CAPÍTULO VEINTE: Parents
«...Mi padre me puso un arma en la cabeza. Dijo: si besas a un chico te mataré a tiros. Así que lo ate con cinta y lo encerré en el cobertizo. Luego salí al jardín y me cogí a mi mejor amigo, por qué... Mis grandes esperanzas están bajando, porqué esta gente es tan vieja. La forma en que piensan sobre todo, si lo intentara, jamás lo entendería. Mis grandes esperanzas están bajando, pero se qué nunca estaré solo. Está bien, sobreviviremos. Por qué los padres no siempre tienen la razón.»
(Yungblud, Parents, 2019, 0m19s)
Yoongi no solía ducharse por las mañanas. Normalmente tomaba un baño cuando caía la noche, por lo general, unos minutos antes de que NamJoon llegará a cenar. Le gustaba recibirlo limpio y fresco por si la ocasión lo ameritaba. Sin embargo, durante varios días, de hecho semanas, él y NamJoon no habían tenido ninguna clase de contacto íntimo así que ya no lo veía necesario.
Aquel día era lunes dos de julio, usualmente a YoonGi le daban igual las fechas, pero ese día en particular era importante. Era la semana en que debía inscribirse de nuevo en la escuela. Ese fue el motivo por el cual estaba mirándose al espejo mientras se peinaba.
La semana pasada había sido TaeHyung quien, con insistencia, lo había llevado al centro comercial y obligado a hacerse un nuevo corte de cabello. Yoongi observó detenidamente la maraña sobre su cabeza. Con el cepillo lo separó en dos partes, haciendo que su flequillo dejará un pequeño espacio por donde se podía observar su frente y parte de sus cejas. Debajo de esa suave melena, se asomaba parte de su nuca y sus orejas, permitiendo ver la porción de pelo que había sido rapada a sugerencia del estilista.
Tuvo que admitir que le gustaba lo que había en aquel reflejo suyo. No lucía nada mal.
Cuando estaba por terminar de vestirse, el timbre del apartamento le avisó la presencia de alguien fuera de la puerta. Se apresuró a abrir la puerta y permitir el paso al joven enfermero Kim. El pobre hombre aún se negaba a entrar al lugar por su propia cuenta, parecía que jamás sería capaz de superar aquel pequeño trauma. A YoonGi le divertía bastante aquella situación.
Kim enfermero le hizo una pequeña reverencia con la cabeza, se quitó los zapatos y se metió directo hasta llegar a la cocina. YoonGi lo siguió y mientras él iba directo a la nevera, el otro tomó asiento frente a la mesa.
— ¿Tienes todo listo? —preguntó Kim Taehyung.
— Eso creo —respondió—. Los papeles están allí, si quieres puedes revisarlos.
El enfermero le tomó la palabra, dejó una bolsa blanca de papel encima de la mesa y se hizo de la carpeta de cartón que había a un lado. YoonGi lo observó ojear el contenido mientras él se servía un poco de kimchi y calentaba un plato de arroz con carne en el microondas.
— Parece en orden —declaró al fin el joven castaño, agregando después: — ¿Llenaste la solicitud en digital?
— También lo hice.
YoonGi se sirvió un vaso de agua y le pasó una botella de jugo frío a TaeHyung, este le agradeció y al instante comenzó a beber, dando pequeños y pausados sorbos. YoonGi le sonrió suavemente para después ir hasta la encimera y traer consigo el organizador con todas sus píldoras.
Tomó la pila que correspondía a la primera semana, «월요일» wolyoil, lunes. Abrió la tapa con la etiqueta «내일» neil, mañana, y vertió el contenido sobre la mesa. Píldora naranja, pastilla blanca y pastilla azul. Tragó la primera, y se metió una cuchara de arroz a la boca, mastico, hizo una pausa y tomó la siguiente, repitió, tragar, comer, masticar, una última vez, tragar, comer, masticar. Alzó la mirada hacia TaeHyung, no parecía incomodarle la situación.
«Es enfermero» pensó YoonGi, después de todo ya estaba acostumbrado a ver a las personas tomar medicamento tras medicamento, ese era su trabajo.
— Te ves bien —comentó el enfermero después de darle otro sorbo a su jugo.
YoonGi no supo si lo decía por su forma de estar arreglado o si era por su aspecto en general, como si le estuviera diciendo de alguna forma que estaba sano, tratando de engañarlo. No dijo nada al respecto, en lugar de ello señaló con la barbilla la bolsa blanca de papel.
—¿Qué es eso? —pregunto, curioso.
TaeHyung tomó la bolsa mientras un animado y ya largo Guksu, se le trepaba al regazo. El enfermero sonrió y lo acaricio, después sacó una caja de la bolsa, extendiéndosela de inmediato a YoonGi. Este la tomó. Era la caja de un teléfono celular.
«SAMSUNG Galaxy J7 Pro»
Se leía en la caja y antes de que pudiera cuestionar absolutamente nada, TaeHyung dijo:
— NamJoon insistió y yo creo que también necesitas uno. Ahora podré molestarte por Kakaotalk.
— Solo hablaría con ustedes dos y eso ya lo hago aquí en casa.
— Pero cuando estés en clases necesitarás comunicarte con tus compañeros para las tareas y esas cosas —agregó mientras le rascaba el cuello al gato naranja—. Además necesitas dejar un número personal en la solicitud de admisión.
— Planeaba poner el número de NamJoon.
— Pues ahora no lo necesitas.
YoonGi se quedó mirando al móvil en la mano, era la cosa más cara de la que hubiera sido dueño jamás, la única cosa que alguna vez obtuvo con un valor casi cercano fueron unos miserables cien gramos de cocaína, de los cuales, la mitad le pertenecían a HoSeok. Entonces le vino un recuerdo casi tan vivido que hizo que la garganta se le secara. De inmediato dejó la caja sobre la mesa y escondió las manos entre sus piernas, nervioso.
El joven enfermero debió notar el repentino cambio de su semblante pues rió nervioso y tomó la caja, la abrió y le mostró el contenido, al tiempo que encendía el móvil. Mientras se obligaba a terminar su comida, el joven castaño se entretuvo programando y descargando todo para que YoonGi no tuviera que hacerlo. Después de unos minutos su móvil ya estaba listo para usarse y en su chat había ya dos números registrados y un mensaje nuevo.
«Hola»
YoonGi abrió el mensaje y después el perfil del remitente. Había una foto de un perro blanco de origami y debajo el nombre de Kim NamJoon. Reconoció aquella figura como la misma que estaba en el escritorio de su oficina, una de las más complicadas consideraba él. Siempre pensó que esa figura se parecía a aquel perro en las fotos viejas de ese álbum olvidado en la estantería de la sala.
«Hola, Kim doctor»
Respondió a secas. Segundos después recibió un emoticono de un perro café que lucía sorprendido mientras levantaba el pulgar con evidente ánimo. No se esforzó en reprimir la enorme sonrisa que eso le provocó mientras un nuevo mensaje aparecía.
«Mucha suerte, Min YoonGi»
— Ves que si lo necesitabas —dijo TaeHyung sonriendo mientras lo miraba.
— Cállate —respondió, fingiendo que no estaba sonrojado hasta las orejas.
...
El monitor frente a él mostraba los análisis de una biopsia de tejido y las tomografías abdominales de uno de sus muchos pacientes. NamJoon estudiaba con detenimiento cada uno de los detalles de la imagen a escala de grises. Este caso era particularmente importante, era un hombre de mediana edad con un tumor que se había extendido entre el pulmón derecho y el hígado, rodeando una importante ramificación sanguínea. NamJoon aún no era jefe de cirugía sin embargo sí que le correspondía proponer un plan de intervención que debía presentar esa misma tarde junto a sus otros dos compañeros de cirugía, entre ellos Ahn HyeJin. Tal vez si procedían con una intervención en dos cirugías separadas...
Las ideas de NamJoon fueron interrumpidas cuando alguien llamó a la puerta, la asistente médica del área de cirugía abrió y se asomó la mitad de su delgado cuerpo desde el pasillo, ofreciéndole una reverencia de cuarenta y cinco grados.
— Disculpe la interrupción — comenzó diciendo esta—. El médico Kim ChanSung me pidió que lo anunciara, ¿Le hago pasar?
NamJoon frunció el ceño, confundido. ¿Qué hacía su padre justo allí en ese momento? Los vellos detrás de su nuca se erizaron. No era un buen presentimiento. En silencio asintió y la mujer se retiro de inmediato, un par de segundos después apareció su padre, cerrando la puerta tras de sí antes de caminar hacia el escritorio. NamJoon de inmediato se levantó y se inclinó sobre su propia cintura, saludando respetuosamente a ese hombre que le miraba con ojos pequeños y agudos. Algo está mal, dijo para sus adentros. Un escalofrío le recorrió la espalda, sin embargo, no perdió la compostura y en cambio ofreció una sonrisa mientras le pedía que tomara asiento. El hombre obedeció.
— Es una sorpresa verte por aquí, 아버지 (abeoji, padre) —dijo.
— De pronto tuve ganas de pasar por el hospital, quería saber si algo había cambiado en este año desde mi jubilación.
— Por supuesto sigue igual.
— Exactamente igual —respondió su padre con una corta y grave risa.
NamJoon se forzó a sonreírle de vuelta. De pronto el aire se volvió tan denso que sintió que no podía respirar. Rara vez se encontraba a solas con su padre y no iba a mentir al decir que tenerlo ahí, sin previo aviso, escrutando su vida sin ningún disimulo, lo ponía bastante ansioso. Algo está mal, pensó nuevamente. Para romper con la tensión, le contó a su padre sobre el caso que estaba estudiando. El hombre se mostró entusiasmado y revisó con él las imágenes computarizadas. No fue necesario mucho tiempo para que su padre, al final, dijera exactamente la misma idea que había tenido en mente desde hacía ya rato. NamJoon asintió.
— Vamos a almorzar—dijo su padre de pronto.
No era una invitación y tampoco era una pregunta. Era una orden y NamJoon con los hombros tensos, obedeció, no sin advertirle, de modo casi sumiso, que tendría que volver en una hora. Kim ChanSung le dijo que no se preocupara, prometiendo que lo dejaría mucho antes de eso.
La cafetería del hospital estaba en el segundo piso del edificio norte y abarcaba absolutamente todo el nivel. Había mesas de todos tipos, con sillas en la zona del centro y con sillones en el área circundante, pegadas a la pared. Su padre apuntó a una mesa en la esquina, justo junto a la ventana. La mesa de siempre, la preferida de su padre cuando aún trabajaba allí. Mientras se formaban en la fila de la barra se encontraron con viejos estudiantes de su padre, la mayoría se acercó para ofrecerle una reverencia y un saludo lleno de adulación. El estómago de NamJoon se revolvió, sintiendo no más que repulsión por todos ellos.
Fue allí que, a los lejos, en una mesa apartada, encontró los ojos de Ahn HyeJin mirando en su dirección. Sin embargo, a ella no parecía importarle la eminente presencia del reconocido médico Kim ChanSung. Ella lo miraba a él y detrás de sus labios se escondía una muy pequeña sonrisa. NamJoon se limitó a saludarla inclinando la cabeza, ella le respondió con el mismo gesto. Por algún motivo aquel pequeño intercambio de miradas, le habían tranquilizado.
Ya con las bandejas servidas ambos tomaron asiento en la mesa que su padre había elegido. Al principio no dijeron absolutamente nada y NamJoon habría preferido continuar en silencio, no obstante esas no eran las intenciones de su padre y muy pronto el viejo médico dejó entrever el verdadero motivo por él cual estaba allí.
— Nos hemos encontrado con Kim SeokJin en la iglesia —dijo su padre, tomando una cuchara de sopa—. Tú también deberías ir a misa de vez en cuando, dejas una mala impresión en la comunidad.
La mención de aquel nombre provocó una rigidez inusual en su pecho y NamJoon tuvo que recordarse como respirar.
— Sabes que estoy ocupado padre, tu mejor que nadie debería entenderlo.
— Lo sé y sabes que nunca te he presionado con ello, sin embargo una o dos veces por mes dudo que sea demasiada dificultad para ti. Mira a Kim SeokJin, es un oficial bastante ocupado, jefe de familia y aún así se da el tiempo de ser un buen catolico y cuidar de sus hijos.
«Park YooJeong es quien cuida a sus hijos, el no hace una mierda» respondió en el silencio de su mente, limitándose a asentir tal cual niño regañado.
— Ahora que tienes una plaza fija en el hospital definitivamente deberías concentrarte en empezar una familia —reprendió el hombre, metiendose una cucharada bien grande de arroz al hablar—. ¿Qué sucedió con la señorita Moon ByulYi? ¿También la has ahuyentado?
— No he ahuyentado a nadie, simplemente tenemos intereses distintos y no tengo tiempo para hacerme cargo de una familia en este momento —repuso con cierta firmeza— Formar una familia puede esperar.
— No, no puede esperar.
NamJoon estaba harto de darle vueltas al mismo tema una y otra vez, siempre esquivando, fingiendo que quería ser algo que él no deseaba en ese momento ni en un futuro cercano.
—Tal vez ustedes no puedan esperar —respondió sin pensar mucho—, pero yo sí, no me quiero casar ahora, tengo muchas otras cosas de las cuales ocuparme antes.
El hombre se encuadro de hombros y lo miró fijamente, ambos habían dejado los cubiertos a un lado de la mesa. Su padre apretó la mandíbula.
— ¿Cosas como mantener a un maldito homosexual bajo tu techo?
Aquellas palabras abrieron un agujero en su estómago mientras su corazón se aceleraba y sus manos comenzaban a sudar. Sus opciones eran limitadas en ese instante. Podía guardar silencio o simplemente negar aquella acusación que había lanzado su padre escondida entre líneas. De igual forma, el resultado sería el mismo, así que NamJoon apretó los puños y se obligó a tragar la saliva espesa y gruesa de su boca, apartando la mirada apenas un segundo.
— Ayudar a un amigo no es ningún pecado. ¿Estás de acuerdo, padre?
— Esa basura no puede ser tu amigo.
— ¿Quién ha decidido eso? ¿Tu o Kim SeokJin?
— Kim SeokJin es tu amigo y está velando por tus intereses. Debes echar a ese bastardo a la calle. No tienes idea de la maldita mierda que tienes viviendo contigo.
— ¿Qué te hace creer que lo conoces mejor de lo que yo lo conozco? ¿Un expediente a medias que Kim SeokJin obtuvo sin sustento legal? ¿Acaso un par de hojas te han contado lo suficiente de Min YoonGi?
— Sé lo que debe saberse y por tu bien vas a deshacerte de ese maldito bastardo. ¿Tienes idea de lo que dirá la gente cuando sepan que tienes a un hombre viviendo contigo?
— ¿Te preocupa lo que dirán de mí o lo que dirán del hijo de Kim ChanSung?
Su padre frunció los labios antes de extender la mano y apretar con fuerza su muñeca.
— Te estoy dando una orden —gruñó su padre mientras las arrugas de su rostro se acentuaban más.
Esa expresión, años atrás, le habría aterrado a NamJoon, pero ese día, por primera vez, le pareció un rostro despreciable. Desvió la mirada hacia el interior de la cafetería y encontró varios ojos curiosos en su dirección. ¿Habían escuchado su conversación? NamJoon no tenía la más mínima idea pero hubo algo que sí supo al instante: nunca más le tendría miedo a ese hombre.
— No soy un niño y no vas a controlar mi vida a tu antojo —respondió con determinación, quitando su mano con fuerza mientras se levantaba—. Y voy a vivir y tener los amigos que me plazca tener, aún si eso te molesta.
NamJoon abandonó aquel sitio con un millar de ojos observando, con los hombros rectos y la cabeza apuntando hacía el frente.
...
Min YoonGi se detuvo al pie de la acera, justo al lado del semáforo para peatones. Observó la luz roja y después dirigió su atención al frente. Del otro lado de la calle, se levantaba un enrejillado de color negro, el cual delimitaba una extensa área verde con árboles y arbustos. Despues, más allá, al final de un camino de cemento y adoquines, se divisaba un complejo de tres grandes edificios blancos con ventanas altas de cristal azul y pequeños detalles verdes de un lado y salpicaduras de color naranja por el otro.
Los autos se detuvieron y la luz peatonal cambió a verde. YoonGi emprendió su marcha cargando una mochila nueva al hombro. El sol acarició su piel pálida y aunque aún no pasaban de las 11 de la mañana, el aire cálido de verano hizo que pequeñas perlas de sudor se formarán debajo de su flequillo.
Pasando la reja, se encontró con decenas de chicos, chicas, mujeres y hombres, yendo en ambas direcciones. Algunos iban en grupos, otros caminaban en soledad. A lo largo del camino había bancos de madera donde personas descansaban o estudiaban, y más allá, junto a los árboles, había mesas de cemento, también, algunas ocupadas y otras vacías.
Al llegar al pie del edificio número dos, tal como el formato impreso de su solicitud indicaba, se encontró con una pequeña multitud de personas, todas con documentos en mano. YoonGi los observó a casi todos, había personas jóvenes que sin dudas rondaban los veintes, justo como él, y estaban otros que lucían mucho mayores, incluso estuvo seguro de ver a un par de mujeres que pasaban de los cincuentas.
Gente entraba y salía por las puertas altas y anchas del edificio, sin embargo ellos esperaban. Tomó el móvil y verificó la hora, eran las doce en punto. Justo a tiempo, apareció un grupo de siete u ocho personas, vistiendo un chaleco negro donde se leia el nombre de la universidad y la leyenda Staff.
Jóvenes y grandes les dieron la bienvenida y les proporcionaron instrucciones para ingresar al edificio. De forma ordenada y en fila, siguiendo los carteles, ya dentro del edificio, llegaron hasta las puertas donde se leía la palabra Auditorio Principal. En el interior, otro grupo de jóvenes les saludaron con una gran sonrisa en el rostro. Al fondo, había una mesa larga con lo que parecían ser varios académicos esperando su llegada.
Allí, les dieron instrucciones de sentarse en orden alfabético, por apellidos, en tres bloques. En las butacas a la izquierda, de adelante hacia atrás, ㄱ, ㄴ, ㄷ y ㄹ (giyeok, nieun, digeut y rieul). En el centro, de nuevo, de adelante hacia atrás, ㅁ, ㅂ, ㅅ y ㅇ (mieum, beiup, siot y ieung).
«Min YoonGi (민윤기)», por sus iniciales, debía ir hasta los asientos del centro al frente y eso hizo.
Finalmente, a la derecha, ㅈ, ㅊ, ㅋ, ㅌ, ㅍ y ㅎ (jieut, chieut, kieuk, tieut, pieup y hieut).
Ya sentados hubo muchas más instrucciones, tantas que, por un segundo, YoonGi estuvo seguro que, inevitablemente, la iba a cagar. No obstante no fue así porque el staff se encargo de resolver cada duda que surgía, y aunque YoonGi jamás fue capaz de alzar la mano y preguntar, si que prestaba atención cuando alguien más preguntaba y escuchaba desde lo lejos lo que debía hacer.
Ordenó los documentos de su solicitud, llenó las hojas que le dieron y preparó su tarjeta de identificación. Se quedó mirando la foto en aquella tarjeta plástica manchada y desgastada. Habían pasado cuatro años desde que se había tomado aquella imagen. Se suponía que cuando cumpliera la mayoría de edad las cosas iban a mejorar, sin embargo las cosas no resultaron como él había esperado. Porque, aunque ya podía trabajar, nunca lograba mantener ningún empleo. La adicción a la cocaína solo fue empeorando más y más a lo largo de esos cinco años.
Siguió mirando su vieja foto. Intento recordar su reflejo de por la mañana y pudo notar que no había cambiado mucho, tal vez, sólo había un par de kilos de diferencia. No, no solamente eso había cambiado. En la foto podía verse el cuello de una vieja playera azul, por aquellos días, esa había sido una de sus mejores prendas, una que había adquirido en el mercado de pulgas.
Sin embargo, ahí, en ese momento, llevaba puesta una camisa completamente nueva, comprada directamente de una tienda departamental. Ahora la ropa era enteramente de su talla y de su gusto. Prendas que habían provocado una sonrisa tenue en el rostro de NamJoon cuando lo vio salir del probador semanas atrás.
Antes de sumirse más en sus pensamientos, una voz de mujer pronunció el nombre de alguien, fue en ese momento que un pequeño destello se asomó por el rabillo de su ojo derecho y le hizo alzar el rostro. YoonGi se encontró con una imagen muy peculiar, tanto que frunció el entrecejo. Siguió con los ojos el firme caminar de aquel joven, vestido con una playera negra entallada, unos vaqueros ajustados de un color azul claro y unas botas negras. En absoluto, fue eso lo que llamó su atención en primer lugar, no, la ropa no era lo llamativo, sino lo era el resto de su cuerpo, en específico la fracción que correspondía a su brazo derecho.
YoonGi no fue el único que se le quedó mirando, por supuesto la mayoría se había percatado de todos esos tatuajes, después de todo, eran tantos que resultaba imposible ignorarlos. Y como si eso no fuera suficiente, pensó YoonGi, el chico llevaba un piercing en el labio inferior. En su vida solo había conocido un par de tipos con ese aspecto y no habían sido precisamente buenas personas con él. Pero ese chico no tenía pintas de ser un mafioso, su mirada brillante y esos enormes dientes detrás de aquella sonrisa daban fe inequívoca de ello.
Lo vio inclinarse y presentar sus papeles a uno de los académicos, y este último, aunque lo observó de pies a cabezas, no lo rechazó. Todo lo contrario, le sonrió amablemente y le dio la bienvenida mientras le pedía que tomara asiento.
La voz de la mujer mencionó a otras dos personas de la izquierda y finalmente a otras dos del centro. El nombre Min YoonGi resonó igual de fuerte entre las cuatro paredes de aquella gran sala. Se levantó y caminó directamente a la mesa. Y, curiosamente, quedó sentado al lado del chico tatuado, lo suficientemente cerca para escuchar que, Jeon JungKook, era su nombre.
🌸✨ Recuerden siempre prestar atención a cada pequeño detalle. ✨🌸
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