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Capítulo 33

FEBE

Vigilar a Theo ha sido lo más aburrido que se me podría haber ocurrido las últimas horas. Tal vez debería bajar la guardia, fui testigo de su traición. Derek jamás podría perdonar así como así que alguien lo "humille" de esa manera. Porque sí, para él eso fue una humillación. 

Me pesan los ojos. Me digo a mí misma que debo descansar un poco. No ha sido anunciado, pero es evidente que se aproxima la última evaluación, la que definirá todo; si Theo o yo gano el programa. Lo único que me tranquiliza es que no han sido anunciado los temarios, lo que significa que aún hay espacio para hacer una pausa. 

Sin embargo, una preocupación se cola en mi mente. El arma que tenía Derek. No contaba con ella cuando lo encerramos, eso significa que debe estar en su cuarto, ya que no le fue confiscada por Proyecto 151. Estaría más tranquila si la tuviera en mi poder. 

Decido ir a su habitación a terminar de zanjar este asunto. 

Entro a la pieza. Apenas cierro la puerta me invaden todos los recuerdos. Las muertes y el sufrimiento que ha ocasionado, pero por sobre todo la manera en que se rio de mí, amenazándome y atacándome sin piedad pese a conocerme.

Dejo a un lado la rabia y reviso entre sus cosas. Abro cada cajón, mas no hay rastro del arma. Solo me encuentro con los artículos que nos entregó Proyecto 151. Con frustración opto por revolver sus sábanas. Doy vuelta toda la cama sin éxito. 

En el tocador tampoco me va mejor. 

Exhausta me recuesto en el colchón. Analizo el desastre que he dejado. La cantidad de papeles por doquier. Dentro del desorden una pequeña nota llama mi atención, y por inercia me acerco a ella. 

La policía sí era real. El hombre procesado se llama Fabián Gómez.

La noticia se ha intentado mantener fuera de la prensa, aunque algunos familiares están preocupados por sus hijos. El programa ha estado en conversaciones para evitar asumir responsabilidades penales.

No obstante, el premio existe, es legal y legítimo. Los chicos y yo estamos bien.

Sigan adelante, la amenaza es uno de los participantes.

La firma de Lou al final de esas palabras. No obstante... Oh, Dios. 

Esa letra la he visto antes. 

Con prisa abandono el cuarto de Derek. Corro hacia el mío, porque esa nota no la he botado, la guardé, no sé por qué. Tal vez precisamente por ese recelo, por ese algo que resonaba cada vez que hacía acto de presencia. 

En medio de los cajones encuentro el papel. Aquel papel arrugado que tiró a mi mesa cuando recién había empezado toda esta pesadilla. "Después de clases nos juntamos en la sala de estudio"; el lugar dónde me interrogaron por separado, para que ni Derek ni yo nos pusiéramos de acuerdo en mentir después de la muerte del primer muchacho. Las sospechas recaían en nosotros, y nos citó a ambos, solo que Derek debe haber botado esa nota al basurero. 

Comparo una al lado de la otra. La letra... es idéntica. 

Esa nota no la escribió Lou. 

Y si Lou no la escribió significa que lo que está escrito en ella es mentira. 

Los nervios me traicionan, corro y caigo al suelo. Siento náuseas mientras muevo las piernas desesperadamente. 

Cuando le confíe el plan a Theo, él nos contó a Magnus y a mí todo lo que sabía. Hablamos sobre toda la información que él había reunido en este tiempo, incluida la nota de Lou sobre que la amenaza estaba aquí dentro. Theo parecía dolido cuando recordaba ese momento, nunca se habría imaginado que esa persona de la que había que temer se trataba precisamente de Derek. Derek había fingido hasta el final, o eso creíamos. 

Oh, Dios, debo hablar con Theo ahora mismo. 

Abro la puerta de su cuarto, pero él no se encuentra por ningún lado. Sigo recorriendo el recinto. La biblioteca, el comedor, el gimnasio. 

Estoy completamente sola. Y mientras respiro agitadamente, confusa y con miedo, oigo el anuncio. 

"Inicio de la siguiente prueba". Un cuenta regresiva se proyecta en cada pared exenta de cualquier explicación sobre de qué va esto. 

De pronto, tengo un horrible presentimiento. Huyo hacia el subterráneo a modo reflejo, pero cuando encuentro la entrada está clausurada. 

Un escalofriante zumbido se hace presente, no sé cuál es el origen, pero se acerca lentamente. 

Pateo la entrada con desesperación. Grito cuando visualizo las avispas. 

—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor! 

«Quien sea, por favor». 

Lloro como si otra vez fuera una niña pequeña. 

Oigo su voz del otro lado. Desesperado por abrir la entrada. 

«Perdóname» quisiera decir. 

«Huye de aquí. Te quiero, quiero que vivas». 

Arrepentimiento, miedo y dolor. Todo llega junto una vez que las avispas me alcanzan y mis esperanzas de refugiarme desaparecen. 

Alcanzo a darme cuenta de la reacción en mi piel y cuerpo. No puedo parar de llorar y gritar. Su voz el único calmante...

Pierdo el control de mi cuerpo. Muevo los brazos buscando ahuyentarlas, pero solo agravo la situación. Caigo al suelo y me arrastro dando golpes inútiles a la entrada del subterráneo, el único lugar ajeno a esto. 

Del otro lado se está a salvo. 

Si tan solo hubiera bajado antes. 

Me da un vuelco al corazón cuando sigue sin rendirse. Gritos desoladores de la única persona que sí me quiso de verdad. 

Se me hincha la piel. Intento respirar, pero cada inhalación se hace más pesada y tortuosa.

La luz en la sudadera desaparece, y sé que estoy fuera del juego, mas sigue peleando con todas sus fuerzas.

«Sal de aquí» es mi último pensamiento en medio de la desesperación. 

DEREK

Veinte minutos antes.

Pestañeo, percatándome que me he quedado dormido de pie. No veo nada, y siento adormecidas las piernas. Ladeo la cabeza, en tanto observo la penumbra frente a mis ojos. Curvo hacia arriba la comisura de la boca mientras busco en medio de la sudadera la botella de agua, así como el trozo de pan. Vine preparado. 

Subestimé a Artemisa. No pensé que actuaría a mis espaldas, buscando sacarme del juego. Fingió necesitar de otro, solamente para atacar cuando ya no quedara nada para que finalizara el programa. Sabía que yo sería un obstáculo muy difícil de vencer, me conoce, y decidió amenazarme con sacar nuestro pasado a la luz. Primero la firma, dejando mi máscara en el cuarto. Luego, le cuenta su versión de los hechos a Theo. 

«Pero... ¡Yo hablé antes con él, Artemisa! ¡¿Qué se siente perder en tu propio juego?!» 

«¿Dices que de mí hay que temer? Te recuerdo que todo había salido a la perfección esa noche, que yo iba concentrado en manejar. Fuiste tú quien se cruzó únicamente para bajarme la cremallera del pantalón mientras yo te pedía que pararas. Y mientras intentaba quitarte de encima... esa mujer apareció de la nada». 

La película que nos hicieron ver estos malditos sádicos, "Unas vacaciones de pesadilla" no hizo más que recordarme ese horrible momento. Fue asqueroso, repugnante de ver. La culpa me ha atormentado desde esa noche en que todo cambió. La culpa se intensifica cada vez que algo me recuerda a esa pobre mujer. La culpa ha hecho que en más de una ocasión me sienta poca cosa para estar con alguien como Theo. 

«¿Puedes decir lo mismo, Artemisa? ¿Realmente la culpa te carcome la cabeza? Porque te vi más enfocada en sentarte a horcajadas sobre mí, sobre Félix. Y aun así, te atreves a apuntarme con el dedo». 

Suelto una pesada exhalación. El anuncio de actualización de los lugares... Espero haya sido suficiente para que los temores se disipen. Theo perfectamente me podría haber ganado, pero adrede no di el máximo en ese examen. 

Termino de masticar, y guardo el resto para después. Vaya a saber uno cuánto durara esta mierda. 

Con cuidado toco la pared. Las yemas de mis dedos sienten el leve roce desagradable. Este sitio estaba pensado como tortura. Hay clavos y púas que solo se distancian un par de centímetros de mi piel. Me pregunto qué hace esto en Proyecto 151 y con quién ha sido utilizado. No he sabido de ningún participante que haya tenido que lidiar con esta basura. 

A lo lejos escucho unos pasos acercándose. 

—Podrías haber elegido un lugar más... agradable —hablo medio cabreado. 

—¿Estás bien?  

Me basta saber que está aquí para apaciguar cualquier desagrado que me provoque este lugar. La he sacado barata, aún no me creo que merezca el amor de alguien como él. 

Intenté varias veces decirle la verdad,  y siempre encontraba un freno para no hacerlo. Sin embargo, no me arrepiento de abrirme con él, tenía que hacerlo. Si realmente hacía alarde de querer a Theo, debía ser consecuente con ese sentimiento, por más vergüenza y remordimiento que sintiera por mi pasado, por esa mujer que jamás desaparecerá de mis pesadillas. 

—Tan bien como podría estar alguien que está a nada de ser perforado por estas púas —respondo.

—El lugar lo eligió Artemisa. —Es su única respuesta antes de abrir la puerta. 

Apenas esta se desliza clavo la vista en él. Muevo los pies por inercia hasta quedar frente a frente. Su boca tan próxima. 

—Me traicionaste... —murmuro. 

—Sabías que lo haría. Viniste preparado. 

No es necesario que deje al descubierto el pan a medio comer y la botella. Lo sabe, por supuesto que lo sabe.

Alzo una ceja.

—Sabía que lo harías, pero me dolió. 

—Y a mí también —admite—. Pero era la única forma de salvarte. 

El plan de Artemisa solo podía fracasar si uno de ellos fallaba, más específicamente si Theo fallaba. Con Theo siempre hemos hablado el mismo idioma, lo que intuye uno, lo puede ver con facilidad el otro. Sabíamos que en alguna oportunidad tendríamos que fingir separarnos para lidiar con el resto del grupo.

Mi vista sube a sus ojos, esos que me miran con la misma intensidad de siempre. Saber mi pasado, algo que me aterraba por completo, no fue impedimento para que dejara de quererme. 

Si las circunstancias fueran otras me dejaría llevar por mis sentimientos...

Desvío los ojos a la izquierda, luego a la derecha. 

A la mierda las circunstancias. 

—¿Derek...? —pregunta, y no puedo más que unir mis labios a los suyos, dejando la pregunta en el aire, con la deliciosa sensación de que lo último que salga de su boca sea mi nombre. 

—Nos seguimos el rollo sin necesidad de palabras... Eso siempre me pone tanto —suelto agregándole algo de diversión a la situación. 

Es lo único que nos queda. Verle la gracia a todo este circo para seguir cuerdos. 

Tampoco estoy considerando la idea de que pase algo más. Ya no hay tiempo para eso, no si queremos sobrevivir. Solo es una pequeña distracción, una que me vuelve loco, porque jodida mierda si de algo me he convencido estas semanas es que Theo cambió mi mundo. Lo cambió para bien. 

Acaricio su cabello mientras nuestras bocas siguen en contacto. 

Me da miedo romper el beso, como si temiera estar a nada de perderlo. Parece que él tiene las mismas inquietudes, ya que cuando al fin opto por tomar distancia, es él quien va en busca de mis labios nuevamente. 

La sonrisa que mantiene me dice que todo está bien entre nosotros, nada ha cambiado. 

Solo un anuncio de Proyecto 151 podría conseguir que dejemos de besarnos. El nuevo aviso resuena por los parlantes a lo lejos. El inicio de la prueba. 

—No entiendo... —murmuro quedándome en blanco— ¿No es un examen?

No han dado ninguna instrucción, más allá de que el siguiente desafío está a la vuelta de la esquina. 

—¿Qué se supon...?

La pregunta de Theo queda en el aire. Los gritos de Artemisa se roban el protagonismo.

—¿Febe...? —Cualquier odio queda a un lado. 

De inmediato voy hacia el origen de los gritos. Theo hace lo mismo, siguiéndome el ritmo. 

La conozco. Ella no pierde los estribos con facilidad, si está así de desesperada no puedo imaginar a qué se está enfrentando. Y si somos solo nosotros los que seguimos en pie... ¿Quién carajos la está atacando? 

Mierda. La angustia se me acopla en el pecho. Cada recuerdo de los dos juntos, nuestras vidas que se juntaron por cosas del destino. Sus regaños, su compañía. Ahora mismo no puedo ni acordarme de por qué estaba enfurecido con ella. La entiendo, si hubiera estado en su lugar también habría sospechado que yo era el asesino. Pero nunca lo he sido, y me parece ridículo haber caído tan fácilmente en esa trampa que nos han puesto para dudar entre nosotros. 

¡Mierda! Tal vez nunca pude amarla como se merecía, pero es mi amiga, y la quiero a pesar de todos los enredos que han habido estas semanas. 

No la puedo perder. 

 La entrada está clausurada y solo puedo pensar que esta es la prueba que los sádicos han preparado para nosotros. Pero la meta no es salvar a Febe, solo es sálvense quien pueda. No puedo abandonarla ahí. No lo haría nunca. 

Sigo luchando mientras ella se desvanece poco a poco. 

—Avispas. —Le oigo decir a Theo, en tanto continúa forzando la entrada. 

Ambos sabemos que es inútil, pero odio sentirme impotente, odio resignarme a perderla. No puedo hacerlo. 

—Artemisa... Te quiero... —Y es lo único que puede salir de mis labios. 

El silencio del otro lado es desolador. No reprimo las ganas de llorar. Caigo al suelo derrotado. Los papeles se han invertido, Theo me consuela. Nadie quiere decir ni una sola palabra, porque decir lo que ha pasado es hacerlo real. 

Febe no puede estar muerta. No puedo concebirlo. Se me desgarra el corazón. 

Suena un horrible pitido, lo que indica que esto aún no ha terminado. 

Y ahora solo estamos los dos en pie. Alguna vez fuimos veinte participantes, y ahora... solo nosotros aspiramos a ese premio millonario. 

Ya no creo que valga la pena. La tristeza me consume por completo, y Theo trata de sacarme de ese estado. Sabe que aunque duela tenemos que continuar, o tendremos el mismo destino. 

—¿Y ese ruido...? —pregunta Theo sacándome de mis pensamientos. 

Con prisa le quito el teléfono de sus manos. Apunto en todas las direcciones, encontrando la fuente del ruido poco más allá. La puerta está clausurada, y este lugar ha empezado a inundarse. 

Hay que salir cuanto antes de aquí. 

Corremos por el subterráneo, nuestro enemigo el agua. El miedo de morir ahogado se hace presente, apenas puedo procesar bien todo lo que ha pasado en tan poco tiempo. 

No hay demasiada distancia entre Theo y yo. No obstante, de un segundo a otro cae una reja separando nuestros caminos. 

Alcanzo su mano por el espacio que me permiten los barrotes. 

—¡No! ¡No! —grito frustrado. Ha sido por menos de un metro. 

—Derek... escucha... debes continuar. Corre —pide. Esa mirada de hielo otra vez. 

Pienso en las opciones... ¿Correr hasta dónde? No tiene caso, y si tengo que morir no lo haré lejos de él. 

—Sobreviviremos —suelta confiado—. No me quedaré sin hacer nada, encontraré una manera de salir de aquí. Pero, mientras hablamos el tiempo se va acabando... 

—Theo... no puedes pedirme que avance sin ti. No tendría ni un puto sentido... 

—No es el final —me asegura—. Volveremos a vernos. 

Lo dice tan confiado, y yo solo puedo enfocarme en el agua que ya va al nivel de mis rodillas. 

Dudo, no quiero alejarme de él. 

—Derek... estás aterrado y con justa razón, pero lo único seguro es que moriremos si no mueves los pies ahora ya. 

Me obliga a mirarlo a los ojos. Y me niego, no quiero, no después de ser testigo de la muerte de Febe. 

Si Theo muere no existiría premio que lograra sacarme de ese abismo de no volverlo a ver. 

Con dolor obligo a mis pies a moverse. 

Antes de que me arrepienta me volteo con la imperiosa necesidad de soltarlo. 

—Te amo, Theo Ashford. Sobrevive o me enojaré muchísimo. 

Me dirige una última sonrisa. 

No espero su respuesta, no ahora. 

Me la dará en un futuro, sé que será así. 

Empiezo a correr. 


Estoy cerca del lugar dónde me encerraron. Tanteo las paredes en busca de alguna abertura que logre sacarme de este aprieto. Llevo unos minutos así, no sé cuántos, pero sí sé que el agua me ha alcanzado el cuello y estoy comenzando a temblar de miedo. Necesito saber que Theo está bien. No obstante, sé que esos pensamientos no ayudarán en nada. Al contrario, me harían sucumbir y olvidarme de mí mismo. 

Sigo recorriendo el borde hasta dar con un pequeño interruptor. Uno que ninguno de nosotros sabía de su existencia. Se desliza hacia un lado la estructura que simula ser de piedra, quedando a mi vista un túnel. Doy un salto y me meto en este, es pequeño, pero me arrastro como un gusano a dónde este lugar me lleve. 

La oscuridad y lo estrecho del espacio da una horrible pinta. Estoy quedando embarrado y sudado de tanto moverme. Sin embargo, este lugar aún está ajeno de inundarse, aunque es cosa de minutos. No debo confiarme. 

Llego al final del túnel caigo en medio de un pasillo blanco e inmaculado. Asqueado, intento librarme de la suciedad en mi cuerpo. Alzo la vista sin reconocer dónde me encuentro. 

Se parece al piso de los cuartos, pero no es el mismo. Aunque el pasillo sigue la misma estética, las paredes están adornadas con los números 151 y unos dibujos en espiral. 

Trago saliva y voy directo a la puerta grande metálica. La abro solo un poco, y echo un vistazo a su interior. 

¿Qué... carajos es esto?

Las pantallas se despliegan por las paredes. Asientos que van en escalada, algunos trabajadores con la vista fija en sus computadores anotando. Finalmente lo entiendo: Aquí es donde trabajan. Encontré la sala de monitoreo. 

Identifico a Morgan, lleva una botella de champán en las manos. 

—Estará feliz con el resultado, sin duda... 

—¿No deberíamos esperar unos minutos? —le pregunta una mujer. 

—Hemos revisado todas las cámaras sin encontrar rastro de él. Se debe haber ahogado. La naturaleza ya hizo lo suyo. Vamos ahora, así irán a buscar el cuerpo y podremos continuar. 

La mujer asiente, y los demás trabajadores abandonan sus lugares. 

Un escalofrío me invade cuando acelero la marcha, bajando los escalones y llegando a los monitores. Controles que no sé cómo utilizar, pero busco captarle la técnica. 

Pateo la superficie cuando no encuentro a Theo por ningún lado. 

¡Mierda! 

Sin embargo, debo mantener la calma. Seguramente hablaban de mí cuando se referían al supuesto cuerpo que tendrían que recuperar. 

Captan mi atención las carpetas ordenadas minuciosamente sobre el escritorio. Altero ese orden, esa perfección sacando cada una de ellas. Etiquetas con los nombres de todos los participantes; son los putos expedientes. 

Leo con prisa, no sé cuánto se demore Morgan en regresar. 

Debería mantener la calma, pero no puedo. No cuando me cuestiono si acaso no se trata de una jodida broma. 

¿Por qué nos han puesto a todos el apellido "Ashford"?

«Qué ridículo. Si fuera un Ashford mi vida hubiera sido mucho más fácil». Bueno, hasta cierto punto. Sé cuánto ha sufrido Theo. 

Convencido de que algo está mal, saco los seis expedientes que me interesan. 

El de Theo, Magnus, Cosette, Félix, el mío... Y el de Febe... 

Los ordeno en una línea horizontal, y voy uno por uno. 

Lo primero que hallo en cada carpeta es un contrato, uno antiguo. No tiene ni un puto sentido, porque la fecha es de antes que cualquiera de nosotros naciéramos. 

A medida que sigo leyendo algo dentro de mí se va rompiendo poco a poco. 

"Experimento 151". 

Nuestras madres... ¿Firmaron esto?

Se me sube la bilis a la garganta mientras leo sobre un procedimiento de inseminación artificial. No en todos los casos fue de la misma manera, pero... los veinte participantes... 

¿Todos... compartimos genes?

Sigo leyendo, conteniendo mis ganas de romperlo todo. 

¿Qué... qué es esta mierda de tener un ancestro común?

El millonario detrás del programa... 

La persona que dañó a Theo. 

Laurent Ashford... 

Con distintas mujeres... Todas desesperadas por dinero y reconocimiento. 

Dinero que sería liberado cuando el experimento finalizara con la muerte de cada uno. 

100 millones de dólares... 

¿Eso valen nuestras vidas? 

Con razón... nadie nos ha buscado. Nadie lo hará. 

Todos... ¡¿Todos están muertos?!

¿Qué fue esa carta de Lou? 

¿Quién la escribió? 

No respiro en tanto sigo leyendo toda esta aberración. Tengo poco tiempo, pero necesito comprender la mente de Laurent Ashford, cuál es su propósito, qué pretende lograr con todo esto. Sus conclusiones respecto a los genes. 

"El egoísmo y su fuerte implicancia en que un gen se imponga por sobre otro, se debe a su mejor desempeño a la hora de adecuarse al medio. Este egoísmo es intrínseco a nuestros genes, y lo que los impulsa a su perpetuación y supervivencia. Un mundo altruista es esencialmente inestable, dado que estos seres terminarían subyugados ante los seres egoístas". 

"No somos más que simples máquinas, guiadas por esos genes, que son incapaces de velar por el bienestar común". 

"Experimento 151 es la contraposición a estos genes. La comprobación de que el altruismo se presencia en la naturaleza siempre y cuando se vean beneficiados los genes egoístas. Son los individuos egoístas los que terminarán prosperando". 

"La perfección, la cúspide de todo organismo, solo se logra por medio de la constante reproducción y evolución. Al morir solo perpetúas de dos formas; por los genes que son inmortales, y por la transmisibilidad de las ideas culturales". 

Laurent Ashford tiene complejo de Dios, ha buscado multiplicarse en busca de crear un hijo perfecto, sometiendo a sus distintos prototipos a competir entre sí eliminándose hasta llegar a esa cúspide. Nos hizo crecer bajo distintas circunstancias. No fuimos más que ratas de laboratorio, un experimento para complacer a un psicópata. 

¿Siquiera puedo decir que esa mujer a la que llamé madre en verdad lo es?

Al seguir avanzando en el expediente y ver la firma en este puedo ver que no. Solo parece ser la mujer que me crio. ¿Será por eso que nunca pude sentir una conexión con ella? ¿Con sus enseñanzas? Como si una parte de mí supiera que algo no estaba bien, que había crecido en un ambiente de mentiras. 

Y Theo... Tener los genes Ashford es lo más sórdido y repugnante que podría haberme pasado, aun así agradezco no tener ni una pizca de sensatez. He mejorado por él, pero hay cosas que no cambian. Podría espantarme y alejarme de Theo, pero ni siquiera compartir genes hará que me distancie de él, si no es mi hermano sanguíneo para mí no cuenta. Solo es por parte de este científico con el ego por las nubes que cree que su descendencia debe trascender. Nuestras madres son otras. Y... a la mierda lo que piense el mundo, me importa mil carajos. Que me juzguen si quieren, pero mientras lo hacen yo estaré bebiendo un licor caro con el amor de mi vida. Nueva meta desbloqueada una vez que destruya este infierno. 

Porque sí, después de todo lo que han hecho, de matarnos como si fuéramos cucarachas... estos imbéciles no se irán sin pagar. En este preciso momento, estoy emputecido, no hay palabras para expresar toda la rabia que tengo dentro. Me siento humillado. El odio embarga mi corazón al pensar en cada persona que conocí aquí dentro y que ya no está. Febe... 

Y este último expediente... todo lo que leí... Mi corazón va a mil por hora. 

La puerta metálica se abre repentinamente, atrapándome en el acto. Imposible esconderse, ni actuar rápido. 

—Mami, no creerás lo que...

«Mami».

Esa voz aguda, inquietante, terrorífica.

Los pasos rápidos, incluso saltarines en la escalera. 

HIJA DE PERRA. HIJA DE PERRA. 

¡LLORAMOS TU MUERTE, HIJA DE PUTA!

LO SABES TODO, LO HAS SABIDO TODO DESDE UN INICIO Y DECIDISTE QUEDARTE CALLADA. 

Solo un segundo. Un segundo en que nuestros ojos se encuentran. La bolsa de papitas que sostiene en una mano se le cae al suelo. 

—¡HIJA DE PERR...!

Actúa con astucia, porque mientras yo me abalanzo sobre ella, Cosette agarra con prisa el primer objeto que ve dándome directo en la cabeza. 

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