Kimura, al quedase dormido, Divisa un Serapheon, Y le anuncia que todas sus preguntas serán respondidas, Aprox. En el año 1446-1448 D.C.

1. En la quietud de la noche, cuando el frío arrecia y la oscuridad reclama su dominio, me senté a las afueras de mi morada. Sentía en mi pecho una mezcla de alivio y ansiedad. Por un lado, hallaba consuelo al saber que lo que presencié en aquellos años no era fruto de una ilusión óptica ni de mi mente perturbada, sino una verdad velada por enigmas insondables. Por otro lado, la certeza de que apenas había arañado la superficie de aquel misterio me llenaba de inquietud.

2. Así, con un suspiro profundo, me permití respirar el aire fresco de la noche, buscando calmar mis pensamientos. Tras un rato en soledad, decidí regresar al calor de mi hogar y rendirme al abrazo del sueño, aguardando que el descanso aclarara mi mente.

3. Pero en el reposo, el mundo de los sueños vino a reclamarme, y he aquí lo que vi: me encontraba ascendiendo una montaña colosal, cuyas laderas se alzaban hacia alturas inimaginables. La travesía era ardua, pero algo en mi interior me impulsaba a continuar. Al llegar a la cima, mis ojos se abrieron a una visión sublime: ante mí se desplegaban tres cielos distintos, cada uno más brillante y magnífico que el anterior.

4. En cada cielo se podía observar la vida; muchos seres habitaban aquellos reinos celestiales, pero sus semblantes variaban según la altura en la que se encontraban. Entre más elevado el cielo, más radiantes y plenos eran sus moradores, como si la dicha y la gloria aumentaran con cada nivel.

5. Mientras contemplaba maravillado aquella escena, sentí una presencia a mis espaldas. Al girarme, mi corazón se detuvo por un instante: ¡allí estaba de nuevo el Serapheon! Pero esta vez, su figura era más clara y cercana, revelando su majestuosa naturaleza en todo su esplendor.

6. Aquel ser, cuya forma superaba en altura a muchos Pokémon, medía, a ojo de buen calculador, aproximadamente 1.56 desde la cola hasta la cabeza, y un metro desde el suelo hasta la punta de sus orejas, semejante al porte de un Arcanine. Su figura irradiaba un aura de poder y bondad, imposible de describir con meras palabras.

7. Avergonzado e impactado, bajé mis orejas y permanecí en silencio, incapaz de procesar la magnitud de lo que presenciaba. Sin embargo, el Serapheon se inclinó hacia mí con una actitud amable y, con una voz dulce y serena, me dijo:
"No temáis, Kimura, el Glaceon. No he venido a haceros daño."

8. Reuniendo el valor suficiente, le pregunté con humildad y curiosidad:
"Mi señor, ¿dónde estoy?"

9. El Serapheon respondió con solemnidad:
"Kimura, estáis en una montaña sagrada, y lo que contempláis son las tres glorias. Estos cielos representan los destinos de las almas tras su separación de los cuerpos mortales."

10. Sentí un escalofrío recorrer mi ser, y una creciente angustia se apoderó de mí. ¿Acaso había muerto? Aún era joven, con una esposa y dos hijos que dependían de mí. Entre jadeos, le expresé mi temor al Serapheon.

11. Pero aquel majestuoso ser, con paciencia y ternura, me respondió:
"No os aflijáis, Kimura, porque estáis vivo. Aún os queda mucho por vivir en este mundo. Sin embargo, nuestras miradas se han posado sobre vos, pues hemos visto en vuestro corazón un ardiente deseo de comprendernos y de descubrir la verdad sobre nosotros. Por ello, mis compañeros y yo hemos decidido: vos seréis el elegido para revelarnos al resto del mundo."

12. Sus palabras me dejaron anonadado, incapaz de articular respuesta alguna. Mi cuerpo permaneció inmóvil, dominado por el asombro y la magnitud de lo que acababa de oír. Allí, en el silencio de aquel sueño, comprendí que mi destino había cambiado para siempre.