso, como si hubiera algo que prefería no decir en voz alta.

—Lo sé, mamá —respondí con un suspiro, intentando cortar la conversación sin sonar grosera.

Levanté la mirada hacia el asiento del conductor y vi a papá, observándome con una sonrisa tranquila. Me hizo un gesto con la mano, como queriendo decir que todo estaría bien. Me acerqué a su puerta para despedirme.

—Cualquier cosa, ya sabes cómo encontrarme —dijo mientras me daba un abrazo rápido, seguido de una guiñada cómplice—. Y, por favor, no olvides disfrutar.

Asentí con una sonrisa forzada, aunque en mi cabeza seguía preguntándome qué significaba realmente "disfrutar" en un lugar como el que me esperaba.

Mamá, fiel a su estilo, me dio un último abrazo apretado antes de dejarme ir. Me quedé allí, quieta por un momento, sintiendo ese nudo familiar en el estómago que siempre aparece antes de un viaje importante. Finalmente, levanté mi maleta, les dediqué una última mirada a ambos y caminé hacia la entrada del aeropuerto.

—¡No te olvides de llamar! —gritó mamá desde el auto, mientras su voz se perdía en la distancia.

Al entrar al vestíbulo, mis pasos se detuvieron al ver el enorme cartel publicitario que dominaba la sala. "Jurassic World", decía en letras gigantes y brillantes, acompañado de imágenes que mostraban criaturas colosales vagando por paisajes paradisíacos.

Mi bisabuelo había soñado con crear ese lugar... un mundo donde los dinosaurios convivieran con los humanos, un parque que parecía extraído de la ciencia ficción. Pero ya sabemos cómo terminó la última vez. Decenas de advertencias ignoradas, vidas perdidas y un legado manchado por la tragedia.

¿De verdad iba a ser diferente esta vez?

Suspiré, sintiendo una mezcla de nerviosismo y resignación, mientras avanzaba hacia el mostrador de facturación. Una parte de mí quería confiar en que todo estaría bajo control, pero otra, la más sensata, no podía evitar imaginar el caos que probablemente me esperaba.

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Editado.

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