Estas semanas me he sentido realmente abandonado. Y sí, soy un maldito egoísta, pero creía que el hecho de que Laura tuviera que dejarme apartado un tiempo por la misión haría que ambos aprovecháramos cualquier instante para pasarlo juntos. En vez de eso, he tenido que aceptar que no tuviera ni una triste hora libre para estar conmigo. Hasta hoy que, por supuesto, la vida ha vuelto a darme otra buena patada en la entrepierna.

Jodido. Estoy muy jodido. Finalmente, Laura ha roto conmigo, y no conforme con el hecho de romperme el corazón, me ha sugerido que me vea con otras personas. ¿Con quién coño cree que habla? ¿Con uno de los cafres de sus exnovios?

Soy imbécil. Esto no me pilla de nuevas, pero esperaba otro devenir de los acontecimientos. Cuando la he dejado delante del "Notre dame", el tugurio donde debe conocer al captador de la secta del maldito Fender, le he contado todo cuanto pensaba. Me cansé de disfrazarme de tío moderno y súper guay que entiende que su novia ande en la cama con un monstruo. Y lo peor es que lejos de verlo como una demostración de cuánto me importa, ella lo considera un gesto machista. Sí, ahora resulta que soy un capullo que no quiere que ella prospere.

Estoy cansado y triste. Será mejor que no siga hablando de este tema, porque me va a explotar el pecho.

¿Que cómo me va en los demás aspectos de mi vida? Jajajaja, bueno, si tenemos en cuenta que Álvaro, el nuevo novio de mi ex, ha pasado por casa para charlar, ya jugamos en otra liga. ¡Nivelazo de día!

Vino, según él, a devolverme un libro de Sartre que ya ni recordaba. Encontré gracioso y tremendamente irónico que justo le prestase «La náusea» y, considerando que ese autor dijo las palabras «el infierno son los otros», me pareció un broche acertadísimo para mi día de mierda.

El melenas de Álvaro se disculpó por haber estado desaparecido varias semanas. Le dije que no estábamos casados y que no me debía explicaciones. Y entonces, en un amago por mostrarse humano ante mí, dijo: «yo no sabía que Rita y tú habíais sido novios. Me enteré en la boda.»

Eché a reír y le resté importancia al asunto. La verdad es que ya no sentía nada al respecto, e incluso le dije que si quería tomarse una cerveza. Pero el muy estúpido respondió que tal vez no era buena idea que siguiéramos siendo amigos. Y ahí estallé. Le dije que se fuera un poquito a la mierda y lo invité a marcharse con una sencilla despedida: «míralo por el lado positivo, hombre, al menos ella ya tiene prácticamente organizada la boda. Aprovechad tanto esfuerzo.»

No me enorgullezco de mi conducta. Actué como un niño rabioso que lo único que quiere es patalear y que le hagan caso de una puta vez. Me siento estúpido y estafado. Y la culpa no es de Rita, ni de Álvaro, ni del idiota de Gómez. Ni de mi madre. Tampoco de Laura. La culpa de ser un gilipollas inmaduro es mía. Sólo mía.

Y señores, creo que hoy me he ganado una buena borrachera.

A su salud.

*Imagen de Alexander Belyaev (Pixabay)