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2

Despertó después del sueño que lo había atormentado todo este tiempo. Su vida no siempre había sido así. Cuando terminó su carrera, ganaba bien, tenía amigos y el futuro se mostraba brillante.

Recordó esos días con una mezcla de nostalgia y tristeza. Al principio, su carrera le había proporcionado una vida cómoda y estable. Sus amigos estaban cerca, y compartían risas y momentos de alegría. Había esperanza y optimismo en cada paso que daba, con sueños y planes que parecían al alcance de la mano.

Pero las cosas comenzaron a cambiar. La tecnología avanzó rápidamente, y su campo se volvió obsoleto. Los robots reemplazaron muchos trabajos, incluido el suyo. Lo que había sido una fuente de orgullo y sustento se desvaneció, dejándolo sin empleo y sin un rumbo claro.

Mientras se levantaba del futón en su pequeño apartamento, Nobita suspiró profundamente. La mañana había llegado, trayendo consigo una nueva oportunidad para enfrentar el día. Aunque su vida había tomado un giro sombrío, seguía adelante, aferrándose a la esperanza de que, algún día, las cosas podrían mejorar. Recordó a sus amigos, sus éxitos, y encontró un pequeño consuelo en la alegría que sentía por ellos.

—A pesar de que los robots me quitaron mi empleo, no los odio— murmuró, mirando por la ventana. —Son los primeros pasos que permitirán que en el futuro exista Doraemon, mi mejor amigo y hermano.—

Cuando llegó a su trabajo y se estaba poniendo los guantes, Nobita notó algo en su dedo anular: un anillo dorado. Al sacárselo, vio que en el interior estaba grabado un nombre: Shizuka Minamoto. Sabía que el par de ese anillo tenía su propio nombre inscrito.

De repente, un flashback lo golpeó con fuerza, transportándolo a un tiempo en que las cosas ya estaban difíciles. Su madre había muerto y, por más que lo intentaba, no podía conseguir trabajo. La desesperación y la tristeza lo envolvían, haciendo que cada día fuera una lucha cuesta arriba.

Recordó una tarde especialmente sombría cuando había ido a la casa de Shizuka. La esperanza de ver a su amada y encontrar consuelo en su compañía era lo único que lo sostenía. Sin embargo, fue recibido por el padre de Shizuka, quien tenía una expresión dura y decidida.

—Nobita —dijo el hombre, su voz firme y autoritaria—, debemos hablar.

Nobita sintió un nudo en el estómago mientras seguía al padre de Shizuka hasta una sala apartada. Los recuerdos de los momentos felices con Shizuka pasaron rápidamente por su mente, pero se desvanecieron al enfrentarse al severo semblante del hombre.

—No puedo permitir que esto continúe —dijo el padre de Shizuka, cruzando los brazos—. Mi hija no puede casarse contigo.

Nobita sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Intentó protestar, pero el hombre levantó una mano para detenerlo.

—Tú no puedes ofrecerle un futuro. Apenas puedes mantenerte a ti mismo —continuó el padre de Shizuka, su tono implacable—. No permitiré que mi hija pase dificultades. Este compromiso debe cancelarse—

Las palabras fueron como puñaladas en el corazón de Nobita. La impotencia y la tristeza lo inundaron. Sabía que el padre de Shizuka tenía razón en cierta medida, pero eso no hacía menos doloroso el golpe. Había amado a Shizuka con todo su corazón y había soñado con un futuro juntos. Ahora, ese futuro se desvanecía ante sus ojos.

—Lo siento, Nobita, pero esto es por el bien de Shizuka —dijo el hombre finalmente, su voz más suave pero igual de firme— Debes dejarla ir—

El recuerdo se desvaneció lentamente, devolviéndolo al presente. Nobita se quedó mirando el anillo por un momento más, recordando la promesa que una vez compartieron. Con un suspiro, se lo volvió a poner y se preparó para otro día de trabajo.

Mientras movía las linternas, Nobita recordó que justo el día en que embargaron su casa, había comprendido que debía hacer lo que el padre de Shizuka le había dicho. Sabía que no tenía otra opción. Lleno de pesar, decidió citar a Shizuka para hablar con ella.

En un parque tranquilo, bajo un cielo gris, Nobita esperaba a Shizuka. Cuando ella llegó, con una sonrisa esperanzada, su corazón se rompió aún más. Sabía que tenía que hacer lo correcto, aunque le doliera más de lo que podía expresar.

—Shizuka —comenzó Nobita con la voz temblorosa—tenemos que hablar—

Shizuka lo miró preocupada, notando la seriedad en sus ojos.

—¿Qué pasa, Nobita? —preguntó, tomando su mano.

Nobita apartó la mirada, incapaz de sostener su mirada.

—Creo... creo que deberíamos terminar —dijo en voz baja.

El rostro de Shizuka se llenó de incredulidad y dolor.

—¿Qué? ¿Por qué? —exclamó, con lágrimas empezando a formarse en sus ojos— Nos íbamos a casar, Nobita. ¿Cómo puedes hacerme esto?—

Nobita sintió un nudo en la garganta, pero sabía que debía mantenerse firme.

—Lo siento, Shizuka —dijo, esforzándose por mantener la compostura.

Shizuka lo miró con desesperación, las lágrimas corriendo por sus mejillas.

—¿Hay... hay alguien más? —preguntó, con la voz quebrada.

Nobita cerró los ojos por un momento, sabiendo que la mentira era lo único que podría cortar el lazo que los unía. Tomó aire y respondió, con una voz que no sentía como propia.

—Sí —mintió—Hay alguien más—

Shizuka retrocedió un paso, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y dolor profundo.

—¿Cómo... cómo pudiste? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Nobita mantuvo la mirada baja, luchando contra las lágrimas. Sabía que esta mentira era lo mejor para ella. Él ya no tenía nada que ofrecerle y lo último que quería era arrastrarla hacia el futuro oscuro al que se estaba dirigiendo.

—Lo siento, Shizuka —repitió, incapaz de decir más.

Shizuka sacudió la cabeza, negándose a aceptar lo que estaba sucediendo.

—No puedes hacerme esto —sollozó—Hemos pasado por tanto juntos, y siempre hemos encontrado la manera. ¿Por qué no me das una explicación?—

Nobita sintió las lágrimas en sus propios ojos, pero se obligó a ser fuerte. Sabía que no podía decirle la verdad. No quería que ella supiera cuánto había sufrido para decidir hacer esto y lo mucho que la amaba, pero también cuánto la quería proteger de una vida de dificultades.

—Por favor, Shizuka —dijo, con la voz rota— Solo... déjalo así—

Shizuka lo miró con desesperación, su corazón destrozado—Nobita, no... no es justo. Te amo y quiero estar contigo, sin importar las circunstancias—

Nobita se dio la vuelta y comenzó a alejarse, dejando a Shizuka de pie, llorando y llamándolo, rogándole que volviera. Cada paso que daba era como una puñalada en su corazón, pero sabía que estaba haciendo lo correcto. La visión de Shizuka, destrozada y desconsolada, se grabó en su mente mientras se alejaba, sabiendo que nunca podría olvidarla.

Al recordar ese momento, Nobita sintió su corazón pesado una pesadez que no había desaparecido aunque ya hubieran pasado un par de años. Había renunciado a su propia felicidad por el bien de la mujer que amaba, y aunque le doliera cada día, sabía que había tomado la decisión correcta.

El día terminó y, nuevamente, Nobita tuvo que ir caminando a su casa debido al asalto. Ahora tenía que decidir entre ir caminando o no comer. Mientras caminaba, pasó frente a una tienda de televisores. En uno de ellos se mostraba a la familia Hidetoshi, todos ellos sentados en una mesa con comida. Al parecer, los entrevistadores querían mostrar a Dekisugi también como un humano, y no sólo como el primer hombre en pisar Marte. Los padres de Shizuka también estaban ahí.

Uno de los entrevistadores preguntó:

—Debe estar muy orgulloso de que su hija se haya casado con un hombre con un futuro tan prometedor—

El padre de Shizuka sonrió, claramente satisfecho, y respondió:

—Sí, estamos muy orgullosos. Dekisugi siempre ha sido un joven brillante y trabajador. Sabíamos que tendría un futuro increíble y que haría muy feliz a nuestra hija—

Nobita se detuvo por un momento, mirando la pantalla. Las palabras del padre de Shizuka le atravesaron el corazón, haciendo que el dolor resurgiera con fuerza. Sabía que nunca había sido considerado digno a los ojos de aquel hombre, y ver cómo hablaba con tanto orgullo de Dekisugi solo acentuaba su propio sentimiento de fracaso.

A pesar de la amargura y la tristeza, Nobita no culpaba a Dekisugi ni a Shizuka. Sabía que ambos merecían la felicidad que habían encontrado juntos. Dekisugi era un hombre brillante y, sin duda, podría ofrecerle a Shizuka un futuro lleno de seguridad y amor, algo que él no había podido garantizar.

Sintiendo una mezcla de dolor y una genuina felicidad por ellos, Nobita esbozó una débil sonrisa. —Estoy contento de que Shizuka sea feliz—pensó, intentando consolarse. —Ella merece lo mejor.—

Con un suspiro, Nobita continuó su camino, enfrentando la noche con la misma determinación que lo había llevado hasta allí. Aunque su corazón estaba lleno de cicatrices, mantenía la esperanza de que algún día, de alguna manera, las cosas mejorarían para él también.

Un nuevo día había comenzado y hoy Nobita no tenía trabajo. El día anterior había encontrado un montón de mangas listos para que el carro de basura se los llevara, y él se los llevó a su apartamento, ansioso por leerlos. Estaba seguro de que nada podría arruinar su día.

Se sentó, tomó el primer manga y, en ese momento, el timbre de su puerta sonó. Con una mezcla de curiosidad y molestia, se levantó y fue a abrir. Al hacerlo, vio un robot que repartía el correo.

—Buenos días. Correspondencia para el señor Nobita Nobi —dijo el robot, extendiéndole un sobre.

Nobita tomó la carta, agradeció al robot y cerró la puerta. Con una sensación de inquietud, abrió el sobre y comenzó a leer:

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*Estimado Sr. Nobita Nobi*

Lamentamos informarle que, debido a la reciente inserción de los robots T-01 en nuestras operaciones, hemos decidido prescindir de sus servicios. Los T-01 están capacitados para realizar todas las tareas que usted desempeñaba con mayor eficiencia y menor costo.

Apreciamos el tiempo y esfuerzo que ha dedicado a la empresa constructora. Le deseamos lo mejor en sus futuros proyectos.

Atentamente,  

*Departamento de Recursos Humanos  

Constructora TechBuild*

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Nobita dejó caer la carta, sintiendo cómo su estómago se encogía. Había perdido su trabajo. De nuevo, los robots habían tomado algo esencial de su vida. Sintió una mezcla de desesperación y resignación. Su último intento de mantener una estabilidad se había desmoronado.

Con manos temblorosas, volvió a sentarse y tomó uno de los mangas. Tratando de distraerse, empezó a leer. Las páginas le ofrecieron una breve escapatoria, arrancándole una risa genuina que le hizo olvidar, por un momento, su cruda realidad. Pero la risa pronto se convirtió en un sollozo. Lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras el peso de su situación lo aplastaba.

El día que había empezado con una chispa de esperanza se tornó en uno de los más oscuros. Sin embargo, Nobita sabía que debía seguir adelante, aunque cada vez fuera más difícil encontrar la fuerza para hacerlo. Apretó los mangas contra su pecho, buscando consuelo en las historias que le habían traído alegría en otro tiempo.

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