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02

La pequeña Minju mantuvo su mirada decaída sobre la Omega, su rostro calmado pero cansado le daba mucha impotencia a su Madre, que ya le había dado su medicina pero parecía no hacer efecto aún, pues su rostro rojizo por la fiebre le preocupaba.

Con sus dedos delineó sus regordetas mejillas, tomándose el tiempo justo para verle, su niña era la persona de la cual no podía superar su existencia, llegó por azares del destino y aunque causó demasiados problemas cuando dio signos de vida, no se arrepentía de haber dejado claro que le tendría.

Pero igualmente el destino iba en su contra algunas veces, quitando de su futuro a su madre hace algunos meses atrás, dejándole a ella con el corazón roto en mil pedazos. Lamentablemente vio a su nieta solo tres veces cuando estaba pequeña, pero ella no paraba de decir lo mucho que amaba a la pequeña Min, le recordaba mucho a Sana cuando nació.

Suspiró cortamente dejando un besito pequeño en la frente de su bebé, que se removió un poco sin dejar de verle de esa forma que hacía que su corazón estallara de dolor. No le gustaba verle enfermo.

—Mamá está aquí... —Susurró acurrucándola en su pecho, rápidamente la bebé resopló dejando la mitad de su rostro recargada en el pecho de la mayor, ese aroma que le proporcionaba era el que normalmente tenía al dormir, pero también quería la de Tzuyu pues son pocas veces las que le tiene cerca y al nacer, la Alfa se encargó de hacerle saber que era su Madre, sin saber que ahora la pequeñita estaba pasando por un lazo roto y uno un simple resfriado.

Sana le arropó y le dejó en esa posición para calmarla y hacerla dormir, pero no esperaba que a altas horas de la madrugada su pequeña bebé volviera a levantarse, pero esta vez no lloró tanto, era como si algo le estuviera atormentando, siendo muy pequeña para entender tal cosa, únicamente se aferraba a la ropa de su mamá, buscando protección en ella.

Sana estaba más que asustada, la pobre Omega ya no sabía qué hacer, sacrificó su sueño y dejó las luces encendidas para que su bebé estuviera bien, con ella en brazos preparo algo de fruta, la favorita de la cachorra le dio sus biberones de vitaminas y estuvo jugando con ella para que no volviera a tener pesadillas.

Pero a pesar de todo eso, le mataba el alma no poder solucionar el problema de raíz y hacer que su pequeña tesorito durmiera algo más, tranquila y cómoda a su lado.

A eso de las nueve de la mañana la cachorrita se quedó quieto entre sus brazos, ambas veían la tele con los dibujos de fondo, Sana estaba luchando por no cerrar los ojos y permitirse un pequeño descanso y soltó un corto suspiro cuando su niña dejó caer su cabecita en su pecho, acurrucándose allí nuevamente.

Justo cuando ambas llevaban cuarenta minutos totalmente dormidos en el mullido sillón, la puerta principal se abrió muy despacito para no asustar a las que vivían dentro. La misma persona se quedó largos segundos apoyado en la puerta, suspirando ese aroma que invadía el hogar del Omega.

Buscando por el pequeño salón encontró a Madre e hija dormidas en el sillón, la pequeña pelinegra en el pecho de Sana, arropada con una mantita azul y siendo abrazada por la castaña, misma que a pesar de no dormir en toda la noche, se mantenía alerta por cualquier cosa. Con la cachorra enferma por primera vez, era algo peligroso y su Omega no descansaba.

Tzuyu no hizo copia de la llave por mero gusto, solo quería verificar a su ex pareja y a su cachorrita porque a esta último le ve muy poco y pocas veces tiene la oportunidad de cargarlo o jugar con ella, y sí, su decisión fue dejársela a Sana pero aún así es su cachorra. Su Alfa lo busca para mimarla al igual que aún busca la Omega de la menor, siendo un fracaso.

Porque desde que el amigo de Sana le gritó todo aquello, supo que siempre sería vista como la mala, la única que falló en todo, la que se merecía lo peor...

Aunque aceptaba que también tenía la culpa, le dolía ver cómo Sana confirmaba esos rumores, como si todos los años anteriores ella no dio lo mejor de sí para su novia, como si su relación únicamente fue especial para ella.

Tener que aceptar que su pareja por tantos años ahora simplemente viviría alejada de ella con su cachorra le partía el alma y más sabiendo que jamás podrá tener a su cachorrita con ella.

Es verdad que no aportó mucho en el embarazo, pero ese problema ya se había solucionado, cuando Minju nació Tzuyu sacó su lado más amable y protector, cuidando, mimando y haciendo todo por la cachorrita. Y ahora son contadas las veces que puede ver a la bebé.

Con un dolor en el pecho se acercó a ver a la pelinegra dormir, tocando suavemente su mejilla regordeta suspirando de amor por su bebé, le quería tanto y era tan doloroso tener que aceptar que no estaría en su crecimiento.

Cuando su bebé nació recuerda tener a Sana súper cansada y únicamente despierta para alimentar a la cachorra, después estaba la super mamá Tzuyu, que ayudaba en todo y más entusiasmada que nunca. Lástima que esa chispa se apagó a los meses, teniendo más problemas encima no era capaz jugar si quiera con su bebé. Y le jodía tener que ser nombrada la mala de la historia cuando lo único que hizo fue ver lo mejor para su novia e hija.

Volvió a suspirar yendo a la pequeña cocina, encontró muchos botecitos de medicina el prospecto de cada uno de ellos regados por la pequeña mesa. Los juntó todos dejándolos a un lado, sacó su billetera y dejó ahora un poco de dinero de su más reciente sueldo, según Sana no quería nada de dinero para Minju pero Tzuyu no quería que tanto su pequeña como la misma Omega pasaran por malas cosas por falta de dinero.

Echó un último vistazo a las durmientes, sonriendo enamorada salió de allí. 

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