Capítulo uno
Pueblo Carcov, Estonia.
Universidad IEU
Viernes, 8:40am
Mientras la multitud de universitarios se arremolinaba en el pasillo, Annika decidió tomar su celular y permanecer frente a su casillero. Recibió varias notificaciones de su foro, el cual había creado hacía no menos de un mes con fines investigativos. No creyó que fuese a recibir tantos miembros, pero ahí estaban, todos interactuaban y compartían sus aportes acerca de la misteriosa caída y la desaparición del insólito meteorito.
—¿Otra vez con eso?
Una voz masculina, pero particularmente aguda, la sobresaltó. Era Andrus, su mejor amigo, quien se acercó a ella rápidamente.
—¿Te asustaste?
—Si. Tu cara casi me mata del susto —se burló ella y, a pesar de su gran intriga, decidió guardar el móvil en el bolsillo.
—¡Já! Qué graciosa.
Andrus Peterson era su mejor amigo desde que tenía memoria. Se conocieron de pequeños gracias a la cercanía entre ambas familias. Crecieron juntos y se volvieron muy cercanos, ya que sus ideas se complementaban de una manera que solo un par de hermanos —cosa que no eran— lograban entender.
—¿Tienes planes para estas vacaciones? —le preguntó tras acomodarse las gafas —. Espero que la pases en grande, y no encerrada en tu cuarto obsesionada con ese foro.
—¡No estoy obsesionada! —replicó ella —. Es solo que... esto es muy importante para mí.
—Aún no entiendo qué tiene que ver la caída de un extraño meteorito con tu vida.
—Bueeeno... planeo visitar a mis abuelos en Rusia, y terminar mi proyecto de física, ¿contento? —Annika cambió de tema. Sabía que si continuaban hablando del asunto recibiría los mismos comentarios de siempre, y no estaba de humor para eso. Ambos comenzaron a andar por el pasillo —. Supongo que harás algo muy productivo ¿no? Como por ejemplo, armar esa torre de cartas, o mejor aún, aprender a bailar tango como en el verano anterior.
Ella soltó una risotada que llamó la atención de algunos estudiantes.
—Basta, Anna. No es gracioso. Solo quería intentar algo nuevo —contestó apenado, pero al final, ambos rieron —. Además, no me movía tan mal.
—¿Hablas en serio? ¡Pero si te movías como un gusano convulsionando!
Estalló a carcajadas. Andrus parecía totalmente avergonzado, pero una sonrisa tímida seguía dibujada en su rostro.
Andrus era de una altura aproximada de 1.69 metros. A comparación con el resto de estonios, era de muy baja estatura. Quizás era por eso que lo confundían con un joven de dieciséis y no con uno de veintitrés años de edad. Aunque a decir verdad, aún seguía teniendo, en ocasiones, la mentalidad de un puberto.
—Bien ¿Y si me acompañas a la fiesta del martes? Será la primera semana de vacaciones, en la casa de Katherina —propuso, emocionado.
Annika frunció el ceño y se detuvo. Luego mostró una sonrisa socarrona
—¿Tú? ¿Ir a una fiesta? No me la creo.
—Ya te dije, quiero experimentar cosas nuevas. Ir a una fiesta puede ser un buen paso para atreverse y conocer a otras personas.
—¿Tanto te aburre estar conmigo? —le preguntó ella en broma, pero él se la tomó muy en serio, incluso abrió los ojos mostrando sorpresa.
—No digas eso, adoro estar contigo —el pelirrojo se pasó la mano por el cabello. Annika consideró esa acción como un tic nervioso propio de él. Y aunque no quiso tomárselo tan personal, sí que se sintió algo herida —. Es que... Me gusta Katherina ¿lo sabes? Y pues, realmente quiero mostrar que soy un chico divertido y amante de las fiestas.
—¿Por qué quieres mostrarte a ti como algo que no eres? Solo sé tú mismo, y si no le gustas, pues ¿Qué más se puede hacer?
Sin darse cuenta, ambos estaban en medio del pasillo. El resto de estudiantes pasaban a su lado esquivándolos.
—Hablando del rey de roma... —musitó Annika. Como si de una invocación se tratara, Katherina apareció al otro extremo del corredor, y al verlos comenzó a caminar hacia ellos. Su larga melena oscura caía sobre sus hombros y con cada paso que daba se movía armoniosamente, además, su caminar era tan impecable. Quizás esto último se debía a sus prácticas como modelo.
Annika miró atenta, pero Andrus comenzaba a sentirse nervioso. Se organizó el cabello rápidamente y tomó aire.
—¿Me veo lindo? —preguntó él en voz baja.
—No.
Andrus fulminó a Annika con la mirada, pero antes de que pudiera decir algo, Katherina se paró justo frente a ellos.
—Hola, chicos ¿Cómo están? —preguntó ella con una enorme sonrisa en el rostro, de todas las personas en esa mañana, ella parecía ser la más animada. En sus mejillas se formaban pequeños hoyuelos y sus ojos rasgados reflejaban cierta emoción.
—Hola, estamos bien ¿y tú? —saludó Annika amablemente. Esperó a que Andrus dijera algo, pero este se quedó paralizado. Annika contuvo sus ganas de reír, ya que no quería dejarlo en ridículo. No obstante, la escena le parecía chistosa; Andrus estaba tan rojo como un tomate, y sus manos temblaban, aunque intentaba disimularlo.
Annika le dio un codazo para que volviera a sus sentidos y respondiera algo antes de echar a perder sus pocos avances con la chica que le gustaba.
—Hola, Katy. Yo bien,.. sí, estoy bien.
—Por cierto, quiero agradecerte por haberme ayudado con el trabajo de medidas. No sé qué habría hecho sin ti —contestó ella y puso su mano en el hombro de Andrus —. He logrado pasar moda y diseño gracias a ti.
—No hay de qué. Fue con mucho amor, y... perdón, fue con gusto.
La situación comenzaba a tornarse incómoda para Annika. Consideró irse y dejarlos conversar, pero Andrus se sujetaba a su mochila. No quería quedarse solo, o quizás, pensaba que Annika intervendría en caso de que su nerviosismo arruinara todo.
Katherina Sminorv era la chica más conocida de la universidad por su gran carisma. Poseía una belleza admirable; era alta, con su cabello castaño oscuro cayendo hasta la cintura, piel delicada y con un tono entre claro y oscuro. Se llevaba bien con todos a pesar de sus dificultades adaptándose al país. Y es que realmente, era de procedencia china, o quizás sus padres lo eran... No estaba muy enterada de su historia. Lo que sí sabía era que hacía dos años se asentó en el país y que aún presentaba falencias con el idioma estonés.
—Chicos, ¿planean ir a mi fiesta del martes? Les aseguro, chicos, que estará fenomenal.
Cuando ella sonrió, sus ojos se achinaron más.
—¡Por supuesto que sí! ¡No nos la perderemos por nada! —exclamó Andrus con una emoción forzada.
—¡Genial!
Katherina se despidió de Annika y de Andrus y se marchó, no sin antes plantarle un beso en la mejilla a cada uno.
—Acaba de besarme...
Annika no se contuvo más y comenzó a reírse de Andrus, quien había quedado embobado con dicho beso.
~✧~❂~✧~
Iniciada la clase de física, Annika se sentó en el último asiento de la fila, mientras que Andrus se ubicó al otro extremo del salón. Por lo general, se sentaban juntos en todas las clases, menos en física. No había una razón en específico, quizás era mejor así para los dos.
Por suerte, las clases del profesor Christopher Miller no eran tan pesadas ni tan aburridas como las del resto.
—Buen día, muchachos. Les pido amablemente que se preparen para la clase de hoy —comenzó animadamente. Se dispuso justo frente a todo el aula y dirigió su mirada a cada uno de los presentes —. Veo que están todos ¡Qué maravilla!
Algunas risas inundaron el salón. Y de hecho era cierto, había más alumnos que de costumbre.
—Saquen sus libros, por favor. El día de hoy repasaremos la evolución de las estrellas, centrándonos específicamente en la Fase de la rama asintótica de las gigantes.
En ese momento, el móvil de Annika vibró. Había olvidado por completo que lo llevaba en el bolsillo. Introdujo su mano y lo tomó, la pantalla se encendió automáticamente y justo antes de apagarlo, visualizó la notificación de un mensaje del foro. Dirigió su mirada hacia el profesor Christopher y vio que este continuaba con su explicación.
Oprimió la notificación y la ventana del foro se abrió de inmediato. Las respuestas a su último post aparecieron. Una de ellas le llamó la atención:
@IngMistery: Encontraremos ese meteorito. Todas nuestras dudas quedarán satisfechas y haremos el mayor descubrimiento, resolviendo así el misterio.
No solo era eso, sino que también, el mismo usuario @IngMistery había vinculado un archivo fotográfico. Pinchó en el archivo y la fotografía que se mostró en la pantalla la dejó asombrada.
—Esta foto es... —musitó, confundida.
—...De esta manera podemos comprender el por qué las estrellas evolucionan, pero no podemos entender el por qué la señorita Ivanov está usando el móvil en plena clase.
Las risas se extendieron por todo el aula, haciendo que Annika levantara la mirada. Se encontró a un sinnúmero de par de ojos que la miraban socarronamente.
El profesor Miller caminó hacia ella, no parecía enojado. Se cruzó de brazos y negó con la cabeza.
—Me la esperaba de cualquiera, menos de ti —le dijo y extendió la mano.
Annika entendió rápidamente que debía entregar el aparato, y eso hizo.
—Lo lamento mucho —Annika hizo una mueca, preparándose para un regaño que nunca llegó.
—No pasa nada. Te lo devuelvo al final de la clase —contestó él, se guardó el móvil y continuó con la explicación.
Por otro lado, Andrus no dejaba de burlarse de ella. Pequeño idiota...
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