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Capítulo 30

Camila

Algo andaba mal, siempre lo supe, pero tal vez debía sentirme bien y alejar los pensamientos y los problemas.
Desde la vez que dejé a Lauren me he sentido mal y un poco bien, quizá todo ese problema me estaba enfermando más.

—No, no mamá —suspiro al negarme.

—Karla, soy tu madre y tengo derecho.

Odiaba contestarle las llamadas, odiaba hablar con ella. Desde que me enteré que ella me había vendido no había sido la misma con ella. Pensé en la posibilidad de decirle que la odiaba con toda mi alma, pero no dejaba de ser mi madre.

—Debes saber perdonar...

—Lo tuyo no se puede perdonar, mamá —escuche unas voces a través de la línea —, no te deberías llamar madre, mi padre seguramente este decepcionado de ti.

—No hables de tu padre, no tienes derecho...

—Tú no tienes derecho, mejor ya, bye.

Le corte la llamada. Odiaba todo lo que ella había dicho, ella me estaba sofocando tanto, ya no me estaba diciendo que me casara con Shawn. Ya no sabía nada de ese imbecil, solo sabía que estaba en Berlín, supe que él estaba viviendo en esa zona.

—¿Todo bien, Camila? —preguntó él mientras me sonreía.

—Sí, lo siento, ya sabes mi madre...

Él sonrió. Antonio había sido un buen amigo, lo conocí en la universidad, ese momento él me había dicho que se estaba enamorando de mí, le dije que lo quería como amigo pero tal vez suceda algo después.

—Entonces, ¿te gusto?

—Sí, pero no debiste, sabes que no me gustan los regalos —le sonreí.

—Quería darte algo que te gustaba, además la lectura llena el alma.

—Anton, eres un completo ratón de los libros.

Se echo a reír.

—No es cierto, lo que sí es cierto que amo los libros.

—Nunca pensé que sabias que me gustaba este libro —se lo mostré, él sonrió y se sonrojo.

—Alguien me lo dijo, la verdad es que es muy popular.

Sonreí y mire el libro, si que me gustaba pero no debía ser tan amable conmigo, no al saber todo lo que he hecho en mi vida.

—También te gusta la película.

Lo mire y confusa.

—Bajo la misma estrella, la película ¿te gusta, verdad?

—Sí, me encanta.

Me daba pena el pobre chico, él sabía de sobra que no me llamaba la atención estar con él, yo sólo lo llegaba a ver como un amigo. Nada más.
Al pasar del tiempo me di cuenta que estaba huyendo de mi verdad, de toda esa verdadera yo la cual estaba ocultando todo este tiempo, sentía algo por las chicas pero lo sentía más estando con la ojiverde que me había mentido. Quería buscarla y decile lo mucho que la necesitaba, pero en este momento no quería hacer nada apresurado, tenía que pensar antes de actuar. Ella me había mentido, aún sabiendo que mi bienestar era cruel. Ella no me quería ayudar a salir de esa metida preparada por mi propia madre.
Antonio me invitó a tomar un café, ño acepte ya que quería salir un poco de mi rutina, había un lugar que servía el mejor café de todos. En la ciudad de Miami era tan popular ese lugar, me vine acá un par de semanas ya que estaba de vacaciones y las clases aún no comenzaban. Mi motivo no era encontrarme a la ojiverde, simplemente quería alejarme un poco de lo demás.

Entramos al local, como era de esperar estaba más que abarrotado de personas esperando a beber del buen café de doña Martina, lo que llamaba más la atención del lugar era la amabilidad con que se recibía al cliente y también por la variedad de libros que habían en el lugar. Era un café y también una biblioteca.
Al ser nuestro turno pedimos los cafés y unos panecillos y como costumbre la dependiente nos trató bien. Excelente servicio. Nos sentamos en la única mesa que estaba sola; cerca de la ventana y de la entrada.

—Hace un excelente día —afirmó Anton.

—Si, ya lo note.

Él sonrió y miro por la ventana, apenas lo conocía pero sabía que algo me quería decir o era algo que me venía insistiendo desde hace rato.

—Camila, eres muy hermosa y me encanta tu forma de ser —comenzó diciendo —, desde la vez que te vi en la clase de literatura me enamore de ti...

—Anton, sabes que te quiero como amigo, me da pena saber que solo te empeñas en alguien como yo —él asintió con tristeza —. Quiero que no pierdas tu tiempo conmigo y busques a alguien que te ame. Alguien que corresponda tus sentimientos.

Se quedo en silencio. Note que su mirada era otra, había tristeza en esta. Me daba mucha pena por él.
El tiempo pasaba rápido y cuando me di cuenta ya las personas se estaban yendo. Toda la tarde pasamos hablando de cosas sin sentidos, cosas que no tenían que ver con el tema anterior. Me conformaba con la compañía de él.
A los minutos la campana sonó, anunciando a un nuevo cliente, por inercia mire a la entrada y la ví. Ella estaba más hermosa de como la recordaba. Lauren estaba entrando con una caja, la mire por unos segundos pero al momento de que sus ojos estaban por conectar con los míos aparte la mirada. No quería que me viera, no en ese momento. La mire con disimuló y ya no estaba. Suspire de alivio. Pero ¿que hacia ella acá?

—¿Camila? ¿Estas bien?

—Oh si, lo siento —él me miraba con duda.

—Te decía que este lugar me gusta mucho por el olor a café cuando entras.

Asentí y le di un sorbo a mi café. Me sentía muy nerviosa, la tenía cerca y a la vez tan lejos. La busqué en el local y al encontrarla me estremecí, ella estaba hablando con una chica, la chica era pelirroja, ella no dejaba de reír con Lauren. Sentía celos, claro que sí, esas sonrisas solo me las podía robar a mí. La chica no dejaba de reír, la comenzaba a odiar. En ese instante me miró, sus ojos verdes se conectaron con los míos, esos ojos intensos me estaban devorando. Lauren no hacía más que verme, no tenía ninguna expresión en su rostro. La chica la sacó de su trance y siguieron hablando. Quería salir de ese lugar, quería alejarme de ese momento en el que estaba coqueteando con esa idiota.

—¿Te quieres ir? —preguntó Anton, muy dudoso.

—Sí, la verdad si lo quiero.

—Bueno.

Nos levantamos, no mire atrás, sólo salí de ese lugar. El chico me iba hablando de algunas cosas, pero en ese instante sentí su aroma y su presencia. Me di la vuelta y atrás estaba ella, me miraba con adoración y con duda, demasiada duda. No sabía que hacer, no tenía claro que hacer en ese momento.

—Adelantate, debo hacer algo —avise.

Él asintió y siguió caminando. Dudo unos minutos y me acerque a ella, pero como si de algo malevoro se tratase la chica salió del local y le habló a la ojiverde. Me detuve, no debería de ir y arruinar su momento. Me volví y camine hacia Anton, quería correr y olvidar todo, no quería que ella me viera así de mal por una tontería.

—¡Camila!

Me detuve, me daba miedo voltear y encontrarmela. Tenía miedo.

—Oye, Camila —sentí su cuerpo muy cerca de mí.

Me di la vuelta, ella estaba ahí, frente mío con esos hermosos ojos que en un inicio me volvieron loca, en el inicio que supe que ella me haría dudar se muchas cosas.
Lauren estaba parada frente mío, ella estaba tembrado y sus senbrante era nervioso. Mucho diría yo.

—Te dejaste esto en el local.

—Oh, gracias.

Era el libro que el chico me había regalo.

—Es un buen libro, no lo debes olvidar.

Su sonrisa era débil. Mire a sus espaldas y ahí estaba la chica de antes, la estaba esperando con inquietud.

—Si, claro que lo es.

—Bueno, no no quiero molestar, me voy.

Sonrió bajando su cabeza, se dio la vuelta <<Vamos Camila, debes decirle algo, haz algo>> me regañe. Pero no pude hacer más nada. Me di la vuelta y camine hacia el chico. Siempre voy a ser una cobarde, nunca podré afrontar todo esto y así poder vivir en paz. Tomé valor y me volví a ella.

—Espera —se dio la vuelta y me miró —. Tal vez quieras tomar un café o algo... Solo digo, si quieres.

Ella sonrió y asintió.

—Está bien, mañana... Nos veremos acá.
La misma hora.

Y sin más siguió su camino, me sentía más nerviosa de lo normal, me sentía mareada. Algo no andaba bien en mí, la vería mañana y aún así sentía que la necesitaba verla más tiempo.

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