Tus manos sobre mi piel.
Tu boca dejando rastros de humedad
por cada esquina olvidada.
Nuestras mentes conectadas
y las ideas a tu lado
que más que realidades
eran historias soñadas.

Siempre exclamabas
que el amor era un preso
que todos los días se escapaba.

Y yo luchando por encarcelarte
cuando no te encontraba.

Pero el corazón no tiene
seguridad reforzada.

Ni tú eras tan bueno.
Ni yo era tan mala.

Y te dejé en libertad
porque el oficial siempre odia un poco
al preso que se le escapa.

Pero sigue pensando diariamente
en mil palabras para decirle,
por si algún día lo atrapa.