Capítulo 13
Vivos.
Un segundo más y no lo estaríamos.
Jamás me había aferrado tanto a mi vida como este día.
KJ se queda junto a mí, evito ver mi pierna, KJ no hace lo mismo. Él se lleva constantemente las manos a la cabeza cada que ve mi herida. No decimos nada. Nadie dice nada. Todos estamos oficialmente vivos desde hace quince minutos.
Samir me agradece con un asentimiento, ya Lu-Huan tiene la cabeza vendada. Los que quedaban por despertar, ya están despiertos, están vivos. Y aunque ninguno dice nada, se ven consternados y también... Aliviados.
No hay rastro de piel limpia en mi cuerpo.
Tomo respiraciones profundas. Estoy segura de que no pierdo la consciencia porque hay exceso de adrenalina en mi sistema. Mi cuerpo todavía hormiguea, pero me enfoco en mantener la calma.
–Lo hiciste bien–me dije KJ. Acaricia mi cabello–. Ahora mantente alerta hasta que lleguemos para que puedan sacarte esa cosa. No queremos que tengas también uno de estos–me muestra su brazo metálico–. Gracias, Eleonora...
–Esto no es gratis–intento bromear, pero si todo mi cuerpo pudiese gritar, cada poro lo estaría haciendo–. ¿Dónde están Boris y Ulrich?
–No sabemos nada de Ulrich. Le dieron el mando a Boris de un equipo pequeño para combatir. Puede que lo asciendan a estratega.
Mi corazón además de angustiarse por Ulrich, duele. Boris se iría del A2210 como integrante.
–Si vivimos lo suficiente, quizás tú también llegues a estratega.
–Aquí ninguno se va–dice Oliv desde el volante, ya estamos por llegar al punto de encuentro, el sol empieza a salir–. Todos nos quedamos en el mismo equipo.
–Faltó alguien... –escucho la voz de Samir. Mi pierna derecha me palpita, no sangra porque está atravesada, pero duele más de lo que podría admitir, no puedo entrar en pánico por todos los shockeados que hay en el camión. Mi piel bañada de sangre, con raspones en la cara, mi tobillo izquierdo y mi hombro duelen con intensidad.
–¿Faltó alguien? –digo–. ¿Y lo dices hasta ahora?
–Es que recuerdo que él estaba ahí, pero no sé si salió.
–¿Quién, Samir?
–Silo.
El conductor de mi camión. Él de cierta forma, también nos mantuvo con vida. Sin él, hubiésemos sido historia. Hay un silencio vacío. Si no hubiesen explotado el suelo con el Globo, si hubiésemos tenido más tiempo, hubiésemos podido salvar a Silo. Ahora él está muerto, los cadáveres de nuestros compañeros se quedaron allá, como si no valieran nada. Como si no significaran nada.
–No fue culpa de nadie, Eleonora–dice Samir–. Era algo que se tenía que hacer.
–Tú lo dices porque estás vivo–hablo entre dientes–. Si quizás en ese momento te hubieses concentrado en salvar a tus compañeros y no en compadecerte, Silo estaría aquí con nosotros. Él si tenía muchas ganas de vivir.
–Eleonora...–comienza KJ.
–¿Qué? –lo enfrento.
–No explotes. No es el momento–susurra, sus ojos señalan a los demás.
Suspiro mirando el suelo, recordando a Silo como un humano y no como un IS. Sé que él tenía dos hijas. Encontró un puesto para su esposa en los refugios, para que su familia pudiese vivir en paz.
Ahora su esposa tendrá que recibir una carta por su pérdida, como si eso pudiese resolver algo. Una carta en la que el Primer Gobierno le da las gracias por su rendimiento. Ellos no conocían a Silo.
–La próxima vez que pase algo similar–empiezo–, procura no ser un cobarde.
Lo miro. Samir me enfrenta y aprieta sus labios, pero no dice nada.
Nosotros no les importamos.
El punto de encuentro son básicamente los camiones que quedaron y un puñado de personas. Puedo verlos desde el vidrio. Ya hay tiendas puestas, IS especializados en enfermería, así como Oliv de instrumentista y KJ en conocimiento tecnológico, caminan de un lado a otro sanando y salvando. Todos abren paso para que Oliv pueda estacionar. Veo al General, a Barry Tyesson. Y a Alek. No hay señales de Ulrich.
No está activo su Krain. ¿Y si está muerto porque no le dio tiempo de escapar? Mi pecho se cierra. ¿Dónde estás? Lo busco a través del vidrio, él estaría aquí, él sabría que llegamos.
–Él está bien, Eleonora–me dice Oliv cuando apaga el camión. Los IS comienzan a bajar con ayuda de KJ. No puedo ponerme de pie.
–¿Cómo lo sabes?
–Él no te dejaría así como así.
Oliv y KJ me ayudan a bajar. El General se acerca y abre sus ojos cuando ve mi pierna, Barry Tyesson con su ropa sucia y manos sucias también me observa. Alek camina con los brazos detrás de su espalda hacia mí y es ahí, cuando mi espíritu se llena de toda esa rabia contenida. Él nos abandonó. Por él casi mueren todas esas personas. Por su culpa Silo está muerto, por no esperar diez segundos más.
Apoyo mi pierna y Oliv y KJ me sueltan momentáneamente confundidos. Hasta que estampo con todas mis fuerzas un puño en la cara de Alek. Oliv y KJ vuelven a sujetarme cuando casi caigo al suelo.
–¡Todo es tu culpa! –se sostiene el rostro sorprendido, debo verme como una loca. Sucia, llena de sangre negra, con una garra de Cercano atravesada en la pierna, gritando con todas mis fuerzas y más. Mis compañeros me sujetan, pero no sé si sea para no caerme o para impedirme matarlo–. ¡Si no hubieses sido un maldito cobarde, otros estarían con vida! ¡Mientras tú estabas en tu maldito camión, otros estaban siendo devorados!
–Yo no estaba en los camiones–me dice con tranquilidad. Él se acerca a mi amenazante, Oliv se para enfrente.
–No te le acerques–Oliv habla con dignidad, es más baja que él. Sin embargo, parece un feroz tiburón.
–Y tú... –fija su vista en Oliv, la señala–, desobedeciste órdenes. Modificaste el Globo. ¡Por ti casi morimos todos!
–No iba a dejar que mis compañeros murieran. No voy a pedir perdón por eso.
–¿Y preferías dejar morir a todos los demás?
–Nadie iba a morir. Conozco las capacidades y habilidades de mis compañeros. Han resistido más.
–Tomaste deliberadamente un camión, eso nos costó segundos–Alek responde con firmeza, pero por alguna razón, no parece molesto. Más bien preocupado. Veo que Barry Tyesson también la observa fijamente. KJ me sigue sosteniendo, yo podía morir aquí, pero moriré feliz sabiendo que Oliv dejó en su puesto a estos quienes sean con un acto de valentía–. Segundos que pudieron hacer una gran diferencia.
Boris llega detrás de Barry Tyesson. Sus cejas unidas, su pecho que sube y baja. Es más alto que cualquiera de nosotros presentes. Verlo me da una sensación de tranquilidad inimaginable. Él está bien. Con raspones en su rostro y gotas de sangre roja y negra, sus ojeras son marcadas y su cabello rojizo revuelto, pero él está ahí vivo.
–Ninguno quería hacer nada. Yo hice algo. ¿Cómo pretendía que KJ y Eleonora, es ese estado, trajera a todas esas personas? No voy a pedir perdón por nada. Actué como debería actuar un IS. Me sacrifiqué, nos sacrificamos, para un bien mayor. Y no nada más nos dedicamos a matar Cercanos y Susurros. También deberíamos salvar vidas humanas que, se supone, son más valiosas que las de esas bestias que asesinan por placer. Así que dígame usted, ¿hice algo incorrecto?
Barry sube sus cejas. Alek mira a Barry. Boris rebota su mirada en cada uno de nosotros. Barry niega con la cabeza en dirección a Alek. ¿Qué significa? ¿Qué otros secretos esconden?
Boris esquiva a Barry Tyesson y me sujeta por un hombro junto a KJ.
–Si los va a castigar, créame que no se ganará el favor de las personas que rescató. Sería muy malo para su reputación–dice Boris en dirección a Alek–. Vamos a llevar a Eleonora a sanar. Espero que cuente la verdad en el informe, con todo respeto.
Alek no parece enojado, ni incomodo, ni avergonzado. Mira a Barry Tyesson que tiene una expresión de te lo dije, en el rostro. Tiene una sonrisa casi imperceptible, quizás no lo habría notado si no me hubiese sostenido del brazo y me hubiese mirado con ojos amables.
–Buen trabajo. Haré que los del Primer Gobierno se enteren de esto.
No hay nada que yo quiera que el Primer Gobierno pueda darme, ya no, pero no digo nada. Asiento. Boris me carga con cuidado, y siento todavía la mirada de Barry sobre mí y la de Alek.
Veo en negro después de eso. Me desmayo.
Cuando despierto, estoy en una camilla casi desnuda.
No, por favor, el suero no de nuevo, repito en mi cabeza. No siento nada. Mi cuerpo está adolorido, pero estoy bien. Y limpia. Mi pierna duele, no como antes, está envuelta en vendas. Es aterrador lo rápido que podemos estar bien, como si fuésemos juguetes con piezas que agregar y quitar.
Hay mucho silencio. Es de noche. Estoy en esta tienda sola, no está sucia. Junto a mí, hay una mesa con agua y medicina, mi brazo tiene puesta una intravenosa que termino por quitarme.
Tengo frío, sólo me cubre una delicada manta que llega a mitad de mis muslos y tapa mi pecho. Me arde el rostro y aún siento mi brazo latir, pero quizás mañana podría correr un maratón.
Abren la tienda. Cualquiera podría hacer lo que sea y no podría reaccionar, mi cuerpo está débil, y mis ojos se sienten pesados. Pero algo en mi pecho se remueve con fuerza cuando reconozco la figura.
Ulrich.
–Creí que habías muerto–incluso en la oscuridad, veo su expresión de profundo alivio, se acerca con velocidad a la cama, y no me importa nada, lo sujeto del cuello en un abrazo tan fuerte que los brazos me vuelven a doler, pero no importa, nada importa, ni siquiera las lágrimas silenciosas que se me escapan.
Él está vivo.
Todos los que me importan están a salvo.
–Maldita suicida–me susurra, su aliento me invade el cuello. Sus manos se aferran a mi espalda desnuda, no quiero que se aparte de mí–. ¿Qué parte no entendiste cuando te dije que te fueras si veías que algo pasaba? Estoy fuera de la tienda desde que Boris te trajo. Nadie me dejó verte.
–Dijiste si algo te pasaba a ti. No al resto. No podía dejarlos morir.
–Iba a ir a buscarte. Pero me encargaron un grupo. KJ me prometió que iría por ti. Debí ir yo mismo por ti–aparta el cabello de mi rostro, su mano caliente en mi rostro de piel fría. Habla con desesperación.
–No tienes que salvarme siempre–intento sonreír, pero las lágrimas continúan cayendo.
–Si es necesario, sí. No voy a volver a hacer esto. ¿Por qué siempre te me escapas de las manos?
Lo beso.
Lo beso con tal desesperación que las lágrimas continúan brotando de mis ojos. Ulrich me sujeta el rostro, yo me aferro a su espalda desde mis uñas. Está vivo. No me importa nada más en este momento, ni siquiera el dolor de mi pierna cuando subo a su regazo, ni siquiera cuando él me atrapa desde la cintura y me besa con la misma hambre y desesperación.
Mi cuerpo late más allá de dolor, me pide que sacie esta hambre que siento por él. Ulrich desliza una de sus manos por mi muslo sano, me duelen los músculos más de lo que podría decir, pero no me cohíbo de suspirar cuando me besa el cuello.
–Me importas más de lo que me importo yo mismo–me mira a los ojos, esos ojos grises que me han torturado desde que me salvó de ese Susurro. Ulrich ha salvado mi vida de muchas formas. Sus dedos se enredan con mi cabello, su delicioso acento, que lentamente ha perdido, hablándome, tanto como su alma a la mía. En este mundo horrible que nos tocó vivir, en medio de toda esta crueldad y dolor, hay algo de amor, y yo reacia a creerlo, aquí está.
Nuestras miradas están cargadas de muchas emociones, Ulrich tiene ambas cejas unidas, pero hay tanto que hablan sus ojos, no es necesario que digamos nada, nada más nos miramos deseando que esto fuese diferente, que pudiésemos tomar la opción de elegir.
–Te lo pediré otra vez si es necesario, no mueras–me advierte, su pulgar recorre la piel de mis mejillas.
–No puedo prometerte eso. Tú tampoco puedes prometerme que no morirás–respondo, unimos nuestras frentes.
No me responde, sabe que lo que digo es cierto. Aquí, las promesas son como caer en un vacío. Ni siquiera fingir podría aliviar esa desesperanza.
–Creí... Que te había perdido–susurra–. Todos me dijeron que estabas grave. Tuvieron que usar una medida del suero para poder salvarte la pierna.
–No hubiese sido tanto problema no tenerla. De todas formas, ya hacía falta otro de nosotros mitad robot en el equipo–sonríe, todavía aferrándose a mi cuerpo, con su respiración agitada, con mi frente junto a la suya–. ¿Estás bien?
–Murieron más de los que puedo contar con las manos.
Respiro una vez, guardando un momento de silencio mientras siento su calor en mi cuerpo.
–No fue tu culpa.
–Quizás sí. Me parece injusto que yo esté vivo y ellos... Desintegrados por el Globo. El maldito de Alek dio la orden de ataque. No prepararon movimientos ni maniobras, parece como si los hubiese mandado a morir a propósito.
–No es algo que me sorprendería–veo sus ojos.
–¿Por qué lo dices? –abre sus ojos, como si recordara algo–. ¿Qué era ese pendrive del que hablábamos? ¿Qué tiene que ver con Inferno-7?
Me siento junto a él queriendo estar todavía abrazarlo. Cubro mi cuerpo con la manta. Hay cosas de las que tenemos que hablar. Ulrich no me mira, realmente no ve mi cuerpo desnudo, sólo mis ojos. Todavía me sujeta la mano.
–No sé muy bien. Nunca había visto a esa persona en mi vida. Pero él parece haberme reconocido perfectamente. Parece que trabajó ahí.
–¿Era militar? –niego.
–Era como un científico. Habló sobre el suero y dijo que la composición estaba en ese pendrive, habló de nuestros científicos como si ellos fueran ajenos a él.
–Suena bastante extraño. Lo mismo con Barry Tyesson.
–¿Qué fue lo que encontraron en ese expediente? –pregunto.
–No sé cómo dio a dar KJ con esos expedientes. Están fuera de las líneas militares. Parece que es un civil, y a la vez no.
–Lo es. Prácticamente. No creo que haya tocado un campo de batalla jamás en su vida.
–No. Pero no aparenta haber tenido una vida precisamente política, excepto por un par de semestres en la universidad. Era boticario.
–¿Boticario? –bufo.
–Tenía una esposa y un hijo de tu edad en el primer expediente donde es boticario. No sería extraño que después se haya desenvuelto en la política, hay muchos que hacen lo mismo. Lo más extraño es que no hay ninguna clase de trayectoria previa sino hasta el segundo expediente donde no nombran en absoluto a su familia o cosas de su vida pasada. ¿Por qué tendría que tener dos si se supone que el que tiene validez es el que describe su puesto actual?
–No sé qué estén planeando. Moonrik...
–¿Moonrik?
–Sí, así se llamaba el hombre que vi. ¿Por qué?
–Porque yo creo reconocer a alguien que se llamaba así.
–Bueno, podría sonar un poco alemán.
–No. En Base Unión hace muchos años.
–¿Cómo?
–No recuerdo muy bien. Estaba moviendo algunos expedientes en oficina, y me encontré con el suyo. Su código era diferente, no estaba en ninguna red Krain. Tuve que notificarlo, el General me ordenó borrarlo de inmediato. Obviamente no podía preguntar los por qué, sólo lo hice, y creí que era porque ya estaba muerto y no lo necesitarían más.
–¿Era el mismo Moonrik? –pregunto más para mí misma–. ¿Qué decía el expediente?
–No lo recuerdo todo. Pero sí recuerdo que tenía un rango poderoso en los laboratorios. Tenía influencias.
–¿Qué crees que puede haber en ese pendrive, Ulrich? –me cruzo hacia él, Ulrich suspira.
–Si es el mismo Moonrik de quien hablamos. Si trabajó en Inferno-7. Y es cierto eso que Inferno no ha cambiado desde que llegaron ellos... Tendría mucho sentido que fuese alguna clase de planos, una clave, algo que necesitamos para entrar.
–Se supone que esa información debieron darla en Base Unión. No tiene sentido que busquen por otra parte algo que ya se sabía.
–¿Y si están buscando algo más?
Uno mis cejas.
–Puede que ya hayan tenido los planes de Inferno. ¿Pero y la nave que mencionó KJ? ¿Y si eso es lo que buscan? Encontrar en dónde está escondida.
–¿En Inferno-7? –digo con obviedad.
–Sí. Pero, ¿qué tanto sabemos de esa base? ¿Qué hay en esa nave y para qué la necesitan?
Es cierto. Jamás hemos ido a ese lugar. No sabemos ni cómo es.
–¿Pero para qué estaría oculta esa nave si se supone que ya está clausurada esa base?
–Exacto–medio sonríe–. ¿Qué es lo que quieren ocultar y por qué? Si teníamos contacto con ellos antes de que esto pasara... Esa nave debe ser de ellos.
–¿De Barry y Alek? –se sube de hombros.
–No me refería a eso. Pero al final, no sabemos cómo son ellos. ¿Qué si son como nosotros? –suelto aire por la nariz.
–Sería bastante irónico. ¿Qué si es la nave en forma de media luna? –me burlo. Pero ahora, todo podría pasar.
–Apareció de nuevo en el ataque de Japón. No lo creo. A menos que sean naves específicas.
–¿A qué te refieres?
–De otra fuerza.
Me duele repentinamente la cabeza. Masajeo mis sienes con mis dedos.
–Ya deberías ir a descansar. Partimos pronto, ¿por qué te quitaste la intravenosa?
–No–lo sujeto de la muñeca cuando se levanta–. ¿Podrías... quedarte?
–No puedo... –su voz es suave.
–No puedo quedarme aquí sola... –mientras estuve dormida, tuve los sueños más horribles que un IS puede tener. Todavía siento el olor a sangre de Cercano, veo esos cuerpos desgarrados, veo mi pierna siendo atravesada pudriéndose. Siento que, si me quedo sola, podría morir de terror.
–Dormiré en el suelo.
Asiento, eso es suficiente.
Ulrich se sienta en el suelo apoyando su cabeza en el borde la cama. Sus codos sobre sus rodillas. Cierra los ojos y suspira.
–¿Duermes así? –le digo.
–Tengo que estar alerta.
–Bien.
Me acuesto sintiendo el dolor punzante de mi cabeza del lado en donde está instalado mi Krain. Retuerzo mis dedos en mi pecho, estando atenta a los movimientos fuera de la tienda. Aquí no hay árboles, estamos instalados en lo más parecido a un desierto. Aquí se escucha el viento que Susurra y me eriza la piel. Podría entrar un Susurro y acabar con nosotros. Como esos cuerpos que vi en el camión, todos estaban desgarrados.
–¿Habías visto alguna vez a un Cercano pequeño? –le pregunto.
–¿Cómo pequeño?
–Como si fuese una cría.
–No. Jamás. Se supone que no tienen órganos reproductores.
–Yo vi dos.
Ulrich se da vuelta.
–Desgarraron a los que estaban dentro de unos de los camiones. Fue el que me atravesó la pierna.
–Por eso se veía tan pequeña. No conozco de ningún caso que involucre a una cría de Cercano.
–¿Deberíamos informarlo?
Bufa.
–Estoy seguro de que un modo u otro, ya lo saben.
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