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Capítulo 30 ✔️ [Corregido]

¡El miedo no es una buena excusa!
¡Tener miedo es la excusa que todos usan!

-No recuerdo que libro es, jajaja.


Ha pasado ya poco más de una semana y durante todo ese tiempo solo he dormido sin Ian, dos días, de resto hemos pasado la semana juntos y bueno, ya mi closet tiene una sección para la ropa de él. En mi baño tiene su cepillo dental y desodorante, tanto como un perfume de él.

¿Qué si me siento rara? Sí, no hay porque mentir, pero tampoco me siento incómoda.

Es solo que nunca pensé pasar tanto tiempo conviviendo con alguien sin dejar claro que somos realmente, ese es otro tema que ronda mi cabeza.

Lo de nosotros se basa en besos, caricias, sexo y —aunque no quiera admitirlo— también nos preocupamos el uno por el otro, siempre nos estamos preguntando sobre nuestro día.

Ian está tomándose muy enserio el hacerme sentir cómoda, porque cada noche cenamos algo especial, cuando no es que comemos en la calle, entonces entre los dos hacemos la cena y siempre me acaricia el cabello o me da ricos masajes, ni hablar los masajes que le da a mi clítoris con su lengua... Eso es tema aparte.

Por otro lado, he estado tan ensimismada con Ian, que por poco me olvido de mis mujeres favoritas, pero no es como que ellas estén muy libres últimamente, no me han querido contar con exactitud qué relación tienen con esos señores, pero casi siempre cuando les escribo, o están con ellos o se están arreglando para salir con ellos, así qué..., no sé qué pensar tampoco de eso.

Pero he decidido hoy preguntarle a Ian, qué es lo que somos, porque claramente somos algo, solo que aún no lo definimos.

Le he dejado un mensaje de texto diciendo que me adelantaré a mi piso y que lo espero allá. Hoy Maximus no sé qué mosca le ha picado, pero me ha dado la tarde libre y paga. A eso no me podía negar, así que ahora me encuentro en mi pequeño cuatro por cuatro, con un tazón lleno de Doritos y papas fritas, con mis pies sumergidos en agua tibia.

He decidido atenderme hoy, ya me depilé completamente —que ya me tocaba— y ahora me tocan las uñas. No soy muy buena a la hora de pintarlas, pero sí limpiándolas.

Me coloco un tono nude en las uñas de los pies y en la del dedito gordo, le coloco unas perlitas muy lindas que le quité a una tanga vieja que ya no uso.

¿Qué? No juzguéis, hay que usar lo que está al alcance.

Luego siguen la de las manos, pero unos golpes en la puerta me interrumpen. Quito el tazón de mis piernas y me levanto con sumo cuidado para no dañarme el pedicure.

Apenas abro, Ian entra y ríe al verme, bueno, olvidé contarles que tengo una mascarilla negra en el rostro y dos colitas en el cabello, porque fue lo único que logré que me lo sostuviera lejos de la cara. Lo ignoro y cierro la puerta para volver a lo mío, agarro un puño de Doritos y me los meto a la boca sin ningún tipo de cuidado.

Limpio mi mano con la franela de Ian, que conseguí al lado de la cama —debo admitir que me gusta vestirme con su ropa, es super cómoda. Y a él parece también gustarle verme con ella porque la deja por todos lados—.

Termino la mano izquierda con éxito, el problema empieza cuando me toca hacerme la mano derecha, no soy zurda. Intento pegar las perlitas en una parte, pero me tiembla el pulso y termino colocándolas en otro lado. Gruño molesta.

—¿Necesitas ayuda? —Ian sale de la habitación, vistiendo ya un short deportivo y una sudadera a juego, todo de Italia. Lo miro con ojos de borrego y le enseño mis uñas. Entiende y me toma la mano, le muestro la otra mano y comienza a acomodar las perlitas.

Cuando se da cuenta de dónde estoy obteniendo las perlitas, para de hacer lo que está haciendo para reírse a carcajada limpia

—Definitivamente no dejas de sorprenderme —asegura. Ruedo los ojos y termina el trabajo por mí. Miro mis manos y pies, se ven tan lindos y delicados que comienzo a tomarme fotos.

Lo sé, soy exagerada. Ian en todo el rato no deja de sonreír.

—Iré a quitarme esto de la cara y después comemos algo para ver Lucifer —le aviso.

Resulta que he logrado contagiarle a Ian, mi amor por esa serie y ahora nos encanta verla juntos. Aún no sé cuando preguntarle, creo que será mejor cuando estemos comiendo.

Me lavo la cara y cuando vuelvo a la sala, encuentro ya la mesa servida. No es que se requiera mucho para servir pizza, solo ya están las cajas de pizza abiertas y los vasos ya servidos con la Coca-Cola.

Sí, ya sé, tengo que dejar de tomar Coca-Cola, para vivir más tiempo, pero ¡bah!, viviré lo que tenga que vivir y no tendré que dejar la Coca-Cola. Comenzamos a comer y aún no sé cuándo sacar a relucir el tema.

—Quería hablarte de algo. —Llego el momento y no, no fui yo la que dijo eso. Ian me mira esperando una reacción de mi parte, por lo que solo le doy otro mordisco a mi pizza y asiento con la cabeza para que continúe.

»—Ya tenemos diez días prácticamente viviendo juntos, no sé si eso aún se usa, pero si somos novios, ¿cierto? —No sé porque me da por reírme, culpo a los nervios, pero es que es la primera vez que me dicen algo así, esto es lo más cerca que he vivido a pedirme ser novia de alguien.

Cuando termino de reírme, Ian me mira confuso. Ha de pensar que estoy loca.

—Lo siento, es solo que es la primera vez que me piden ser novia de alguien, o bueno, algo así —explico nerviosa. ¿Por qué estoy nerviosa? No tengo idea, pero todo es tan raro, que aún no sé si me encuentro durmiendo o realmente esto está sucediendo. Ian asiente y sé que espera una respuesta de mi parte.

»—En realidad yo también quería preguntarte que éramos, pero sí, supongo que somos novios, aunque tú no me has pedido nada aún —comento divertida.

—¿De verdad me harás pedírtelo? —inquiere. Asiento mordiendo mi labio para no reír. Ian suspira con pesadez y saca de su bolsillo una cajita. Enseguida me asusto.

¡Ay, no!, solo bromeaba. No quiero que me pida matrimonio. No estoy lista, no nos conocemos y no, ya estoy enloqueciendo.

—¿Quieres ser mi novia? —El alma me vuelve al cuerpo cuando veo una linda pulsera dorada con un corazón y mi nombre dentro de este. Le digo que sí, e Ian me coloca la pulsera con mucha delicadeza.

Creo que es la primera vez que hace eso, porque se cerciora hasta el último detalle para verificar si queda bien.

—¿Crees que sea hora de quitarte eso? —cuestiona mientras señala mi cuello. Mis manos se dirigen hasta la cadena que Marcus me regaló. Suspiro.

No sé porqué aún no me la quito. Supongo que me acostumbré a llevarla siempre conmigo. Ian más bien aguantó mucho. Asiento a la pregunta de Ian y llevo mis manos al broche detrás de mi cuello, lo suelto y tomó la cadena entre mis manos.

—Iré a guardarla —le informo.

El recorrido a mi habitación lo siento diferente. Siento que al quitarme la cadena estoy dejando a Marcus por completo en mi pasado. Es eso lo que quiero, supongo, pero no deja de sentirse algo raro en mi cuerpo.

La guardó en la gaveta de mi ropa interior junto al conjunto que me regaló mi abuela y que solo he usado con Marcus. No he podido usarlo más. Ni siquiera por separado.

Suspiro, cerrando de nuevo la gaveta.

—¿Estás bien? —pregunta Ian desde la puerta. Retiro la mano de mi cuello donde no sabía que estaba y asiento—. Te compraré otra. Una en la que solo tu nombre resalte, porque no necesitas mi inicial para saber que ahora estás conmigo —susurra en mi oído mientras que me envuelve en un abrazo desde atrás. Sonrío, o al menos lo intento.

Corregido: 12/04/21

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