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𝟬𝟰𝟮 the hard cold truth

𝖘𝖊𝖌𝖚𝖓𝖉𝖔 𝖆𝖈𝖙𝖔 • 𝖈𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖈𝖚𝖆𝖗𝖊𝖓𝖙𝖆 𝖞 𝖉𝖔𝖘:
𝖑𝖆 𝖉𝖚𝖗𝖆 𝖞 𝖋𝖗𝖎𝖆 𝖗𝖊𝖆𝖑𝖎𝖉𝖆𝖉.

      Nina Archibald creyó que tendría un día relajado por delante. Ya tenía planeado estudiar hasta el mediodía, para luego ir a comer algo con su hermano, y finalmente volver a su cuarto en la universidad para seguir estudiando. Sin embargo, todos sus planes se desmoronaron cuando recibió un mensaje de Chuck Bass pidiéndole encontrarse lo más pronto posible con ella.

      Inmediatamente, la chica abandonó su cuarto. No se molestó en ordenar sus libros y dejó todo desparramado a lo largo de su cama antes de cambiarse lo más rápido posible y salir para tomar un taxi. Agradeció que se había bañado apenas se despertó, y que se había maquillado en ese momento puesto que sino ahora debería tener el dilema de salir sin maquillaje o tardar más en encontrarse con el chico.

      No era como si tuviera un problema con no tener maquillaje puesto. Sin embargo, desde que había comenzado a salir con Remmie, las cámaras se giraban con más fervor en su dirección. En consecuencia, no podía evitar sentirse más consciente sobre su apariencia.

      Cuando finalmente llegó al pequeño bar, casi no le pagó al taxista en su apuro por encontrarse con el chico y descubrir qué había pasado. Después de las acusaciones, Chuck tuvo que cederle su hotel a su madre, y no podía imaginarse qué más podría estar pasando para que el castaño llamara a todos a reunirse sin previo aviso.

      Nina cruzó la puerta y sus ojos aterrizaron en su grupo de amigos. Blair la miró con apuro, haciéndoles señas para que se acercara y la morena hizo caso a su sugerencia. Ella también estaba ansiosa por descubrir qué estaba pasando.

      — ¿Qué pasó ahora?—, murmuró Nina, arrojando su bolso sobre la barra y sin molestarse en la mala mirada que le envió el barman por el estruendo.

      —Al parecer, todos hemos caído en una trampa de Jack Bass—, anunció Chuck —. La reaparición de mi madre, la demanda... todo fue parte de un elaborado ardid para hacerme ceder mi hotel a Elizabeth. Tengo que admirar su trabajo.

      Nina frunció el ceño, y tuvo que físicamente morderse la lengua para evitar comentar que su madre no haría eso. Estaba implícito en su explicación. Elizabeth lo había traicionado.

      — ¿Ya hablaste con tus abogados?—, inquirió Serena —. Debe haber alguna manera.

      —Mi abogado también es un traidor—, agregó Chuck.

      Nina resopló —. No hay ni un ápice de lealtad en esta maldita ciudad.

      Chuck alzó su vaso de whisky ante aquello —. Eso es cierto. Un juicio para recuperarlo todo tomaría meses. Y en ese tiempo, Jack ya habría quebrado el hotel, haciéndolo presa fácil de los buitres que ya tiene preparados. Mi única esperanza es hablar con Elizabeth, y convencerla de que me devuelva mi hotel.

      Nina alzó su cabeza para mirar a su hermano, quién tenía al igual que ella su ceño fruncido —. ¿Qué te hace creer que va a hacer eso?

      —No fue idea suya—, negó Chuck —. Jack tiene algo contra ella, necesito saber qué es—, culminó antes de posar un beso sobre la mejilla de Blair —. Te llamaré.

      La Archibald mordió su labio mientras el chico pagaba por la bebida y tomaba su abrigo. Tenía una sola idea en la mente, pero no estaba segura de si debería hacerlo, no después de todo lo sucedido. Entonces, ella cruzó su mirada con Blair, quién le dio un ligero asentimiento que le dio la fuerza para tomar el antebrazo de Chuck cuando pasó a su lado.

      —Espera—, llamó, y Chuck giró su cabeza para mirarla a los ojos. Vaciló, volviendo a reconsiderar su idea, y optando por seguir su instinto —. Iré contigo.

      — ¿Estás segura?—, murmuró el castaño, desviando su mirada momentáneamente a Blair.

      —Sí, por favor—, intervino Blair, acercándose a los dos —. Debo ir al desfile de mi madre, y me sentiré mucho más tranquila si sé que Nina está contigo.

      La chica le envió una sonrisa a su mejor amiga antes de posar su vista sobre el chico frente a ella. Alzó las cejas, casi retándolo a hacerle la contraria cuando las dos estaban del mismo lado —. ¿Por favor?

      Chuck se relamió los labios antes de dar un asentimiento corto y retomar su camino hacia la puerta. Nina le envió una última sonrisa al grupo antes de cruzar la puerta y seguir a Chuck.

      Nina estaba sentada en un banco, sus piernas cruzadas y apretadas mientras prácticamente hacía fuerzas para no temblar debido al frío que provenía del río. Claramente no ayudaba el hecho de que tenía un vestido dorado, lista para ir al desfile de Eleanor en cuanto pudieran. Apenas había logrado ponerse un abrigo largo que llegaba hasta sus rodillas, pero claramente no estaba haciendo un gran trabajo en protegerla del viento helado.

      Estaba a meros pasos de Chuck y Elizabeth, escuchando toda su conversación. Se sentía algo fuera de lugar, como si debería darles más privacidad, pero Chuck había insistido en que se mantenga cerca.

      —No sé cuánto te prometió mi tío, pero lo duplicaré si me devuelves mi hotel—, comenzó Chuck, yendo directo al asunto.

      Elizabeth bajó la cabeza —. Oh, Chuck. Esto nunca fue por dinero.

      — ¿Entonces qué tiene Jack contra ti? Porque debe ser algo grande para que hagas esto.

      —Lo amo.

      Nina habría jurado que el escalofrío que recorrió su espalda no tenía nada que ver con el frío que había estado sufriendo. Hasta entonces, había mantenido su vista pegada al suelo, fingiendo que si no los veía era como si no estuviera allí. No obstante, no pudo evitar posar sus ojos sobre Chuck, y observó con atención su rostro.

      —Sé que es difícil para ti entenderlo...

      — ¡Jack es incapaz de amar!—, vociferó Chuck, y Nina dudó de si debería intervenir —. ¡Está usándote! Se está robando mi hotel, y te dejará.

      —Sé que no es perfecto, pero él me entiende—, instó Elizabeth —. No me juzga. En el fondo, es gentil y amable.

      — ¿Qué tipo de persona gentil y amable te convencería de hacerme esto?—, recriminó Chuck.

      La mujer bajó su mirada, pausando por un momento, antes de volver a mirarlo a los ojos —. Cuando empezamos este juego, me dije a mí misma que tú eras un extraño. Pero no sabía cuánto llegarías a importarme.

      —Entonces, ayúdame. Devuélveme mi hotel.

      —No puedo. Lo siento.

      — ¿Lo siento?—, repitió Chuck. Su voz se rompió, y entonces Nina optó por levantarse. Se acercó, rodeando su brazo con su cuerpo, y apretándolo con la intención de brindarle apoyo —. ¿Eso es todo?

      —Necesito a Jack—, espetó Elizabeth —. Y creo que él también me necesita a mí. Él me ama.

      —Si crees eso... entonces te mereces lo que te va a pasar.

      Con una última mirada, Chuck se giró y se marchó. Nina ni siquiera miró a la mujer, sino que caminó al lado de su amigo, y casi tembló cuando él se soltó de su agarre para rodear sus hombros con el brazo que ella previamente estaba aferrando.

      La morena notó que el chico de forma simulada se limpió con el dorso de su mano las lágrimas que vertieron de sus ojos, y ella sintió que su corazón pesaba como nunca antes lo había hecho. No podía creer que todo esto estuviera pasando. No podía creer que Jack Bass, de todas las personas, estuviera ganando.

      No sabía qué hacer, ni qué decir. Pudo escuchar a su amigo llamar a alguien, y asumió que probablemente sería a su hermano. Sin embargo, no prestó atención a su conversación, estaba demasiado consumida por el enojo como para prestar atención a ello. Apenas notó de que ya había cortado su llamada, y solo fue traída de vuelta a la realidad cuando Chuck apretó su hombro.

      —Nate sugirió que llevemos a Jack a la exhibición de Eleanor—, musitó.

      Nina frunció el ceño —. ¿Cuál es el plan?

      Chuck se encogió de hombros —. No entró en muchos detalles—, mencionó, desviando su mirada del horizonte hacia la chica a su lado —. Estás helada.

     La chica sonrió, sintiéndose algo incómoda por estar sonriendo debido a la situación, pero igualmente lo forzó en un intento de aligerar la tensión —. Bueno, esto es lo que sucede cuando tienes una agenda tan ocupada como la mía—, bromeó, pero no obtuvo una reacción por parte del chico. Ella aclaró su garganta antes de agregar —. ¿Tienes algo más en mente?

      Chuck negó —. Jack claramente tiene a mi madre alrededor de su dedo.

      —Entonces, necesitamos convencerla de que ese asqueroso dedo es falso.

      El castaño la miró —. ¿Realmente crees que el plan de Nate vaya a funcionar?

      Nina arrugó la nariz —. No le que lo dije yo, pero Nate es malísimo cuando se trata de estas cosas—, sacudió su cabeza, desviando su mirada a un costado mientras intentaba pensar en alguna solución —. Debe haber una manera... obviamente Jack no va a estar saliendo con cualquier chica como lo hacía antes, no es tonto.

      —Puede que tengamos otra oportunidad—, murmuró Chuck después de un momento en silencio, y fue entonces cuando Nina giró su cabeza en su dirección para notar que tenía su teléfono en mano. Él giró el aparato para mostrarle el mensaje de Elizabeth, que le pedía encontrarse —. Tal vez ya se dio cuenta sola.

      Nina le dedicó una media sonrisa, sabiendo que no debería resguardar esperanzas aunque era lo único que podía hacer en ese momento cuando no se le ocurría otra posible solución —. Vamos.

      —Espero que no me hayas hecho venir aquí a hablarme sobre la lealtad de tu novio—, soltó Chuck en cuanto vio a Elizabeth parada en la acera.

      Nina hundió sus manos en los bolsillos de su abrigo y se acercó un poco más a Chuck puesto que, aunque ya no estaban cerca del río, la noche ya había caído sobre la ciudad y se estaba congelando el trasero. Maldijo en su cabeza por siquiera haber considerado la idea de ponerse aquel vestido en vano, puesto que era obvio que ya no llegaría a ir a la exposición de Diseños Waldorf.

      —Chuck, te llamé porque esta tarde no tuve el coraje para decirte que... ya le cedí el hotel a Jack—, anunció Elizabeth, aplastando toda esperanza que había llegado a embargar a los adolescentes —. El verte me hizo entender lo que hice. Y entonces, le dije que debía tomar una decisión: yo o el hotel.

      — ¿Y qué dijo mi tío?—, cuestionó Chuck, y Nina inmediatamente tomó su mano en cuanto escuchó su voz completamente destrozada. Era claro que estaba al borde de las lágrimas, ¿y cómo no iba a estarlo? Incluso ella estaba teniendo problemas para evitar llorar y ella no había perdido nada.

      Elizabeth bajó la cabeza, pensando por un momento, antes de volver a mirar a su hijo —. Mi vuelo a Zúrich sale a las diez. Quería despedirme. Lo siento... lo intenté.

      La morena se mordió el labio. Tenía una ira interna quemando en sus venas que la tentaba a vociferar insultos a la mujer. Sin embargo, ella lucía tan honestamente arrepentida que casi hasta se sintió culpable por maldecirla en su mente.

      —Quédate—, pidió Chuck, apretando con fuerza la mano de Nina —. No por Jack, ni por el hotel... quédate por mí. Ya perdí a mi madre una vez.

      Los ojos de Elizabeth se inundaron de lágrimas, y ella tomó una respiración tambaleante antes de hablar —. Chuck... no soy tu madre. No sé si tu verdadera madre está viva o no. Pero sé que te amó muchísimo, y que ella no es nada como yo.

      Toda simpatía que Nina había tenido por la mujer se disipó instantáneamente. Ella se acercó más a Chuck, ya no siendo consciente del frío ni notando que sus rodillas estaban temblando, sino que solo estaba concentrada en el chico a su lado. El agarre sobre la mano de ella se volvió inerte, sin fuerza, casi como si la vida hubiera abandonado su cuerpo de un momento al otro.

      —Tienes razón—, balbuceó Chuck, haciendo un gran esfuerzo por mantener su semblante, para no explotar en el medio de la calle de ciudad —. Porque mi madre no habría podido hacerme lo que tú me hiciste.

      Entonces, ambos se giraron y se alejaron de la mujer nuevamente. Ésta vez para siempre. Nina abrazó al chico de costado, no deteniéndose hasta que se encontraron en una calle poco transcurrida.

      Nina fue la primera en detenerse, agarrándolo de los brazos para pararlo y haciéndolo que lo mirara a los ojos. Separó sus labios, no sabiendo qué decir. Vaciló por un momento, casi sintiendo que le faltaba el aire —. Chuck...

      No tuvo que decir nada, porque el castaño se abalanzó sobre ella y la abrazó. Chuck inundó su rostro en su cuello, y ella lo rodeó con sus brazos y lo apretó con toda la fuerza que poseía. Podía sentir que sus lágrimas comenzaban a mojar su cabello y abrigo, lo que hizo que sus ojos se nublaran con lágrimas.

      Permanecieron así, en silencio, aferrados el uno al otro. Ninguno de los dos fue consciente de cuánto tiempo pasó. Podía haber sido dos minutos, o incluso una hora, pero eso no importaba porque el tiempo es completamente relativo. A veces una hora se siente como cinco minutos, y otras como tres horas... y justo en ese momento, ningún tiempo se sentía suficiente como para que la herida dejara de doler.

      Cuando finalmente se separaron, Nina se volvió a encontrar con los ojos marrones de su mejor amigo. Él se secó las lágrimas tan rápido que casi pareció que no existieron, y el ligero rastro rojizo en el fondo blanco de sus ojos era lo único que podía insinuar que aquel descargue había sucedido ya que el viento frío ya había secado las manchas de su abrigo. Nuevamente, tomaron una pausa.

      —Gracias—, murmuró Chuck finalmente, rompiendo el silencio —, por acompañarme.

      Nina asintió, dándole la sonrisa más suave que podía conjurar —. No tienes que agradecerme. Lo volvería a hacer una y mil veces—, aseguró, acariciando su brazo antes de desviar su mirada a la calle —. ¿Por qué no... vamos a la universidad? Blair me mandó un mensaje, está allí como hace una hora.

      Chuck se limitó a asentir. Le ofreció su brazo, y Nina pasó su mano por entre su pliegue antes de que comenzaran a caminar por la calle. Ella no se animó a sugerir tomar un taxi y, después que el castaño no se acercara a la calle principal en busca de uno, asumió que él quería caminar. Después de todo, no estaban demasiado lejos. Sería una caminata de diez minutos, quince como mucho, y ella no tenía problemas con caminar de vuelta hasta el edificio.

      Su travesía ocurrió en silencio. En parte porque Nina no sabía qué decir, en parte porque Chuck solo quería estar acompañado en ese momento, sin tener que realmente hablar.

      Una vez que llegaron a la universidad, Nina lo acompañó hasta la puerta de su cuarto, pero rápidamente se despidió antes de siquiera entrar.

      — ¿A dónde vas?—, cuestionó Blair, enviándole una mirada de preocupación a su amiga. Sabía que no tenía a dónde ir. Hacía mucho tiempo que la residencia Archibald había sido tomada y, ahora que no tenía la suite en el Empire disponible, se había quedado sin un lugar en el que dormir además de aquel pequeño dormitorio en la UNY.

      —Dormiré con Vanessa, no hay problema—, aseguró la morena, brindándole una sonrisa a la castaña.

      Blair frunció el ceño —. Pero... Nina, ¡puedes quedarte! En serio, no tienes por qué hacer esto.

      Nina movió su mano en su dirección, quitándole importancia —. Ya tomé mi decisión antes de siquiera llegar aquí. Juro que está bien, Blair. Nos vemos mañana, ¿sí?—, le dio un rápido beso en la mejilla, antes de comenzar a caminar hacia el final del pasillo —. Que descansen.

      Con una última sonrisa forzada, ella le dio la espalda a su mejor amiga y golpeó la puerta una vez que se encontró frente a la habitación de la chica. Esperó apenas un minuto antes de que la puerta se abriera, y ella le sonrió a Vanessa.

      — ¿Nina? ¿Pasó algo?—, inquirió Vanessa, ya que era extraño que la chica fuera a su habitación, especialmente en medio de la noche.

      La chica se mordió el labio: ¿por dónde debería empezar? Sacudió su cabeza, observando el atuendo de la chica para intentar adivinar si iba a ir a acostarse o si iba a salir —. Nada, solo... uhm, ¿puedo dormir aquí?

      Vanessa frunció el ceño —. ¿Qué pasa con tu habitación?

      —Blair está con Chuck—, explicó, y Vanessa finalmente abrió la puerta y le hizo señas para que pase —. Gracias—, sonrió Nina, no obstante casi se congeló cuando vio a Dan sobre la cama de la chica, observando todo con el ceño fruncido —. ¡Oh! No me percaté– perdón, no sabía que estaban... bueno, en una cita, perdón--.

      —Nina, ¿estás bien?—, cuestionó Dan, levantándose de la cama para acercarse a la chica.

      Vanessa prendió la luz de la habitación, y abrió los ojos cuando notó el estado de la chica —. ¿Qué pasó?

      Nina cerró los ojos, soltando un largo suspiro —. Solo... no tengo dónde quedarme, ¿sí? Chuck perdió su hotel, ahora Jack es el dueño y... Chuck tampoco tiene dónde quedarse, entonces se está quedando en nuestra habitación. Pero realmente no puedo compartir una habitación con Blair y Chuck, sería demasiado raro. Así que, ¿puedo quedarme aquí? Solo será esta noche y... bueno, no sé qué planeaban hacer, pero puedo ir a la biblioteca y me mandan un mensaje cuando terminen—, balbuceó, y sus mejillas se encendieron de un furioso tono rojo cuando se percató de sus palabras —. Oh, Dios, ¡no me refería a eso! Hablaba de su cita, no quiero interrumpir lo que tenían planeado--.

      — ¿Chuck perdió su hotel?—, interrumpió Vanessa, sus ojos enormes mientras Nina solo asentía.

      — ¿No tienes dónde quedarte?—, preguntó Dan, a lo que la morena volvió a asentir —. Puedes quedarte en mi casa por tanto como lo necesites, ya lo sabes.

      Nina negó inmediatamente —. Mierda, no. Ya me aproveché de ti una vez, no quiero volver a hacerlo.

      —No es aprovecharse, Nina, no puedes estar rondando cada día sin saber dónde vas a dormir—, instó Dan.

      —Sí sé, aquí, en mi cuarto—, corrigió la chica —. Solo que ésta noche no puedo, ¿está bien? No se preocupen, en serio.

      Los dos amigos, ahora pareja, intercambiaron una mirada antes de que volvieran a apagar la luz y dejaran que la habitación fuera iluminada por el par de lámparas y la luz que provenía de las calles a través de la ventana. Ellos se sentaron en el suelo, y comenzaron a acomodar las bandejas de comida a su alrededor mientras Nina los observaba en silencio, sin comprender.

      — ¿Debería--?

      —íbamos a jugar Scrabbles—, anunció Vanessa, sonriéndole —. Recuerdo que eras malísima, así que si no quieres jugar, lo entiendo.

     —Y una mala perdedora—, agregó Dan, riendo.

      Nina soltó un jadeo, estando completamente agradecida por lo que estaban haciendo. Se sentó en el suelo, estirando sus piernas hacia un lado puesto que seguía con aquel vestido dorado, y los ayudó a acomodar el tablero —. He mejorado. No saben lo que les espera. 

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