Un nuevo comienzo
Washington, D.C.
De nuevo en el Pentágono, Erik logró pasar por la entrada gracias a sus poderes. Llevaba en su mano dos esferas de metal mientras se encaminaba a una sala de objetos requisados. Caminaba con pasos lentos, hasta que al final llegó al archivo de objetos requisados. Con un rápido movimiento de sus dedos, las esferas de metal se dirigieron hacia los dos guardias de seguridad, golpeándolos en la frente, dejándolos inconscientes. Erik caminó hacia la pared que contenía los objetos requisados, las esferas de metal rodearon en círculos al hombre que se encontraba en la mesa frente a la estancia oculta, controlando quién entraba y quién salía del lugar. En cuanto hizo un gesto por coger el teléfono de su mesa y pedir ayuda, Erik manipuló las esferas para dejarlo inconsciente. Usó sus poderes para abrir la puerta con calma, comenzando a caminar hacia el interior, donde se encontraba guardado su casco, junto con otros objetos recogidos de la playa de Cuba, hacía once años.
***
Ya en el avión, Charles comenzaba a sentir el hormigueo en sus piernas, indicándole que pronto dejaría de sentirlas, de nuevo. Yo me encontraba sentada frente a mi hermano, leyendo un libro, mientras que Logan estaba sentado en el asiento cercano al mío.
–¿Estás bien? –le preguntó Logan a mi hermano.
–Eso creo.
–Pase lo que pase hoy, quiero que me prometáis algo. –comentó Logan con un tono sereno, tras suspirar–. Los dos. –nos indicó, provocando que yo lo mirase–. Has--habéis--entrado en mi mente, y habéis visto cosas malas, pero también cosas buenas. Los X-Men. Prometedme encontrarlos. –dijo, su tono casi melancólico–. Usad vuestros poderes para encontrarnos. Guiadnos, dirigidnos. –nos rogó, su rostro apenado–. Tormenta, Scott,... Jean. –comenzó, su rostro volviéndose sombrío al decir el nombre de la última–. Recordad éstos nombres. Hay muchos como nosotros. Os necesitaremos, Profesor, Fénix.
–Lo haré lo mejor que pueda. –dijo mi hermano, ante lo cual cogí su mano.
–Lo haremos. –sentencié con una sonrisa.
–Con eso es suficiente. –comentó Logan–. Creedme.
Mi hermano suspiró con pesadez y volvió su vista hacia la ventana. Yo aún sostuve su mano por varios minutos antes de concentrarme de nuevo en el libro.
Tras aterrizar nos apresuramos a llegar al lugar del evento, donde exhaustivos controles de seguridad se daban, como medida de precaución.
–Multitud de personas se reunirán hoy aquí. Vienen de todo el mundo para presenciar un hecho histórico, así como muchos reporteros de cincuenta países diferentes. –escuché decir a un reportero.
Yo empujaba la silla de ruedas de Charles, mientras que Hank y Logan nos seguían con calma. Al pasar, la silla de ruedas hizo que el control saltase.
–Sus invitaciones, por favor. –nos pidió un guardia.
–Faltaría más. –dijo mi hermano, colocando su mano derecha en su sien–. Estos tres vienen conmigo.
–Adelante.
–Sí. –replicó él, empujando yo la silla con una sonrisa.
–"Echaba de menos que usases tus poderes así, Charles." –le dije por telepatía.
–"¿Cómo que así? ¿Quieres ver cómo me cuelo en los sitios sin invitación?"
–"Ya sabes a qué me refiero."
Observé por el rabillo del ojo que Logan pasaba por el arco de detección de metal, lo que me pareció chistoso, porque su rostro reflejaba una gran confusión, ya que, por lo que había visto en su mente, no llevaba el esqueleto de Adamantium. Por otra parte, comprobé que no dejaban entrar a personas que llevasen algo de metal, lo que me hizo pensar en Erik al instante.
"Ojalá estuviera aquí para ayudarnos con esto... ¿Por qué ha tenido que torcerse todo tanto?", pensé, mi mente recorriendo todos aquellos momentos que había compartido con él, extrañando esos sentimientos, esas vivencias de lo que antaño fuera un futuro prometedor para nosotros.
Tras pasar el control nos quedamos lo más cerca posible para encontrar a Raven. Charles y yo usaríamos nuestros poderes para intentar localizarla antes de que algo ocurriese, mientras que Logan y Hank escanearían a los invitados, en caso de que se hubiera mimetizado, lo que parecía más evidente.
–Intento encontrarla, seguro que está aquí. –indiqué, continuando mi búsqueda.
–El Presidente de los Estados Unidos. –anunció un portavoz, lo que precedió a un estruendoso aplauso. Tras unos minutos, el Presidente hizo callar los aplausos.
–Compatriotas, hoy, nos enfrentamos a la amenaza más seria de nuestra historia: los mutantes. –comenzó a decir el Presidente, mientras que Charles y yo escaneábamos todas las mentes del evento, buscando a Raven–. Estamos preparados para ésta amenaza. Según las inmortales palabras de Robert Oppenheimer: lo veréis. –continuó antes de señalar a su espalda–. El mundo no volverá a ser el mismo.
La cortina con la bandera estadounidense que se había colocado tras los dignatarios cayó, procediendo a aparecer los ocho Centinelas que Trask ya tenía preparados para actuar, sin saber que Erik los había manipulado. Los soldados hicieron el saludo reglamentario, provocando que el resto de los oficiales se levantasen de sus asientos, reciprocando el saludo.
***
En un campo de baseball, un hombre estaba pintando las líneas blancas del lugar cuando Erik descendió en el aire, con su traje mutante, comenzando a caminar por el césped.
–¿Oiga, puedo ayudarle? –le preguntó el hombre.
–No, déjelo. –replicó Erik con calma, la radio que el hombre llevaba en su máquina comenzó a desintonizarse, y a tener interferencias.
Tras unos minutos Erik comenzó a usar sus poderes, agrietando las paredes del estadio, antes de proceder a elevarse en el aire con la estructura del campo de baseball.
***
A los pocos minutos de intentar buscar a Raven, de pronto mi mente logró escuchar sus pensamientos, logrando localizarla:
"Esto es por vosotros, hermanos y hermanas."
–"¡Raven!" –escuché decir a mi hermano por telepatía, usando sus poderes para paralizarla–. La he captado. –nos dijo Charles con un tono tenso.
–"Déjame, Charles." –escuché decir a Raven.
–Ahí. –señaló Charles–. El guardaespaldas. Junto al escenario. –nos indicó.
–La veo. –dijo Hank, fijando su vista en el hombre.
–Ven. –le indicó Logan, caminando juntos para detenerla.
Me quedé cerca de Charles, en caso de que necesitase ayuda para controlar la situación. De pronto, observé que los Centinelas comenzaban a activarse solos, lo que provocó que me tensase. Éstos comenzaron a volar lentamente, sin moverse de su lugar.
–"Raven, por favor, escúchame: tenemos una segunda oportunidad de demostrar lo que somos. No lo hagas." –le dijo Charles a nuestra amiga usando sus poderes.
Mi vista se posó entonces en Logan y Hank, quienes se estaban acercando a Raven, cuando un guardia les salió al paso.
–Caballeros, no pueden acercarse más. –les dijo el guardia.
Traté de usar mis poderes para hacer que el guardia los dejase pasar, pero Charles me tomó la mano, indicándome que por ahora la tenía bajo control. Sin embargo, tenía la horrible sensación de que algo iba terriblemente mal... Algo no estaba bien. Y como pensaba, uno de los Centinelas comenzó a disparar contra un coche de policía, lo que provocó que mi hermano perdiese el control sobre Raven. La situación comenzaba a descontrolarse rápidamente. Observé que evacuaban al Presidente en cuanto los Centinelas habían empezado a disparar, al igual que a Trask, lo que hizo que me diera cuenta que Raven iría tras él.
–¡Erik! –gritó mi hermano, lo que hizo que me diera cuenta de que éstos Centinelas solo atacaban a los humanos, mi corazón contrayéndose por el dolor y decepción una vez más.
Los policías hacían todo lo posible por evacuar a los civiles, y los coches de policía ya habían comenzado a arder. Logan y Hank sufrieron la explosión de un coche cercano, lo que los lanzó hacia atrás. Quería ir a ayudarlos, pero debía quedarme con Charles y evitar que algo malo le pasase. Mi mente podía sentir cómo abrían un bunker en la Casa Blanca para proteger al Presidente, entrando con él todos los militares y todos los representantes del gobierno estadounidense, incluyendo... A Raven. El metal del bunker provocó que perdiera el contacto con su mente, por lo que chasquee la lengua, molesta. De pronto, me percaté de que un enorme estadio de baseball se acercaba volando, lo que confirmó que Charles tenía razón: Erik se encontraba aquí.
***
En el bunker, el Presidente se sentó en uno de los asientos del lugar, junto con Trask, quien se sentó a su lado con su rostro pálido.
–¿Qué demonios ha pasado? –le preguntó el Presidente a Trask, su tono furioso por lo que había sucedido, habiéndose torcido las cosas hasta el extremo.
–Me ocuparé de ello. –replicó Trask.
En ese momento, Raven, transformada en el guardaespaldas del Presidente, cerró la puerta del bunker, encerrándose con ellos.
–¡Eso ya lo dijiste antes! –exclamó el Presidente, airado–. ¡Quería demostrar algo, y ahora todo el mundo sabe que no podemos protegernos!
Raven suspiró lentamente antes de girarse hacia el Presidente y Trask, sacando su arma del interior de su chaqueta.
–Yo me ocupo de ello. –le aseguró Trask al Presidente.
–¡Más te vale!
***
Alcé los ojos y vi a Erik, volando sobre nuestras cabezas, con el estadio de baseball y los Centinelas a su alrededor. De pronto, observé que unos focos del estadio iban a caer sobre nosotros, por lo que me obligué a dejar de estar petrificada por el miedo y a actuar.
–¡Charles! ¡(T/n)! –escuché gritar a Logan.
Con rapidez, empujé a Charles hacia un lado, apartándolo de la trayectoria de los focos, los cuales me cayeron encima con un gran estruendo. El dolor llegó rápido, pero aún así intenté mantener la calma, usando mi telequinesis para moverlo de mi cuerpo, logrando arrastrarme hacia Charles, quien había caído boca-arriba, quedando casi sepultado por una de las vigas de metal. El estadio acababa de caer en el lugar, rodeando la Casa Blanca, evitando la entrada de cualquier otro efectivo de policía.
***
Erik descendió del aire junto con los Centinelas, los cuales se apostaron en el borde del estadio. Por su parte, Logan y Hank se acercaron con calma y en silencio hacia el manipulador de metal.
–Probablemente no debería preguntar pero, ¿en el futuro, sobrevivo? –inquirió Hank, su tono ligeramente nervioso por la perspectiva de enfrentarse de nuevo a Erik.
–No. –replicó Logan con rapidez, provocando que Hank lo mirase–. Pero podemos cambiarlo, ¿no?
–Sí... –musitó Hank con nerviosismo, antes de despojarse de sus gafas, cambiando su apariencia a la mutante.
Erik escuchó el gruñido de Bestia, lo que provocó que observase a Logan y a Hank con una sonrisa irónica, superior.
–Haced lo que sabéis. –ordenó al Centinela que estaba a su espalda.
El Centinela comenzó a disparar sus armas contra Hank y Logan, quienes lograron esquivarlo por poco. Logan comenzó a pelear contra el Centinela, aunque al no poseer sus garras de Adamantium estaba en una clara desventaja, ya que sus garras podrían romperse. Erik por su parte se encontraba escaneando el lugar, buscando a Raven con sus poderes, buscando cualquier resquicio de metal. Bestia saltó sobre la cabeza del Centinela, agarrándola fuerte para que no atacase a Logan.
–¡Lo tengo, vete! –le gritó.
Logan comenzó a correr, dispuesto a enfrentarse a Erik una vez más, ya que aquello era ya casi una costumbre. Erik lo vio venir, comenzando a lanzarle varios objetos de metal, que Logan apartó con sus garras, acercándose rápidamente.
***
Escuché el grito de Logan, lo que provocó que me levantase del suelo, observando lo que sucedía. Vi a Erik usando sus poderes para atravesar a mi nuevo amigo con barras de cobre, lo que provocó que decidiera luchar. Di una mirada a Charles, quien asintió de forma leve, confirmando que estaría bien, por lo que corrí hacia Erik, usando mi telequinesis para lanzarle un árbol, lo que lo hizo caerse al suelo, soltando el agarre que tenía sobre Logan. Por unos segundos me pareció que lo había dejado inconsciente, más Erik me lanzó una viga de metal, provocando que volara por los aires unos cuantos metros. A los pocos minutos, observé que Erik elevaba a Logan en el aire.
–Que patético superviviente. –lo escuché decir, lanzando a Logan lejos de allí.
Traté de moverme, pero Erik apretó la viga contra mi cuerpo.
–Es inútil, (T/n). –me dijo–. No puedes moverte de ahí, y no puedes entrar en mi mente. Ríndete.
–¡No lo hagas, Erik! –exclamé–. ¡No tienes por qué hacer esto!
–¡No pienso dejar que mueras por ese futuro que Raven nos traerá! –me gritó él, volviendo su vista al lugar en el que había sentido el metal.
El manipulador de metal comenzó a usar sus poderes, descomponiendo casi por completo la estructura de la Casa Blanca.
***
Mientras, en el interior del Bunker, Trask comenzó a escuchar que su detector de mutantes se encendía, notando la presencia de Mística.
–Uno de ellos está aquí. –indicó Trask levantándose de su asiento, escaneando el entorno.
–¡Un arma! –exclamó uno de los guardaespaldas, lanzándose sobre Raven, quien estaba a punto de disparar.
–¡Alto! –le gritó Trask a Striker, quien estaba preparado para disparar–. ¡No dispare, la quiero con vida!
De pronto, todas las armas y objetos de metal del bunker se elevaron hacia el techo de éste, mientras que unas cuantas turbulencias lo sacudían. La estancia se quedó a oscuras por unos instantes, en los cuales Striker trató de apuntar a Mística, pues era el único con un arma de plástico, pero al haberse caído todos al suelo le fue imposible determinar quién era. De pronto, Mística apareció de la nada, agarrando el brazo de Striker que sujetaba la pistola, antes de golpearlo en el rostro.
***
Erik estaba sacando el bunker del interior de la tierra, pues había sentido las armas y el metal que había acumulado en un mismo sitio. La fachada de la Casa Blanca se comenzó a romper, sacando de golpe el propio bunker, colocándolo frente a él. Abrió la puerta antes de arancar la pared delantera por completo, dejando al descubierto a los humanos.
–¡Erik, no lo hagas! ¡Déjalo! –grité yo, desesperada–. ¡Si lo haces no salvarás nuestro futuro!
Lehnsherr hizo caso omiso a mis palabras, centrándose en su misión individual. En cuanto observó que los guardaespaldas intentaban coger sus armas, las atrajo hacia él, no dispuesto a que lo atacasen. Las cargó y apuntó contra ellos. Tras hacerlo apuntó las cámaras de los reporteros hacia su persona, comenzando a hablar.
–Construiste éstas armas para destruirnos, ¿por qué? –le dijo al Presidente con un tono frío–. ¿Porque tienes miedo de nuestros dones? ¿Porque somos diferentes? –inquirió, antes de mirarme de reojo–. La humanidad siempre ha temido lo que es diferente. Pues yo vengo a decirte--a decirle--al mundo, que tenéis razón en temernos. Somos el futuro. Somos los que heredaremos el planeta tierra, y quienes se interpongan en nuestro camino, sufrirán la misma suerte que estos hombres que veis aquí. –señaló al Presidente y a todos aquellos dentro del bunker–. Se suponía que hoy ibais a demostrar vuestro poderío. Yo sí que os mostraré un atisbo de la devastación que mi raza puede desencadenar sobre la vuestra. –amenazó, su tono de voz vibrante debido a que sabía lo que ocurriría en el futuro–. Que esto sirva de advertencia al mundo. Y a mis hermanos y hermanas mutantes ahí fuera, os digo esto: no os escondáis. Se acabó el sufrimiento. Habéis vivido en la sombra, en la vergüenza, durante demasiado tiempo. Luchad por vuestro derecho a la vida.
–¿Quieres demostrar algo? –inquirió el Presidente, caminando hacia Erik–. Pues mátame a mi, pero deja vivir a los demás.
–Muy heroico, señor Presidente. –dijo Erik, caminando hacia él–. Pero usted no pensaba dejarnos vivir a nosotros. El futuro de nuestra especie comienza hoy. –comentó, cargando algunas armas más, apuntando aún a los humanos.
De pronto, el Centinela que Erik había mandado a por Hank y Logan se dirigió hacia él, por lo que el manipulador de metal debió usar sus poderes para detenerlo. Cuando Lehnsherr estaba distraído, el Presidente sacó un arma de plástico y disparó, atravesando de forma leve su cuello, transformándose en Mística.
–¡Erik! –exclamé, la viga cayéndose de mi cuerpo, provocando que yo pudiera correr hacia él. De la misma forma, las armas cayeron al suelo, mientras que los Centinelas se desactivaban.
–No te acerques (T/n), o te dispararé también. –me amenazó Mística con una voz seria.
–¡Quiero detener el sangrado! ¡Déjame ayudarlo! –exclamé dando un tentativo paso hacia delante, acercándome un poco a Erik.
–Solías tener mejor puntería. –dijo Erik, agarrándose el cuello.
–Créeme: aún la tengo. –replicó Mística, pegándole un golpe que lo hizo caer de espaldas al suelo, quedando inconsciente.
–¡Erik! ¡No! –grité preocupada, acercándome a él, colocando su cabeza en mi regazo, mientras que Mística se giraba hacia los humanos, con el arma de plástico aún en su mano, apuntando a Trask. ¡No podíamos dejar que esto fuera más lejos!
De pronto, observé que los humanos se petrificaba en su sitio, lo que me dejó claro que Charles se acababa de meter en la mente de Mística.
–"¡Sal de mi mente, Charles!" –la escuché decir en su mente.
–"Raven por favor, no nos conviertas en el enemigo hoy." –le dijo mi hermano.
–"¡Mira a tu alrededor: ya lo somos!"
–"No hemos sido nosotros. Todo lo que has hecho hasta ahora es salvar la vida a éstos hombres." –rebatió mi hermano con un tono sereno–. "Puedes mostrarles un camino mejor."
–Detenla, Charles. –escuché decir a Hank, a quien observé por el rabillo del ojo, que se encontraba junto a mi hermano.
–"No. Llevo intentando controlarte desde que nos conocimos." –negó con una voz triste mi hermano mayor–. "Y mira a dónde nos ha llevado..." –comentó con un tono algo bromista–. "Todo lo que pase a partir de ahora, está en tus manos." –confió con una sonrisa–. "Tengo fe en ti, Raven."
Observé que los humanos volvían a moverse, por lo que di una rápida mirada hacia donde Charles y Hank se encontraban, comprobando que mi hermano se encontraba malherido y débil. Mística observó con lágrimas en sus ojos a Trask durante unos minutos hasta que bajó su brazo, soltando el arma.
Tras aquello, Mística se giró y me sonrió, ayudándome a quitarle el casco a Erik. Con calma, me levanté del suelo, entrando a la mente de Erik. Cuando tuve su control, algo que me dolió infinitamente, pues no quería verme obligada a ello, usé los poderes de Erik para apartar el metal que había sobre mi hermano, aprovechando Hank para ayudarlo, quien ahora tenía su apariencia humana. En cuanto hice eso, abandoné la mente de Erik y corrí hasta mi hermano, ayudando a Hank a sujetarlo.
–Vamos, Charles... –musité, ayudándolo.
Mi mirada se centró en Erik de nuevo, quien observó su casco con una mirada confusa, antes de fijar sus ojos verdes en mi.
–Si dejas que me apresen, estaré muerto. –nos dijo Erik, dirigiéndose principalmente a mi hermano Charles, pero sin dejar de mirarme–. Lo sabes.
–Lo sé. –replicó mi hermano con un tono sereno.
–Adiós, viejo amigo. –se despidió Erik antes de elevarse y marcharse de allí, dándome una última mirada, dejando su casco en el césped.
–Adiós, Erik... –se despidió mi hermano mirándome de reojo, pues sentía que estaba triste por volver a despedirme de él.
Raven nos observó, con una sonrisa en su rostro antes de dar media vuelta.
–Nos vemos en casa. –indicó con una voz suave, lo que provocó que Hank sonriese, pues la fin recuperaría a su novia.
–¿Dejarás que se marche? –inquirió Hank, haciendo alusión a Erik.
–Sí... Tengo fe en ellos. –replicó él con un tono confiado y sereno–. Algún día, Hank. Volveremos a reunirnos. Todos.
***
Mansión X, 2025
Logan acababa de despertar en la Mansión X, saliendo a los pasillos. Allí, descubrió que todo parecía haberse corregido en una nueva línea temporal, donde, entre otras cosas, Pícara estaba allí con Bobby. Kitty daba clase junto a Coloso, y Bestia también estaba allí.
–Buenos días, Logan. –lo saludó Bestia–. Que madrugador.
Logan sonrió y bajó las escaleras lentamente, encontrándose a Tormenta dando indicaciones a unos alumnos. Algo desorientado por lo que acontecía a su alrededor, Logan decidió encaminarse al estudio del Profesor. A lo lejos observó a una joven de cabello pelirrojo que iba vestida de rojo, lo que hizo que su corazón por poco se saliera de su pecho. Se acercó con pasos lentos, y cuando estuvo lo bastante cerca, habló.
–Jean...
–Hola, Logan. –dijo ella con una sonrisa, mientras veía a Logan acercarse–. ¿Te pasa algo?
–Estás aquí... –musitó él, sorprendido y confuso.
–¿Y dónde iba a estar? –inquirió ella con una sonrisa. Logan fue a acariciar su mejilla, cuando una mano lo detuvo.
–Eh, esas manos. –dijo Cíclope, Scott Summers, hermano de Alex Summers.
–Algunas cosas nunca cambian... –comentó Logan con un tono algo aliviado–. Me alegra verte, Scott. –le indicó, colocando su mano izquierda en el hombro derecho del joven.
–Ajá... Hasta luego, Jean. –se despidió Scott, marchándose.
–Profesor... –musitó, observando al telépata, quien estaba acompañado por una joven de cabello pelirrojo y ojos verdes.
–¿Logan, va todo bien?
–Sí... –replicó él, falto de palabras–. Sí, me parece que sí.
Jean entonces sonrió y se marchó del estudio, dejando solo a Logan con Charles y aquella joven, quien alzó su rostro, observándolo.
–Hola Logan. –sonrió ella antes de dirigirse al Profesor–. Tío Charles, ¿estás seguro de que con esto mis poderes se harán más fuertes?
–Claro que sí, querida. –sonrió el telépata–. Si no, puedes preguntar a tu madre o a tu padre. –sugirió–. Erik y (T/n) siempre han sido muy buenos con los entrenamientos. Deberías bajar con ellos a la Sala de Peligro.
–¡Sin duda! –exclamó ella con una sonrisa–. ¡Estoy deseando entrenar con ellos! ¡Mis padres son muy fuertes y será un reto vencerlos! –comentó con una sonrisa, recogiendo algunos libros que había traído con ella–. Oh, adiós Logan. –se despidió, antes de desvanecerse en llamas, desapareciendo de la estancia.
–E-esa era...
–Mi sobrina. –replicó Charles–. ¿Logan, no tenías que dar una clase? –inquirió, moviendo su silla hacia él.
–¿Dar... Una clase?
–Sí. De Historia. –replicó Charles.
–De Historia, eh,... Alguien tendría que echarme una mano.
–¿Una mano, con qué?
–Eh... Más o menos con todo lo ocurrido desde 1973. –replicó él, observando a Xavier–. Creo que la historia que yo sé es algo... Diferente.
–Bienvenido.
–Me alegra verte, Charles. Me alegra ver a todos.
–Bueno, tenía que cumplir una promesa. –replicó Charles con una sonrisa, dejando claro que recordaba todo lo sucedido–. Tú y yo tenemos mucho de lo que hablar...
–Sí...
***
Mansión X, 1973
Habíamos vuelto a casa, y todo parecía que iría bien. De hecho, acababan de anunciar la noticia de la detención de Bolívar Trask, lo que aseguraba que los Centinelas no se crearían, y por ende, no nos llevarían al borde de la extinción. Tras comprobar que el Presidente consideraba, en una nueva rueda de prensa, la coexistencia pacífica con los mutantes, apagué la televisión con un suspiro aliviado. Pasé las siguientes horas del día pensando: pensando en Erik, en nuestros amigos, incluso preguntándome si había tomado las decisiones correctas. Raven había vuelto a casa a las pocas horas después del conflicto, fundiéndose en un abrazo con Hank. Después se reconcilió con Charles y prometió que volvería siempre a casa, pero que como objetivo tendría el mandar a aquellos mutantes, que estuvieran perdidos, a la escuela. Por último, Raven me abrazó y pidió disculpas por no haber podido traer a Erik de vuelta. Yo la abracé y aseguré que ella había hecho todo lo posible por su parte, por lo que ahora, solo me importaba que ella estuviera de vuelta.
La noche cayó poco después. Tras cenar junto a mis amigos y familia, y puesto que estaba algo cansada por todo lo que había sucedido aquel día, decidí subir a mi cuarto para descansar. Cerré la puerta y encendí la luz de la mesilla. Cuando me di la vuelta tuve que contener un grito, pues... Erik se encontraba sentado en el borde de mi cama. No sabía qué hacía aquí. Era un prófugo y si lo encontrasen lo matarían. Antes siquiera de que pudiera poner en orden mis pensamientos, Erik comenzó a hablar.
–(T/n), sé que no hay motivo para que lo hagas, pero me gustaría que me escuchases. –comenzó, antes de exhalar un hondo suspiro, como si quisiera infundirse valor para continuar hablando–. Quiero que sepas que todo lo he hecho por ti. Todo lo que he hice en París, y todo lo ocurrido en Washington, todo era por ti. No podía pensar el vivir en un mundo donde tú no existieras. –me confesó, provocando que mi corazón comenzase a latir desbocado–. Sé que no tomé las decisiones correctas en el pasado, sé que te--os--abandoné, a Charles y a ti. Y sé que nada excusa mi comportamiento para con Raven, pero en aquel momento pensé que era la mejor decisión que podía tomar para salvar nuestro futuro. –admitió, sus ojos no apartándose de los míos en ningún segundo–. Lo que quiero decir, es que mis sentimientos por ti no han cambiado. Nunca lo han hecho. –se levantó, dando un paso hacia mi–. Cada segundo sin ti era como si me arrancasen el corazón del pecho. Encerrado en aquella prisión, solo podía desear el haber tomado otras decisiones para poder estar a tu lado. Sin embargo –su voz tembló con sus siguientes palabras–, si tus sentimientos han cambiado, una palabra tuya bastará para que desaparezca de tu vida para siempre. Pero –dio otro paso más hacia mi, quedando nuestros cuerpos a pocos centímetros–, si tus sentimientos siguen siendo los mismos, quiero que sepas que te amo. Te amo. Y no deseo marcharme de aquí sin ti. Nada podrá separarme de ti.
Mis ojos azules no se habían despegado de su rostro, y mi cerebro luchaba por dar sentido lo más rápido posible a sus palabras. Mi corazón latía totalmente desbocado, no solo por su presencia, sino porque había reiterado sus sentimientos por mi, tras todos estos años... Sus palabras y su tono eran sinceros, y no pude hallar rastro alguno de mentira en sus ojos. Poco a poso, las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, mi corazón completamente lleno por la felicidad. Sabía que era un prófugo, que lo perseguirían, pero si al ir con él podía protegerlo y evitar que se equivocase de camino una vez más... Lo haría. Aceptaría una vez más sus sentimientos. Abriría mi corazón a Erik. Di un paso hacia él, y observé como su mano derecha se acercaba tentativamente a mi rostro, quedándose quieto antes de rozar mi mejilla, pues no estaba seguro de qué hacer. Con una sonrisa en el rostro, coloqué mi mejilla en su mano, una sonrisa aliviada cruzando su rostro. Instantes después, sus pulgares secaron mis lágrimas, agarrando mi rostro con dulzura, antes de inclinarse para brindarme un beso en los labios. Erik no necesitó palabras para entender lo que yo quería transmitirle. Rodeó mi cuerpo con sus brazos en un abrazo protector y continuó besándome por unos minutos, antes de separarse y mirar mis ojos.
–¿Estás segura de ésta decisión? –me preguntó, el afecto irradiando de cada una de sus palabras–. Deberás abandonar a Charles... A tu única familia.
–Lo estoy. –le aseguré yo con un tono suave–. Charles lo entenderá. Sabe que mi corazón nunca ha podido olvidarte. –coloqué mi cabeza en su pecho–. Es lo que deseo... Ir contigo. Estar contigo.
–¿Hasta que la muerte nos separe? –preguntó él, lo que provocó que lo mirase sorprendida. Sonreía con una gran felicidad, y en su mano derecha... Un anillo de oro.
–Erik... Esto es...
–Era de mi madre. –me dijo–. Lo único que no pudieron arrebatarme de ella. Y ahora, quiero que tú seas parte de mi vida, para siempre. No quiero perderte.
–Lo acepto con todo mi corazón, Erik. –repliqué con una sonrisa, colocándome Erik el anillo, antes de besarme de nuevo.
Acordamos que debía empaquetar lo que considerase necesario, pues debíamos viajar ligeros de equipaje. Antes de salir de la mansión dejé una nota en la mesilla de Charles, aunque sentía que su mente estaba consciente y podía percibir todo lo que ocurría. Le brindé un beso en la frente a mi querido hermano antes de marcharme con Erik de la mano, en busca de un nuevo comienzo para ambos.
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